Batlle en el siglo XX – El Frente Amplio en el XXI
escribe: Esteban Valenti / Periodista, escritor, director de Bítacora y Uypress. Uruguay
«Trazaremos las líneas de larga duración del Uruguay del siglo XXI en términos institucionales, políticos, productivos, económicos, sociales y culturales. Que a nadie le llame la atención porque esto no es inédito. En el siglo XX el primer Batllismo matrizó la marcha de ese siglo.
En el siglo XXI matrizará la marca de este siglo nuestro Frente Amplio» Tabaré Vázquez en el discurso del 44 aniversario del Frente Amplio, 5 de febrero del 2015 en Maldonado. Es una gran verdad, una definición audaz, muy exigente y un gran proyecto de actualidad y futuro.
Uruguay fue sin duda un país diverso en el contexto internacional y regional desde fines del siglo XIX, pero sobre todo a comienzos del siglo XX. Lo fue en su prosperidad, en sus leyes y derechos civiles y sociales, en su institucionalidad, en su densidad democrática y en la estrecha relación entre el progreso cultural e intelectual y la política. Como parte indivisible de la política.
No tengo Los elementos para definir la influencia que en esa diversidad, en ese gran Proyecto Nacional tuvo el proceso fundacional del país, en particular el ideario artiguista. No quiero hacer afirmaciones místicas , aunque si podría decir que también a principios del siglo XIX a partir del artiguismo el Uruguay tuvo un tránsito ideal, programático mucho más avanzado que los otros países de la región por el aporte, muchas veces incomprendido o directamente combatido de las ideas de Artigas. Lo que no tengo son los elementos fundados para opinar sobre la influencia de ambos procesos.
En los textos que he podido consultar de la época de Batlle y Ordoñez no aparece muy presente la figura de Artigas (1), esa sería una diferencia importante, para el Frente Amplio, desde su fundación el pasamiento artiguista es sin duda una de sus principales referencias y debe seguir siéndolo.
Pero no hay ninguna duda que el batllismo, José Batlle y Ordoñez fue el gran constructor de un Proyecto Nacional que no surgió de la espontaneidad del mercado, de las corrientes ventosas de la región, sino de grandes objetivos civilizatorios y estratégicos. Aunque los impulsos venía de antes de Batlle, él los consolidó y elevó en su conjunto a un nivel superior, incluso derrotando a las fuerzas que fuera y dentro de su partido se enfrentaban a su proyecto. La burguesía nacional uruguaya demostró en ese tiempo profundas diferencias con sus similares de toda América Latina y una visión más avanzada.
Fue un proyecto en primer lugar político, en el sentido más amplio, profundo y prosaico del concepto. Con sus claridades y sus oscuridades, con sus grandes, pequeñas y feroces disputas. Pero a partir de la política, de la reorganización institucional, de la pacificación interna del país, tuvo un directo impacto en la estructura del estado, en la economía, en la sociedad, sus valores y derechos, en la cultura nacional y en la fisonomía física de nuestra capital y en diversos puntos del país.
Batlle y Ordoñez dijo: Yo no puedo ser un presidente como mis antecesores. Mi deber es hacer sentir que bajo mi égida, la democracia es una verdad, y que por algo se hacen elecciones . Y le dio sin duda un nuevo significado al acto básico, fundamental de la democracia: el voto.
Otra de sus frases más conocidas, refirma esa redefinición de los pronunciamientos populares: No es que el pueblo nunca se equivoque, sino que es el único que tiene el derecho de equivocarse .
Su ideario, sus obras su vida fueron la síntesis de la construcción de ese Proyecto Nacional, de esa comunidad espiritual que reclamaría Wilson Ferrerira Aldunate varias décadas después para el Uruguay.
Batlle, hombre de su tiempo, y a la vez fuera del tiempo que corre como el río de Heráclito, creía en la libertad y en el libre albedrío que distinguen a nuestra especie de los otros integrantes de la escala zoológica. Rechazaba, además, el excluyente determinismo económico dado que, planeando sobre «el interés» – estas son sus palabras – «la idea, la verdad, también apasionan al hombre».
Creía en la democrática prevalencia de las mayorías políticas : el partido triunfante en los comicios debe gobernar con sus hombres , sin entreverar el mazo del poder, Del mismo modo que Nietzsche, quien en su momento dijera » Oh voluntad de mi alma, a la que llamo destino! » , Batlle, en el primer editorial del diario El Día, por él fundado en el año del 1886 después de la fracasada aventura revolucionaria emprendida contra el tirano Santos, había escrito: «Siempre hay un camino abierto para los hombres de buena y fuerte voluntad». Escribió Daniel Vidart en Bitácora.
El proceso de decadencia nacional comenzó en la década de los 50 y se necesitó medio siglo y padecer una terrible dictadura de 11 años, para que el Uruguay tuviera una nueva oportunidad y un nuevo Proyecto Nacional, que no es ni puede ser la copia del pasado y que se expresa en una conducción más colectiva, partidaria a través del Frente Amplio y sus gobiernos.
¿El Frente Amplio es el nuevo batllismo? No, tiene raíces diferentes, identidad diferente, actúa en un momento histórico nacional e internacional profundamente diverso, aunque afrontando en algunos casos circunstancias que podrían asimilarse.
No hablamos principalmente del manejo de la economía, de la administración del estado como se concebía antes y ahora por parte de las corrientes conservadoras, sino en primer lugar de la relación entre los seres humanos, los ciudadanos, los trabajadores y los factores económicos, sociales, educativos y culturales y las instituciones necesarias para alcanzar determinados objetivos.
El pueblo no puede ser libre y feliz sino es instruido. Y la grandeza que suele buscarse, aún en la conquista, no debe consistir para una nación verdaderamente civilizada sino su adelanto en las ciencias, en las artes, en la industria, en el comercio y en el bienestar y la cultura moral que son su consecuencia escribía Batlle. Obsérvese el conjunto de la definición y el orden: las ciencias y las artes en primer lugar, hace un siglo . y la cultura moral que son su consecuencia .
No era un teórico, fue un formidable combatiente político, presidente de la república por dos períodos, 1903 – 1907 y 1911 1915 que hizo los máximos esfuerzos por concretar sus ideas y sobre todo por darle al país una renovada identidad de progreso y de cultural moral y cívica. Y lo logró, en su doble condición de avance y de nuevas tensiones y exigencias.
No hay duda que el batllismo permeó las ideas y la política nacional mucho más allá de lo que muchos estamos dispuestos a reconocerlo. En el Frente Amplio en primer lugar. Hay discursos del general Liber Seregni que tienen el hilo conductor de matriz batllista, pero incluso en las fuerzas tradicionales de la izquierda existe una referencia obligada y una zona de roce y disputa ideológica dentro de las ideas de progreso con el batllismo que ha influido en todos.
El Frente Amplio tiene además una importante diferencia, no solo de época, incorporó también una fuerte influencia de las ideas nacionalistas avanzadas, con una fuerte vertiente blanca en sus filas, en particular del pensamiento de Wilson Ferrerira Aldunate desde el Ministerio de Agricultura y Ganadería y la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE) y más en general del espíritu rebelde del nacionalismo.
Valdría recordar una frase del gran pensador italiano Benedetto Croce en su recesión ad Antonio Gramsci cuando escribió: Recomendé, hace algunos años, a jóvenes comunistas napolitanos, armados de un catecismo filosófico escrito por Stalin, de elevar sus ojos hacia las estatuas que están en Nápoles de Tomasso D´Aquino, Giordano Bruno, Tomasso Campanella, Giambattista Vico y de los otros grandes nuestros pensadores y a esforzarse por llevar, si podían, la doctrina comunista a esa altura, y unirla a esa tradición. Pero ahora yo no me refiero a estatuas marmóreas sino a un hombre (Gramsci) que muchos de ellos conocieron personalmente, cuyo recuerdo debería estar vivo en ellos por algo mejor que el vacío sonido de su nombre
¿Estamos a la altura de llevar nuestras ideas al nivel de esos grandes pensadores uruguayos que hicieron nuestra historia y sobre todo de su contenido avanzado, de sus ideas y sus obras y en primer lugar de Artigas?
La respuesta en el caso de Batlle, no es ni puede ser un recital de sus opiniones, o un intento de paralelismo con sus leyes y acciones de gobierno, sino con algo mucho más profundo: ¿estamos construyendo algo que expresa en el Uruguay del siglo XXI un país de avanzada, de progreso, con una alta cultura moral y con su propia y fuerte identidad nacional y universalista? Estamos avanzando.
El Frente Amplio en estos diez años de gobierno se propuso no solo salir de la crisis económica, social, educativa, espiritual que tenía el país y que culminó en el 2002 pero se arrastraba desde hacía décadas y construir un nuevo Proyecto Nacional. Y estamos avanzando a paso firme.
Una de las demostraciones más clara de ese avance es que Tabaré Vázquez luego de 10 años de gobiernos del FA y a pocas semanas de asumir su segundo mandato presidencial pueda afirmar que matrizaremos el siglo XXI del Uruguay por los cambios que se están operando y por nuestra visión estratégica y que una parte fundamental de los uruguayos lo crea y lo acepte y lo incorpore a sus conductas es una prueba terminante de ese avance histórico.
Vázquez hace estas afirmaciones cuando en Argentina los datos económicos, sociales, institucionales son muy complejos y en muchos casos negativos, cuando en Brasil también se afrontan problemas, cuando en la región y en el mundo no soplan por cierto vientos favorables. Imaginen por un instante el efecto que estas noticias hubieran tenido en el Uruguay de hace 11 años. Su efecto hubiera sido lacrimógeno y devastador, ya nos estaríamos preparando para ajustes y explicaciones oficiales de todo tipo. Siempre sobre estancamientos y fracasos.
¿Pasa algo de eso en el Uruguay actual? Los agoreros de siempre son los mismos, los conservadores en sus diversas variables. Se terminó la campaña electoral y siguen agitando los mismos fantasmas y sobre todo desnudando la misma idéntica falta de ideas, de liderazgos, de sentido crítico. Viven en su nube de malabarismos sobre las cifras electorales para consolarse. Prefiero mil veces una derecha o un centro derecha que nos exija, que ese enorme vacío que existe hoy en el país.
Los uruguayos no temblamos frente a los problemas del mundo y la región, no por irresponsables e inconscientes, sino porque valoramos nuestras propias capacidades y sabemos que tenemos un rumbo y que debemos acostumbrarnos a estos vendavales, pero sobre todo que hemos tenido los reflejos necesarios para que nuestro Proyecto Nacional absorbiera las experiencias de los fracasos anteriores, la dependencia de nuestros vecinos, la eterna carencia energética, los controles bancarios y financieros, la pobreza en las inversiones, la fatalidad del campo y del lamento de algunos de sus grandes propietarios, la falta de inversiones sociales y sobre todo, por encima de todo la crónica desconfianza en nuestras propias capacidades, la ideología de la decadencia. No nos sentimos infalibles, no nos sentimos inconmovibles, pero no somos más el enano llorón de antes. Como no fue un enano llorón el Uruguay de hace un siglo. Aprendimos que lloriqueando no se va a ningún lado o mejor dicho, nos vamos al pozo, al desastre.
No hay nada más letal para un Proyecto Nacional progresista que la complacencia, la suficiencia, que construir una cuna de laureles para mecernos en ella. Las nuevas exigencias en producción, trabajo, innovación, inversión, educación, cultura, vida sana, medio ambiente, seguridad son parte esencial de la matriz de este nuevo momento nacional progresista.
(1) Por ejemplo en el Album Biográfico Ilustrado y Descripción Histórico Geográfica de la República O. del Uruguay» que se publicó en 1904 con fuerte apoyo del gobierno de la época (directores propietarios: Ricardo M. Jalabert y Rodolfo Cabal) no se menciona a Artigas
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