Archivo de noviembre 2017

30
Nov
17

lgbtiq …

Nota: diario La República / Uruguay

Matrimonio gay tiene un hijo en la Armada uruguaya: “Es hetero pero igual lo amamos”

 

Matrimonio gay tiene un hijo en la Armada uruguaya: “Es hetero pero igual lo amamos”

 

Rubén tenía 34 años, era gerente en un supermercado, docente de Administración de empresas y rematador público. El exceso de trabajo -piensa ahora- le servía de dique para contener eso que amenazaba con arrasarlo: se estaba dando cuenta de que le gustaban los hombres. Mario estaba por cumplir 29, era veterinario y tenía su orientación sexual más clara. No se conocieron en un boliche, no los presentó nadie. El origen de la relación fue una broma. Así comienza un artículo del portal argentino Infobae sobre una particular historia de amor que tiene más de 20 años y donde La República y un suplemento transgresor de ese entonces “Susurros” tiene su hilo conductor.

Rubén López Pacilio acaba de cumplir 60 años y vive con Mario Bonilla, su marido, en Mercedes, una pequeña ciudad de Uruguay. “En el año 90, el diario La República tenía un suplemento que se llamaba ‘Susurros’, donde se podían publicar avisos y mensajes gratuitos. Cada uno decía si buscaba una amistad, una relación ocasional o algo serio, y firmaba con seudónimo. Con mi secretaria se nos ocurrió hacer una broma: nos hacíamos pasar por una pareja swinger que buscaba otras parejas para hacer intercambios”.
Tuvieron que ir a hacer cola al diario para retirar las decenas de cartas de respuesta que habían recibido. El sistema era tan discreto y tan efectivo que Rubén -en paralelo y a escondidas de su secretaria- publicó otro aviso con un seudónimo particular: “Permiso”.

Hubo 78 personas que escribieron al diario para conocerlo. “Seleccioné a dos y a la semana siguiente me fui a Montevideo. Tenía una cita a las 9 de la mañana y otra a las 11. El de las 9 era un neurólogo, el de las 11 era Mario, un joven veterinario”. La carta de Mario decía así: “Amigo ‘Permiso’: es la primera vez que hago algo de esto, me causa bastante nerviosismo (…) Te voy a dar mi teléfono para que me llames. Hacelo sólo entre las 7 y las 8.30 de la mañana. Normalmente vivo solo pero a veces están mis padres, así que ¡por favor! te pido discreción. Llamáme pronto”.
Pasaron la tarde en el Mercado del Puerto conversando y tomando medio y medio, se quedaron juntos todo el fin de semana. Casi dos años después, cuando a la Ley de matrimonio igualitario en Uruguay le faltaban más de 20 años de gestación, Mario y Rubén se inscribieron como concubinos. Cuando llevaban cuatro años viviendo juntos, apareció la posibilidad de adoptar a un niño.

“No sabíamos si estábamos haciendo bien, porque su familia biológica no podía quedarse con él, o si podíamos perjudicarlo en el futuro, por ser un chico con dos padres -recuerda Rubén-. Consultamos con una psicóloga, una socióloga, un psiquiatra y nos comunicamos con referentes de San Francisco, que conocían familias homo parentales. Todos dijeron lo mismo: si estábamos preparados para dar amor no íbamos a tener problemas”.
La decisión de base fue no mentir: que Camilo, llegado el momento, supiera sus dos verdades. Que había sido adoptado y que era hijo de una pareja homosexual. “La verdad, no hubo conflictos. Es más, cuando tenía 5 o 6 años una madre del colegio nos contó: ‘Tu sabes que Camilo tiene a los chicos convencidos de que es mucho mejor ser hijo del corazón que de la panza”, se ríe Rubén, mientras Mario atiende la veterinaria especializada en pequeños animales que manejan juntos. Camilo -que el miércoles cumplió 21 años- es el primer hijo legítimo de una familia homo parental de América Latina.

Como la ley no contemplaba que Camilo fuera anotado como hijo de los dos, el riesgo era enorme: si Rubén llegaba a morir, Mario no tenía ningún vínculo legal con su hijo. Por eso, cuando estaba por terminar la primaria, el matrimonio logró que el Tribunal de Familia los escuchara. Vieron que Camilo estaba tan bien que, por unanimidad, les concedieron la adopción compartida. Camilo pasó a tener el apellido de ambos: López Bonilla. Si bien eran activistas -fueron con su bebé en brazos a Marchas del Orgullo internacionales-, cuando Camilo empezó a crecer bajaron el perfil. “En aquel entonces, un pastor amenazaba a las parejas homosexuales que adoptaban hijos. Salía por la televisión y decía: ‘No se van a salir con la suya’. Se nos congelaba la sangre de sólo pensar en perderlo. Nosotros dábamos un examen diario, en la escuela, en el club, en los círculos de amigos. Estaba instaurado que los padres gay éramos pedófilos y que nuestros hijos estaban condenados a salir mariquitas, maquilladores o bailarinas”.
El paso del tiempo demostró que el prejuicio estaba errado. Camilo es heterosexual y está haciendo carrera en la Armada Nacional uruguaya para recibirse de Oficial de la Escuela Naval. En su reclutamiento, los oficiales no supieron cómo completar los formularios -pedían “Firma del padre” y “Firma de la madre”-. Fue ahí que se dieron cuenta de que es el primer joven que tiene dos padres en la historia de la Armada uruguaya.

De él habla el cartel que trajeron sus padres el sábado, cuando viajaron a Buenos Aires a participar de la marcha del Orgullo LGBTIQ (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales, Intersexuales y Queer. “Nuestro hijo es hétero pero igual lo amamos”, dice. “Fue una ironía simpática -explica Rubén-. Quisimos parafrasear el discurso que dice: ‘Nuestro hijo es gay pero igual lo amamos’, como si no quedara más remedio. La idea era no sólo mostrar lo bizarro de nuestra comunidad sino abrir el diálogo, poder hablar de nuestras familias”. Cae el sol y Camilo, desde la Escuela Naval, tiene unos minutos libres para atender el teléfono. Debe pedir autorización para salir en las fotos con uniforme pero no para hablar de lo que siente. “Yo no la pasé mal por tener dos papás, nunca me faltó una mamá. A veces en el colegio me sentía distinto un rato, porque todos los otros tenían un papá y una mamá, pero después era lo mismo, son las dos personas que más te aman en el mundo”, explica.
Y cierra: “Ellos me contaron todo desde chiquito, yo tendría 8 años. Nos sentamos los tres y me explicaron que mis padres biológicos no habían podido tenerme porque tenían muchos hijos y eran pobres. Ellos se ofrecieron a protegerme, me dieron una oportunidad. Si hoy tengo la vida que tengo es gracias a mis dos viejos. Los amo mucho y estoy muy agradecido de que me hayan elegido”.

29
Nov
17

palestina e Israel hoy

70 años de promesas rotas

La historia no contada del plan de partición

escribe: Ramzy Baroud / Palestine Chronic

 

En una charla reciente ante el grupo de expertos de Chatham House en Londres, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu abordó el tema de un Estado palestino desde una perspectiva intelectual.

Antes de que pensemos en establecer un Estado palestino, reflexionó, «es hora de que reevaluemos si el modelo moderno que tenemos de soberanía y una soberanía sin restricciones es aplicable en cualquier parte del mundo».

No es la primera vez que Netanyahu desacredita la idea de un Estado palestino. A pesar de las claras intenciones israelíes de poner en peligro cualquier oportunidad para la creación de dicho Estado, la administración estadounidense de Donald Trump está, según los informes, finalizando los planes para un «acuerdo de paz definitivo». El New York Times sugiere que «el diseño del plan tendrá que construirse en torno a la llamada solución de dos estados».

¿Pero ¿para qué desperdiciar esfuerzos, si en todas las partes, los estadounidenses incluidos, saben que Israel no tiene intención de permitir un Estado palestino y que EE.UU. no cuenta con el capital político o el deseo de hacerlo cumplir?

La respuesta puede no estar en el presente, sino en el pasado.

Un Estado árabe palestino se propuso inicialmente por parte de los británicos como una táctica política para proporcionar una cobertura legal al establecimiento de un Estado judío. Se sigue utilizando como una táctica política, aunque nunca con el objetivo de encontrar una «solución justa» para el conflicto, como suele propagarse.

Cuando el secretario de Asuntos Exteriores británico Arthur James Balfour hizo su promesa al movimiento sionista en noviembre de 1917 de otorgarle un Estado judío en Palestina, la idea antes distante e inverosímil comenzó a tomar forma. Habría sido posible sin esfuerzo si los palestinos no se hubieran rebelado.

La rebelión palestina de 1936-1939 mostró un grado impresionante de conciencia política colectiva y capacidad de movilización, a pesar de la violencia británica.

El Gobierno británico luego envió a la Comisión Peel a Palestina para examinar las raíces de la violencia, con la esperanza de sofocar la revuelta.

En julio de 1937 la comisión publicó su informe, que de inmediato encendió la furia de la población nativa, que ya conocía la colusión entre británicos y sionistas.

La Comisión Peel concluyó que «las causas subyacentes de los disturbios» eran el deseo de los palestinos de la independencia y su «odio y miedo al establecimiento del hogar nacional judío». Con base en ese punto de vista, recomendó la partición de Palestina en un Estado judío y un Estado palestino, este último para incorporarlo a Transjordania, que estaba bajo el control de los británicos.

Palestina, como otros países árabes, estaba supuestamente preparándose para la independencia bajo los términos del Mandato Británico, según lo concedido por la Liga de las Naciones en 1922. Más aún, la Comisión Peel recomendaba la independencia parcial de Palestina, a diferencia de la soberanía total otorgada al Estado judío

Más alarmante fue la naturaleza arbitraria de esa división. La propiedad total de la tierra judía en el territorio no excedía el 5,6 por ciento del total del país. El Estado judío debía incluir las regiones más estratégicas y fértiles de Palestina, como la fértil Galilea y gran parte del acceso al agua del Mediterráneo.

Miles de palestinos fueron asesinados en la rebelión mientras seguían rechazando la partición perjudicial y la estratagema británica destinada a honrar la Declaración Balfour y hacer que los palestinos fueran apátridas.

Para fortalecer su posición, la dirección sionista cambió el rumbo. En mayo de 1942, David Ben-Gurion, entonces representante de la Agencia Judía, asistió a una conferencia en Nueva York que reunió a los principales sionistas estadounidenses. En su discurso exigió que toda Palestina se convirtiera en una «mancomunidad judía».

Un nuevo y poderoso aliado, el presidente Harry Truman, comenzó a llenar el vacío que quedaba abierto, ya que los británicos estaban ansiosos por terminar su mandato en Palestina. En Before Their Diaspora, Walid Khalidi escribe:

«(El presidente de EE.UU. Harry Truman) dio un paso más en su apoyo al sionismo respaldando un plan de la Agencia Judía para la partición de Palestina en un Estado judío y un Estado palestino. El plan preveía la incorporación al Estado judío de aproximadamente el 60 por ciento de Palestina en un momento en que la propiedad de la tierra judía en el país no superaba el 7 por ciento”.

El 29 de noviembre de 1947 la Asamblea General del estado de 33 miembros de la ONU, bajo la intensa presión de la Administración estadounidense de Truman, votó a favor de la Resolución 181 (II) llamando a la partición de Palestina en tres entidades: un Estado judío, un Estado palestino y un régimen internacional para gobernar Jerusalén.

Si la propuesta de partición británica de 1937 fue lo suficientemente mala, la resolución de la ONU fue motivo de total consternación, ya que asignó 5.500 millas cuadradas al propuesto Estado judío y solo 4.500 millas cuadradas a los palestinos, que poseían el 94,2 de la tierra y representaban más de dos tercios de la población.

La limpieza étnica de Palestina comenzó en serio después de la adopción del Plan de Partición. En diciembre de 1947 los ataques sionistas organizados en áreas palestinas resultaron en el éxodo de 75.000 personas. De hecho la Nakba (catástrofe) palestina no comenzó en 1948, sino en 1947.

Ese éxodo de los palestinos fue diseñado a través del Plan Dalet, que se implementó por etapas y se modificó para acomodar las necesidades políticas. La etapa final de ese plan, lanzada en abril de 1948, incluyó seis operaciones principales. Dos de ellas, la Operación Nachshon y Harel, tenían como objetivo destruir las aldeas palestinas en la frontera de Jaffa-Jerusalén y sus alrededores. Al cortar las dos principales masas centrales que componían el Estado árabe palestino propuesto, los líderes sionistas querían romper cualquier posibilidad de cohesión geográfica palestina. Este sigue siendo el objetivo hasta nuestros días.

El logro israelí después de la guerra apenas fue guiado por el Plan de Partición. Los inconexos territorios palestinos de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este conformaron el 22 por ciento del tamaño histórico de Palestina.

El resto es historia dolorosa. La zanahoria del Estado palestino se cuelga de vez en cuando por las mismas fuerzas que dividieron Palestina hace 70 años, pero que trabajaron diligentemente con Israel para asegurar la desaparición de las aspiraciones políticas del pueblo palestino.

Eventualmente el discurso de partición se convirtió en el de «solución de dos estados», defendida en las últimas décadas por varias administraciones estadounidenses que mostraron poca sinceridad de hacer realidad tal Estado.

Y ahora, 70 años después de la partición de Palestina, solo hay un Estado, aunque se rige por dos leyes diferentes, una que privilegia a los judíos y otra que discrimina a los palestinos.

«Un solo Estado ya existe desde hace mucho tiempo», escribió el columnista israelí Gideon Levy en una reciente columna de Haaretz. «Ha llegado el momento de iniciar una batalla sobre la naturaleza de su régimen».

Para muchos palestinos ya es un hecho.

Ramzy Baroud es periodista, autor y editor de Palestine Chronicle. Su próximo libro será The Last Earth: A Palestinian Story (Pluto Press, London). Baroud tiene un Ph.D. en Estudios de Palestina de la Universidad de Exeter y es becario no residente en el Centro de Estudios Globales e Internacionales de Orfalea, Universidad de California en Santa Bárbara. Su web es http://www.ramzybaroud.net

Fuente: http://www.palestinechronicle.com/70-years-of-broken-promises-the-untold-story-of-the-partition-plan/
28
Nov
17

Fidel castro y cuba

 

FIDEL un año después …

 

Un día después de que se conmemorara el primer aniversario de la muerte de Fidel Castro, los cubanos acudieron a las urnas para elegir a sus representantes municipales. Comenzó así el proceso que finalizará en febrero con la elección de la Asamblea Nacional, que, a su vez, definirá quién será el sucesor del presidente Raúl Castro.

El sábado, en el primer aniversario de la muerte de Fidel Castro, el líder cubano fue homenajeado en todos los rincones del país. El acto principal se desarrolló en la escalinata de la Universidad de La Habana, bajo la convocatoria de la Federación de Estudiantes Universitarios de Cuba.

En ese homenaje, actuaron varios artistas cubanos, entre ellos Raúl Torres, autor de la canción “Cabalgando con Fidel”, que se convirtió en el himno oficial en los nueve días de luto nacional que siguieron a la muerte del líder histórico tanto en la televisión como en los actos oficiales de despedida.

Para conmemorar el primer aniversario de su muerte, Torres compuso el tema “Laureles y olivos”, que en los primeros versos evoca: “A un año de tu ausencia, mi viejo / tu llama en el pecho es tan fuerte / que creo que soy una suerte de voz / con clara directriz”.

El sábado, toda la prensa cubana le dedicó páginas a Fidel. El diario Granma, órgano oficial del Partido Comunista, abrió la portada con una foto del líder de cuerpo entero y el titular “En el corazón de Cuba”. En tanto, Juventud Rebelde, el diario de la Unión de Jóvenes Comunistas, eligió una fotografía en blanco y negro del rostro de un Fidel joven, enmarcado con las palabras: “Universo en la piedra”.

Al día siguiente, ayer, más de ocho millones de cubanos estaban llamados a votar en las elecciones municipales, en las que competían 27.221 candidatos a delegados para los 168 municipios de la isla. Se trata de la única instancia de elección en la que puede participar directamente el pueblo cubano y permite la postulación de candidatos independientes, es decir, que no estén vinculados al Partido Comunista de Cuba.

A pesar de esto, ninguno de los 182 aspirantes independientes que se postularon para ser candidatos en las municipales logró pasar los filtros en las asambleas barriales de nominación que se realizaron entre el 4 de setiembre y el 30 de octubre. Muchos de esos aspirantes, opositores al gobierno de Castro, se reunieron en la plataforma #Otro18, que en las últimas se-manas ha denunciado maniobras de las autoridades cubanas para impedir que los candidatos independientes salieran nominados en esas asambleas.

La próxima etapa del proceso es la elección de los delegados de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el Parlamento unicameral. Esta elección es indirecta y está mediada por los delegados que fueron elegidos ayer –que luego conformarán la Asamblea Municipal– y por los representantes de las llamadas Comisiones de Candidaturas. Estas últimas están conformadas por organizaciones civiles sujetas al partido gobernante. Una vez que quede instaurada la Asamblea Nacional, los diputados deberán definir quién será el nuevo presidente de Cuba. Todavía no se conoce la fecha específica de esta última etapa, que deberá tener lugar antes de febrero.

El gobierno cubano sigue sin dar pistas sobre quién será el próximo presidente, que por primera vez en 51 años no pertenecerá a la familia Castro. Sin embargo, todas las fichas están puestas en el actual primer vicepresidente, Manuel Díaz-Canel, de 57 años.

Ayer, después de votar, Díaz-Canel evitó responder ante periodistas sobre la posibilidad de que él acceda a la presidencia y se limitó a decir que en el futuro “habrá presidentes en Cuba siempre defendiendo la revolución y serán compañeros que saldrán del pueblo”. A la vez, dijo que apuesta por el recambio generacional y que confía en las nuevas generaciones de líderes, siempre y cuando esté garantizada “ante todo” la “continuidad” del socialismo.

27
Nov
17

darwinismo …

Obsoleto darwinismo económico y social

escribe: Hugo Acevedo, Analista

 

En el marco de la celebración del Día de la Industria, el presidente de la Cámara de Industrias del Uruguay, Washington Corrallo, elevó los decibeles del discurso empresarial, reclamando, nuevamente, la flexibilización de las normas laborales como condición para el crecimiento del empleo.

Sus reflexiones, que conjugan los postulados de la ideología conservadora, apuntan a un claro retroceso en los sustantivos avances registrados en los últimos trece años.

Durante su alocución, el industrial abogó por una urgente reforma educativa, que esté en sintonía con los desafíos que plantea “el país productivo que todos tenemos en mente”.

Corallo parece ignorar que, en la última década, la Universidad del Trabajo del Uruguay operó radicales transformaciones en su variada y enriquecida oferta educativa, con la incorporación de nuevas carreras y el desarrollo de la educación de nivel terciario.

Esos cambios han transformado la UTU en insoslayable referencia en materia educativa, que, en algunas especialidades, compite con la propia Universidad de la República.

No en vano la Administración Nacional de Educación Pública ha rubricado convenios bilaterales de cooperación con dicha institución de estudios superiores, a los efectos de avanzar en la implementación de propuestas novedosas.

En todos los casos, las nuevas opciones apuntan a una formación profesional de alta calificación, atendiendo a las demandas de un universo laboral cada vez más diversificado y competitivo.

Corrallo debería explicar cuál es el “país productivo que todos tenemos en mente”, en tanto se dirigió a un auditorio de industriales con idénticos objetivos y no a la sociedad.

Evidentemente, su modelo de “país productivo” está caracterizado por la flexibilidad laboral y el recorte de los derechos de los trabajadores, acorde a la filosofía de acumulación reivindicada por el gran capital.

Otro aspecto no menos trascendente es si la reforma educativa debería estar únicamente al servicio de las demandas del mercado como reclama el empresariado, o bien apuntar al desarrollo humano integral, en sintonía con nuestras mejores tradiciones y con el acendrado paradigma del legado vareliano.

En todo caso, Corrallo debería opinar de lo que sabe y dejar que de los temas educativos se ocupen los entendidos en una materia tan compleja, quienes conocen los procesos y las peculiaridades de la gestión.

En otro pasaje de su mensaje, el industrial afirmó que “hay que trabajar para recuperar la competitividad perdida de la forma más eficiente posible. Es sustancial mejorar la legislación laboral vigente, que es muchas veces obsoleta”.

Parece insólito que el vocero afirme que la actual legislación laboral es obsoleta, en tanto esta ha sido reiteradamente elogiada por las agencias internacionales. No en vano el Director General de la Organización Internacional del Trabajo, Guy Ryder, resaltó los aportes realizados en los últimos años por Uruguay a los derechos de los trabajadores y las condiciones de estabilidad política y económica del país.

Asimismo, recordó que Uruguay fue el primer país en adherir al convenio sobre los derechos laborales de los trabajadores domésticos, que fueron garantizados por la ley 18.065, la cual regula la actividad en el sector por primera vez en la historia.

Aparentemente, para Corrallo, la normativa en materia de negociación colectiva es demodé, incluyendo, naturalmente, a los Consejos de Salarios y la ley de Fuero Sindical, entre otros tantos derechos que han beneficiado a miles de trabajadores.

Aunque no lo admita explícitamente, la utopía de Corrallo y de la oligarquía uruguaya sería una legislación laxa similar a la aprobada en Brasil, que barrió literalmente con todas los avances registrados durante los gobiernos del Partido de los Trabajadores e hizo retroceder al país a tiempos pretéritos.

Obsoletos son quienes insisten en sostener un paradigma de explotación propio del peor darwinismo económico y social, acuñado por un credo neoliberal en vías de extinción.

Antes de criticar las reformas concretadas por los gobiernos progresistas en articulación con el movimiento social, esta rancia burguesía debería ensayar una profunda autocrítica.

Más allá de eventuales controversias, el éxito de la reforma laboral uruguaya está avalado por contundentes evidencias empíricas. En efecto, con este marco normativo, los salarios crecieron un 55% en términos reales en los últimos trece años y todos los sectores de actividad, incluyendo a los siempre denigrados peones rurales y a las empleadas domésticas, cuentan con salario mínimo, limitación de jornada de trabajo y cobertura de seguridad social.

Ciertamente, no es necesario que Corrallo abunde en explicaciones. Todas esas medidas fueron aceptadas a regañadientes por el sector empleador, acostumbrado, en muchos casos, al abuso patronal, particularmente con los trabajadores más vulnerables y menos calificados.

Por supuesto, el Presidente de la Cámara de Industrias reiteró el burdo pretexto de atribuir la pérdida de fuentes de trabajo a los problemas de competitividad del sector.

Si bien en parte este argumento es válido, no menos cierto también es que la competitividad no depende únicamente de la ecuación de costos internos y externos.

Al respecto, uno de los aspectos fundamentales es la productividad, que no es mensurable en un esquema de relaciones laborales en el cual los trabajadores son meros espectadores sin ninguna participación.

Tal vez habría que crear un sistema cogestionado como sucede desde hace décadas en los países nórdicos, que transparente todo lo relativo a la actividad y la rentabilidad de las empresas. Empero, una medida de esta naturaleza, que no tiene nada de revolucionaria, difícilmente sea avalada por las cámaras que aglutinan a los propietarios de los medios de producción.

Su referencia a la pérdida de empleos y de capital merece también una profunda reflexión, en tanto hay empresas fundidas pero casi nunca empresarios fundidos, porque la lógica del capitalismo es la privatización de las ganancias y la socialización de las pérdidas.

Obviamente, el empresario volvió a quejarse –cuándo no- por los costos y por la política fiscal del gobierno, que, paradójicamente, castiga bastante más a los trabajadores que al capital.

La oligarquía vernácula aspira a recrear el “paraíso” capitalista de los tiempos de auge del neoliberalismo, con gobiernos de derecha obsecuentes y alineados con el modelo concentrador.

El desafío es abortar la tentación restauracionista del oscurantista statu quo económico y social de la década del noventa, que parió la devastadora crisis de 2002.

26
Nov
17

El politólogo y lingüista estadunidense Noam Chomsky cerró los trabajos del Festival Ciudad de las Ideas

“Nuestra sociedad se enfrenta a tres grandes crisis”

 

Dentro del Festival Ciudad de las Ideas, el lingüista y politólogo afirmó que la generación actual debe responder y atender tres problemáticas que amenazan a la humanidad.

El politólogo y lingüista estadunidense Noam Chomsky cerró los trabajos del Festival Ciudad de las Ideas, también conocido como “De las mentes brillantes”, alertando sobre tres crisis que amenazan a la humanidad, la moral que lleva a la deshumanización; la del cambio climático que ya está aquí, y la posibilidad de una pandemia.

“Todavía recuerdo ese 6 de agosto de 1945” aseguró el intelectual sobre el día que la bomba atómica fue lanzada sobre Hiroshima (Japón) para apuntar la primera de estas crisis, la nuclear. Recordó que estaba en un campamento de verano cuando sucedió y entonces “a nadie le importó. Salí solo a caminar y desde entonces he seguido el comportamiento temerario por parte de los líderes políticos”.

Chomsky dijo que acabar con la guerra nuclear es sencillo porque “sabemos cómo enfrentar el problema” y la solución es deshacerse de las armas pero los intereses particulares de determinados países prevalecen ante la paz mundial. En pleno siglo XXI la historia de las Guerras Mundiales parece quedar muy atrás para los jóvenes, sin embargo la amenaza es mayor porque los países están más armados que nunca y en una carrera armamentística y de exhibición de poder con una actitud de provocación constante al “enemigo”, indicó Chomsky.

Crisis ambientales y pandemias

“En el caso del cambio climático los signos ya están, la ciencia ha demostrado las consecuencias”, sostuvo Chomsky al resaltar la segunda crisis, la ambiental. Comentó que la Comisión Nacional del Cambio Climático en EEUU ha informado de que existe la posibilidad de que el nivel del mar se eleve hasta dos metros en este siglo, lo cual ha sido negado por la administración de Donald Trump.

Imaginar las consecuencias de que se produjera un incremento del nivel de mar es escalofriante porque si hoy hay problemas de refugiados “piense cómo sería si Nueva York estuviera bajo el agua”, sostuvo. Consideró inverosímil que EEUU, “el Estado más importante en la historia de la humanidad, está rehusando participar para enfrentar el problema”.

La tercera crisis que enfrenta la humanidad es el riesgo inminente a una pandemia porque “estamos en el vértice de catástrofes posibles y no lo estamos tomando en serio” reiteró. En una conversación con el fundador del festival Ciudad de las Ideas, Andrés Roemer, y el físico Lawrence Krauss, Chomsky criticó los tratados comerciales advirtiendo que no buscan el beneficio de la sociedad sino satisfacer los intereses de quienes los formulan.

“Decenas de millones tendrán que huir y esto es responsabilidad de las sociedades ricas y desarrolladas que son las que crearon este problema que está generando un efecto devastador contra las clases pobres”, declaró.

“Los tratados de libre comercio no lo son; están diseñados por ejecutivos corporativos, inversores que buscan su propio interés, son convenios de intereses” enfatizó Chomsky. Además, acusó al gobierno de EEUU de imponer unas leyes que dificultan el desarrollo de tecnologías renovables.

La Ciudad de las Ideas se llevó a cabo del 17 al 19 de noviembre, en Puebla; se anunció que tendrá lugar nuevamente en 2018 en el mes de noviembre, en la misma ciudad.

25
Nov
17

posdemocracia

La posdemocracia

 

escribe: Nicolás Ariel Herrera

 

Pensar que el régimen que se impuso sobre el nazifascismo hace setenta y dos años y que emergió como el único dominante en el mundo luego de la caída de la Unión Soviética, haya llegado a su fase final, es trágico. También es cierto que, así en el primer mundo como en América Latina, el ciudadano se muestra hostil a sus gobernantes y a cualquier forma de autoridad institucionalizada, así sea la maestra, el médico, el sacerdote o la policía. El hombre común de nuestro tiempo es negativo, reactivo. Rechaza involucrarse en partidos e ideologías.

Destrata y desconoce a sus representantes, legisladores o presidentes, y se muestra reacio a concurrir a la votación, o prefiere cambiar de partido, votar a desconocidos, mejor si son ajenos a la política. A la gente le molesta el sueldo de los legisladores y se escandaliza por sus gastos o sus viajes al exterior, se siente expoliado por el estado y piensa que las empresas estatales son escandalosamente deficitarias y permanentes fuentes de corrupción y negocios turbios. En el primer mundo se habla de la “posdemocracia” y se piensa que ese alejamiento del ciudadano, su individualismo y su creciente desinterés y egoísmo por los asuntos de la sociedad, constituyen pasos irreversibles hacia una paulatina “desdemocratización”.

Se entiende que el ciudadano ya no confía en sus representantes y no delega su soberanía, sino que exige que la autoridad se gane el derecho a gobernar todos los días. No quiere compromisos pero se reserva el derecho a juzgar y criticar. Para unos, son individualistas que no tienen interés alguno en los asuntos públicos. Para otros, ellos siguen de lejos la política y prestan atención cuando el asunto les afecta. Entonces, ejercen su derecho al veto.

En estos pueblos surlatinos, sometidos al reiterado castigo de dictaduras sanguinarias y rapaces, el ciudadano se sintió engañado, incluso “estafado”, por la promesa de que la democracia traería consigo un amanecer de progreso e igualdad de oportunidades. La realidad fue muy distinta a sus ingenuas ilusiones. Los pueblos vivieron luego las desastrosas consecuencias sociales de las políticas neoliberales de los años noventa, con sus hiperinflaciones, la venta de empresas públicas y la terrible explosión económica y social de los años 2001-2002.

No era eso lo que querían.

Pero el enquistamiento en la sociedad de conductas, actitudes y modelos totalitarios heredados de las dictaduras, cuyas raíces se nutrieron y crecieron entre la misma gente que las invocó, sobrevivió.

Al momento de celebrar 30 años de democracia, los medios universitarios argentinos convocaron a sus mejores académicos y publicistas de jerarquía, titulados en ciencias sociales, quienes asumieron el desafío de interpretar ese descontento que desnuda el “malestar” de los ciudadanos con la democracia. Isidoro Cheresky, Osvaldo Iazzeta, Lucas Martín, Francisco Naishat y Hugo Quiroga, en “Pensar la Democracia Hoy” (Biblos, 2014) recogieron los sobresaltos de la sociedad argentina a la salida de la dictadura (1983) y ante las ruinas de la década menemista.

Dicen en su Presentación:

“Desde hace un tiempo se registra un malestar ante la democracia que se deja ver en la opinión, el abstencionismo, el veto ciudadano, el estallido y otras formas más o menos activas de la expresión de la desconfianza y del rechazo ciudadanos”.

Refiriendo a las esperanzas en la democracia dicen que “las promesas que se ponían a la cuenta de este régimen no sólo no se cumplieron sino que parecieron haber sido traicionadas, en primer lugar por la constatación del aumento de la desigualdad social, pero también por otros motivos que se repiten en diversas latitudes: el recrudecimiento de distintas formas de violencia, el patrimonialismo y las mafias enquistadas en el poder, la petrificación de élites poderosas, la degradación de las condiciones de vida (ambientales, urbanas, etc.) entre otros”. Advierten “Una nueva polarización que (en Argentina) ha llevado a incorporar en el lenguaje cotidiano el término de “crispación” y el de “grieta”…y… “ha repuesto en la escena pública la frontera política dictadura-democracia”.

Contracara de esa conflictividad, “la también señalada deriva hacia la impolítica, la pospolítica o la posdemocracia, es decir diversas denominaciones de la retracción de una ciudadanía hacia formas de acción extrañas a lo común y compartido, a la política, y que pueden dar lugar a las tutelas políticas. Como sea que fuere, tanto las minorías intensas reunidas en torno del rechazo o del veto, como las minorías intensas en torno a una identidad política, o un líder, descansan sobre una sociedad voluble y plural, y sobre una legitimidad en discusión permanente”.

¿Hay algo después de la democracia? ¿Serán regímenes tutelados por un “gran hermano”? ¿Surgirán (se permitirán) las expresiones de los oprimidos?

El mundo ha cambiado y, con otros actores, la democracia ha mutado.

25
Nov
17

pepe Mujica …

Pepe: una semblanza desde la Política del Espíritu

escribe: Gustavo Vidart

-Profesor, le pido permiso para retirarme.

-¿Cómo, muchacho? La clase no ha terminado todavía. Vd. se queda allí sentado hasta el final

– Perdone profesor, igualmente voy a salir

– Se siente mal? Está enfermo?

– No profesor. Debo ir a vender las flores. Si no lo hago ni mi madre ni mi hermana comen.

Este diálogo quedó como incrustado en la memoria de Renzo Pi, compañero de clase de José Mujica. De continuo lo recordaba. En nuestras conversaciones sobre aquel episodio juvenil de quien era un común amigo, comprendíamos que tal prisa, tal necesidad, tal reclamo de un florista veinteañero, resumía una vida de trabajo rural, allá en la chacra del Cerro. Y, saltando sobre lo anecdótico, resaltaba el sentido de responsabilidad de quien con su denodado trabajo en el invernáculo y fuera de él sostenía a su familia.

Pero a José, al Pepe, le gustaba saber, estudiar, sentir el pulso de la naturaleza, asomarse a las realidades del trabajo, entender el ser y el querer de sus semejantes, hombres como él, y como él fugaces y falibles caminantes. Unos por la vereda donde resplandece el sol de lo generoso y lo posible, otros por donde reina la sombra del mal y la ignorancia.

Decía Spinoza, y yo siempre lo repito, que nuestra conducta ante los pensamientos y acciones humanas debe ser la siguiente : “no alabar ni censurar de antemano, sino tratar de entender”. Y eso es lo que requiere la vida de este ciudadano aplaudido y discutido, que para parte de sus compatriotas , los de la cultura de la corbata, es un personaje que se hace acreedor del desprecio o la ridiculización que merecen los protagonistas de la cultura de la alpargata.

Por su parte, quienes lo exaltan como ser ejemplar, pleno de chocarrera y por momentos empinada sabiduría, cercano a la gente de a pie a quien comprende y encarna, lo trepan al monumento de los ídolos. Eso sucede tanto en la casa uruguaya como en gran parte del planeta, donde multitudes exaltan su inteligencia sensata, sus salidas de inesperada agudeza, sus pausas cavilosas cuando rumia pensamientos y su autenticidad en cuanto hijo del pueblo. Los llamadores comerciales al consumo conspicuo no descuidan este halo atractivo, este imán de almas: su rostro se asoma en camisetas, en baratijas, en los santorales laicos de la imagen que portan consigo sus innúmeros admiradores de todo el planeta.

Pero también en las Naciones Unidas, en las conferencias internacionales, en las Universidades famosas se toman en cuenta sus reflexiones y el modo con que las disemina en el gran oído y de allí a la gran conciencia del mundo.

Es profeta en su tierra, pese al desafecto de quienes lo condenan, lo insultan o lo odian. Fue, como lo fueran millones de muchachos sudamericanos, incendiado por aquella llamarada que Fidel y el Che encendieron en Cuba. Y vivió horas terribles, y las hizo vivir. Los ideales, las ideología y las acciones adquieren especial tensión emocional en los momentos de crisis, de cambio, que enfrentan la quietud de la esfera de Parménides con el impetuoso rio de Heráclito.

Los levantamientos populares salpican toda la historia. Desde antes de Espartaco, desde los Uñas Azules, desde los campos feudales donde, en duras condiciones, trabajaban los siervos de la gleba. La cultura señorial purgó con sangre sus levantamientos. Unos labriegos franceses, hartos de los atropellos de su señor, aunque totalmente desarmados, hicieron sentir su catastrófica protesta: con sus sabots , es decir sus zuecos de madera, pisaron todos los plantíos, los sabotearon. Y el hecho quedo grabado para siempre en el historial y el diccionario de los débiles.

José Mujica actuó en su vida, ya la personal, ya la política, como aquella regla lesbia que se plegaba a los altos y bajos. Sabia, sabe, al igual que aquel artefacto adaptarse al terreno cultural por donde camina. Y el caminar lleva por rumbos distintos. A las gentes del común, a los chiquitúas del desamparo, a los trabajadores pobres y torpes en el decir, les habló comiéndose las eses, conjugando mal los verbos. No por demagogia. Si por empatía cultural, por emparejamiento con los reclamos que vienen desde abajo y se olvidan de la gramática cuando el hambre aprieta.

Recuerdo que en plena campaña electoral fue entrevistado por la televisión francesa. Su pensar incisivo y razonante, su corrección lexicográfica, su puntería conceptual demostraron que sabe nadar en aguas revueltas y aguas tranquilas. Que si se trata de ser claro en cuestiones de inteligencia y sensato en la predicción de “les futuribles”, existe en Mujica un sistema de alta precisión por muchos no advertido. Y repito que no se trata de poses estudiadas sino de aculturación, de adaptación oportuna y convincente al medio.

Sócrates y Maquiavelo a veces deben ir de la mano en cuestiones de res publica, de cosa publica, de gobierno de una República. La política es el arte de lo posible, y asi debe ser entendido por los de arriba y por los de abajo, a quienes el Pepe ha intentado siempre redimir.

Un día sostuve una fuerte discusión con un compatriota que, a viva voz, adoctrinaba a sus oyentes diciendo que Mujica ni siquiera había concurrido a la escuela. Era una mentira, por cierto, pero como quedaría flotando sobre los desinformados oyentes como una nube de dudas, cuando no de desprecio, lo interrumpí diciendo.

– Mire señor. No solo cursó escuela y liceo sino que mordió , y no pudo seguir comiendo, el fruto académico de las Humanidades. ( Lo expresé a la criolla, con términos no insultantes pero si pesados, por no emplear otro calificativo). Y le digo más. Fui secretario privado del presidente Tomás Berreta, quien supo ser, como Mujica, chacarero. Fue también tropero. Y no conoció la escuela. Su escuela fue la vida, su maestra la experiencia, la razón de su ascenso político la capacidad de “saber hacer” con el apoyo del correligionario y “saber transar”- como él decía- con el adversario. Pero aprovechó la biblioteca de un vecino del Miguelete para leer todo cuanto pudo.

– Y mentando sus lecturas , variadas y sorprendentes , don Tomás mas de una vez me citó a Plutarco. Fin del asunto y de su evocación.

– Del mismo modo el Pepe fue y es un incansable lector. De las materias menos pensadas. De biología, de ciencias aplicadas. Un mediodía, almorzando en casa junto con Renzo Pi, nos pusimos a conversar sobre Cervantes y advertimos, con los ojos abiertos como el dos de oro, que al Quijote lo sabia casi de memoria. Por ese entonces yo había acuñado una frase que anda por ahí, rebotando: “El Pepe es un Quijote vestido de Sancho Panza”. Hay mucho de real en la similitud del traperío que abriga o adorna el cuerpo: viste como lo hace en su aripuca y con su mano a mano con la tierra. Pero la cultura de la alpargata no le impide subir al Madrigal de las Altas Torres.

– He leído todas las carretilladas de improperios que vuelcan sobre su persona los adversarios y enemigos de puertas adentro. Voces de ex-Gobernantes, de literatos espantados, de gentes que se precian de sabios y sabihondos, de políticos despechados, de tutti quanti lo miran de reojo. La Constitución republicana garantiza la libertad de pensamiento. No el excremento mental y moral con el que se le quiere ensuciar.

– Pongámonos de acuerdo. Es un hombre y como tal su teoría y su praxis dan a veces en el clavo y otras en la herradura. No es infalible. Y si lo fuera ya estaríamos pisando las islas de la Utopía, donde todo es perfecto, donde nada cambia, donde no hay lucha de ninguna especie , ni siquiera la de ideas. Esta asíntota inferir por donde transcurre una colectiva y estática felicidad equivale a una castración de los ideales.

– Con o sin razón El Pepe puso en juego a la vez las convicciones y el cuero propios. En las horas de plomo luchó y cayó herido por ocho balazos. Vivió el drama de una generación a la que pertenezco, ardió con aquel fuego que fuera, a muerte, tortura y exilio sosegado por el Plan Cóndor. Pero no el ultimo en esta Tierra hoy en llamas, hoy llena de heridas y olor a sangre, y no digo como nunca, porque el Homo sapiens – que ironía- se viene matando desde la prehistoria con terrible ensañamiento.

– Nos une la amistad. Aquella vieja amistad que los corazones trillaban en las praderas de la Patria Vieja, luego en el desdichado y heroico resplandor del artiguismo, y finalmente en el solar de la buena voluntad de las conciencias. Los amigos se quieren por las horas compartidas, por el gusto de estar juntos, callados o en silencio, y se quieren también por sus defectos. Se trata de esa callada ternura que comprende nuestras debilidades, que enjuga nuestros errores, que se expresa con una mirada larga y la mano sobre el hombro del querido compañero.

– En la política se acierta y se yerra. Las leyes no son jaulas de hierro: hay que probarlas como a un cuchillo para ver si cortan. Si el medio económico, social y cultural cambian la política defenestra la ley arcaizante e inaugura nuevas legislaciones. Da prima la política, dopo la legge

– Quienes gobiernan vienen desde los rincones de la ambición o del servicio. Servicio, servidor: dos palabras olvidadas , que no eran propias de los humillados sino de las milicias populares de la “admirable alarma” Mas tarde en los años de la Tierra Purpúrea que celebró Hudson (leer las últimas paginas del libro para comprender eso de celebración) se bordaron en las divisas que se lucían en la frente con esta leyenda :Servidor de la Patria.

– A Mujica lo voto una pueblada. Vox populi, vox Dei. Este es el misterio que no pueden develar los enconados adversarios que castigan con el rebenque elitista: el pueblo obedece a emociones, no a razones, dicen…

– Hay hombre que , como Artigas en las ruedas de fogón, son escuchados y seguidos por “mozos alucinados”, como narró un contemporáneo. Alucinados por la convicción y fuerza de la palabra, por la determinación de un espíritu poderoso.

– Pero cuando se interroga a un pueblo como lo acaba de hacer CIFRA en una encuesta reciente, surgen porcentajes que son mas expresivos que la dialéctica electoral y la heurística electorera: Mujica, el Pepe, el desaliñado, el mal hablado, el que golpea con un ordinario garrote la piñata de la fama, el que cuando bajó de su motoneta en el Palacio Legislativo para ocupar por vez primera una banca fue impedido de hacerlo hasta que se aclaró la vaina, ese oriental que guiado por la verdad o cegado por el error se jugó el cuero por sus ideales – acción que espanta a sus críticos comodones y a los mandrias de lengua suelta- no juega a los dados sino que enseña realidades:

– Hoy el Pepe tiene un 51% de popularidad y su gestión es aprobada por el 45% de la ciudadanía. Los números cantan, aunque tengan la voz ronca.

24
Nov
17

lutero y la reforma …

 

El ala izquierda de la Reforma, o la Reforma radical

escribe: Dr. Jairo Alfredo Roa Barreto

Las iglesias cristianas protestantes del mundo entero han organizado múltiples eventos, en estos últimos años, para celebrar los 500 años de la Reforma Protestante. En estos han participado también otras iglesias cristianas y distintas organizaciones a nivel mundial. Sin lugar a dudas, la Reforma es un acontecimiento muy importante y significativo para la historia de la humanidad. Su impacto en el cristianismo, en la educación, en la política, en la sociedad y en la cultura en general hace de ella un acontecimiento que es necesario reconocer y valorar. Aunque la Reforma responde a un kairos, a un momento oportuno que permite su surgimiento, sin lugar a dudas la figura de Martín Lutero tiene un valor fundamental.

Sin embargo, es necesario tener en cuenta que la Reforma no es un movimiento homogéneo. Por esta razón, no es posible hablar de la Reforma en singular, sino de las reformas, así como tampoco se puede hablar del reformador, sino de los reformadores. Entre las reformas es posible identificar además de la Reforma Protestante, la reforma humanista, en la que pueden ubicarse pensadores tan brillantes como Erasmo de Rotterdam; la contrarreforma católica, que también es un intento de reforma dentro de la iglesia católica; y la Reforma radical. Es precisamente sobre esta última que quisiera centrarme, para señalar, muy brevemente, algunos aspectos que considero relevantes. De igual manera, de los reformadores es necesario mencionar, además de los nombres de Martín Lutero, Calvino y Ulrico Zwinglio, algunos más como Tomas Müntzer, Baltasar Hubmaier y Miguel Servet, entre otros. Aunque este último no lideró un grupo o movimiento específico, representó una propuesta de reforma que se vio eliminada tras su muerte, entre las llamas y las cenizas, en Ginebra, la ciudad de Calvino. Por supuesto que la lista de reformadores no se limita a estos nombres, sino que es más amplia.

Hoy en día, los investigadores de la iglesia reconocen, además de la Reforma clásica o magisterial (Lutero, Calvino y Zwinglio) y de la iglesia católica, la existencia de la Reforma radical, conocida también como el ala izquierda de la Reforma. A diferencia de la Reforma clásica, la radical representa la ruptura más extrema respecto de la iglesia medieval. Pero así como la Reforma no fue un movimiento homogéneo, tampoco lo fue la Reforma radical; dentro de ella es posible identificar por lo menos tres tendencias: los anabautistas, los espiritualistas y el racionalismo evangélico.

El ala izquierda o la Reforma radical representó no sólo un problema para la iglesia católica, sino sobre todo para el protestantismo clásico y, específicamente, para Lutero, Calvino y Zwinglio, quienes asumieron frente a este movimiento no sólo un rol de oposición, sino incluso de persecución. Como dice el teólogo protestante Ernest Troeltsch, el protestantismo buscó distinguirse de modo riguroso y hasta sangriento de esta ala radical de la reforma (Troeltsch, 1983: 32).

La Reforma radical es parte de un movimiento heterogéneo en el que confluyen distintas concepciones acerca de la fe y su práctica; algunas se acercan a la Reforma clásica y otras tienen marcada diferencia respecto de ella. Entre los asuntos controvertidos estaba la concepción del bautismo de los creyentes y no de infantes. Negarse al bautismo de los infantes y plantear el rebautismo de los adultos era considerado no sólo un acto contrario a la fe cristiana, sino un acto de desobediencia a la autoridad política.

Los radicales abogaron por una iglesia libre del poder político, por la libertad y la tolerancia religiosa, por el rechazo a la guerra y la violencia (en especial los anabautistas), y por la autonomía de cada una de las comunidades en el nombramiento de sus pastores. Los radicales le dieron un fuerte énfasis al carácter ético-político del Evangelio, antes que doctrinal. En este sentido, no se centraron en la iglesia como institución, sino que pusieron el énfasis en la importancia de la comunidad. Una comunidad que no sólo comparte la fe, sino que comparte los bienes y la solidaridad.

Si bien para Lutero, Calvino y Zwinglio esta “otra reforma” representó un problema que exigía ser eliminado, las propuestas teológicas de la Reforma radical son relevantes y pertinentes para la sociedad actual en aspectos como el compartir los bienes en comunidad como alternativa económica, la no violencia activa y el énfasis ético-político, entre otros.

Lamentablemente, el ocultamiento de esta “otra reforma” es muy grande, incluso entre los herederos de la Reforma. Quizá este mensaje aún incomoda; la vida en comunidad y la búsqueda de la paz con justicia sigue siendo un problema para los que detentan la centralidad del poder.

 

21
Nov
17

artigas …

Comandante Andresito Artigas

 

escribe: Camilo Álvarez

 

Dentro de nuestra historia, se ha manejado de manera utilitaria a Artigas muchas veces. Esa necesidad de aferrarse más a Europa que a América, fueron haciendo del prócer más bronce que proyecto.

Sin lugar a dudas, su proyecto político-económico aún inconcluso sirve de guía. Pero además y sobre todo, deberíamos aferrarnos a su idea de buscar nuestras semejanzas en el barrio grande de América, más que en textos impresos en tapas duras de Europa.

Hay unos “compás” argentinos, unos “compaysanos” de la patria grande, que hicieron un documental acerca de Andresito Artigas. Un excelente material que rescata lo mejor de uno de los mejores de nuestra historia.

Son de los pocos que decidieron cargar a cuestas la mochila de reivindicar a uno de los compañeros más cercanos a Artigas, el Comandante Andresito Guacurary-Artigas.

Andresito fue tal vez el antecesor de Evo, como indígena gobernador. Un guaraní al mando de un ejército artiguista, pero además gobernador de provincias. ¡Dónde se vio!

Ejemplo claro y vivo de la filosofía artiguista de la patria grande y el federalismo. Pero también y sobre todo, de una sociedad inclusiva en la que todas las partes formaban algo superior, que era el pueblo. El pueblo como sujeto movilizado y hacedor de historia.

Es recomendable leer su historia, su forma, sus campañas y sobre todo rescatar esa capacidad para lograr que gobierne el pueblo. Cosa muy difícil de lograr, aun en nuestras modernas democracias.

Tuvo el coraje de adentrarse con su pequeño ejército a la conquista de territorios en pleno tierra portuguesa. De ser gobernador, además de Misiones, de Corrientes, histórica tierra de patricios que se vieron gobernados por un guaraní.

Un apoyo fundamental en la gesta artiguista que precisa ser más y más rescatado de la noche en la que estuvo.

Derrotado en el combate, fue llevado a Rio de Janeiro, sin destino posterior, bien lejos de los suyos por el temor que les generaba a los portugueses el tal Andresito, puesto que su llama pudiera encender de nuevo la fogata de su pueblo.

Una tarea de reconocimiento que nos debe convocar, no juntando pedacitos de metal y cobre para hacerle un busto, sino recordándolo y trayéndolo una y otra vez, como farolito guía en nuestra construcción de futuro.

Así también como lo hicieron estos “compaysanos”, con su video documental “Buscando al comandante Andresito”, se precisan acciones que lo traigan de nuevo. Por lo pronto, es altamente recomendable ver este documental.

Por nuestra parte, es fundamental traer desde el olvido a Andresito Artigas, que nos vuelva a mostrar ese postulado de que los más infelices sean los más privilegiados. Traer esta visión de que el pueblo es diversidad y a su vez forjador de futuro. En definitiva traer esta directriz que nuestra lucha es y debe ser por la pública felicidad.

20
Nov
17

1917 ¡la revolución!

La Revolución Rusa: Logros, derrotas, fracasos

Algunas lecciones para América Latina

escribe: Atilio A. Boron / Rebelión

Las dificultades de un balance.
A cien años de la Revolución Rusa es necesario re-examinar esa experiencia por la importancia que tiene, en sí mismo, el conocimiento de la primera revolución proletaria triunfante en el plano nacional (la Comuna, como se recordará, se limitó a la ciudad de París). Pero también para extraer algunas lecciones que nos parecen de suma utilidad para el análisis de los desafíos que enfrentan las experiencias progresistas y de izquierda en la América Latina contemporánea. En otras palabras, no estamos proponiendo un ejercicio de arqueología política sino una reflexión sobre un gran acontecimiento del pasado cuyas luces pueden servir para iluminar el presente.

Quisiera comenzar planteando en primer lugar las dificultades que acechan cualquier tentativa de realizar un balance de un proceso histórico tan complejo como un cambio revolucionario. Se cuenta que cuando al líder chino Zhou En Lai se le preguntó que pensaba de la Revolución Francesa su respuesta dejó pasmado a sus interlocutores occidentales: “es demasiado pronto para saber”. Lo mismo repitió uno de sus compatriotas en un seminario convocado en París para conmemorar los doscientos años de aquella gesta de 1789. [i] Más allá de lo anecdótico estas observaciones son de un cierto valor metodológico a la hora de formularnos la misma pregunta sobre la Revolución Rusa. ¿Cuál es su legado? El pensamiento convencional, inficionado por los valores conservadores de la burguesía y de la academia, emite un diagnóstico terminante: aquella fue una aberración que tenía fatalmente que culminar en el totalitarismo para luego desplomarse por el peso de su extravagancia histórica. Para autores inscriptos en esa corriente interpretativa la Revolución Rusa fue un doloroso paréntesis en la hegeliana marcha de Europa hacia la libertad. Claro que una reflexión más sobria ofrecería una visión diferente: la de una revolución que transformó al país más atrasado de Europa en una fortaleza industrial y militar que jugó un papel decisivo en la derrota del fascismo; que posibilitó erradicar la plaga del analfabetismo que sumergía a la enorme mayoría de la población, sobre todo la femenina, en las sombras de la ignorancia y la superstición; que propició un desarrollo científico y técnico que le permitió neutralizar el chantaje atómico a que había sido sometida por Estados Unidos luego del holocausto de Hiroshima y Nagasaki y, como si lo anterior fuera poco, tomó la delantera en la carrera espacial con el lanzamiento del primer satélite artificial de la historia. [ii]

No sería exagerado decir, en consecuencia, que la historia contemporánea se divide en un antes y un después de la Revolución Rusa. No fue una más de las tantas revueltas populares contra un orden insoportablemente injusto pues marcó un quiebre histórico que desde la rebelión de Espartaco venía signada, hasta la Comuna de París, con la marca de la derrota. Según John Roemer, “la revolución bolchevique fue, pienso, el evento político más importante ocurrido desde la revolución francesa porque convirtió en realidad para centenares de millones, o quizás miles de millones, de personas por primera vez desde 1789 el sueño de una sociedad basada en una norma de igualdad más que en una norma de avaricia y ambición.” [iii] Por supuesto, el pensamiento convencional de la burguesía, y de las ciencias sociales, ha dado su veredicto y, como decíamos más arriba, lo ha instalado como una verdad irrefutable: la RR fue una gran tragedia, un desgraciado error, un monumental fracaso que provocó un sinfín de pesares a la humanidad. Se trata de un diagnóstico para nada inocente. Los pensadores de la burguesía oscilan entre dos actitudes: o se desviven por ignorar a la RR, fingir que no hubiera existido y, cuando esto es imposible, satanizarla sin miramiento alguno. El reverso de ese planteamiento es nada menos que la reafirmación del carácter eterno del capitalismo, o la imposibilidad de la revolución, o su previsible monstruosa degeneración. Para los pensadores del orden vigente lo anterior es prueba irrefutable de que el capitalismo es la Santísima Trinidad de nuestro tiempo: lo que fue, lo que es y lo que será. Es imprescindible desmontar esta tergiversación de la verdad histórica.

Ocaso o continuidad del ciclo revolucionario

A tal efecto comenzaría diciendo que más allá del vergonzoso derrumbe de la experiencia soviética (¡la más grande revolución en la historia de la humanidad se derrumbó sin disparar un solo tiro!, recordaba Fidel) y los avatares sufridos por lo que podría adecuadamente caracterizarse como el «primer ciclo» de las revoluciones socialistas, nada autoriza a pensar que la tentativa de las masas populares de «tomar el cielo por asalto» se encuentre definitivamente cancelada o que con el triunfo del capitalismo ante el colectivismo soviético hayamos llegado al final de la historia, tal como lo propone Francis Fukuyama.

Dos razones avalan esta presunción: por un lado, porque las causas profundas, estructurales, que produjeron aquellas irrupciones del socialismo en Rusia, China, Vietnam, Cuba –irrupciones inevitablemente prematuras, como aseguraba Rosa Luxemburgo pero no por ello necesariamente destinadas al fracaso- siguen siendo hoy más vigentes que nunca. La vitalidad de los ideales y la utopía socialistas se nutren a diario de las promesas incumplidas del capitalismo y de su imposibilidad congénita e insanable para asegurar el bienestar de las mayorías. Otra sería la historia si aquél hubiera dado pruebas de su aptitud para transformarse en una dirección congruente con las exigencias de la justicia y la equidad. Pero, si algo enseña la historia de los últimos treinta años, la época de oro de la reestructuración neoliberal del capitalismo, es precisamente lo contrario: que éste es «incorregible e irreformable» y que si se produjeron progresos sociales y políticos significativos durante la luminosa expansión keynesiana de la posguerra –en donde el capitalismo ofreció todo lo mejor que puede ofrecer en términos de derechos ciudadanos y bienestar colectivo, como lo anotara la inolvidable Ellen Meiksins Woods– aquéllos no nacieron de su presunta vocación reformista sino de la amenazante existencia de la Unión Soviética y el temor a que las masas europeas fuesen “contagiadas” por el virus comunista que se había apoderado de la Rusia zarista. Fue esto lo que estuvo en las bases de las políticas de extensión de derechos sociales, políticos y laborales de aquellos años y no una convicción profunda de la necesidad de producir tales cambios. Diversos autores han insistido sobre este punto al afirmar que la fortaleza del movimiento obrero y los partidos socialistas y comunistas europeos fueron amenazantes reflejos de la existencia del campo socialista tras la derrota del fascismo. Pero una vez desintegrada la Unión Soviética y desaparecido el campo socialista el supuesto impulso progresista y democratizador del capitalismo se esfumó como por arte de magia. En su lugar reaparecieron la ortodoxia neoliberal y los partidos neoconservadores con su obstinación por revertir, hasta donde fuese posible, los avances sociales, económicos y políticos logrados en los años de la posguerra. El resultado es una Europa que hoy es mucho más injusta que hace treinta años.

Los resultados de tales políticas han sido deplorables, no sólo en la periferia capitalista europea –Grecia, España, Portugal, Irlanda, etcétera- sino también en los países del centro que aplicaron con mayor empecinamiento la receta neoliberal, como el Reino Unido y, principalísimamente, Estados Unidos. La clave interpretativa de la victoria de Donald Trump reside precisamente en eso. Como veremos más adelante la reestructuración regresiva del capitalismo ha tenido connotaciones sociales tan negativas que la validez del socialismo como «crítica implacable de todo lo existente» sigue siendo ahora tanto o más contundente que antes. En efecto, el capitalismo actual se puede sucintamente caracterizar por tres grandes rasgos:

a) Primero, una fenomenal concentración de la riqueza, tema central de la obra de Thomas Piketty que comprueba como en doscientos años el capitalismo no hizo otra cosa que acrecentar la proporción de la riqueza social en manos de la burguesía y aumentar la desigualdad económica. [iv] Téngase en cuenta, a modo de ejemplificación, lo siguiente:

a. 8 individuos –no empresas, sino individuos- tienen la misma riqueza que la mitad de la población mundial. Ni Marx, Engels y Lenin en sus peores pesadillas podían haber imaginado algo así. Pero eso es lo que existe hoy. [v]

b. El 1 % más rico de la población mundial tiene más riqueza que el 99 por ciento restante y la tendencia no da muestras de atenuarse sino todo lo contrario. [vi]

b) Segundo, por una intensificación de la dominación imperialista a escala mundial, sobre todo después de la desintegración de la URSS, para asegurarse recursos económicos no renovables e indispensables para el sostenimiento del modelo de consumo de EEUU y los países del capitalismo metropolitano.

a. Unas mil bases militares de EEUU en todo el mundo y Estados Unidos, el gendarme capitalista mundial, convertido en una plutocracia guerrera cuyas fuerzas están presentes en cada rincón del planeta para preservar la estabilidad del capitalismo global.

b. 80 bases oficialmente contadas en América Latina y el Caribe con una tendencia creciente. [vii]

c. La OTAN reuniendo la mayor acumulación de fuerzas y pertrechos militares sobre la frontera de Rusia desde la Segunda Guerra Mundial. [viii]

c) Una depredación sin precedentes del medio ambiente –la llamada “segunda contradicción del capitalismo” por James O’Connor- de la naturaleza, y tentativas de garantizar de manera exclusiva para EEUU el suministro de petróleo y de agua, recursos que existen en abundancia en América Latina.

Pero si efectivamente no llegamos al fin de la historia consagrando el triunfo final del capitalismo y la democracia liberal y, por consiguiente, cerrando definitivamente las posibilidades de nuevas tentativas de “tomar el cielo por asalto”; si esto es así entonces se torna necesario formular una segunda hipótesis. Aún cuando el socialismo hubiese fracasado irreparablemente en sus diversas tentativas a lo largo del siglo veinte, y suponiendo también que el capitalismo hubiera logrado resolver sus profundas contradicciones, ¿cuáles son los antecedentes históricos o las premisas teóricas que permitirían pronosticar que nuevas revueltas anticapitalistas no habrían de producirse en el futuro? Sólo una absurda premisa que postule la definitiva extinción de la protesta social, o el congelamiento irreversible de la dialéctica de las contradicciones sociales podría ofrecer sustento a un pronóstico de ese tipo.

Lecciones de las revoluciones burguesas

Dado que lo anterior no sólo es improbable sino imposible, una ojeada a la historia de las revoluciones burguesas podría ser sumamente aleccionadora. En efecto, entre los primeros ensayos que tuvieron lugar en las ciudades italianas a comienzos del siglo XVI en el marco del Renacimiento italiano y la revolución inglesa de 1688 –¡la primera revolución burguesa triunfante!– mediaron casi dos siglos de intentos fallidos y derrotas aplastantes. Si bien el primer ciclo iniciado en Italia fue ahogado en su cuna por la por la reacción señorial-clerical, mucho más tarde habría de iniciarse otro, en el norte de Europa, caracterizado por una larga cadena de exitosas revoluciones burguesas.

Ante lo cual surge la pregunta: ¿por qué suponer que las revoluciones anti-capitalistas tendrían tan sólo un ciclo vital, agotado el cual desaparecerían para siempre de la escena histórica? No existe fundamento alguno para sostener dicha posición, salvo que se adhiera a la ya mencionada tesis del «fin de la historia» que, dicho sea de paso, no la sostiene ningún estudioso medianamente serio de estos asuntos.

Siendo esto así, ¿por qué no pensar que estamos ante un reflujo transitorio –que podría ser prolongado, como en el caso de las revoluciones burguesas; o no, debido a la aceleración de los tiempos históricos– más que ante el ocaso definitivo del socialismo como proyecto emancipador? De hecho, uno de los rasgos de la crisis actual es que estalló producto de las contradicciones internas, irresolubles, generadas por la desorbitada financiarización del capitalismo y su desastroso impacto sobre la economía real. El desplome del 2008 –del cual aún las economías capitalistas no se han recuperado- no fue provocado por una oleada de huelgas o grandes movilizaciones de protesta en Estados Unidos o en Europa Occidental sino por la dinámica de las contradicciones entre las diversas fracciones del capital. Sin embargo, su resultado fue que, por primera vez en el mundo desarrollado, el tendal de víctimas del sistema reconoció que el causante de sus padecimientos (desempleo, caída de salarios reales, desalojos hipotecarios, etcétera) ya no eran los malos gobiernos (que por cierto los hay), o situaciones meramente coyunturales sino que el gran culpable era el capitalismo. Eso fue lo que plantearon los “indignados” en Europa y el movimiento Occupy Wall Street en Estados Unidos, lo cual revela un inédito salto en la conciencia popular y una promisoria evolución ideológica que les permite identificar con claridad la naturaleza del sistema que los oprime y explota.

Retomando el hilo de nuestra argumentación acerca de los ciclos de las revoluciones sociales quisiéramos expresar nuestro acuerdo con la postura adoptada por el “marxista analítico” John Roemer cuando afirma que el destino de un experimento socialista muy peculiar, el modelo soviético, «que ocupó un período muy corto en la historia de la humanidad» para nada significa que los objetivos de largo plazo del socialismo, a saber: la construcción de una sociedad sin clases, se encuentren condenados al limbo de lo imposible. Tal visión es considerada por este autor como «miope y anti-científica»: (a) porque confunde el fracaso de un experimento histórico con el destino final del proyecto socialista; (b) porque subestima las transformaciones radicales que la sola presencia de la Unión Soviética produjo en nuestro siglo y que, a través de complejos recorridos, hicieron posible un cierto avance en la dirección del socialismo. Dice Roemer que:

“Partidos socialistas y comunistas se formaron en cada país. Sería muy difícil evaluar los efectos globales de esos partidos en la organización política y sindical de los trabajadores, en la lucha antifascista de los años treinta y cuarenta, y en la lucha anticolonialista de los años de posguerra. Pero bien podría ser que el advenimiento del Estado de Bienestar, la socialdemocracia y el fin del colonialismo se deban, en su génesis, a la revolución bolchevique.” [ix]

Es más, tal como lo señala Doménico Losurdo en el texto ya mencionado todas las luchas coloniales, de los negros, de las mujeres, de las minorías y, por supuesto, de los obreros y a favor de la democracia tuvieron su fuente de inspiración en la Revolución Rusa. La extensión del sufragio en Europa de la posguerra no hubiera ocurrido de no haber mediado la toma del Palacio de Invierno y la instauración del gobierno de los soviets. Es decir que la misma democracia burguesa recibió un impulso decisivo desde la lejana Rusia. Además, el genio político de Lenin permitió romper las artificiales barreras que separaban las luchas de los negros y los blancos; de los europeos y de las “naciones agrarias” y los asiáticos. En suma: el revolucionario ruso convirtió a todas las luchas particulares en una sola gran lucha universal por la construcción de una nueva sociedad. Incluso puede decirse, con pruebas en la mano, que el proceso de “desegregación racial” en Estados Unidos fue decisivamente influenciado por la sola existencia de la Unión Soviética. La Corte Suprema de Estados Unidos que había reiteradamente sancionado la legalidad de la segregación en las escuelas públicas de ese país hasta 1952 cambió de parecer ese año tras recibir diversos informes que la exhortaban a ello porque, decían, el sostenimiento de la segregación de niños negros y blancos en las escuelas públicas alimentaba la campaña comunista de la URSS y desalentaba a los amigos de Estados Unidos. [x]

¿Fracasos o derrotas?

Ahora bien: más a allá de todo lo anterior hay un tema central a dilucidar y es establecer una distinción entre el “fracaso” de un proyecto reformista o revolucionario y la “derrota” del mismo. ¿Es razonable decir que todas las experiencias del siglo pasado en realidad fracasaron (tesis que sostienen entre otros John Holloway, Michael Hardt y Antonio Negri) o no sería acaso más apropiado decir que fueron derrotadas? El fracaso supone un problema esencialmente endógeno; la derrota remite a una lucha, un conflicto, una oposición externa que se enfrenta al proyecto emancipatorio. Fracaso por mis propias limitaciones y debilidades; soy derrotado cuando alguien se opone a mis designios. Si bien existe un claroscuro, un área difusa intermedia en la cual fracaso y derrota se confunden es posible, sin embargo, establecer la predominancia de uno o de la otra. En el caso de la RR es indudable que el proceso adoleció de graves incoherencias internas, especialmente tras la muerte de Lenin, pero también lo es que se desarrolló bajo las peores condiciones imaginables: la crisis y la devastación de la primera posguerra, la guerra civil y la intervención, en ellas, de una veintena de ejércitos foráneos que asolaron el país, y luego, estabilizada la situación, la industrialización forzada, la colectivización forzosa del agro y la invasión alemana con su secuela de destrucción y muertes. Bajo esas condiciones, hablar de “fracaso” es por lo menos un exceso del lenguaje y una infame acusación política. Viniendo al caso de América Latina, ¿hasta qué punto podría decirse que la experiencia de la Unidad Popular en el Chile de Allende fue un fracaso? Mucho más apropiado sería decir que fue un proyecto derrotado, por una coalición de fuerzas domésticas e internacionales bajo la dirección general de Washington que desde la noche misma del triunfo de Salvador Allende el 4 de Septiembre de 1970 ordenó, por boca de su presidente Richard Nixon, “hacer que la economía chilena gima. Ni una tuerca ni un tornillo para Chile”. ¿Qué sentido tiene entonces que algunos autores hablen del “fracaso” de la revolución cubana, acosada y asediada por más de medio siglo de bloqueo económico, comercial, diplomático, informático y mediático? ¿Y cómo caracterizar lo ocurrido en China y Vietnam? ¿Podría decirse sin más que son casos de “fracaso” del socialismo? ¿Es posible ya emitir un veredicto definitivo? ¿Por qué no pensar, en cambio, que la RR logró éxitos extraordinarios a pesar de tan difíciles condiciones: alfabetización masiva, promoción de la mujer, industrialización, defensa de la patria, derrota del fascismo. ¿Puede llamarse a esto un fracaso? ¿Por qué no revisar nuestra concepción del proceso revolucionario, dejando de lado la muy popular imagen que lo concibe como una flecha que asciende rada e ininterrumpidamente desde el pútrido suelo del capitalismo hacia el diáfano cielo del comunismo? Álvaro García Linera ha reflexionado mucho sobre el tema, y en uno de sus ensayos dice algo que conviene tener muy en cuenta: “Cuando Marx analizaba los procesos revolucionarios, en 1848, siempre hablaba de la revolución como un proceso por oleadas, nunca como un proceso ascendente o continuo, permanentemente en ofensiva. La realidad de entonces y la actual muestran que las clases subalternas organizan sus iniciativas históricas por temporalidades, por oleadas: ascendentes un tiempo, con repliegues temporales después, para luego asumir, nuevamente, grandes iniciativas históricas.” [xi] O, como dice en otra de sus intervenciones, el destino de los luchadores sociales no es otro que el de “l uchar, vencer, caerse , levantarse , luchar, vencer, caerse , levantarse ” hasta el fin. Esa es la dialéctica de la historia y eso es lo que una correcta epistemología no puede dejar de reflejar en sus análisis. Avances, estancamientos, retrocesos, nuevos saltos adelante, detenciones, otros avances y así siempre. Ese es el movimiento real, no ilusorio, de la historia.

Todo bien, pero ¿cómo explicar entonces el derrumbe de la RR? No es tarea para asumir aquí pero sí deberíamos enunciar unos pocos elementos causantes de su colapso. Por supuesto, la degeneración burocrática de la URSS ya era un factor sumamente negativo advertido por Lenin en sus últimos escritos [xii] , como también lo era la política de “coexistencia pacífica” y la tentativa de emular las formas productivas del capitalismo. Esto lo señaló con su habitual fiereza el Che Guevara en su crítica a los manuales de economía de la URSS, los “ladrillos soviéticos” como él los llamaba. [xiii] Pero además de esto estuvo la Tercera Revolución Industrial (microelectrónica, informática, automatización, toyotización, etcétera) que se erigió en un obstáculo formidable para un modelo económico fordista, de total estandarización de la producción en masa que por su rigidez burocrática y la enorme asignación de recursos para la defensa no pudo adaptarse a las nuevas condiciones de desarrollo de las fuerzas productivas. La intensificación de las presiones militares en contra de la URSS, que llega a su paroxismo con la “guerra de las galaxias” de Reagan, obligó a Moscú a desviar ingentes recursos para defenderse ante la belicosidad estadounidense. A esto agréguesele el ataque combinado del más formidable tridente reaccionario del siglo veinte: Ronald Reagan, Margaret Thatcher y Juan Pablo II, protagonistas de un ataque político y cultural de devastadores efectos ya dentro de las fronteras del campo socialista donde no por casualidad la Iglesia Católica había elegido a un Papa polaco para desde ahí socavar la estabilidad de las democracias populares del Este europeo. Por supuesto, la consideración de estas cuestiones excede con creces los límites de este trabajo, pero no queríamos dejar pasar inadvertido este crucial asunto. Agréguese a ello la asombrosa ineptitud de la dirigencia soviética para explicar que era lo que se estaba haciendo en la era post-estalinista, con Mijail Gorbachov a la cabeza, y qué sentido tenían todos esos cambios y hacia dónde se dirigía al país. En otras palabras, ni el partido ni los soviets eran ya organismos vivientes sino espectros ambulantes sin ninguna capacidad de expresión de la realidad social.

Siete tesis sobre política, reformismo y contrarrevolución en América Latina

Quisiera, por último, concluir esta breve reflexión planteando algunas lecciones de interés para las luchas actuales en Nuestra América. Y lo haré enunciando una serie de tesis, asumiendo que son correctas recordando aquel pionero trabajo de un gran sociólogo y antropólogo mexicano, Rodolfo Stavenhagen, justamente denominado “Siete tesis equivocadas sobre América Latina” y en las que demolía meticulosamente el saber convencional de las ciencias sociales de los años cincuenta y sesenta. [xiv] Por eso me ha parecido conveniente aclarar que, en este caso, confío en que estas tesis sean correctas aunque siempre es conveniente tener la mente abierta para admitir cuestionamientos, reflexiones o experiencias concretas que podrían obligar a reformularlas.

No es casual que nos hayamos planteado esta sistematización al cumplirse cien años de un acontecimiento que Hegel sin duda habría caracterizado como “histórico-universal”: la Revolución Rusa. Su sorpresiva irrupción en la historia, su triunfo, su contribución a la democratización universal (tema negado por el saber convencional de la ciencia política), su degeneración y posterior derrota abren, un siglo después, numerosos interrogantes de gran actualidad. Pero no sólo ella. Otros ejemplos históricos de América Latina son igualmente fuente de inspiración para estas breves páginas en donde estas tesis serán apenas enunciadas y que confío serán motivo de un trabajo de más largo aliento a realizar en los próximos meses.

Sin más preámbulos pasamos entonces a la consideración de las tesis.

a) Primero, como en Rusia, como en Chile, cualquier proyecto, aún los de naturaleza tibiamente reformista, desatarán en nuestros países una virulenta respuesta de los agentes sociales del orden y la conservación. En el caso de América Latina y el Caribe, dada la excepcional importancia estratégica que la región tiene para el imperio y la larga historia de dominación oligárquica, no hace falta una revolución para desencadenar una sangrienta contrarrevolución. [xv] Cualquier idea en contrario, o toda negación de esta, diríamos, ley fundamental de la revolución, es una peligrosa ilusión. Recordemos lo acontecido en numerosos experimentos reformistas en países tan diversos como Guatemala 1954, Brasil 1964; República Dominicana 1965, Argentina 1966 y 1976; Chile, 1973, y lo que ha venido ocurriendo en fechas recientes en Bolivia, 2008; Honduras, 2009; Ecuador, 2010; y Venezuela a poco de iniciado el proceso bolivariano con el golpe del 11 de Abril del 2002, el paro petrolero de fines de ese mismo año hasta febrero del 2003, la abstención insurreccional de la oposición que no presentó candidatos a la elección de la Asamblea Nacional en 2005 y la escalada de violencia iniciada luego de la muerte de Chávez, procesos todos estos que fueron bañados en sangre. Lula una vez observó que en Brasil la oligarquía es tan racista y reaccionaria que el sólo hecho de ver a un negro o un mulato subirse a un avión le provoca un odio visceral capaz de incitarla a cometer los más horrendos crímenes. Por ejemplo, prender fuego a un indio por el sólo hecho de serlo, como se hizo en Brasilia en los años que era presidente, o a jóvenes sospechosos de “portación de cara incorrecta”, como lo perpetró la “oposición democrática” en Caracas en por lo menos tres oportunidades.

b) Segundo, en contextos reformistas, progresistas y mucho más, en los marcos de una revolución, sería fatal caer en la ilusión de pensar que existe oposición leal. La derecha no conoce lo que es eso: su deslealtad es permanente e incurable. Aquí y en todas partes cuando no es gobierno la derecha siempre es conspirativa y destituyente. Como lo recordara Maquiavelo, los ricos jamás van a dejar de ver a cualquier gobernante como un intruso, aún aquellos que se desviven por complacerlos. Mucho más si quien lleva las riendas del estado tiene la osadía de promover políticas contrarias a sus intereses. Y, amenazada, aunque sea superficialmente por iniciativas reformistas, el tránsito desde la oposición institucional a la contrarrevolución violenta se efectúa en muy poco tiempo. La respuesta a la contrarrevolución y sus estrategias criminales y violentas no puede ser la misma que se concede, en épocas normales, a la oposición. Venezuela es, otra vez, un ejemplo de las consecuencias que tuvo el hecho de no reaccionar con la suficiente energía ante las tácticas violentas de la fracción extremista y terrorista de la oposición. Esta política, inspirada en el propósito de evitar el escalamiento de la violencia, tuvo por resultado exactamente eso y colocó al país al borde de una guerra civil. Por otra parte, al no defender adecuadamente el orden público mediante la represión legal de los violentos facilitó que el sector extremista se convirtiese durante meses en la fracción hegemónica de la oposición, subordinando e intimidando a fuerzas opositoras que seguían apostando a los dispositivos institucionales. El resultado fue una larga demora en la pacificación del país, y un muy elevado número de muertos, heridos y propiedades públicas y privadas destruidas por la violencia desatada por el sector terrorista de la oposición, amén de darle pábulos a las campañas internacionales de satanización del gobierno de Nicolás Maduro. [xvi]

c) Tercero, todo proceso de cuestionamiento al capitalismo en el plano nacional origina una respuesta internacional, porque el capitalismo es un sistema-mundo, al decir de Immanuel Wallerstein, signado por el imperialismo, con ramificaciones locales pero completamente internacionalizado y que tiene un “Estado Mayor” que se reúne anualmente en Davos y un conjunto de instituciones de alcance planetario que funcionan como los perros guardianes que custodian los privilegios y las prerrogativas del capital. Casos concretos: el FMI, el BM, la Organización Mundial del Comercio, la Comisión Europea, a las cuales hay que agregar organizaciones informales como el grupo Bilderberg y la ahora desfalleciente Comisión Trilateral. Defender estos procesos transformadores, por lo tanto, sólo podrá hacerse construyendo una adecuada correlación internacional de fuerzas. Puede ser un país grande, como lo fue la República Soviética en los primeros años de la revolución; o pequeñísimo, como la isla de Granada, en el Caribe, pero la respuesta de la “internacional burguesa” será siempre la misma: aplastar a las fuerzas insurgentes, cortar de raíz ese proceso y evitar la propagación del virus revolucionario. Y si para ello es necesario destruir un país se lo destruirá sin miramiento alguno. Se lo hizo, pero no de manera irreversible, en Rusia; se lo hizo por completo en Granada, y se lo está haciendo infructuosamente en Cuba desde 1959 y en Venezuela en los últimos años.

Aunque en la academia el tema del imperialismo no se tiene casi nunca en cuenta, los decidores de la política de Estados Unidos saben que esto es así. Dos perlas apenas para ratificar lo dicho: las declaraciones de Karl Rove, principal consejero del presidente George W. Bush cuando dijo “Nosotros ahora somos un imperio, y cuando actuamos creamos nuestra propia realidad. Y mientras usted está estudiando esa realidad –si quiere, juiciosamente- nosotros actuaremos otra vez, creando otras nuevas realidades que usted puede estudiar también. … Nosotros somos los actores de la historia, y usted, todos ustedes, deberán conformarse con tan solo estudiar lo que nosotros hacemos.” [xvii] Y la más reciente, de apenas ayer, del Secretario de Estado de Donald Trump, Rex Tillerson, cuando dijo que “ EEUU dice que está estudiando la forma de derrocar a Maduro. Las diferentes agencias de información e inteligencia de Estados Unidos están evaluando qué acciones pueden tomar para forzar al presidente de Venezuela a abandonar el poder de forma voluntaria o imponer un cambio de Gobierno en el país.” [xviii]

La omnipresencia del imperialismo es tan agobiante que ha terminado por ser naturalizada. Es como el aire: está en todas partes y tal vez por eso se torna invisible. La inmadurez política de las fuerzas populares todavía no ha comprendido esta importante lección y no perciben la forma en que el imperialismo actúa de manera coordinada y en un tablero de ajedrez planetario. Basta para ello contraponer la organicidad de Davos con la absoluta inorganicidad del Foro Social Mundial, que en una opción suicida votó en contra de la creación de un organismo de coordinación mundial de las luchas populares, por temor a re-editar la experiencia de la Tercera Internacional. El internacionalismo de las fuerzas populares es condición necesaria para librar esta batalla exitosamente. De ahí la importancia de la ideas de Fidel, del Che y de Chávez que se plasmaron en la UNASUR y la CELAC y en otras iniciativas integracionistas y latinoamericanistas.

d) Cuarto: la existencia de un partido revolucionario, el “Príncipe Colectivo” de Gramsci, es esencial para el éxito del proceso revolucionario. Esto no significa asumir como modelo de partido el teorizado por Lenin en el ¿Qué Hacer? (uno de los cuatro modelos de partido del autor), pero sí de una formación política preparada ideológica y prácticamente para asumir la dirección del proceso. La ausencia de ese partido (en la Bolivia de la Asamblea Popular de Juan José Torres en 1971, o en Venezuela antes de la creación del PSUV); su fragmentación (los seis partidos de la UP en Chile); o la dilución o abandono de sus ideas, como ocurriera con el PT en Brasil o la SD en Europa y en América Latina (el PRI en México, el APRA en el Perú, Liberación Nacional en Costa Rica) en cualquiera de sus variantes es fatal para el futuro del proceso revolucionario. Esto no significa minimizar otros formatos de organización política, como los movimientos sociales, con los cuales es imprescindible lograr una virtuosa articulación. Pero a la hora de plantearse la conquista del poder estos no pueden sustituir al “Príncipe Colectivo” capaz de ofrecer una visión totalizadora e integral del proyecto emancipatorio, superadora de los particularismos de los movimientos y de las enormes limitaciones del espontaneísmo de las masas, capaz de producir heroicas acciones de rebelión y resistencia pero incapaz de asegurar la conquista del poder, el problema número uno de toda revolución según los clásicos del marxismo.

e) Quinto: la educación, la concientización política al estilo Paulo Freire es una condición esencial del triunfo de cualquier proyecto reformista o revolucionario. Es lo que plantea Lenin en su cuarta teorización sobre el partido: la primera se plasma en el ¿Qué Hacer?; luego el POSDR-bolchevique como partido típico de la II Internacional; en la inminencia de la RR aparece la tercera teorización, y el partido se eclipsa y el protagonismo lo asumen los Soviets; la cuarta teorización, a comienzos de los años veinte tiene al partido como educador, como formador de la nueva civilización, creador del “hombre nuevo” del Che. [xix] Y esta es la tarea fundamental, que desgraciadamente no hicieron, o hicieron de modo incompleto y mal, los procesos emancipatorios del “ciclo progresista” que se iniciara con el ascenso de Hugo Chávez Frías a la presidencia de Venezuela. En todas estas experiencias se cayó en el error de pensar que el “boom de consumo” crearía conciencia política; que los gobiernos que se esmeraran por realizar una profunda política social que sacara de la pobreza extrema a millones de personas cosecharían la lealtad y la gratitud de los redimidos. Lo lograron, pero sólo parcialmente porque una parte significativa de esos sectores populares incorporados al consumo y empoderados con nuevos derechos no se identificaron con los gobiernos que habían acudido a socorrerlos ni cerraron filas en torno de sus organizaciones partidarias o sus candidatos. Un sector nada desdeñable, obnubilado por su renovado poder adquisitivo, hizo suyas las aspiraciones y orientaciones político-ideológicas de los conservadores sectores medios. En palabras de Frei Betto, estos procesos progresistas más que ciudadanos crearon consumidores, y estos actuaron políticamente en consecuencia. Imitaron no sólo las pautas de consumo de las capas medias sino también sus orientaciones políticas.

f) Sexto: para que el partido y el gobierno de una revolución puedan cumplir su misión histórica se requiere un denodado esfuerzo para evitar la deformación burocrática y fortalecer el debate y la democracia protagónica de base. Esta degeneración tiene profundas raíces sociológicas y no es nada fácil de contrarrestar. Lenin se percató de la gravedad del problema en los últimos años de su vida. Mao lo advirtió a tiempo y por eso lanzó su Revolución Cultural concebida para abortar la deformación burocrática de la revolución china. Era una idea correcta pero que desató una dinámica política que se le escapó de sus manos y produjo consecuencias desastrosas. Pero, insisto, la lucha contra el burocratismo y el sustitutivismo, cuando la dirección reemplaza al protagonismo de la base, es una tarea de excepcional importancia. Lo anterior es tanto más importante si se recuerda que el estado, todo estado, aún el revolucionario, es una institución que abriga en su seno tendencias esencialmente conservadoras. La burocracia lo es, y no hay estado sin burocracia y la lógica weberiana de la misma hace que el funcionariado, aún el de los estados revolucionarios, llegue inclusive a ser poco amigable con los procesos de cambio, desconfíe de la iniciativa de las masas, prefiera las discusiones “a puertas cerradas” y manifieste una tendencia a buscar soluciones “técnicas” cuando toda la vida social está inficionada de la política. Esto supone, en consecuencia, que los gobiernos progresistas deben alentar la organización autónoma de la base popular. Cuestión muy difícil porque aún los gobiernos más radicales se sienten amenazados cuando sus propias organizaciones, identificadas con el proyecto emancipatorio, actúan de manera independiente y temen los efectos desestabilizadores que pudieran derivarse de sus demandas. Este puede ser un problema, sin duda. Pero otro más serio es cuando esas organizaciones de base están controladas “desde arriba” y maniatadas por el poder porque, en tal caso, su utilidad política es igual a cero. Su debilidad y su docilidad ante las directivas gubernamentales lejos de fortalecer al gobierno terminan debilitándolo. Es una dialéctica compleja y difícil, y la reacción de los gobernantes siempre es de suma suspicacia en relación a este tema. En línea con esto por algo decía Chávez: ¡”Comunas o nada!”

g) Séptimo: recordar que una cosa es el acceso al gobierno y otra completamente distinta, mucho más ardua, la conquista del poder del estado. Este es el entramado de fuerzas sociales de las clases dominantes en sus diversas expresiones: en la economía, la política, la prensa, las fuerzas armadas, las instituciones judiciales, los gobiernos locales, la iglesia, etcétera. Es lo que en la ciencia política norteamericana autores como Peter Dale Scott llaman “deep state”, un gobierno en las sombras, electo por nadie, responsable ante nadie, que no deben rendir cuentas y que articula los intereses más poderosos de la sociedad. Llegar al gobierno es un buen paso adelante, pero si no se complementa con la dinámica avasallante de la calle, es decir, con la organización y movilización política de las clases y capas populares y su concientización, es bien poco lo que un gobierno de izquierda podrá hacer. La neutralización, esterilización o expropiación de aquellas fuentes no democráticas de poder político es esencial para garantizar el futuro de cualquier reforma y mucho más de cualquier revolución. Tal vez uno de los rasgos más salientes de la coyuntura actual en países como Brasil, Argentina y Perú sea el hecho de que el poder real y sus agentes conquistaron el gobierno, revirtiendo un proceso inconcluso por el cual las fuerzas de izquierda que habían llegado al gobierno fracasaron en sus proyectos –en caso de que los hubieran tenido- de conquistar el poder.
Nada de esto es novedoso. Ya lo decía con toda claridad Maquiavelo cuando observaba que la grandeza de la república romana reposaba sobre el equilibrio entre el Senado (es decir, la nobleza) y el Tribuno de la Plebe, o sea, el pueblo. En términos contemporáneos diríamos el adecuado balance entre las instituciones del estado y la calle. Pregunta: ¿era la situación económica del Brasil mucho peor que la que caracterizaba a Venezuela en 2016? No. Y entonces, ¿por qué cayó Dilma, indefensa, ante una caterva de bandidos y corruptos como los que la juzgaron y depusieron de la presidencia y en cambio no cayó Maduro, acosado por una ofensiva política, diplomática y mediática en medio de una gravísima crisis económica? Respuesta: porque cuando el bolivariano sale al balcón del Palacio de Miraflores tiene un millón de seguidores dispuestos a pelear por su gobierno y cuando Dilma abría el balcón del Palacio del Planalto en la plaza sólo estaba el jardinero haciendo su trabajo. Su gobierno y el de Lula habían desmovilizado a todas las organizaciones populares, comenzando por el PT, siguiendo por la CUT y así sucesivamente. Y cuando las hienas del mercado se abalanzaron sobre Dilma la presidenta estaba indefensa, a merced de sus verdugos.
Conclusión

Lo expuesto más arriba permite apreciar como algunos de los problemas que atribularon a la Revolución Rusa desde sus inicios se reproducen, por supuesto que con características diferentes habiendo transcurrido un siglo, en los procesos reformistas y emancipatorios de América Latina. Los actores no son los mismos; el sistema internacional experimentó profundas mutaciones; el marco geopolítico latinoamericano que nos sitúa como el “patio trasero” del imperio es radicalmente distinto al que prevalecía en Rusia con el triunfo de la revolución, pero la dinámica de la lucha de clases y su expresión en el plano del estado y, como decía Gramsci, y de “las superestructuras complejas” revela sorprendentes paralelismos y recurrencias que constituyen útiles lecciones que sería por lo menos imprudente no tomar adecuadamente en cuenta y que conforman el andamiaje básico de lo que con cierta cautela podríamos considerar como una “sociología de las revoluciones”.

A un siglo del emblemático cañonazo del Aurora nuestra región enfrenta una encarnizada contraofensiva imperialista dispuesta a barrer con los avances registrados desde finales del siglo pasado. El proyecto norteamericano no podría ser más ambicioso: cerrar el odioso (para Washington, por supuesto) paréntesis abierto por la Revolución Cubana y restablecer la “normalidad” en el hemisferio, entendida ésta como una dócil colección de gobiernos sumisamente plegados a los designios, mandatos y prioridades de la Casa Blanca. Para evitar tan fatídico desenlace será preciso hacer memoria y recordar las enseñanzas de los padres fundadores de la Patria Grande: Bolívar, San Martín, Artigas y tantos otros, y más tardíamente, las de Martí. Pero también tomar nota de los avatares corridos por otros procesos revolucionarios, y el caso de la Revolución Rusa por muchos motivos es de una especial trascendencia para nuestros pueblos. En este trabajo procuré explorar ese terreno, en la esperanza de que otros se sumen a esta empresa colectiva para, a partir del conocimiento de la experiencia soviética poder discernir las formas más efectivas para profundizar y radicalizar nuestros procesos emancipatorios y evitar cometer algunos errores que, como lo demuestran los casos de Argentina y Brasil, están ocasionando grandes sufrimientos a nuestros pueblos y amenazan con desandar el camino recorrido en las últimas dos décadas.
Notas:

[i] Efectivamente, la Revolución Francesa nos legó la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, la consigna de “libertad, igualdad, fraternidad”, la república como forma política pero también el colonialismo en África y en Indochina, la cruel venganza en contra de Haití por haberse tomado en serio las banderas de la Revolución Francesa, la salvaje represión de la Comuna y la tortura “científica” aplicada inescrupulosamente en la Guerra de Argelia.

[ii] Extendería desmedidamente este trabajo la enumeración de la gran cantidad de estudios y libros publicados sobre la Revolución Rusa. Bástenos a los efectos de esta presentación mencionar además de los clásicos textos de V. I. Lenin, León Trotsky y Rosa Luxemburgo el monumental estudio de E. H. Carr, Historia de la Rusia Soviética (sobre todo los tres primeros tomos); John Reed, Diez días que estremecieron al mundo (Madrid: Akal, xcxcxc); Víctor Serge, El año I de la Revolución Rusa (México: Siglo XXI Editores, xvxvxvxv); Catherine Merridale, El tren de Lenin. Los orígenes de la revolución rusa, (Crítica, 2017); Edmund Wilson, Hacia la estación de Finlandia (Madrid: Alianza, 1972); Barrington Moore Jr., Terror and Progress. Some sources of change and stability in the Soviet dictatorship (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1954); Domenico Losurdo, Stalin. Historia y crítica de una leyenda negra ( Madrid: El Viejo Topo, 2011); Juan Andrade y Fernando Hernández Sánchez, compiladores 1917. La Revolución Rusa cien años después (Madrid: Akal, 2017); Osvaldo Bertolino y Adalberto Monteiro, compiladores: 100 Anos Da Revoluçao Russa. Legados e Liçoes (Sao Paulo: Editora e Livraría Anita y Fundaçao Mauricio Grabois, 2017); Isaac Deutscher, Stalin, biografía política (México: ERA, 1965) Sheila Fitzpatrick, La Revolución Rusa (México: Siglo XXI Editores, 2005), entre tantos otros.

[iii] Roemer, John E. A Future For Socialism (Londres: Verso, 1994), p. 25.

[iv] Ver su El Capital en el siglo XXI (México: FCE, 2014). A resultados coincidentes llega, desde una perspectiva marxista, Xabier Arrizabalo Montoro. Ver su notable libro Capitalismo y Economía Mundial (Madrid: Instituto Marxista de Economía, 2014)

[v] Se trata de Bill Gates, Amancio Ortega, Warren Buffett, Carlos Slim, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, Larry Elisson y Michael Bloomgberg.

[vi] Informe de Oxfam a la Cumbre de Davos, Enero 2016

[vii] Sobre esto ver nuestro América Latina en la Geopolítica del Imperialismo (Buenos Aires: Ediciones Luxemburg,4ª edición, 2014). Desgraciadamente hay negociaciones en curso entre el gobierno de Mauricio Macri y la Casa Blanca tendientes a consentir la instalación de tres nuevas bases militares estadounidenses en territorio argentino.

[viii] Sobre la OTAN y América Latina ver de Mahdi Darius Nazemroaya, Otan. La globalización del terror (prólogo de Atilio Boron) {Managua, 2015}

[ix] Roemer, op cit. pp. 25-26

[x] Las reflexiones volcadas en estas páginas fueron inspiradas, en buen grado por la lectura de la ya mencionada antología recientemente publicada en Brasil por Osvaldo Bertolino y Adalberto Monteiro y por las discusiones habidas en el Seminario Internacional que sobre el tema organizara en Junio de este año la Universidad Federal de Río de Janeiro, a quien le agradezco la oportunidad de participar en dicho evento.

[xi] ¿Fin de ciclo progresista o proceso por oleadas revolucionarias?, en Rebelión, 24 de Junio de 2017. Disponible en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=228311

[xii] Ver V. I. Lenin, Contra la burocracia y, en el mismo tomo, Diario de las Secretarias de Lenin (México, Pasado y Presente, Nº 25, 1977)

[xiii] Sobre la “coexistencia pacífica” ver su “Carta a los pueblos del Mundo en la Tricontinental”; sobre la economía de la Unión Soviética, ver la recopilación de sus notas en un texto tan incisivo como mordaz: “Apuntes Críticos de Economía Política” (La Habana, Ocean Press, 2006) .

[xiv] En Política Externa Independiente, publicación trimestral de Editora Civializaçao Brasileira S. A. , Nº 1, Mayo, 1965.

[xv] Cf nuestro Estado, capitalismo y democracia en América Latina (Buenos Aires: CLACSO, 2003)

[xvi] El 2 de Agosto del 2017, un par de días después de realizada la elección a la Asamblea Nacional Constituyente, del dirigente de Acción Democrática, Henry Ramos Allup declaró su intención de presentarse como candidato en las elecciones de gobernador que serán efectuadas en Diciembre del corriente año. De este modo, se desmarca claramente de la fracción terrorista encabezada por Leopolo López, María Corina Machado, Henrique Capriles Radonsky y Freddy Guevara. Muchos otros seguirán los pasos de Ramos Allup. De todos modos no deja de llamar la atención que la violencia hubiese cesado de la noche a la mañana, lo que confirmaría las sospechas que una parte de los revoltosos –no los que se manifestaban pacíficamente- eran jóvenes para militares o sicarios contratados para cometer toda clase de fechorías con la complicidad de las autoridades municipales controladas por la derecha. Tal vez se agotó el financiamiento y las protestas “espontáneas” de la oposición, de “esa” oposición violenta y criminal, cesaron de inmediato una vez que el dinero dejó de fluir.

[xvii] Entrevista concedida a Ron Suskind, NYTimes Magazine, Octubre. 17, 2004), citada en Karen van Wolferen, “ Karl Rove’s Prophecy: “We’re an Empire Now, and When We Act, We Create our Own Reality”, en http://www.globalresearch.ca/karl-roves-prophecy-were-an-empire-now-and-when-we-act-we-create-our-own-reality/5572533

[xviii] http://www.publico.es/internacional/crisis-venezuela-secretario-eeuu-dice-estudiando-forma-derrocar-maduro.html

[xix] Hemos examinado en detalle este asunto de las cuatro versiones de la teoría leninista del partido en nuestra larga “Introducción” al ¿Qué Hacer? (Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2004)

Atilio A. Boron: Sociólogo, Politólogo. Miembro del Comité Central del Partido Comunista de la Argentina.



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