Doctrina de la Seguridad que movilizaba por la dignidad. Terrorismo de Estado en la región que obligaba a la denuncia. Y así fue. Muchas veces. Mayo del 76 en Buenos Aires… ¿Puedo recordar haber vivido algo más doloroso que la muerte de Zelmar y Toba? Junto a ellos murieron Barredo y Whitelaw. Desapareció Liberoff, luego el Gral. Torres de Bolivia a quien quisimos salvar. Yo confieso que creí que papá no salía vivo.
Terminamos salvándonos ambos. El Plan Cóndor no daba paz. En Washington, contra mí: advertencia del FBI, en Londres contra el viejo: notificación de Scotland Yard. Pero además seguían desapareciendo uruguayos. Militantes y dirigentes del PVP en Buenos Aires, Julio Castro, Elena Quinteros, Bleier. Otras veces era contra gente con quienes compartíamos la lucha: Letelier, Roldós, Torrijos… Así pasó en la Internacional Socialista (Socialdemócrata).
Nuestra relación con la misma arranca en las horas negras de Buenos Aires. Estaba reunida en Venezuela. Estaban Willy Brandt, el Primer Ministro Kreisky de Austria. Asistió Ricardo Balín de Argentina. Llevó una carta de mi padre. Era su primera salida del país, casi al final de su vida. Denunciaron los hechos pero, además, comenzaron a darnos protección. Fue por ello, y gracias a las gestiones y riesgos asumidos de Tito Berro, que salimos vivos.
Ojalá lea esto y sepa que esa deuda de gratitud no prescribe. Salimos de Argentina por el asilo otorgado por Austria. Estuvo en la Fundación, y en el 1º y 2º aniversario de la Convergencia, nos invitaba a sus Congresos. También al celebrado en Albufeira, al Sur de Portugal en abril de 1983. Mario Soares estaba en su 3er mandato como Primer Ministro.
Pero ya había decidido ser candidato a la Presidencia para el 86. El Congreso debía darle respaldo en esa nueva etapa. Cuando asume como Presidente de Portugal, 3 años después, en 1986, el viejo representó al Estado uruguayo. Soares lo trató con mucho afecto. Lo llevó a conocer familiares de Ferreira que hacían oporto, uno de los mejores. Después del Burmester, de familiares de mi madre.
Aproveché la invitación al Congreso del 83 para pasar por Londres y ver a mis padres un par de días. El 6 de noche ya estaba en Portugal. El 7, a las 11 fue la inauguración. Soares me invitó a la cena que ofreció a los Jefes de delegación. Aquella fue mi gran oportunidad. Queríamos sacar una resolución unánime de condena al régimen uruguayo, pero que reclamara por la libertad de los presos y la aparición con vida de todos los desaparecidos. Ya los líderes europeos nos tenían bien junados. Ni hablar los latinoamericanos como Peña Gómez, Dominicana; Carlos Andrés, Venezuela; Memo Ungo, El Salvador; etc. Si la moción era suya, no agregaba mucho. Shimon Peres: él tenía que ser.
No era una reunión fácil para él. Se había aceptado la participación de un delegado del líder de la OLP, para procurar un diálogo. Se trataba del Dr. Issam Sartawi, médico personal de Arafat, y uno de sus amigos y asesor más cercano. Ello le iba a causar algunos dolores de cabeza a su regreso a Israel. Fue más fácil de lo que pensaba.
Aceptó de inmediato y me pidió un borrador en inglés y otro en español para la mañana siguiente. Ninguno de los dos sabía que nacía allí una amistad, que incluiría a mi padre. Tampoco que un hecho trágico iba a opacar cualquier otra noticia que no fuera el atentado fatal que se estaba planeando. Conservo su carta personal, cuando murió el viejo.
Vino al Uruguay poco después, y Sanguinetti armó un almuerzo en Suárez con él, Tarigo, E. Iglesias, Shimon Peres y yo. Después lo vi en Israel en la visita del propio Sanguinetti, durante la rotación Peres-Shamir. Uno, Ministro de Relaciones, y el otro, Primer Ministro y viceversa. El 8 junto a socialistas uruguayos que allí estaban íbamos consiguiendo firmas y votos.
Almorcé con José Díaz y Melgarejo, presentes en la reunión, y nos dividimos tareas: qué delegados abordaríamos cada uno. A las 8 de la noche se reunió el bloque latinoamericano e hizo suya la declaración. Fue una noche larga. EL Secretario general de la Internacional era el sueco Bernt Carlsson, muy amigo. Pero el Prosecretario era un joven militante chileno, Lucho Ayala, sentía nuestros temas más cercanos. Estuvimos trabajando en la difusión que le íbamos a dar a la declaración hasta las 3 de la mañana.
Tras un rápido sueño, estábamos todos en el plenario. Fueron muchos los sorprendidos con el discurso de Shimon Peres: «Uruguay, Shimon Peres…» Sonaba como un: «¿Qué me perdí?» Yo, confieso, me divertía para mis adentros. ¡Se aprobó por aclamación! Sufrí mucho una corrida de toros en honor de los delegados. La primera y última, por suerte, que vi en mi vida.
En cambio disfruté mucho la copa de cierre que ofreció Mario Soares a los participantes, en los jardines del Hotel. Allí conversé con la Senadora Española Elena Flores, gran amiga. Lo último que supe de ella es que dirigía la Asociación Internacional para la Gobernanza, la Ciudadanía. Me hizo un comentario al pasar.
Creo que ninguno de los dos era consciente, en ese momento, que no olvidaríamos su frase en el resto de nuestras vidas: «Oye, Juan Raúl, qué poca seguridad hay en este Hotel, más bien ninguna si piensas las personalidades mundiales que aquí se alojan». El mismo 10 me regresaba a Washington, para llegar a tiempo a una conferencia de WOLA con gente del interior de Uruguay. A primera hora le agradecí a Peres sus gestiones.
Pero la parada no iba a ser fácil. Sin que nadie los detuviera, ingresaron dos personas jóvenes, vestidos con ropa de cuero. Habían dejado su moto en la puerta del Hotel. Pasaron a metros del líder Israelí. Todos creíamos que iban por él. Pero no. Quizás nunca supieron que lo tuvieron a su lado. Se dirigieron al representante de la OLP, Sartawi, y lo mataron.
A sangre fría. Llegó una ambulancia, cuyo equipo apenas logró cubrir con una manta negra el cadáver y llevárselo. No era contra nosotros. No teníamos nada que ver. Sólo fuimos testigos de un hecho terrible. Quizás, la vida que llevábamos nos pusiera siempre en un ambiente donde estas cosas podían pasar. Una cápsula de seguridad retiró a Peres. Ello no impidió ver su rostro de tristeza. Recuerdo ese día y me sigue generando algo de angustia, de frustración. Me enseñó a respetar a todos los que buscan el diálogo antes que la confrontación.
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