Archivo de septiembre 2015
el papa francisco
La historicidad del «ciclo progresista» actual: sus nudos problemáticos (I)
escribe: Roger Landa / Rebelión
Se abre la discusión sobre el supuesto “fin de ciclo” de los llamados gobiernos progresistas o posneoliberales en América Latina y el Caribe. Ya varios pecadores lanzaron sus piedras: Ángel Guerra, Katu Arkonada, Raúl Zibechi, Maristella Svampa, Gustavo Codas, Emir Sader, Aram Aharonian y Alfredo Serrano [1]. Para participar en la discusión quiero exponer lo que considero son los principales nudos problemáticos de la misma, así como delinear algunas tesis propositivas para continuar el debate más allá de esta primera ronda de discusión. Espero nadie quiera arrojar la última pedrada.
La construcción histórica del actual “ciclo progresista”
Lo que conocemos como “gobiernos progresistas”, de “nueva izquierda” o “posneoliberales”, configuran una serie de procesos nacionales que han sido historiados bajo una misma narrativa que los ubica en una totalidad geohistorica. Dicha construcción parte del la constatación empírica del ciclo de luchas que abrió la Revolución Cubana desde 1959, que permitió una renovación del movimiento de la izquierda continental entroncando, luego, con diversos procesos nacionalistas, como el de Omar Torrijos en Panamá y Velzaco Alvarado en Perú. Particularmente, las luchas populares toman vigor en Centroamérica con el Sandinismo nicaragüense, el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional salvadoreño, y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca. Asimismo, en Suramérica, se renueva la guerrilla colombiana (FARC y ELN) y venezolana; y avanza la Unidad Popular chilena con Salvador Allende a la cabeza.
Este ciclo cerraría hacia finales de la década de los ochenta con la entrada del periodo especial en Cuba (previsto por Fidel antes del mismo derrumbe de la URSS), la invasiones estadounidenses en Panamá en el 1989 y Haití en el 1994, la derrota electoral del Frente Sandinista en 1990, la firma de los acuerdos de Paz en Centroamérica (1992), la desmovilización de buena parte del movimiento guerrillero colombiano (1990-91) y el declive de los partidos tradicionales de izquierda en el continente.
Las luchas anti-neoliberales en la región son consideradas como el punto de partida para el “nuevo ciclo progresista”. Estas se fechan comúnmente con el estallido popular en Venezuela conocido como “Caracazo” en 1989, continuando con el levantamiento zapatista en México de 1994, la oposición social contra el ALCA, y el triunfo de la Revolución Bolivariana en 1998, que habría de ser secundada con diversos ascensos electorales de la llamada “nueva izquierda” en el siglo XXI. Estos gobiernos de izquierda se sostienen sobre amplios procesos de movilización popular contra los ajustes neoliberales en países como Argentina, Brasil, Bolivia, Uruguay, Ecuador y Nicaragua. El nuevo ciclo vendría de una incubación de resistencias populares, primero, frente a las dictaduras de seguridad nacional, y segundo, frente a la instauración de las democracias representativas acompañadas de la imposición del neoliberalismo, lo cual acentuó la destrucción del tejido social latinoamericano y caribeño.
Algunos/as autores/as enfatizan cierta continuidad entre este nuevo ciclo y las luchas anteriores, constatando la permanencia de diversos actores, como por ejemplo el Sandinismo, el PT y el Frente Amplio, así como la permanencia de la Revolución Cubana, que tomará nuevas fuerzas por sus relaciones con los gobiernos de izquierda que ascendían electoralmente en la región (iniciando con Venezuela, pero extendiéndose a Brasil, Ecuador, Bolivia, etc.). Otros/as autores/as hacen una escisión basándose en la emergencia de “nuevos” actores políticos englobados bajo el término de movimientos sociales o nuevos movimientos sociales que vendrían a llenar el vacío dejado por la izquierda tradicional partidista. Ciertos analistas observan una renovación del populismo histórico en base a nuevos líderes que estarían llevando a cabo procesos de modernización nacional, aún incompletos. Pero, en definitiva, el grueso de las posturas -con diversos matices de los que no puedo ocupar aquí- parten de aquella construcción histórica, atendiendo a uno y otro elementos de acuerdo a las categorías interpretativas utilizadas.
Todo este proceso se enmarca en el tránsito del mundo bipolar y el auge del Tercer Mundo, hacia el mundo unipolar y la hegemonía del neoliberalismo a nivel planetario.
Ahora bien, ¿es válida esta construcción? Considero que sí es válida como una primera aproximación, en la medida en que permite obtener un panorama general que nos ubica en la historia reciente. Sin embargo, esta narrativa tiene límites claros cuando se olvida que se trata de una construcción epistemológica de interpretación histórica sobre la sinergia de diversos procesos nacionales y su vinculación con los mecanismos de acumulación y la dinámica de poder a escala global. He allí, considero, el principal nudo problemático de la discusión actual. ¿Cómo se relacionan estos procesos políticos, historiados bajo aquella visión, con los mecanismos de acumulación global, la dinámica de poder internacional y las resistencias populares ante la exclusión capitalista? Dejando de lado las pseudo tesis de la derecha, existen, grosso modo, dos tesis principales.
La primera asegura que los gobiernos progresistas actuales constituyen un nuevo ciclo de luchas que habrían superado o al menos tienen una dirección que apunta hacia el establecimiento de modelos posneoliberales. Esta tesis se acompaña con la afirmación de la pérdida de hegemonía por parte de Estados Unidos, y la entrada a un mundo multipolar con el surgimiento de otras potencias de alcance mundial (Rusia y China principalmente) y el impulso de procesos de regionalización autónomos. Entre estos últimos, el énfasis en América Latina y el Caribe recae sobre la derrota del proyecto continental del ALCA, el fortalecimiento del Mercosur, y el establecimiento de nuevos esquemas como el ALBA-TCP, PetroCaribe, UNASUR, y la CELAC.
La segunda tesis establece que los actuales gobiernos llamados progresistas habrían alcanzado las instituciones del Estado a partir de una amplia movilización social pero que, luego del establecimiento de dichos gobiernos, estos no han trascendido cierto nacionalismo y defensa de los recursos naturales y capitales nacionales frente al capital transnacional, pero también en detrimento de las mismas luchas populares y clases trabajadoras explotadas por las burguesías de la región. Cuando no, estos gobiernos habrían creado las condiciones óptimas (garantías de infraestructura, energía, mano de obra, etc.) para la acumulación transnacional vía inversión privada.
Ambas posiciones aceptan que en la base económica de dichos gobiernos se encontraría el aumento de las rentas nacionales a causa de los elevados precios de las materias primas exportadas por la región. Para unos, estas rentas habrían servido -y continúan sirviendo- para cancelar parte de la inmensa deuda social acumulada en la región, aumentando los niveles de vida de las capas más empobrecidas; en los casos de Brasil, Argentina y Uruguay, se constata un fortalecimiento de los modelos de acumulación nacionales y sus procesos industriales. Esto bajo esquemas de recuperación de la soberanía nacional en la toma de decisiones acordes a los proyectos de desarrollo particulares. Para otros, aquel auge de los precios de materias primas, al implicar una reprimarización de las economías, conlleva a la acentuación de la dependencia y la desigualdad, ocultadas momentáneamente por el alto ingreso nacional. El fortalecimiento de algunas burguesías nacionales permitiría la acentuación individual del modelo de acumulación nacional-burgués de algunos países (particularmente Brasil) en detrimento de los demás. En algunos análisis este auge formaría parte de los nuevos mecanismos de acumulación capitalista a nivel global.
A nivel geopolítico, las diversas posturas también aceptan la existencia de un conflicto permanente con los Estados Unidos y sus pretensiones imperialistas que lo llevarían a sostener una constante desestabilización a los gobiernos de la “nueva izquierda”, buscando en todo momento mantener su dominio sobre la región. El acompañamiento de gobiernos conservadores, como los de Colombia, México, Chile, Perú o Costa Rica, y de las oposiciones nacionales a los gobiernos progresistas, conformarían un eje que impide el avance de la izquierda en la región, participando muchas veces en la desestabilización nacional y saboteo de los procesos de integración autónomos. Para unos, esto configura una de las dificultades principales que impide el avance de los gobiernos de nueva izquierda, obstaculizando con ayuda de las oposiciones nacionales el desarrollo de los proyectos de transformación propuestos. Para otros, este conflicto, en vez de ser configurado como la base para avanzar en la radicalización de los procesos políticos -algunos denominados revolucionarios-, ha servido, más bien, como excusa para retrazar las transformaciones e incluso posponer el horizonte poscapitalista para cuando existan las condiciones.
Considero que una revisión de algunos elementos de la construcción histórica sobre la cual se piensa las relaciones (su historicidad) de los actuales procesos políticos con los mecanismos de acumulación capitalista, la dinámica de dominación imperialista y los procesos de lucha/resistencia de las clases populares, permitiría arrojar luces para renovar la discusión cargada de muchas dicotomías que responden más a concepciones teóricas que al movimiento de la realidad.
La expansión del neoliberalismo y las fuerzas en pugna
Si revisamos la dinámica del poder de finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI, podemos evidenciar que la resistencia al neoliberalismo es tan antigua como su imposición a sangre y fuego en la periferia; los intentos de aplicación de paquetes de ajuste estructural en Bolivia en 1956 y la India en 1964, fallaron por la resistencia interna y la correlación de fuerzas contraria a los designios del BM y el FMI. Sin embargo, con la desarticulación del Tercer Mundo emprendida por Estados Unidos y el sometimiento de muchos de sus procesos revolucionario (por ej. en el Congo, Chile o Indonesia) se abrió el paso para que, al inicio de la crisis de los setenta, se impulsara un nuevo proceso de acumulación basado en la liberalización acelerada de la economía y la protección de los capitales de las economías del centro. Este ciclo que abre con el golpe de Estado en Chile (1973) como primer experimento neoliberal en sentido estricto, se extiende luego en el mismo centro del sistema (EEUU e Inglaterra principalmente) y a partir de la década de los ochenta en todo el continente latinoamericano. Sin embargo, la hegemonía mundial (en sentido geohistórico) de dicha forma de acumulación se establece sólo hacia la década de los noventa con el ingreso del antiguo bloque de la URSS al sistema histórico capitalista hegemonizado por Estados Unidos. Para la fecha, el sureste asiático, África y América Latina (la periferia) se encontraban bajo la égida neoliberal, y ya se empezaban a sentir sus efectos adversos, particularmente en América Latina con el desastre económico en Chile, y las crisis en México y Brasil.
Es decir, el establecimiento mundial del neoliberalismo coincide con los hitos que son tomados como antecedentes del actual ciclo de luchas. En este sentido, si observamos la historicidad de expansión del neoliberalismo, habríamos de comprender que el auge de los movimientos de resistencia en América Latina y el Caribe implican un proceso de confrontación de fuerzas que va a extenderse entrado el siglo XXI. Esto, que podría parecer obvio, sostiene una consecuencia inmediata, a saber, que el proceso de consolidación del neoliberalismo, como forma actual del capitalismo, está lejos de haberse disipado en le horizonte. Antes bien, los primeros lustros del siglo XXI significan una acentuación de aquella confrontación de fuerzas, por lo que los gobiernos llamados de nueva izquierda o posneoliberlaes, estarían más bien inmersos en una confrontación donde el neoliberalismo avanza y se consolida, ejerciendo una clara presión de atracción sobre los ejes de acumulación de la región, independientemente de los discursos o retóricas. Bajo diversos mecanismos de regionalización, el grueso de los países de la región estarían inmersos en procesos de liberalización económica; no solamente los países con gobiernos conservadores (México, Colombia, Chile y Perú), el Caribe y Centro América; también países como Ecuador (con la firma de un TLC con Europa, aún no vigente) Brasil y Argentina (con la intensión de los BRICS de eliminar el proteccionismo a las economías y su llamado a apoyar a la OMC), y Uruguay (con su participación en las negociaciones del TISA). Además, Venezuela y Bolivia, que aún mantienen relaciones comerciales con dirección solidaria bajo el esquema del ALBA, ingresaron recientemente al esquema de Mercosur, que si bien ha establecido mecanismos de participación social y mantiene una estructura de regionalismo estratégico (protección de empresas básicas), tiene como fin en su esquema escalonado el establecimiento de un Mercado Común en la eliminación progresiva de diversas barreras al comercio, constituyendo en la actualidad una especie unión aduanera imperfecta. Con la construcción del Gran Canal en Nicaragua se prevé el establecimiento de una Zona de Libre comercio la cual afectará, sin duda, las economías del continente; igualmente, aún están por verse los efectos de subordinación sobre la economía cubana que tendrá la apertura al capital estadounidense, alto precio que pagará la Revolución para ganar la normalización de sus relaciones internacionales y un eventual cese del bloqueo económico que padece.
En síntesis, considero que la dinámica de confrontación a la que el neoliberalismo ha sumergido a la región, supone una disputa en la que cada caso nacional da la medida de la dinámica de correlación de fuerzas, los poderes que entran en tensión, así como los procesos de resistencia interna, no siempre conocidos y reflejados fuera de las fronteras locales. Estos procesos nacionales se van configurando de acuerdo a las necesidades particulares, pero también de acuerdo a la dirección que tomen sus dirigentes respecto a las relaciones con los mecanismos de acumulación global. Hacer cumplir la ley frente a la inversión extranjera, como ejercicio de soberanía formal, no exime de las implicaciones que conlleva la acumulación signada por el capital, a saber, la concentración de riqueza en un polo, y de pobreza en el otro; no hay ley en el derecho burgués que revierta esta realidad material del sistema. La consolidación del neoliberalismo ha permitido su extensión apegado a las leyes, cambiándolas a su antojo y, cuando no, escondiendo su dominación bajo diversas fachadas ideológicas. En definitiva, los elementos que constituyen el neoliberalismo (eliminación de barreras al comercio, privatización de servicios, financierización del consumo, etc) representan medidas que pueden ser tomadas en determinados casos y momentos, para determinados fines y por un país en particular; cuando estas medidas se aplican en bloque y de forma extrema es lo que conocemos como “paquete” de ajuste estructural; sin embargo, que no se tomen en bloque no significa que no están presente, en algún nivel de la cadena de relaciones económicas y políticas, y en alguna articulación con el sistema internacional. Con ello también quiero llamar la atención en que es difícil calificar a un país de netamente neoliberal o netamente posneoliberal, puesto que no existen estas condiciones como “estados puros” (más allá de algunos experimentos fracasados). Se trata, en todo momento, de una dinámica compleja modelada por la confrontación de fuerzas en la que están implicados los actores políticos que detentan poder en los gobiernos, las bases populares que pueden o no apoyarlos, las clases burguesas nacionales (que continúan siendo hegemónicas, con excepción de Cuba), las burguesías transnacionales y el imperialismo; esclarecer las particularidades en cada caso, cómo se expresan, entrelazan y confrontan estos actores y la correlación de fuerzas que van configurando, es imperativo para poder comprender la dinámica de estos procesos y su dimensión geohistórica común. Este estudio, más allá de las opiniones y discusiones coyunturales, aún está por hacerse.
Renovación del pensamiento conservador.
Con el auge de los procesos de lucha contra el neoliberalismo en la región también se produjo una reconfiguración del pensamiento conservador que impulsara dicho esquema de acumulación. En este sentido, para comienzos de la década de los 90 (un año luego del llamado “consenso de Washington”) se establece un cambio de gramática desde los núcleos de pensamiento neoconservador para hacer frente al desprestigio ideológico neoliberal, pero también para apuntalar una reestructuración del capitalismo con base a una dominación que buscaba hacer funcional al metabolismo del capital las fuerzas de presión anti-neoliberales que se alzaban, en lo profundo, contra las relaciones capitalista de reproducción social. Quien mejor ha estudiado estos “giros” del pensamiento conservador ha sido Betraiz Stolowicz[2]. Según ella, para América Latina y el Caribe con esta reestructuración neoconservadora, formulada por Marcelo Selowsky, se establecieron en tres etapas consecutivas:
1) inicio del ajuste y la estabilización,
2) profundización de las reformas estructurales y
3) consolidación de reformas y recuperación de los niveles de inversión.
En buena parte de la región la primera etapa, que buscó la destrucción del patrón anterior de acumulación y las instituciones que estructuralmente lo sustentaban, se consolidó bajo la égida del fascismo totalitario que significaron las dictaduras militares como expresión política clara de la totalización totalitaria del capital. Las siguientes dos etapas debían implementarse ahora bajo la democracia liberal representativa, en proceso de extensión y consolidación en toda la región luego de la caída de los autoritarismos dictatoriales. La gobernabilidad como instrumento para el control social de las fuerzas que pugnaban por mejorar las condiciones de las clases trabajadoras, se expresaba en la defensa de la democracia representativa liberal y su institucionalización para la mediación política necesaria -la única admitida por el capital- en el mantenimiento del orden social y la consiguiente estabilización para la recuperación económica de los países de la región de acuerdo al plan establecido.
Bajo esta renovada égida política neoconservadora se apuntaló una crítica a las políticas neoliberales de años anteriores con el posicionamiento ideológico de un llamado a ir más allá del neoliberalismo y avanzar a una nueva fase “pos-neoliberal”. “Debe aclararse, una vez más -dice Stolowicz-, que el término “posneoliberal” fue acuñado por el sistema… Lo interesante es que el término “posneoliberalismo” fue siendo socializado en el seno de la “izquierda moderna” o “nueva izquierda”. Abonando a la confusión, en el último lustro, el término “posneoliberalismo” es utilizado para denominar los proyectos de los gobiernos de izquierda y centroinzquierda, como un camino que apenas se estaría recorriendo.”
Esta nueva fase ve en la progresiva democratización de los gobiernos de la región una oportunidad para la consolidación normativa de consensos a favor de las reformas económicas enmarcadas en la reestructuración capitalista, con lo cual, el campo político fue nuevamente reducido, esta vez a su instrumentalización democrática liberal como mecanismo para la “gobernabilidad”, incluyendo la institucionalización de cierta izquierda partidista que avanzaba electoralmente a nivel local en los noventa, y en la década siguiente a nivel nacional. El gasto social volvió a recobrar fuerza en la gramática de los discursos hegemónicos, y era asumido por el capital privado para proveer ciertos “servicios sociales” y ocupar la resolución de aquellas necesidades que el Estado no puede atender. El punto de llegada era claro: convertir al continente Latinoamericano y caribeño en una zona de mayor estabilidad política y económica para la reproducción de la acumulación, asediada por las contradicción entre la producción/extracción de plusvalor y la realización del valor, y las crisis de acumulación que esta contradicción conlleva.
Esta constatación del giro neoconservador es fundamental si recordamos que el neoliberalismo es la forma que actualmente adquiere el modo de producción material capitalista y que, en definitiva, implica una estabilización del capitalismo en la región para mantener la acumulación de valor, si la oposición al neoliberalismo no va en dirección opuesta a esta estabilización, se mantiene dentro de los marcos establecidos por el sistema bajo la forma conservadora neoliberal. Mantener la estabilidad y la gobernabilidad puede ser una necesidad para avanzar en los procesos de transformación, pero sin la dirección adecuada también puede significar un “favor” al capitalismo, al mantener las condiciones de acumulación. El ¿cómo hacer? (más que el “qué hacer”) retoma aquí una prioridad estratégica, puesto que implica la discusión sobre la instrumentación de las mediaciones necesarias que permitan una acumulación de fuerza suficiente para avanzar en dirección a un horizonte poscapitalista. He ahí otro nudo problemático que se debe desenredar.
Notas:
[1] Véase: Hacer balance del progresismo de Raúl Zibechi; Termina la era de las promesas andinas de Maristella Svampa; Desafíos al ciclo progresista en América Latina de Gustavo Codas; El presunto “fin del ciclo progresista” y Otra vez sobre “el fin del ciclo progresista” de Ángel Guerra Cabrera; ¿Fin del ciclo progresista o reflujo del cambio de época en América Latina? 7 tesis para el debate, de Katu Arkonada; Diagnosticadores de la capitulación de Aram Aharonian; ¿El final del ciclo (que no hubo)? de Emir Sader; Geopolítica de América latina: entre la esperanza y la restauración del desencanto de Alfredo Serrano Mancilla.
[2] Véase su antología: A contracorriente del pensamiento conservador, Espacio Crítico Ediciones, Bogotá, 2012.
donald trump
Donald Trump y el síndrome del pequeño faraón
Jorge Majfud
Alai
“A mí no me interesa la política” me dijo una estudiante hace unos meses. “Votaré por un presidente que haya sido un exitoso hombre de negocios. Eso es lo que necesita América para volver a ser grande”.
Esta es una respuesta de moda en Estados Unidos: la sola palabra “volver” disipa muchas dudas ideológicas, pero tal vez lo nuevo sea la abrumadora presencia de la ideología de los negocios al punto que ha logrado que se confunda a un país entero con una empresa. No es raro, ya que los ciudadanos de ayer hoy son empleados o consumidores, que viene a ser lo mismo que vemos en un Wal Mart.
El fenómeno de Donald Trump en las encuestas del partido republicano reproduce en política la psicología y la cultura de uno de sus negocios favoritos: Miss USA y Miss Universo. En estos alardes machistas a la frivolidad femenina, los espectadores consumen un ideal que no pueden alcanzar: ser jóvenes, hermosas y famosas a un mismo tiempo. Está de más decir que no las eligen por su inteligencia, aparte de la obscenidad de someter a estas pobres mujeres (semidesnudas y haciendo equilibrio sobre tacones alineados) a preguntas que tal vez un intelectual no respondería elegantemente en los diez segundos disponibles.
Los seguidores de Trump comparten algo con su candidato, porque la empatía es la base de la política del consumo: el rudimento intelectual, la glorificación del Ego y su reivindicación de la arbitrariedad, la catarsis colectiva del insulto personal y su correlativa negativa a la disculpa, revela mucho de grupos sociales, tradicionalmente dominantes, que se sienten amenazados por una creciente diversidad étnica, cultural y probablemente ideológica. Las últimas investigaciones muestran que el secularismo y aquellos que no se identifican con ninguna iglesia han ido creciendo en un país tradicionalmente religioso mientras en el resto del mundo el proceso es el inverso.
Los seguidores de Trump comparten con él y con el resto de la población la cultura del individuo alienado que se cree original siendo copia. Pero hay algo, un detalle, que los seguidores de Trump no tienen en común con su candidato: no son millonarios. Menos billonarios, como Trump.
Si consideramos que el 66 por ciento del senado estadounidense está compuesto de millonarios, que el uno por ciento representa al 99 por ciento de la población y a ello todavía se llama democracia, fácilmente podremos ver una contradicción neurótica entre deseo y realidad. Al igual que Hollywood, la política vende deseo (el de pertenecer algún día al uno por ciento) para sostener una realidad opuesta (el 99 por ciento nunca podrá ser parte del ese uno por ciento).
La política como espectáculo es un fenómeno global, pero Trump ha alcanzado la cúspide. Pueden ocurrir dos cosas: que ese orgasmo dure lo suficiente como para que le gane a un Bernie Sanders (a quien la prensa etiqueta como “populista”, como si Hillary, Trump y toda la industria de la publicidad no fueran ejemplos extremos de populismo), o que estemos cerca del declive acelerado de la reacción a otra realidad imparable: el recambio demográfico.
Su recurso dialectico consiste en decir que todo ha empeorado en este país y que la solución consiste en “yo lo haré” sin dar la mínima pista de cómo piensa hacerlo. Como no puede explicar cómo piensa hacer lo que dice que va a hacer recure a algo que muchos estadounidenses hacen muy bien: creer. ¿Por qué debe la gente creer que él sabrá cómo hacerlo? Porque es rico. Si alguien tiene dinero, entonces es un ganador, y si es un ganador es porque tiene razón. La misma lógica se aplicaba en la Edad Media: cuando uno de los contrincantes derribaba al otro caballero en una lidia, la fuerza de su brazo demostraba que tenía razón, ya que Dios no iba a ser tan injusto como para darle más fuerza a quien estaba equivocado. Con esta misma lógica, Rocky Marciano hubiese demostrado que Albert Einstein deliraba. No solo porque no hubiera resistido el primer puñetazo en la cara sino porque era un modesto profesor de Princeton.
La idea de que ser rico prueba que uno está en lo cierto fue confirmada por la teología calvinista, que es básicamente sobre la que se asienta la ética de gran parte de la población de este país. Si Jesús dijo que era más probable que un camello pasase por el ojo de una aguja a que un rico alcanzara el reino de los cielos, el protestantismo demostró lo contrario: si eres rico, es porque has sido bendecido por Dios y el oro aquí en la tierra demuestra que recibirás todo el oro del cielo cuando te mueras.
No es raro, entonces, que casi todo el mundo hoy asuma que el progreso científico, tecnológico y social del que disfrutamos se debe a los ricos y a hombres de negocios, cuando cualquier lista de científicos, inventores y activistas sociales que promovieron libertades que hasta no hace mucho estaban vedadas y resistidas por los conservadores en el poder, no tiene nada de ricos sino todo lo contrario: la mayoría ha trabajado siempre en universidades, en organismos estatales como la NASA o son asalariados de compañías privadas. Casi todos pertenecen a la clase media y casi ninguno se dedica a los negocios ni tiene tiempo para invertirlo en la bolsa de valores ni en ninguno de los mega negocios de señores como Donald Trump.
Pero como las narrativas sociales proceden de quienes ostentan el poder social, y éste radica en los capitales financieros, no es extraño que las hormigas admiren tanto al oso hormiguero y hasta lo elijan, sistemáticamente, como senador o como presidente.
Por supuesto que el comercio ha mejorado históricamente a las sociedades desde antes de la invención de la escritura. Pero una cosa es que las sociedades se sirvan del comercio y otra es que el comercio use a las sociedades como comodities. Es en este momento cuando se convierte en una ideología dominante. Se lo puede ver en la educación y en las universidades: ya casi no queda espacio para la formación integral del individuo: lo que importa es estudiar una carrera que deje dinero. Esto se llama “retorno” y se mide meticulosamente en un mundo que lo cuantifica todo. Se ve también en el desplazamiento de las humanidades por las facultades de negocios y en el mismo intento de las humanidades por probar que son capaces de formar empleados y empresarios.
No obstante, Donald Trump tiene un mérito enorme, tan grande que se protege solo contra la inteligencia de su propio electorado. Un slogan que le gusta repetir es “Soy rico, inmensamente rico”. Recientemente, en el primer debate republicano en Cleveland se vanaglorió de la forma en que usa su dinero: “Le dije a Hillary Clinton que vaya a mi boda. No tuvo elección, ya que yo había puesto dinero para su fundación”.
– Jorge Majfud, escritor uruguayo, es PhD, Lincoln University, School of Humanities, Department of Foreign Languages and Literatures.
URL de este artículo: http://www.alainet.org/es/articulo/172513
Inaceptables y dolorosas las declaraciones de la presidenta del Partido Socialista
No en nombre de Allende, ni del socialismo
Pablo Sepúlveda Allende
Rebelión
Después de las declaraciones de la presidenta del Partido Socialista de Chile en contra de la condena de Leopoldo López, dirigente opositor de Venezuela
Inaceptables y dolorosas son las declaraciones de la presidenta del Partido Socialista de Chile en contra de la condena de Leopoldo López, dirigente opositor declarado culpable por incitación a la violencia y otros delitos enmarcados en un plan declaradamente sedicioso llamado “La Salida”(1) que condujo a una fuerte ola de violencia callejera de tendencia fascista que duro varios meses y que costó la vida de 43 seres humanos además de millonarias pérdidas materiales. Declaraciones tan desafortunadas como desinformadas en que la Senadora, hija de Salvado Allende dice: “no logro entender que un opositor que haga una acción que no tiene ninguna violencia, que manifiesta su opinión crítica a un gobierno pueda ser encarcelado» . ¿Cómo leer, como entender dichas afirmaciones teniendo en cuenta la historia reciente de Chile, su historia personal y nuestra propia historia familiar? Historia que fue marcada justamente por este tipo de violencia desenfrenada y llena de odio. El condenado dirigente político Leopoldo López hizo un llamado abierto y público, claramente dirigido a la insurrección, “al alzamiento” , a “permanecer en las calles hasta lograr la salida del gobierno” , “hasta que logremos sacar a quienes nos están gobernando” ; que como decíamos condujo a unos meses de violencia política que buscaba el derrocamiento de un gobierno legítimo y con gran apoyo ciudadano, como decir que la acción premeditada del sedicioso plan “La Salida” es “una acción que no tiene ninguna violencia” , que solo “manifiesta su opinión crítica a un gobierno” . Peor aún, como calificar a López “preso de conciencia” cuando además de los referido fue uno de los protagonistas más visibles y violentos de la represión del régimen golpista que derrocó por 48 horas a Hugo Chávez el año 2002. ¿Porque hacer semejantes y desafortunadas declaraciones, tan reduccionistas, tan desinformadas, tan doble estándar? “a nombre personal” y “como Presidenta del Partido Socialista de Chile” sabiendo perfectamente que la quien habla es la hija de Salvador Allende. ¿Porque hablar de Leopoldo López y callar sobre las múltiples crímenes y atrocidades que se cometen a diario en nombre de la supuesta lucha antiterrorista, la democracia y la libertad?
Creo que hay respuestas más de fondo y que tienen que ver con lo ideológico, sobre conceptos sobre el Socialismo y el Neoliberalismo, etc… pero en este caso sobre todo se evidencia un doble estándar cuando se habla de Democracia y Derechos Humanos, cuando hay una valoración y un juicio condenatorio a priori al hablar de estos temas en los casos de Venezuela y Cuba, y cuando por otro lado no se dice nada, no se señala, no se condenan por ejemplo, los crímenes de lesa humanidad cometidos por el Estado de Israel contra el Pueblo Palestino, las fosas comunes del Uribismo en Colombia, las torturas en la cárcel de Guantánamo, la terrible desaparición de 43 estudiantes normalistas en México hace un año!…, porque el silencio ante los Presos Políticos Mapuche, el asedio y represión brutal a las Comunidades Mapuche por parte del gobierno que representa? O simplemente las guerras genocidas promovidas y auspiciadas por el gobierno de los EEUU en el mundo, etc… ahí no hay denuncias, solo hay silencio.
Por otro lado, esta lo pragmático de la política, el desviar la atención de los problemas internos; cuando el gobierno de Chile está pasando sus peores momentos en términos de legitimidad ante la ciudadanía, cuando la clase política está valorada de forma tan negativa, cuando los escándalos de la corrupción estructural de la política en Chile (si, de ese Chile supuestamente tan incorruptible) salen a la luz. La llamamos corrupción estructural e inmoral (y de cierta forma hasta “legalizada” en la actual Constitución heredada de Pinochet), porque ahora se sabe hasta que niveles se ha prostituido la política ante el poder económico de las grandes empresas, de las familias más poderosas, de las grandes fortunas económicas que financian las campañas de los políticos en todos los niveles y en casi todos los sectores y casi a todos los partidos políticos. Pero lo peor y más inmoral, es cuando empresas expoliadas y enajenadas al estado chileno durante la dictadura pinochetista, empresas estratégicas que fueron entregadas, por ejemplo al entonces yerno de Augusto Pinochet, Julio Ponce Lerou, y quien a través de la empresa Sociedad Química Minera de Chile (SOQUIMICH) aparece entregando millonarias sumas de dinero a campañas de políticos de los partidos del actual gobierno, incluyendo gente del Partido Socialista, el mismo partido que fundara Salvador Allende, gente como el senador Fulvio Rossi (que incluso se entrevistó con Enrique Capriles en su última visita a Chile) quien ha sido llamado a declarar por boletas facturadas a la empresa controlada por el ex yerno de Augusto Pinochet; así mismo con Milton Lee Guerrero, ex tesorero del Partido Socialista. Por otro lado esta gente como Enrique Correa, importante dirigente político durante el Gobierno de la Unidad Popular y que ahora es importante lobbysta de la Consultora Imaginación que le ha hecho asesorías a SOQUIMICH, al grupo Penta y al grupo Lucsik, todos grupos económicos financistas de la política chilena y que además en absoluta incoherencia ideológica y ética, es Vice-Presidente de la Fundación Salvador Allende….
Por último, no se puede dejar de comentar sobre las declaraciones de Felipe González, para quien “Pinochet respetaba mucho más los derechos humanos que Maduro” , opiniones como estas son un real insulto a los derechos humanos y a la historia, un insulto a las millones de víctimas de las dictaduras latinoamericana. Estas declaraciones se enmarcan en la misma campaña internacional contra Venezuela, de la cual desafortunadamente se ha hecho eco la senadora Isabel Allende. Esto no es casualidad porque el señor Felipe González y el PSOE son el referente ideológico del Partido Socialista de Chile de pos-dictadura. Cabe preguntarle a la dirección del Partido Socialista de Chile, que sufrió en carne propia los horrores y las atrocidades de la dictadura pinochetista, si está de acuerdo con que semejante camaleón político, que con estas declaraciones mostró sin vergüenza su falta total de ética, siga siendo su mentor político.
Nota:
(1) El plan ‘La Salida’ derivo directamente en las protestas violentas, las llamadas “guarimbas”, que azotaron viarias ciudades de Venezuela durante más de dos meses donde el odio político se apodero de sectores importantes de la oposición, solo con mencionar que en muchos sectores sociales donde se realizaban las ‘guarimbas’, en postes y semáforos se colgaban del cuello a muñecos vestidos de rojo, en alusión a los simpatizantes del chavismo, también hubo mucho hostigamiento y amenaza a las familias que reconocían como simpatizantes del gobierno en los sectores donde predomina la oposición y donde se realizaban las ‘guarimbas’, por lo demás sectores siempre de clase media alta o alta.
Pablo Sepulveda Allende,es médico y es nieto del Presidente Salvador Allende.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
Lenin y una revolución inconclusa
escribe: Dari Mendiondo Bidart
Un 22 de abril de 1870, en la lejana Rusia, nació Vladimir Ilich Lenin que se ha insertado en la historia como el líder indiscutible de lo que fuera una revolución que supo derribar a un imperio milenario, cuyo despotismo concitaba el rechazo de los intelectuales y el mundo político avanzado de la época.
En el país más atrasado de Europa, donde la servidumbre recién fue erradicada en 1865, donde precisamente en 1870 Jorge Plejanov introduce El Capital de Marx en los círculos estudiantiles y políticos progresistas de la Rusia de los zares.
En el calendario europeo se habían sucedido grandes revoluciones, como la del 14 de julio de 1789, donde surgió la bandera tricolor, los Derechos del Hombre y el Ciudadano y el trípode en el cual se asentó el ideario de la naciente república: Libertad, Igualdad y Fraternidad.
A la República la sustituirá el Imperio Napoleónico, luego de su caída vendrá la restauración monárquica en Francia, y estallarán las revoluciones de 1830, 1848 y la Comuna de París en 1871, todas ellas con su heroísmo, sus enseñanzas, sus leyendas de martirologio, así como avances en la proliferación de ideas revolucionarias.
Europa se sacudía envuelta en grandes transformaciones. Rusia dormía la larga siesta de una monarquía absoluta, milenaria, caracterizada por millones de campesinos analfabetos y apenas unos pocos millones de obreros situados en Moscú y San Petersburgo, y algo en Kazán.
En 35 años (de 1870 a la revolución de 1905) se fue cultivando en la intelectualidad, en los estudiantes y en círculos políticos estrechos pero muy vinculados a los obreros (particularmente el Partido Obrero Social Democrático Ruso) una resistencia al poder absoluto.
Será la 1º Guerra Mundial, en la cual participa Rusia, aliada de Inglaterra y Francia contra Alemania, que generará el desgaste y el desplome de una autocracia corrupta, permisiva, sin capacidad de conducción de los nuevos desafíos que significaban los cambios.
En 1917 se produce lo previsible: el estallido; y él tiene un conductor, el bolchevique Vladimir Lenin, quien luego de décadas de clandestinidad fue capaz de liderar la revolución más grandiosa del S XX. Pero dejemos que sobre Lenin hable un grande de la historia, Don José Batlle y Ordóñez, quien al morir éste, en 1924, escribió:
“El fallecimiento del jefe del comunismo ruso es un acontecimiento que pone de inmediato en segundo término a todos los demás que ocurren en el mundo.
Podrán tenerse ideas muy adversas a las que sustentaba este apóstol de mejores aunque irrealizables devenires, pero no se podrá negar que con él se extingue un magnífico ejemplar humano, uno de esos personajes apasionantes que dan significación a toda una época y sirven para fijarla en la historia.
Lenin era en estos momentos la palabra de sensatez y de cordura, la mirada avizora y penetrante, la mano que no temblaba en el timón. No juzgamos sus ideas con las que no podemos estar de acuerdo, sino sus condiciones de orientador de muchedumbres y de saberse adaptar a las exigencias del momento sin encapricharse tercamente en rígidos dogmas…
Mejor de lo que podemos hacerlo nosotros hoy, lo juzgará la posteridad ya que pasará un tiempo todavía antes de que puedan verse claros los resultados de su obra. De cualquier modo, desaparece con Lenin un hombre excepcional, ante cuya tumba, prematuramente abierta, sería pueril no descubrirse con respeto”. (El Día, 26 de enero de 1924, “De pie, murió Lenin”).
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Vivienda noticia alentadora
escribe: Gustavo González
Leí una alentadora noticia en lo que a vivienda se refiere. La Intendencia de Montevideo quiere analizar el tema de las viviendas abandonadas que se encuentran justamente en zonas de la ciudad, con todos los servicios indispensables para una vivienda adecuada.
Parecería que se quiere retomar lo bueno que hizo la IMM en los años 90 , tanto con la conformación de la denominada Cartera de Tierras, como con la Cartera de inmuebles que dio lugar en particular en la ciudad Vieja de Montevideo a muchas Cooperativas de vivienda.
En definitiva un buena idea, ocupar los espacios perdidos del centro de la ciudad y que la misma no se siga extendiendo en forma irracional hacia la periferia, con todos los males que ello trae aparejado.
Hablar de este tema implica tomar una posición política en términos de una ciudad incluyente, tema del cual hemos escrito artículos, en reiteradas ocasiones.
Aquí está en debate un tema central que es la ciudad y su pleno disfrute, en definitiva hablar del derecho a la ciudad.
Parecería que dichos inmuebles abandonados, luego de estudiarlos, pasarían a ser parte de la Cartera tanto de inmuebles como de tierras, cuestión fundamental.
En momentos que se comienza a debatir sobre Hábitat III evento a realizarse en Quito ( Ecuador) el próximo año, donde hay claros intentos de quitar del debate de los gobiernos que asistirán a la misma, la producción social del hábitat, esta iniciativa cobra mayor importancia como país.
Las organizaciones sociales del campo de la vivienda ya en 1989 en particular FUCVAM, hablaba de la importancia de una reforma urbana. Esta iniciativa si bien no es en definitiva todo lo que implica una reforma urbana, no hay duda que suma a esa intencionalidad.
Aquí tanto la Intendencia, como el Ministerio deberán cumplir un rol fundamental. Ocupar el centro de la ciudad, con los sectores que carecen de vivienda, no solamente resuelve ello, sino que además logrará barrios que tengan un amplio tejido social, que ayude con claridad a no seguir teniendo una ciudad segregada.
El debate recién comenzará, entiendo que la intención parece muy buena y alentadora, pero sin dudas que tocará intereses que chocarán y para ello hay que prepararse.
Un planteo de estas características es un avance notorio que permitirá partir aguas entre quienes pensamos que la ciudad no se puede mercantilizar y quienes sí lo consideran.
Las organizaciones sociales de la vivienda deberán empujar esta iniciativa, para que la misma sea encarnada desde ya por los sectores populares.
Un aspecto hay que tener claro, si hablamos de viviendas de interés social, estamos hablando que a ella podrán optar los sectores que se encuentran dentro del déficit habitacional, es decir los de menores recursos. Los modelos para su implementación pueden ser variados, pero no tengo duda que las Cooperativas de ayuda mutua deberán ser ampliamente contempladas en ello.
Ya han demostrado ser herramientas verdaderamente idóneas para democratizar la ciudad, basta con ver todos los reciclajes y viviendas nuevas realizadas por ellas en la ciudad Vieja, Cordón, Aguada barrios con todos los servicios de nuestro Montevideo.
La idea fue lanzada, ahora a empujarla.
tisa que es ?
Sutil estrategia del poder hegemónico global
escribe: Hugo Acevedo
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