Archivo de May 2013

31
May
13

El asesinato de Londres

 

 
El sangriento espectáculo de Woolwich
Iohannes Maurus
 
Nos enseña Michel Foucault en sus cursos de los años 70 que es necesario distinguir entre dos formas de dominio de las poblaciones: la disciplina y el control. La disciplina pretende normalizar a los individuos de tal modo que su conducta sea previsible y «normal». Lo consigue mediante aparatos como la cárcel, la escuela, el cuartel o la fábrica fordista, todos ellos basados en un mismo dispositivo o esquema de poder teorizado por Jeremy Bentham y cuya genealogía fue investigada por Michel Foucault en Vigilar y castigar: el panóptico. El panóptico es un dispositivo por el cual una persona situada en recinto que ocupa el centro de un espacio cerrado sin obstáculos a la visión, puede observar, idealmente sin ser vista, a todas las personas comprendidas en ese espacio, de modo que, sabiéndose siempre potencialmente controlados, los individuos encerrados en ese espacio adecuan «espontáneamente» sus conductas a la norma. Numerosas prisiones siguen este esquema.

El control prescinde de esta normalización individualizada y gestiona globalmente la conducta de las poblaciones determinando, no a nivel atómico sino a nivel molar, los límites aceptables de esa conducta sin recurrir a ninguna norma ni valor previos. Una sociedad de control permite así, por ejemplo, ciertos niveles de violencia y de delincuencia, integrándolos en un cálculo utilitarista que compara ventajas e inconvenientes de las diversas conductas y establece sus niveles aceptables de peligrosidad o de riesgo. La corrupción puede así convertirse en una práctica delictiva perfectamente aceptable en cuanto agiliza las transacciones mercantiles y ciertos niveles de violencia pueden también tolerarse en función de su utilidad para una muy rentable industria de la seguridad y del control (Rigouste).

La sociedad de control es también una sociedad del espectáculo en cuanto muestra de manera casi exhaustiva la cotidianidad pacífica o violenta a través de medios de observación perfeccionados. Estos medios no tienen, sin embargo, una finalidad disciplinaria como el panóptico de Bentham en el cual todo individuo internado en un espacio de encierro (fábrica, prisión, escuela etc.) se sabía potencialmente observado y ajustaba su conducta a este temor. Hoy, la observación es total: las cámaras de vigilancia están presentes en todos los rincones de nuestras calles y a veces, incluso en las casas, pero el espacio observado es un espacio abierto y, sobre todo, no existe, como ya se dijo, una norma establecida a priori que se intente imponer a las conductas. Se ha perdido, como afirma el discurso ordinario, todo horizonte, todo norte moral. Lo único que cuenta es el resultado global. No se trata ya como en el régimen disciplinario de que no ocurran acontecimientos «anormales», sino de que estos acontecimientos se conozcan públicamente a través de la visión, como espectáculo y puedan ser objeto de una constante evaluación comparativa sin unidad de medida ni valor previo. La propia violencia cambia así de sentido y se convierte en un acto que sus propios actores saben destinado a ser visto. Añádase a esto que las funciones de observación que eran en el régimen disciplinario un monopolio del Estado hoy se han privatizado mediante la profusión de cámaras privadas que van de las cámaras de seguridad de las viviendas o los comercios a las cámaras portátiles que llevan hoy incorporados casi todos los modelos de teléfono móvil.

Esto nos permite introducir una nueva característica de la sociedad de control: lo que Alain Brissat denomina su carácter inmunitario. La violencia en la sociedad de control es violencia espectacular, vista a distancia incluso por quienes la protagonizan. Hoy, todo el mundo es actor y todo el mundo es cámara de cine: estamos en la era del Hombre con una cámara de cine como el de la película de Djiga Vertov. De este modo, nada nos afecta directamente: la realidad se vive en el registro de la ficción, como algo filmado o filmable. La consecuencia de ello es que el dolor, aun cuando existe, queda anulado, convertido en mera imagen del dolor. La imagen nos inmuniza contra el dolor. La imagen que es capaz de representar la cosa ausente como presente, representa también la presente como ausente, como una nada indolora.

Buena parte de la imagen y de la práctica actual de la guerra, en la era de la imagen y de los drones, solo se entiende desde esta perspectiva a la vez espectacular e immunitaria. Hitler mandó que el genocidio de los judíos de europa se realizase mediante cámaras de gas para evitar el «sufrimiento moral» de los soldados nazis obligados a matar de un tiro en la nuca a niños, mujeres, ancianos y demás civiles desarmados. Considerando que se exigía de ellos un excesivo «heroismo» en el cumplimiento directo de las tareas de exterminio, el Führer los liberó de esa carga mediante ese instrumento de muerte industrial, anónima y aséptica que es la cámara de gas. En aquel momento, la inmunización contra el dolor del crimen se obtenía ocultando sus imágenes, negando su existencia. El negacionismo está siempre ya incluido en la política genocida del nacionalsocialismo. Esto deja ya de ocurrir con las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki: tuvimos imágenes de las bombas, de los hongos nucleares y de sus consecuencias desde el primer momento. Uno de los pilotos de la misión, Eatherly estuvo al borde de la locura tras «ver» lo que habían hecho. Por mucho que no tuviese contacto con la población asesinada, la conciencia de la magnitud de la matanza le resultó inaceptable. Era necesario por consiguiente separar lo más posible a los seres humanos del acto de dar la muerte, inmunizarlos contra la muerte mediante barreras. Estas barreras serán la imagen y la automatización de las máquinas de matar. La cámara y el dron, a veces unidos en un mismo aparato sintetizan esta guerra «humana» con la que soñara Hitler. El uso masivo de drones en la guerra de Afganistán/Pakistán está permitiendo que se realice el sueño de un conflicto sin bajas para quien tiene la supremacía técnica y con numerosas bajas civiles para quien no la tiene.

El espantoso crimen ocurrido ayer en Londres en el que un joven británico de origen nigeriano asesinó con un machete en plena calle a un soldado británico ilustra bien el funcionamiento de una sociedad de control espectacular e inmunitaria. En primer lugar, las imágenes del crimen circulan por la red como objeto de curiosidad, pues decenas de personas asistieron al asesinato y, en lugar de salir corriendo a ayudar a la víctima o a ponerse a salvo, se quedaron en las cercanías filmándolo. Como si no tuvieran nada que temer, pues la realidad convertida en imagen es tan inofensiva como la de una película, aunque sea un «snuff movie». El propio protagonista, una vez cometido el crimen se puso a departir tranquilamente con los viandantes mientras era filmado y a explicar con bastante serenidad, con un machete y un cuchillo ensangentados en sus manos también cubiertas de sangre, los motivos de su acción. Probablemente el joven sea un «terrorista improvisado» que decidió lanzarse a la fama mediante este acto y lo consiguió. Su objetivo era denunciar mediante la acción lo que ocurría todos los días en numerosos países musulmanes ocupados o intervenidos por potencias «humanitarias» occidentales como Irak, Afganistán o Pakistán. La fama la obtuvo, pero esto último no lo consiguió realmente, pues para los medios de comunicación todo quedó en una denuncia de su «barbarie», rápidamente asociada al Islam político por unos medios cuyo reflejo inmediato es banalizar la imagen del enemigo, para mejor ocultar el contexto de este acto.

De este modo, lo que quiso ser un intento sangriento y cruel de recurrir a la propaganda por la acción se convirtió en nuevo argumento a favor del antiterrorismo, el racismo y la islamofobia. Lo que quedó fue la imagen del bárbaro matando bárbaramente a uno de «nuestros muchachos» y un nuevo pretexto para que las comunidades musulmanas sean objeto de ataques xenófobos y racistas en Europa y en sus propios países. La imagen -como ocurre siempre en la sociedad del espectáculo- quedó enteramente desconectada de su contexto y de los motivos del autor del crimen. Así, se le pudo atribuir a él y se pudo seguir atribuyendo a «los suyos» el monopolio de la barbarie, mientras que un gobierno británico que lleva años ocupando Afganistán y liquidando a decenas de miles de personas mediante bombardeos con misiles y drones puede permitirse asumir el monopolio de la «humanidad». Quien habla de «barbarie» expulsa de la humanidad al otro como esencialmente violento e inhumano, y asume para sí la representación exclusiva de lo humano. La lógica del humanismo pacifista que se expresa en nombre de la humanidad y condena la violencia «venga de donde venga» coincide así con la del racismo y la fundamenta. ¿Es acaso el racismo sino la proyección de nuestra propia violencia y barbarie, de nuestra propia pulsión de muerte, en el otro «bárbaro»?

Fuente: http://iohannesmaurus.blogspot.be/2013/05/sangriento-espectaculo.html

30
May
13

Rusia … la caída de la URSS

 

Berezovsky: el icono del neoliberalismo o la breve historia de la victoria del capitalismo en el este comunista

Vasile Ernu (*)
Se puede afirmar de forma indiscutible que la muerte de Berezovsky marcó el fin de una época, pero hace falta entender que su herencia está más viva que nunca y que, a día de hoy, apenas recogemos de veras los frutos de la victoria de unos determinados grupos, una victoria que se convirtió en una fuerte derrota y trágica catástrofe para una comunidad entera.

La genealogía: de la conversión al liberalismo, en la década de los 60, al revanchismo, la década de los 90.
En relación con la genealogía de Berezovsky, un modelo común de oligarca, haría falta recordar tres fenómenos importantes que se produjeron en la URSS y allanaron el terreno para los acontecimientos de la década de los noventa (fenómeno válido en general para todo el bloque comunista). Por falta de espacio, se simplificará mucho la historia de esta genealogía, que ayudará a una mejor comprensión de los años noventa.

El primer fenómeno: en la década de los cincuenta, tras la Segunda Guerra Mundial, en la URSS se sentaron las bases de una infraestructura y de un sistema de educación que contribuiría enormemente al desarrollo y a la expansión de un grupo social muy importante: la intelectualidad técnica, especializada y científica (ingenieros, médicos, agrónomos, físicos, matemáticos, geólogos, etc.). Por primera vez se creó en la sociedad un fenómeno prácticamente sin precedentes: una masa crítica intelectual, una especie de clase media de la intelectualidad comunista (la superélite intelectual empezó a vivir del enorme potencial de esta clase media intelectual). Esta categoría social constituye el origen de la generación sputnik , de la generación del deshielo y, sobre todo, de la generación perestroika , la que enterraría el comunismo. La punta de lanza de esta generación no fue la intelectualidad humanista, sino la intelectualidad técnica, aunque, a su vez, la intelectualidad humanista tuvo un papel importante en este proceso.

De esta categoría social deriva una gran parte de los oligarcas, a pesar de que la genealogía de este grupo tiene varias raíces (estructuras de partido, grupos de distintas categorías especializadas de estado, grupos tradicionales de atracadores reorganizados en los años setenta, etc.). Berezovsky procede de esta filiación: ingeniero, matemático, investigador relacionado con la Academia de la URSS. Mi punto de vista, fundamentado en datos biográficos, es que los oligarcas rusos más importantes, así como el grupo de oligarcas que desempeñó el papel más activo en los años noventa, descienden de esta categoría social, de la clase media de la intelectualidad técnica.

El segundo fenómeno. Con el proceso de desestalinización iniciado por el Partido Comunista en 1956, en el XX Congreso (acontecimiento olvidado), la intelectualidad soviética cambió de rumbo: se convirtió en un movimiento liberal. (Huelga hablar de los intelectuales que merodeaban el poder, porque ellos ya no ejercían un papel importante, sino que solo personificaban un símbolo ritual.) A partir de este periodo, el intelectual soviético al que nos referimos escuchaba música procedente de cadenas extranjeras, leía libros y debatía sobre asuntos prohibidos o parcialmente tolerados por el poder.

Todo se interpretaba mediante un canon liberal disidente. Tomaré solo el ejemplo de la literatura. La tendencia literaria que resultó victoriosa, y a la que todo intelectual soviético leyó como el padre nuestro se componía de los siguientes nombres: Bulgakov (se prefiere Corazón de perro, que cualquier intelectual soviético se sabe de memoria; el libro cuenta la revancha del proletariado contra la burguesía, ironizada con ingenio; Pasternak (el icono de la intelligentsia liberal); Solzhenitsyn (la conciencia y lo mejor que ideó esta intelligentsia), etc.

El resultado fue la monopolización del discurso por este grupo y el aislamiento de las demás tradiciones. La línea de la intelligentsia revolucionaria o socialista fue marginada hasta su desaparición o se utilizó solo como martillo ideológico para el beneficio de los grupos liberales. Incluso aislaron (ellos y, por supuesto, el poder) a las voces que criticaban con dureza al régimen, como Platónov y Shalamov, precisamente por su modo de enfocar los problemas, planteamiento que incomodaba no solo al canon oficial soviético, sino también al modelo liberal. El caso de Aleksandr Zinóviev es el más relevante: mientras criticaba al comunismo era un héroe, pero en el momento en que realizó duras críticas al capitalismo se convirtió en un traidor (hablamos de los años setenta-ochenta). En el país del socialismo , grupos de intelectuales de izquierda se convirtieron en una realidad marginal e ¡incluso Marx fue un autor indexado!

Quiero recordarles que, conforme a la tradición de la intelligentsia rusa del siglo XIX, esta clase de intelectuales había asumido el papel de representar a la gente sencilla y sus intereses en relación con el poder. De esta tradición surgieron las corrientes socialistas más importantes y revolucionarias que no sólo representarían los intereses de la gente de a pie, sino que también lucharían por ellos. La Revolución de Octubre fue el punto de inflexión y el momento en que las masas populares se toman la revancha con la burguesía y la aristocracia rusa, que, por un lado, fueron ignoradas y, por el otro, se mostraron excesivamente cínicas en relación con la realidad social y económica de la población del Imperio zarista. La tradición continuó hasta el periodo de las grandes depuraciones estalinistas.

Tras la Segunda Guerra Mundial, las cosas cambiaron de forma radical: la élite intelectual soviética, aunque se volvió liberal, elitista e incomprendida por el pueblo, por un lado tomaba en consideración el sacrificio de la revolución realizado por el proletariado y las amplias masas de abajo, pero, por el otro, por su propia comodidad, se encontraba siempre más cerca de la nomenclatura comunista, aunque la despreciara de forma visceral.

Se apuntó a un doble juego: era liberal en su pensamiento y conformista en su actitud, para mantener sus privilegios. La élite intelectual se convirtió en una nueva aristocracia carente de cualquier relación con su pueblo y que sólo representaba su propio interés. Prácticamente, se preparó el terreno para el revanchismo de los años 90, cuando la élite intelectual ejerció de vanguardia en la instalación del nuevo régimen y de la nueva ideología neoliberal, en detrimento del propio pueblo, al que despreciaba compasivamente.

El tercer fenómeno: al final de los años sesenta del siglo pasado, apareció por primera vez en la URSS una nueva categoría social que empezaba a funcionar desde el punto de vista económico con reglas diferentes de la economía planificada. El hombre soviético, desde el punto de vista económico y legal, era una persona que tenía un sueldo que recibía del trabajo realizado de forma legal, y las oportunidades de obtener otros ingresos eran mínimas. Es importante señalar que, en el régimen comunista, no estar empleado le ubicaba a uno automáticamente en el ámbito penal y se castigaba por ley. Pero tener ingresos ilegales que no proceden representaba una situación mucho más peligrosa para cualquier ciudadano soviético.

Los castigos eran más duros por recibir ingresos ilegales (el robo de riqueza pública) y, a partir de un cierto nivel, para tales hechos existía incluso pena de muerte. Entre nosotros sea dicho, en los años sesenta, los disidentes eran más tolerados por el poder que los elementos que robaban la riqueza pública . (Y en este caso no me refiero al robo aceptado por el poder como una forma no convencional de pago o ingreso mínimo: el pequeño soborno, el cubo de tomates de un campesino del colectivo, etc.). A pesar de estos castigos, en aquellos años (setenta-ochenta) comenzó a desarrollarse una economía paralela que resultaba difícil de imaginar en el periodo estalinista.

Los primeros que marcaron la batuta fueron los desvalijadores, los especuladores que en los años setenta se reorganizaron y crearon una verdadera red (el mercado negro), seguidos por distintos grupos que realizaban prestaciones de servicios o comerciaban al margen de la ley. Con el paso del tiempo, esta economía alternativa llegó a la cúpula de la élite comunista. Una gran parte de los intelectuales entró en este juego: clases particulares, diferentes servicios, comercio, etc. El intelectual soviético liberal sentía una creciente atracción por los bienes de consumo, cada vez más escasos, pero que se podían conseguir con dinero; para eso, uno debía saber ganar dinero . La maldición de la época era: ojalá que Dios nos ayude a vivir con un solo sueldo. Este campo de la economía alternativa es uno de los más interesantes y significativos de la época comunista en su final, ignorado por completo por los investigadores.

Berezovsky (y toda la élite de la oligarquía rusa de los años 90) es un producto típico de estos fenómenos y, en su biografía, se encuentran presentes todos estos hechos.

Los años noventa: el sueño de oro del neoliberalismo en su juventud o el gran robo como forma de democratización, como legitimación de la lucha por la democracia y extensión del capital

A quien quiera saber más verdades sobre el periodo de comienzo de la transición del comunismo al capitalismo, de la lucha por la democracia y el libre mercado , le recomiendo que no lea los informes de las instituciones oficiales occidentales (FMI, Banco Mundial, la embajada de EEUU, etc.) ni las opiniones de los analistas políticos, expertos y economistas. Es verdad que entre ellos se encuentran excepciones. No digo que no valga la pena en absoluto leerlos, pero invito a no empezar por ellos, porque, en el mejor de los casos, mienten con buenas intenciones. (Se trata de la perversa categoría de texto que no miente, pero que tampoco dice la verdad, como la cámara de cine que usa diferentes ángulos que nos presenta una imagen real, pero una realidad falsa.) Lo mejor es empezar por la lectura de las biografías de los que hicieron las grandes fortunas de la época.

Vale la pena leer incluso sus entrevistas, porque estas personas, no pocas veces, dicen unas verdades cínicas y reconocen muchas cosas por las cuales se imponen como mínimo penas de cárcel de por vida. La historia de estos hombres de negocios de los años noventa, algunos fallecidos de forma prematura y otros convertidos en los pilares de la nueva sociedad, es, de hecho, la esencia y la verdadera historia reciente de la gran ruptura producida en los años noventa. Empezaré por esbozar algunas ideas significativas de la biografía y del discurso del oligarca más importante de los años noventa del este poscomunista: Boris Abramovichi Berezovsky.
Los piratas y el robo como forma de acumulación del capital llamada privatización

Berezovsky queda como el marco genérico y el héroe de la época de comienzo del capitalismo en el espacio soviético. Es el hombre que apareció en el escenario sin dinero, sin capital y se hizo casi con todo: fábricas, bancos, recursos y control político. En los guerreros años noventa, cuando se produjo la transferencia de la propiedad de la mano del estado a las de un pequeño grupo de propietarios mediante los métodos más ilegales y criminales, Berezovsky se convirtió en el líder aceptado de forma unánime. Los tiempos pedían un nuevo héroe y éste llegó bajo el rostro del genio con doble cara , demonio y ángel , como portavoz de este inmenso robo representado por las grandes privatizaciones. Huelga mencionar las técnicas y modos mediante los cuales se hizo dueño de VAZ (la fábrica de coches más importante de la URSS), Sibneft (petróleo), los esquemas piramidales empleados, Aeroflot u ORT (canal nacional de televisión de URSS-Rusia), dado que se pueden encontrar en los medios. Los esquemas no son ni tan complicados ni tan geniales como se dice. La gran privatización, este gran robo poscomunista, sigue siendo un tema tabú en el Este y cuesta creer que alguien plantee este asunto en serio, porque ninguna fuerza política interna o externa lo desea. ¿Por qué? Porque todos los importantes grupos políticos y financieros implicados (internos y externos) se aprovecharon con creces de esta privatización y todos saben que este fenómeno no se basa en ningún elemento legal ni en ninguna política democrática real. Ilegítimo y criminal es decir poco.

Si miramos con más atención el periodo de principios de la transición, podemos observar que, en esta época del capitalismo primitivo, las acciones de los primeros hombres de negocios importantes y de los grupos que iban a tener un papel fundamental en el proceso de las grandes privatizaciones se asemejan de una forma sorprendente a los piratas del Caribe del siglo XVII. Ellos rehicieron el trayecto del comienzo del capitalismo: grupos de personas en nada especiales y mejor dotadas que sus semejantes, se abren camino porque están dispuestas a hacer cualquier cosa para alcanzar el tesoro: el capital.

En este momento, Berezovsky&co cumplieron con la primera ley fundamental del capitalismo, la competitividad sin límites: cuando uno gana, otros pierden, dice cualquier oligarca que se precie. A veces, eso lo reconocen también los ideólogos del neoliberalismo. El oligarca cumplió el sueño liberal de la categoría social a que pertenecía, llegó arriba y fue obligado a pisar muchos cadáveres, incluso de algunos colegas del ideal neoliberal, porque cuando uno gana muchísimo, muchos otros deben perderlo casi todo.

En este contexto, las cualidades consideradas negativas en todas las culturas y épocas se convierten en cualidades positivas, muy apreciadas y respetadas. No en balde, el mundo intérlope y los famosos desvalijadores del espacio soviético se encontraron tan cercanos e implicados en los negocios de las personas que posteriormente se llamarían oligarcas y se convertirían en un emblema de la sociedad. Es la época de la falta de límites y reglas elementales, tal y como sueña cualquier neoliberal honesto. Los años noventa fueron la época de oro del neoliberalismo en su juventud. Pero es una historia antigua: el primer millón se consigue mediante el robo, eso se convirtió en una regla aceptada. El gran problema ya no es el robo, sino su legitimación, post-factum.
Mecanismos de legitimación del gran robo

Los oligarcas no inventaron nada nuevo, simplemente repitieron algunos mecanismos que los países occidentales atravesaron hace tiempo, pero con un periodo de transición algo más largo. La gran tragedia del Este es la falta de tiempo en el maratón para recuperar los retrasos. El Este es un Occidente más pobre, que perdió el disparo de salida y que corre para recuperar el tiempo perdido. Prácticamente, si se mira con atención el periodo estalinista y el periodo de la transición , se observa un fenómeno similar. Stalin quiso realizar la modernización del Estado de una forma rápida y radical para recuperar este desfase. Los reformistas , los restauradores del capitalismo, quisieron lo mismo de forma rápida y radical (convertirse, en pocos años, en los EEUU, si puede ser). Desearon quemar etapas porque no disponían de tiempo. El resultado: mucha sangre y mucho sufrimiento demasiado visible, del que se beneficiaron muy pocos y en el que la gran mayoría perdió. En Occidente, esta sangre y este sufrimiento se distribuyeron en un plazo más largo, y ahora se empujan hacia la periferia, con lo cual son menos visibles.
Discurso

Resulta alucinante escuchar el discurso de legitimación de estos individuos. Este discurso procede del discurso liberal promovido en el periodo soviético y, sobre todo, del discurso neoliberal occidental. La primera tesis utilizada por todos es: el comunismo es malo, el capitalismo es democracia, es decir, lo bueno, y nosotros solo hemos destrozado el comunismo para construir una sociedad mejor. No importa que exista un estado, una sociedad, una legislación, el objetivo legitima cualquier medio, si sirve contra el Imperio del Mal . El discurso de los oligarcas no es diferente en nada del discurso de los intelectuales anticomunistas.

No en balde todos recibieron premios, becas y activaron en revistas y centros con el dinero de los oligarcas. La segunda tesis es mucho más realista: No existe ninguna forma de privatización justa, equitativa (Berezovsky), pero la teníamos a mano porque el estado era débil. Como diría Vîntu (oligarca rumano): defended el estado, que si no lo tomamos-robamos nosotros y ya no podréis actuar contra nosotros . La tercera tesis se basa en una especie de darwinismo social: nosotros hemos metido la mano en los recursos y el poder porque hemos sido capaces, es decir, nos merecemos todo. Y la tesis utilizada más a menudo: lo que nosotros hemos hecho no es nada más que la lucha por el capitalismo, es decir, la lucha por la democracia y los derechos humanos.

Todos los oligarcas importantes se consideran los mejores luchadores por la democracia. La democracia puede ser, en su visión, equivalente a la acumulación del capital y esta ideología se impuso hasta en el último pueblo de Siberia mediante la propaganda controlada por ellos. La tesis central, sin embargo, la representa el conocido discurso neoliberal: mercado libre, desregulación, la mano invisible, sacar al estado del juego económico, etc. Es decir, lo que ocurrió fue un producto natural del capitalismo.
Los medios de comunicación

Berezovsky entendió muy rápidamente que no necesita solo el capital, sino también una herramienta tan importante para la política y economía moderna como los medios de comunicación. Realizó enormes inversiones para crear un imperio mediático a su medida, y con este arma consiguió construirse una imagen nueva para influenciar la política y, sobre todo, propagar una ideología dominante. Si comparamos este artificio con la antigua escuela de propaganda soviética, la última nos parecerá un juego de niños. (Recomiendo la novela más importante que incluye aquella época: La generación P, de Viktor Pelevin.) Casi todos los oligarcas de la época crearon sus medios de comunicación o se acercaron a los que existían, elemento que sigue pasando hoy día, y no sólo en Rusia.
Cercanía y captura del poder del estado

El siguiente paso importante para Berezovsky fue la creación de unos mecanismos de apropiación del poder. Las estrategias fueron múltiples: desde el endeudamiento de las personas o instituciones del estado para facilitar su posterior control, hasta la organización de banquetes y chantajes. Lo cierto es que, en un breve periodo, Berezovsky se convirtió no solo en una persona cercana al Kremlin, sino también en uno de sus estrategas. Al final de la carrera de Boris Yeltsin, Berezovsky llegó a comportarse y a hablar como una persona con poderes totales en Rusia.

Sus gestos y su comunicación de aquel periodo parecen alucinantes hoy día. A veces Berezovsky hablaba de los hombres más importantes de estado como si se tratara de unos peones o empleados suyos. De hecho, Berezovsky introdujo este tipo de management político en Rusia, donde el político se ve como una especia de business que se subordina a unas reglas controladas por un boss. Conforme a su visión, el estado se convertía en una compañía cualquiera. Cuando Berezovsky se confundió con el poder, dejó de necesitar legitimación. Pero fue en este momento cuando aparecieron también algunos cambios.

Con Yeltsin en un estado avanzado de degradación (enfermedad, alcoholismo, etc.), se planteó su relevo del poder. La paradoja es que una de las personas clave que designaron el modelo del nuevo dirigente fue el mismo Berezovsky. Putin llegó al poder, en cierta manera, por la implicación de Berezovsky. De los textos y testimonios de las personas involucradas en la elección del sucesor de Yeltsin, el nombramiento y la selección de Putin se parece de forma clara a la selección de un top manager en una multinacional. Y este aspecto no es una mera casualidad.
Berezovsky cara a cara con Putin o de la piratería a la empresa

A finales de la década de los noventa y al comienzo de 2000, aparecieron los primeros signos de cambio. Berezovsky, el valiente corsario del capitalismo ruso, pareció sentir este aire de cambios, pero no vislumbró el ocaso del tiempo del capitalismo romántico, de la piratería aventurera. El capital tiene su trayectoria y el romanticismo resultaba cada vez más perjudicial. Tras un periodo romántico y eufórico-violento, el capitalismo entró en su periodo conservador y burocratizado, cuando necesitaba estabilidad y orden. Aunque no nos guste hablar del carácter oligarca del capitalismo ruso y de la oligarquía rusa, debemos constatar que ese periodo duró alrededor de diez años. Por suerte y por distintas razones, la oligarquía rusa no consiguió mantenerse en el poder más tiempo.

La época romántica de los oligarcas no podía durar demasiado, por varias sencillas razones. La burguesía construida en el comunismo y poscomunismo, es muy burocrática y establece una relación estrecha y de filiación con las estructuras de estado. Este aspecto es visible en los países europeos poscomunistas, que forman una periferia del capitalismo occidental, y, sobre todo, en los países dependientes de una economía que se basa en la exportación de materias primas. El segundo factor se relaciona con la antigua construcción del estado y la estructura de las categorías sociales: los estados comunistas fueron estados sociales con niveles de educación media bastante elevados. A estos estados, aunque se encuentren en quiebra, uno no puede arrojarlos al tercer mundo .

El desmantelamiento radical de este estado y de sus estructuras aumentaba de forma elevada el riesgo de revueltas o incluso de una guerra civil. En aquella época, las categorías intelectuales más importantes, desde el intelectual hasta el obrero y el campesino, perdieron la estabilidad y los ínfimos privilegios de los que gozaban. Se bloquearon todos los mecanismos de mínima protección social, de acceso a los recursos y cargos y se destrozaron todos los ascensores sociales. El acceso a la salud, educación, protección social, derechos sociales y, sobre todo, el acceso al trabajo profesional, especializado se convirtieron en el lujo y privilegio de una élite. El país sufrió un terrible retroceso, y existía un inmenso riesgo de que las categorías sociales mencionadas no pudieran soportar las fracturas y presiones radicales. Los nuevos dirigentes se volvieron conscientes de los riesgos internos que podían surgir, dado que Rusia tiene una importante tradición en este tipo de revueltas y guerras.

A finales de la década de los noventa, asistimos a un conflicto entre los intereses de los pioneros del capitalismo poscomunista, estos piratas románticos dedicados al robo en sus formas más espectaculares y aventureras, a veces seguidas por crímenes y luchas callejeras, y la lógica fría, empresarial-burocrática de una nueva etapa del capitalismo. La lógica individualista agresiva perdía su fuerza y poder ante la lógica del interés corporativista y burocrático mediante el cual el capital empezaba a imponerse como una lógica de clase mucho más extensa y superior a la lógica individualista de los pequeños grupos.

Esta época coincide con la llegada al poder del nuevo líder de Kremlin, Vladimir Putin. El Kremlin entendía que solo podía reforzar su poder negociando con los grupos influyentes y agresivos, y una gran parte de estos grupos entendían que por su interés valía la pena renunciar a una parte del capital y de los privilegios para garantizar una especie de paz que asegurara el paso a una nueva etapa. Los historiadores dicen que, para poner algo de orden, Putin convocó y negoció con todos los oligarcas del país y les propuso el rescate por parte del estado de los sectores estratégicos (sobre todo el energético). A cambio, además de dinero, el estado les ofrecía legitimidad, acceso libre a todos los sectores económicos y, por supuesto, libertad. Casi todos los héroes de la década de los noventa entendieron que comenzaba una nueva etapa y aceptaron este acuerdo.

De esta manera, el estado consiguió recuperar algunos sectores estratégicos, como los recursos energéticos, con las cuales construyó una especie de capitalismo de estado (pero sólo en este sector; en los demás sectores aplicaron el neoliberalismo), y que, posteriormente, se convirtieron en un arma estratégica importante tanto en el plano interno como en el externo. A partir de ganancias fabulosas, el estado podía asegurar una mínima paz social mediante la redistribución de la riqueza y el gigante Gasprom se convirtió en un arma política geoestratégica que ayudó a Rusia a levantarse .
Final de la historia

Berezovsky se situó del otro lado de la barricada (al lado de Hodorkovski, Gusinsky&co) y eligió la vía del exilio londinense, como el peor enemigo de Putin . No obstante, se convirtió en un enemigo muy cómodo para Putin y, a la vez, en un aliado útil para Occidente. La propaganda interna le construyó una imagen de Mefistófeles, el personaje malvado que robó a la Mama-Rusia, acusado de todos los males habidos y por haber. A su vez, los occidentales le construyeron una imagen positiva, pero controvertida y lo utilizaron como ariete propagandístico contra el Kremlin. Desde su mansión de Londres, Berezovsky asumió de forma declarada el papel de primer opositor del despotismo de Putin , de luchador por la democracia y los derechos humanos, construyó su imagen de refugiado, demócrata, y se convirtió en una verdadera víctima del dictador de Kremlin . Escenificó a la perfección ambos papeles.

En el último periodo, resultaba cada vez más evidente que el pirata de los años noventa, aquel genio de los trapicheos , no consiguió adaptarse al capitalismo desarrollado que jugaba con otras reglas. Este capitalismo sabía tomar por asalto los navíos movedizos del capitalismo primitivo y no tenía paciencia con la zona inestable del capitalismo burocrático y corporativista. Berezovsky, como cualquier verdadero pirata, gastó su fortuna con la misma rapidez con la que la hizo, sin volverse demasiado feliz. La historia dice que una gran parte de su fortuna fue copada mediante distintas estafas por sus alumnos-seguidores, que hoy día se encuentran esparcidos por el mundo y son inversores respetables y pilares de las sociedades civilizadas.

En su última entrevista (en Forbes), se observa que Boris Abramovichi ya se encuentra en estado de depresión y que cada vez se siente más desvalido. Le escribe una carta a Putin, le suplica el perdón y el indulto para que pueda regresar a Rusia. Sus conclusiones, al final de su vida, son sencillas: no se creyó que no podía vivir fuera de Rusia, que infravaloró a Rusia y al Este y sobrevaloró a Occidente. Pero lo que me resulta más interesante es su conclusión: no debía haber abandonado Rusia, a pesar del castigo que se le hubiera asignado. El entrevistador afirma: si se hubiera quedado en Rusia, habría recibido el mismo castigo que Hodorkovsky (el embargo de su fortuna y la pérdida de la libertad). Berezovsky medita y concluye: «Hodorkovski lo perdió todo, pero no perdió lo más importante, el sentido de su lucha, de su vida. Yo, aquí en Londres, he guardado mi libertad y mi fortuna, pero perdí el sentido, no tengo por qué luchar. Aquí he perdido el sentido de mi vida.» Parece ser que el exilio y la cárcel convierten a los antiguos hombres del poder en verdaderos sabios.

Poco a poco, los héroes de la década de los noventa nos abandonan y apenas ahora comenzamos a recoger los frutos del caos, del desastre social, económico y político de aquellos años. Y es solo el comienzo de la primavera.
 (*) Vasile Ernu (1971, URSS) es escritor y publicista. En el Reino de España se ha publicado su libro Nacido en la URSS, Foca Ediciones (Akal), 2010.

29
May
13

Lula Da Silva

 

Entrevista a Luiz Inácio Lula da Silva
“Yo era un indeseable que llegué a una fiesta a la que nadie me había invitado”
Página 12
 

Luiz Inácio Lula da Silva es un ser práctico, intuitivo, que busca la resolución concreta de los problemas. Fue en buena medida por eso que se desarrolló en Brasil un complejo proceso de articulación política que tornó posible la prioridad de lo social y la promoción de políticas igualitarias, la soberanía externa y la recuperación del papel activo del Estado en la construcción de los derechos ciudadanos.

–¿Cuál es su balance de los diez años de gobierno del Partido de los Trabajadores?

–Creo que estos últimos diez años forman parte del mejor período que vivió Brasil en muchas décadas. Si analizamos las carencias que todavía existen, podemos reconocer que aún queda mucho por hacer para garantizarle a nuestro pueblo la conquista plena de ciudadanía. Pero si analizamos lo que hicimos, observaremos que otros países no consiguieron, en treinta años, hacer lo que nosotros conseguimos hacer en una década. Quebramos tabúes y prejuicios establecidos. Y algunas verdades se esfumaron. Primero probamos que era plenamente posible crecer distribuyendo riqueza, que no era necesario esperar el crecimiento para distribuir. Segundo, que era posible aumentar los salarios sin inflación. Durante los últimos diez años, los trabajadores tuvieron un aumento real en sus ingresos, el salario mínimo creció casi 74 por ciento y la inflación estuvo controlada. Tercero, durante esa década aumentamos nuestro comercio exterior y aumentamos nuestro mercado interno sin que eso entrase en conflicto. Antes decían que no era posible que crecieran al mismo tiempo el mercado externo y el mercado interno. Esos fueron algunos tabúes que rompimos. Y, al mismo tiempo, hicimos una cosa que yo considero extremadamente importante: probamos que poco dinero en mano de muchos es distribución de la riqueza y que mucho dinero en mano de pocos es la puerta para todo tipo de injusticias.

–¿La ruptura de esos tabúes fue percibida por la sociedad?

–Creo que mucha gente de clase media y rica terminó entendiéndolo. Quienes ironizaban sobre el Programa Beca Familia, el aumento del crédito para la agricultura familiar, el programa Luz para Todos y otras políticas sociales que desarrollamos, aquellos que los despreciaban diciendo que eran limosna, que eran mero asistencialismo, percibieron que fueron esos millones de personas, cada quien con un poquito de dinero en la mano, los que comenzaron a dar estabilidad a la economía brasileña. Hicieron que creciese, que generase empleo y más riqueza. Es una lógica que todo el mundo debería conocer. ¿Qué país del mundo va a crecer si su pueblo no tiene poder de compra? Desde el punto de vista económico, creo que nosotros marcamos una nueva trayectoria en la vida brasileña.

–¿Cuál es el gran legado de estos diez años de gobierno?

–Recuperamos el orgullo personal, el orgullo propio, la autoestima. Conquistamos cosas que antes parecían imposibles. Pasamos a ser más respetados en el mundo: la gente mira hoy a Brasil y no ve sólo chicos de la calle, Pelé o el Carnaval. Sabe que Brasil tiene gobierno, que este país tiene política, que este país pasó a ser tratado como referencia para muchas cosas que fueron decisivas en el mundo. Llegaremos al 2016 como la quinta economía del mundo. Pero lo más importante es tener en claro que el mayor objetivo de Brasil no es ser la quinta o la cuarta economía mundial. Es importante mejorar día a día la calidad de vida del pueblo brasileño, desde el punto de vista del salario, de la vivienda, del saneamiento básico o de la educación. Ya no nos tratan más como ciudadanos de segunda clase. Recuperamos el placer y el gusto de ser brasileños. El gusto de amar a nuestro país.

–¿Qué es lo que le produce más orgullo de todo lo que hizo en su gobierno?

–Siento mucho orgullo, en este caso es un orgullo muy personal, hasta un poco de vanidad, por pasar a la historia como el único presidente que no tuvo diploma universitario, pero creó más universidades en este país. Creamos 14 universidades nacionales nuevas, 126 nuevos campus universitarios y 214 escuelas técnicas superiores. Esto entre 2003 y 2010. Ayer recibí la carta de un señor que agradece la formación de su hijo, en Biomedicina. Es un chofer de ómnibus y también él está estudiando Derecho. Los dos pudieron cursar estudios universitarios gracias al Programa Universidad para Todos (Prouni). Pienso que esas cosas pasaron porque, en su sabiduría, el pueblo consiguió después de tanto tiempo, de tantos prejuicos, probar que uno del pueblo podía gobernar este país. Pudimos concretar aquellas tres promesas de mi discurso de asunción: “Primero voy a hacer lo necesario, después voy a hacer lo posible y, cuando menos lo imagine, estaré haciendo lo imposible”. Lo sagrado es no tener miedo de conversar con el pueblo. Cuando tenés un 92 por ciento de aprobación en las encuestas de opinión pública, quizá no necesitás conversar con el pueblo. Necesitás conversar con el pueblo cuando las papas queman, cuando estás siendo acusado, acorralado. Lo necesitás porque cuando conversás con el pueblo y lo hacés mirando a cada uno a los ojos, ellos saben distinguir qué es mentira y qué es verdad. Y quién está de qué lado en toda esta historia.

–¿La reacción de la oposición y de ciertos sectores de la prensa a los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT) son desproporcionadas frente a esos resultados?

–En 1979, cuando surgió la bandera de la lucha por la libertad de organización política, posiblemente yo era la única referencia nacional unánime del movimiento sindical. Recuerdo que por primera vez hablé de la necesidad de creación del Partido de los Trabajadores en un encuentro en Sao Bernardo do Campo. Cuando finalmente lo fundamos, dijeron que no sería posible tener un partido con las características del PT, creado y dirigido por trabajadores. Después dijeron que no pasaríamos de una cosa pequeñita, linda y radical. Y nosotros no nacimos para ser bonitos ni radicales. Nacimos para tomar el poder.

–Pero también el PT nació para ser radical…

–El PT era muy rígido, y fue esa rigidez la que le permitió llegar donde llegó. Sólo que, cuando un partido crece mucho, entra gente de todas las especies. O sea: cuando uno define que va a crear un partido democrático de masas, al partido puede ingresar un cordero y puede ingresar un jaguar. Pero el partido llega al poder. Nuestra llegada al poder no fue vista por la actual oposición como una alternancia beneficiosa para la democracia. Ellos no lo vieron así. Yo era un indeseable que llegué a una fiesta a la que nadie me había invitado. Lo cierto es que entramos a la fiesta. Y lo peor para ellos: gobernamos bien. Así fue que intentaron usar el episodio del mensalao para acabar con el PT y, obviamente, terminar con mi gobierno. En esa época, había gente que decía: “El PT murió, el PT se terminó”. Pasaron seis años y quienes se acabaron fueron muchos de los partidos de oposición. El DEM ni sé si existe más. Creo que no. El Partido de la Socialdemocaracia Brasileña está intentando resucitar al “joven” Fernando Henrique Cardoso porque no creó liderazgos y no promovió nuevos cuadros. Estas cosas supongo que aumentan el resentimiento contra nosotros. Sin embargo, las elites nunca ganaron tanto dinero como durante mi gobierno. Ni las emisoras de televisión, que estaban casi todas quebradas. Ni los periódicos, que también estaban casi todos quebrados cuando asumí. Las empresas y los bancos nunca ganaron tanto. Pero los trabajadores también ganaron. El trabajador sólo puede ganar si a la empresa le va bien. No conozco, en la historia de la humanidad, un momento en que a una empresa le vaya mal y sus trabajadores consigan conquistar alguna otra cosa que no sea el desempleo.

–¿Por qué esto no se traduce en un análisis favorable de los gobiernos de Lula y Dilma por parte de la prensa brasileña?

–Este país está andando bien, pero es verdad que eso no se ve en la prensa. Es increíble. Una vez el ex presidente de Portugal Mário Soares vino a Brasil a hacerme una entrevista. Cuando llegó traía Le Monde, Der Spiegel, el Financial Times y muchas otras revistas y periódicos internacionales. Me dijo: “Lula, estoy enloquecido. Vengo de un continente en que todos sólo hablan bien de Brasil. Pero cuando llego aquí leo la prensa brasileña y dice que en este país nada anda bien”. Una parte de la prensa nacional parece querer sustituir a los partidos políticos. O sea, el debate que debería hacerse en el Parlamento, entre los partidos y por la sociedad, está siendo monopolizado por la prensa. Es realizado solamente por algunas redacciones y, dentro de ellas, por algunos pocos columnistas que intentan fingir que no son políticos, que son imparciales. Creo que eso es malo, muy malo. Intentar negar la política es un desastre. Es un error que puede ser cometido tanto por la derecha como por la izquierda. No sirvió en ningún lugar del mundo porque lo que vino después fue peor. Feliz la nación que tiene como interlocutores instituciones fuertes, sean ellas partidos, sindicatos, iglesias o movimientos sociales. Cuanto más fuertes sean las instituciones y los movimientos sociales, más fuerte será la democracia y más garantías tendrá. Y es esto lo que los sectores conservadores no comprenden.

–Lula, Brasil cambió en estos diez años y cambió para mejor. Y usted, ¿en qué cambió?

–Una de las cosas buenas de la vejez es sacar provecho de lo que te enseña la vida. La vida me enseñó mucho. Fundar un partido en las condiciones en las que lo hicimos fue muy difícil. Ahora que es un partido grande, todo es más fácil, pero yo viajaba de Norte a Sur de Brasil para hacer asambleas con tres o cuatro personas. Salía de San Pablo para Acre, en el extremo Norte, para hacer una reunión con diez personas o para convencer a Chico Mendes de que entrara en el PT. Era muy difícil hacer caravanas, viajar para el Nordeste, tomar un ómnibus, estar una semana caminando, haciendo reuniones al mediodía, con un sol terrible, explicando lo que era el PT para que la gente se afiliara. Yo cambié. Cambié porque aprendí mucho, pero continúo con los mismos ideales. Creo que sólo tiene sentido gobernar si uno consigue hacer que las personas más pobres tengan más oportunidades. Las personas necesitan solamente de oportunidades. Teniendo oportunidad, todo el mundo puede ser igual. La gente sólo necesita una chance. Creo que empezamos a hacer esto en mi gobierno. Pero la tarea no está terminada. Uno no cambia generaciones de equívocos en pocos años. Necesita tiempo para poder hacerlo. Creo que el camino que elegimos es el correcto.

–Y el PT, ¿cambió?

–Existen dos partidos de los Trabajadores. Uno es el PT del Congreso, de los parlamentarios, el PT de los dirigentes. Otra cosa es el PT de la base. Yo diría que el 90 por ciento de la base del PT continúa igual a lo que era en 1980. Sigue queriendo un partido que no haga alianzas políticas, pero al mismo tiempo sabe que, para ganar, tiene que hacer acuerdos. Es una base muy exigente, muy solidaria y todavía desconocida por parte de la elite brasileña que conoce el PT sólo superficialmente. El PT es muy fuerte en los movimientos sociales y en el interior del país. Esa fortaleza no siempre se expresa en la cantidad de votos. Pero también está el PT de las elecciones. En Brasil, o hacemos una reforma política o la política va a tornarse más perversa de lo que ya fue en cualquier otro momento. Es necesario que las personas entiendan que no solamente deberíamos tener financiamiento público de la campaña, como también debería ser un delito el uso de dinero privado. Que es necesario hacer el voto por lista, para que la pelea se dé internamente en los partidos. Podríamos tener un modelo mixto (un voto puede ser para la lista, el otro para el candidato). Lo que no se puede es continuar como está actualmente. El PT necesita reaccionar e intentar poner la reforma política en la agenda pública. Algunas veces tengo la impresión de que los partidos políticos son un negocio, cuando, en rigor, deberían ser una institución extraordinariamente importante para la sociedad. La sociedad tendría que creer en los partidos y participar en ellos.

–¿Entonces el PT no necesariamente cambió para mejor?

–Cambió porque aprendió la convivencia democrática en la diversidad. Pero también creo que, en muchos momentos, el PT cometió las mismas desviaciones que criticaba en los otros partidos políticos. Ese es el juego electoral que está en danza: si el político no tiene dinero, no puede ser candidato y no tiene cómo ser elegido. Si no tiene dinero para pagar la televisión, no hace campaña. El PT tiene que aprender que, cuanto más fuerte sea, debe tornarse más serio y riguroso. El PT necesita volver a creer en los valores en que creíamos y que fueron banalizados por la disputa electoral. Yo, sinceramente, creo que éste es el tipo de legado que tenemos que dejarles a nuestros hijos y a nuestros nietos. Probar que es posible hacer política con seriedad. Uno puede jugar el juego político, puede hacer alianzas, puede hacer coaliciones, pero para hacer política no necesita establecer una relación promiscua con nadie. El PT necesita volver urgentemente a tener esto como un horizonte propio, como un ejercicio práctico de la democracia.

–¿Qué lamenta de esta última década?

–Si hay un ciudadano que no puede quejarse por estos últimos diez años, soy yo.

Fuente original: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-220222-2013-05-17.html

28
May
13

imagenes de Solari y Amado en reyerta interna

Fernando Amado y Luis Solari fueron protagonistas de fuerte discusión. Foto: Leonardo Carreño.

El «rebelde» diputado Amado es atacado por el viejo cuadro de la derecha reaccionaria del Partido Colorado, el senador Solari; la reyerta es provocada por los cargos departamentales cuyo pre acuerdo con el otro partido de la derecha criolla de Uruguay -el Partido Nacional- trae como consecuencia de ello estas disputas.

Dicho acuerdo tiene como premisa, el anti frenteamplismo progresista que gobierna Montevideo desde 1989 y desde el 2005 en todo el país: ESO ES ¡ IMPERDONABLE ! PARA LA DERECHA SISTÉMICA.

28
May
13

Cuba

 

 

 
Cubanos de alquiler
 
Desde 1960, los millones repartidos anualmente por Estados Unidos para reconquistar Cuba han creado más personajes de ficción que todos nuestros novelistas.

Todo empezó con la consigna de la CIA de que los atentados, los asesinatos, las invasiones, la guerra bacteriológica, las campañas de difamación y todo tipo de terrorismo contra Cuba debían ser plausibly deniable : cometer salvajadas haciéndose los bobos, mediante cubanos alquilados a los que había que consagrar como héroes reales.

Unos días antes de la invasión de Playa Girón, la revista Times lanzó (con foto de portada) al honorable profesor Miró Cardona como «líder de los rebeldes». Times publicó también una arenga de oficina que, ella sola, era suficiente para que los carboneros en harapos de la Ciénaga de Zapata, esclavizados en el fango hasta que la Revolución los dignificó, recibieran a tiros al líder de Times: » ¡A las armas, cubanos, que es preciso vencer para no morir asfixiados en la esclavitud!», exhortaba el profesor Cardona.

Los expedicionarios de alquiler, muchos de los cuales morirían matando milicianos, ni siquiera habían visto a aquel glorioso líder de ida y vuelta ni a su gabinete de postalita, cuyo valor histórico consistía en solicitar a tiempo la intervención arrasadora del ejército norteamericano. Veinte meses después de la derrota de Girón, los compañeros en armas de Cardona (que desertaron sin honor de la Jefatura de la invasión cuando sus subordinados aún combatían en Girón y San Blas) entregaron solemnemente al presidente Kennedy (su jefe máximo) la bandera de la Brigada 2506 en un patriótico acto de masas en Miami. Emocionado, Kennedy prometió que aquella gloriosa insignia, que había ondeado sobre el zafarrancho y la sangre de Playa Girón, sería devuelta a los cubanos «en una Habana libre».

Esas palabras retumbaron en el mundo entero, pero aquel trapo no era más que otra imagen viviente de la fabricación de símbolos fulleros en la historia de la reconquista de Cuba, ya que jamás ondeó en ningún combate sino que está históricamente comprobado que fue confeccionada, a la carrera, en una casa de la sagüesera poco antes del magno acto.

Las palabras vinculantes de Robert Kennedy 1 consolidaron desde entonces el uso de los símbolos esperpénticos cuando afirmó que la reconquista de Cuba (el eufemismo de la época era the Cuban problem ) constituía «la máxima prioridad de los EE UU –todo lo demás es secundario– y en ello no ahorraremos ni tiempo, ni dinero ni esfuerzos ni mano de obra».

Esa prodigalidad vació de dignidad no sólo a la contrarrevolución pura y dura, la de las bombas y las infiltraciones armadas, sino también a los próceres de la oposición en su condición de mano de obra alquilada. Contra toda lógica, esa vieja estrategia generadora de impostores no ha cambiado. Desde enero de 2001 a noviembre de 2012, sólo la Oficina de Transmisiones para Cuba ( Offic e of Cuba Broadc a sting ) repartió 6,781,861.30 de dólares entre artistas, escritores y periodistas para que aborden los asuntos cubanos de manera que contribuya a alcanzar los objetivos de la política exterior norteamericana.

El periodista Tracey Eaton 2 exigió que la USAID (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional) mostrara las cuentas del dinero destinado a los cubanos de alquiler en los últimos años. La USAID respondió tachando muchos nombres de personajes financiados ( Plausibly deniables ). Pero aun así, las cifras que mantienen vivos a esos entes de ficción política es impresionante: desde 2007, EE UU ha destinado 94 millones de dólares para convencer al mundo de la necesidad de derrocar al gobierno de Cuba.

Al que quiera hacerse una idea de la magnitud de ese dineral, le basta con visitar la página web de la NED, National Endowment for Democracy 3 : sólo en 2011, un millón quinientos ochenta y nueve mil novecientos quince dólares fueron repartidos entre organizaciones fantasmas e individuos igualmente espectrales, que luchan por la reconquista norteamericana de Cuba a espaldas de los propios cubanos. Eso sin contar los libelos que machacan la misma noticia, maltratando la inteligencia con textos de un nivel muy bajo. Los que escriben en publicaciones como Diario de Cuba , Encuentro en la Red y Cuba Net ejercen, en su calidad de becados de una potencia extranjera, una independencia de pacotilla. Si los subsidios de Estados Unidos desaparecen, se esfuman ellos. Por lo tanto dicen lo que los financiadores necesitan oír.

M uchos diplomáticos europeos, obligados por sus gobiernos a amamantar a toda una clientela de disidentes alquilados, se preguntan: ¿cómo es posible que unas cantidades tan desorbitadas, extraídas del bolsillo del contribuyente estadounidense (y ahora también de los bolsillos de un contribuyente europeo cada vez más depauperado) no consigan más que fabricar tahúres de los derechos humanos y escribidores ajenos a los verdaderos problemas del país? ¿De verdad se logrará el ansiado cambio de régimen en Cuba mendigando financiación política en las embajadas, coordinando las acciones con la Sina (Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana) e inflándolo todo en Radio y TV Martí, esos engendros de Ronald Reagan que son propiedad de un gobierno extranjero?

El caso de Yoani Sánchez se inscribe en esta larga tradición rutinaria de fabricación de ficciones anticastristas. Cuando Sánchez empezó con su blog, era un placer leer a una joven que odiaba ferozmente a la Revolución y que lo describía todo como quien ve la realidad a través de un tubo. Pero lo hacía con una prosa limpia que me encantaba. Ella mentía por omisión pero aún no por encargo. Hoy en día Sánchez ha sido tristemente obligada a ponerse en la fila de los demócratas criollos de mentirita. Inflada de premios y agasajos, ha dejado de ser periodista para convertirse en una señora adinerada que miente por omisión y por encargo. Como una politiquera más, Sánchez acomoda su discurso a las exigencias de mano de obra de la que hablaba Robert Kennedy.

Sánchez no puede analizar la brutalidad del bloqueo. No puede hablar del centro de torturas de Guantánamo. No puede hablar del terrorismo contra Cuba ni analizar el por qué real del tozudo apoyo a la Revolución que existe en lo más hondo de la Nación. Mientras ella misma y la gente a su alrededor se benefician con los cambios estructurales que el Gobierno está implementando, Sánchez está obligada a negarlos con una actitud patéticamente parecida a la de los perritos que ladran por principio.

Y quien sabe si ya alguien en la Casa Blanca le tiene reservado el honor histórico de recibir la gloriosa bandera falsa de la Brigada de Asalto 2506, tal y como lo prometió Kennedy, en «una Habana libre». Es decir cuando Cuba pase al fin por el aro «y vuelva a la normalidad».

1 Politics of illusion. The Bay of Pig Invasion Reexamined, Lynne Rienner Publishers ,1998

2 http://cubamoneyproject.org/

3 http://www.ned.org/where-we-work/latin-america-and-caribbean/cuba

27
May
13

Stephen Hawking

 

 
Cómo Cambridge trató de ocultar el boicot de Stephen Hawking a Israel
 
Principia Marsupia
 

La élite israelí sabía que el boicot de Stephen Hawking a la Conferencia Presidencial representaría un duro golpe mediático contra el país. Este evento anual reúne a lo más selecto de la sociedad israelí: políticos, empresarios, periodistas, académicos y altos mandos del ejército.

Hawking es, según todas las encuestas, el científico vivo más conocido del planeta. Su denuncia de las políticas contra los palestinos llegaría a las portadas de los periódicos más influyentes del mundo y se convertiría en la victoria mediática más significativa del Movimiento para el Boicot a Israel.

La Universidad de Cambridge trató de negar la información y aseguró que la decisión de Hawking estaba motivada únicamente por “razones médicas”. Horas después, se vieron obligados a pedir disculpas y reconocer que Hawking se había unido al boicot académico a Israel.

En esta entrada voy a intentar explicar los extraños movimientos que sucedieron en aquel intervalo.

*****

Durante dos años trabajé como investigador en la Universidad de Cambridge y allí conservo muchos amigos. Hacia las 6 de la mañana del martes 7 de mayo recibí la llamada de uno de ellos, contándome que Hawking había decidido unirse al boicot académico a Israel y que la noticia estaba corriendo por los círculos académicos de Cambridge.

Estaba claro que aquello iba a ser un bombazo informativo. Me lancé al ordenador y descubrí (con cierta decepción) que Matthew Kalman ya había subido la exclusiva a la página web de The Guardian. Nadie llevaba todavía la noticia en castellano, así que decidí publicar en este blog una entrada al respecto.

A las 12 de la mañana, la exclusiva de The Guardian ya se había compartido más de 40.000 veces en Facebook, todos los periódicos israelíes abrían sus ediciones digitales con la noticia y “Hawking” era trending topic global en Twitter.

Entonces llegó la sorpresa. Tim Holt, el director de comunicación de la Universidad de Cambridge, hizo público el siguiente comunicado:

“El profesor Hawking no asistirá a la conferencia en Israel en junio debido a razones médicas. Sus doctores le han aconsejado no volar”.

¿Que estaba ocurriendo? ¿Nuestras fuentes estaban equivocadas? ¿El apoyo de Hawking al boicot a Israel era un bulo?

Volví a llamar a mis colegas de Cambridge. Ellos me aseguraban que la información era correcta, así que decidí mantener mi post. Tenía además otro motivo para confiar en la veracidad de la noticia: después del comunicado de Cambridge, el Comité Británico para las Universidades en Palestina (BRICUP) siguió manteniendo en su web la versión del boicot. Si la noticia, -que ya estaba en todos los periódicos del mundo y era la más importante que el BRICUP había anunciando nunca- resultaba ser falsa, ellos habrían perdido para siempre toda su credibilidad.

La cosa empezó a aclararse a primeras horas de la tarde. A las 16h, Matthew Kalman, el periodista que había publicado la exclusiva en The Guardian, escribió el siguiente tweet:

“Para aquellos que dudaban de mi noticia sobre Hawking: la he vuelto a confirmar. En breves instantes, Cambridge volverá a emitir un comunicado”

En efecto, a las 18h, Tim Holt, el portavoz de Cambridge que había asegurado que la cancelación se debía a razones médicas, hizo pública una nueva versión de los hechos:

“Hemos recibido la confirmación que el profesor Hawking había anunciado al comité organizador de la conferencia israelí su decisión de no asistir basada en una petición realizada por académicos palestinos.”

Pero, ¿por qué la Universidad de Cambridge había anunciado primero una versión y luego otra?

Después del desmentido inicial de la Universidad, alguien filtró al periodista Matthew Kalman una serie de emails entre la oficina de Hawking y Tim Holt. Esos emails demuestran que la Universidad de Cambridge sabía desde el principio que el motivo de Stephen Hawking era unirse al boicot académico a Israel. Pero Cambridge decidió mentir, hasta que Kalman llamó por teléfono a Tim Holt y le anunció que tenía los emails en su poder.

Fuente original: http://www.principiamarsupia.com/2013/05/13/como-cambridge-trato-de-ocultar-el-boicot-de-stephen-hawking-a-israel/

26
May
13

Guatemala … justicia infinita

la condena de un genocida

Vivan la verdad y la justicia, viva el pueblo guatemalteco

De muy cerca seguimos desde las páginas de LA REPÚBLICA el juicio que desde el mes de marzo se estaba llevando a cabo contra el genocida Ríos Montt. En mis artículos manifestaba mi preocupación acerca de todas las presiones que existían contra los jueces para que se absolviera al genocida.

Pero el pasado 10 de mayo es un día que quedará en la más rica historia del pueblo guatemalteco: el Tribunal Primero de Alto Riesgo sentenció al genocida a 80 años de prisión, 50 de ellos por genocidio y 30 más por delitos contra los deberes de la humanidad.

La tensión vivida por los familiares de las víctimas fue tremenda, al igual que la de cada uno de los testigos, que con inconmensurable valor en sus declaraciones demostraron las atrocidades perpetuadas a la etnia Ixil, 1.771 asesinatos bajo la presidencia de Ríos Montt entre 1982 y 1983.

En las distintas audiencias existieron declaraciones que vale la pena conocer, tanto del genocida como de los testigos a favor de las víctimas.

Ríos Montt: “Me declaro inocente, nunca he tenido la intención, el propósito de destruir a ninguna etnia nacional (…). No soy genocida. (…) Nunca autoricé, nunca firmé, nunca ordené que se atentara contra una raza, una etnia o una religión. ¡Nunca lo hice! (…) La maldición que ha tenido Guatemala es la confrontación entre hermanos, y eso se lo debemos a la URNG (ex guerrilla). (…) “Me presenté voluntariamente ante el MP (Ministerio Público, fiscalía) porque no quería que me llamaran genocida. No soy genocida”.

Su ex jefe de Inteligencia: “Ver el desfile de tanto testigo contando todos sus pesares abrió mi corazón porque soy cristiano, pero también tengo la necesidad de aclarar que yo no mandé hacer eso”.

Sus acusadores: “Ellos (los soldados) me violaron y yo tenía seis meses de embarazo. A los 15 días ocurrió el parto pero mi hijo ya estaba muerto cuando nació”, narró una indígena, con el rostro cubierto con un manto de colores.

“La cabeza (de una anciana) la usaban (los soldados) como pelota, nunca se me ha olvidado y nunca se me va a olvidar”, recordó el testigo Julio Velasco, quien en esa época era un niño de ocho años.

“A órdenes del mayor (en ese entonces) Tito, conocido como Otto Pérez Molina, y otros oficiales coordinaron la quema y el saqueo de la gente para luego ejecutarla” en una aldea indígena, afirmó Hugo Leonardo Reyes, ex miembro del cuerpo de ingenieros del Ejército, incriminando al actual gobernante, quien rechazó esa acusación.

El presidente Otto Pérez: “En Guatemala no hubo genocidio”.

El abogado defensor de Ríos Montt, Francisco García, a los jueces: “Ustedes no son superiores a la ley. No voy a descansar hasta verlos tras las rejas”.

Marylena Bustamante, activista de derechos humanos: “Ríos Montt es asesino (…). Ríase, general, pero los gusanos lo vomitarán por asesino”.

La Premio Nobel de la Paz 1992, Rigoberta Menchú: “Hace muchos años, esto (el juicio) era impensable y esto significa que la Justicia guatemalteca debe dignificarse y se va a dignificar”.

Al fin se hizo justicia, no hay dudas: Ríos Montt será trasladado a la cárcel del Cuartel general de Matamoros.

Seguramente su defensa intentará apelar la sentencia, pero lo real, hoy, es que hubo un gran triunfo del conjunto de los luchadores sociales que en forma ininterrumpida durante todos los años de impunidad no se dieron por vencidos.

Este ejemplo lo debemos seguir todos y cada uno de los países de nuestro continente, y no podemos parar ni un solo minuto hasta que todos y cada uno de los genocidas y sus colaboradores terminen pagando sus culpas.

Gracias, luchadores guatemaltecos, por este ejemplo de consecuencia y valor.

25
May
13

editorial de El Popular de Uruguay

viernes, 24 de mayo de 2013

Abriendo murallas

Editorial El Popular-Uruguay-DDHH.

 
 
 
 
Se realizó la 18 Marcha del Silencio, esta vez con la consigna: “En mi patria no hay justicia, ¿quiénes son los responsables?”. Una vez más fue multitudinaria, casi de aluvión. Emociona ver como empieza a llegar la gente, como se junta en torno a Rivera y Jackson. Los Familiares de Desaparecidos despliegan sus fotos, sus queridas fotos, como hace varios años, rodeados de los gurises de Hijos y de la FEUU, que serios se organizan tomados de las manos para abrir el paso.
La columna humana se va organizando lentamente y desde las veredas otras oleadas de mujeres y hombres observan con respeto y se suman al final, en un orden voluntario, sin necesidad de ninguna disposición especial. Este año hubo algunas novedades, una concentración previa de decenas de estudiantes de secundaria, en el IAVA, con una pancarta que expresaba su sentir: “Los impunes no pasarán”.
El elemento más importante de la marcha del silencio sigue siendo, año a año, la participación multitudinaria. Es, desde hace años, la concentración más grande que se realiza en el Uruguay. Otro aspecto de enorme trascendencia es la masiva participación de jóvenes. No lo ve el que no lo quiere ver.
Este año se sumó además la consolidación de una tendencia que venía esbozándose: la realización en el interior del país de masivas concentraciones simultáneas. Este año se hicieron en Paysandú, Salto, San José, Maldonado, Florida, Durazno, Tacuarembó, Treinta y Tres y por primera vez en Carmelo, donde participaron más de mil personas.
Miles de uruguayas y uruguayos expresando su compromiso con la democracia, la libertad, la verdad y la justicia. Compromiso activo, firme, en la calle, como debe ser. Una multitudinaria respuesta a este nuevo intento de la derecha y el poder de mantener la impunidad a cualquier costo.
La marcha del silencio es uno de los momentos de síntesis de la lucha popular contra la cultura de impunidad, contra la mentira, contra el ocultamiento. Expresa la convicción democrática de un sector muy importante del pueblo uruguayo, sus reservas más profundas, su compromiso cívico.
Expresa un contraste digno de destacar. Los defensores de la impunidad, la mayoría de la Suprema Corte de Justicia, la derecha política y mediática, los propios impunes, recurren siempre a la negación del debate, viven del ocultamiento, de la amenaza velada o explícita, de la persistencia del discurso prisionero de la mentira.
 
Impunidad y discursos. Lo dijimos ya y lo reiteramos, la impunidad necesita la mentira y el ocultamiento, se dan mutuo sustento se retroalimentan. Entre muchas de las consecuencias nefastas de la impunidad está la persistencia de la mentira. La reproducción ad infinitum de un discurso retardatario, hemipléjico, tergiversador de la historia, la reproducción del miedo.
 
La impunidad tiene dos caras, niega la verdad y la justicia a las víctimas, y a la vez, y como consecuencia directa de esto, mantiene la mentira y protege a los impunes.
 
Fue la garantía de impunidad la que le dio fuerzas a los grupos de tareas para vigilar, perseguir, reprimir, torturar, violar, asesinar y desaparecer. La impunidad fue el combustible de la bestialidad represiva.
Hoy es el combustible de la mentira y de las posturas más retrógradas y retardatarias de la sociedad. La mayoría de la Suprema Corte de Justicia para defender la impunidad se ve obligada a contradecirse a sí misma. 
 
En un coloquio sobre la lucha contra la impunidad en Uruguay realizado este martes en París, el jurista francés Louis Joinet, artífice de la Convención Internacional sobre las desapariciones forzosas y ex consejero del presidente francés François Mitterrand, explicó la gravedad de la resolución de la SCJ:  «El desafío de la justicia que está en juego en Montevideo va más allá de las fronteras del Uruguay y concierne a toda la comunidad internacional. Negar la imprescriptibilidad de esos crímenes de lesa humanidad es un grave precedente del cual pueden inspirarse los Estados depredadores que esperan dar vuelta a la página para que ésta no pueda ser leída”. Y todo para defender la impunidad y los impunes.
 
 
En el mismo sentido, aunque en otro grado de relevancia, se inscriben las declaraciones de trasnochados voceros de centros de retirados militares, siempre amenazantes, siempre soberbios, siempre mintiendo. O la actitud provocadora de militantes del ultraderechista Partido Uruguayo, pasando con un camión con una propaganda que reivindicaba “la lucha contra el terrorismo marxista” a una cuadra de la concentración previa a la marcha del silencio. O las afirmaciones repudiables, del frustrado líder del también derechista Partido Azul, hoy reciclado en vocero de la lucha contra “la inseguridad”, Roberto Canessa. Reclamando como siempre represión, pidiendo que se impida a los pobres circular por Carrasco para que no marquen casas para robar. Diciendo la barbaridad de que “Mujica y Mandela se recuperaron en la cárcel”, una falta de respeto intolerable, una reivindicación del terrorismo de Estado y del Apartheid.  O el discurso beligerante del líder de la derecha parlamentaria, Pedro Bordaberry, cuando dice: “Nuestro modelo es el de los que arrancamos a la salida del sol a trabajar y estudiar, y el de Tabaré Vázquez es el de los que amanecen en la calle y nos ven pasar a trabajar para ellos. Nuestro modelo es el de los que pensamos en tractores, vacas, industria, trabajo, y el de Tabaré Vázquez es el que nos dejó en su gobierno, de personas que no trabajan y se la pasan pensando en la pasta base. Nuestro modelo es el de los queremos más horas de sol para sembrar más, y el de Tabaré Vázquez es el los que aprovechan la noche para robar».
En distintos niveles expresan lo mismo, el terror atávico a todo cambio, el miedo como estrategia y la represión como camino. Esos discursos son posibles aún por la impunidad.
 
Es también en la persistencia de la impunidad que se inscribe la aparición de un personaje como Héctor Amodio Pérez y su utilización por la derecha. Amodio Pérez es mucho más que un traidor a sus compañeros del MLN, que lo es. En una de las respuestas a El Observador, Amodio Pérez reconoce que cambió su libertad y la de la que en ese entonces era su compañera por “ayudar” al mayor Armando Méndez a organizar la represión y en particular en el trabajo del Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA). El OCOA fue un organismo de dirección de la represión, que organizó la tortura, muerte y desaparición de miles de uruguayas y uruguayos. Amodio Pérez trabajó para el terrorismo de Estado, es cómplice de delitos de lesa humanidad, debería ser extraditado a Uruguay, ser juzgado e ir preso. Amodio Pérez puede hablar por la impunidad. Amodio Pérez también es un impune.
 
La única respuesta. La derecha, el poder impune, los terroristas de estado, siguen con la mentira y quieren frenar la verdad. Saben, como lo sabemos nosotros, que la verdad reclama más verdad y produce justicia.
Seguiremos diciendo la verdad, seguiremos denunciando, en los juzgados, en los medios, en la justicia internacional, en todos lados.
 
Seguiremos investigando y demoliendo la mentira. Ni una sola de sus versiones ha podido ser sostenida en la justicia, ni una. 
 
Pero además, y particularmente, seguiremos junto a las víctimas del terrorismo de Estado y seguiremos a cara descubierta y sin nada para ocultar manifestándonos en la calle. Construyendo memoria, único camino de conquistar la libertad.
 
Juntos, en silencio y con convicción. Abriendo murallas.
25
May
13

Eduardo Galeano

Venas abiertas

Los derechos de los trabajadores: ¿un tema para arqueólogos?

 Eduardo Galeano / Página12

Este mosaico ha sido armado con unos pocos textos míos, publicados en libros y revistas en los últimos años. Sin querer queriendo, yendo y viniendo entre el pasado y el presente y entre temas diversos, todos los textos se refieren, de alguna manera, directa o indirectamente, a los derechos de los trabajadores, derechos despedazados por el huracán de la crisis: esta crisis feroz, que castiga el trabajo y recompensa la especulación y está arrojando al tacho de la basura más de dos siglos de conquistas obreras.

La tarántula universal

Ocurrió en Chicago, en 1886.

El 1º de mayo, cuando la huelga obrera paralizó Chicago y otras ciudades, el diario Philadelphia Tribune diagnosticó: El elemento laboral ha sido picado por una especie de tarántula universal, y se ha vuelto loco de remate.

Locos de remate estaban los obreros que luchaban por la jornada de trabajo de ocho horas y por el derecho a la organización sindical.

Al año siguiente, cuatro dirigentes obreros, acusados de asesinato, fueron sentenciados sin pruebas en un juicio mamarracho. Georg Engel, Adolf Fischer, Albert Parsons y Auguste Spies marcharon a la horca. El quinto condenado, Louis Linng, se había volado la cabeza en su celda.

Cada 1º de mayo, el mundo entero los recuerda.

Con el paso del tiempo, las convenciones internacionales, las constituciones y las leyes les han dado la razón.

Sin embargo, las empresas más exitosas siguen sin enterarse. Prohíben los sindicatos obreros y miden la jornada de trabajo con aquellos relojes derretidos que pintó Salvador Dalí.

Una enfermedad llamada trabajo

En 1714 murió Bernardino Ramazzini.

El era un médico raro, que empezaba preguntando:

–¿En qué trabaja usted?

A nadie se le había ocurrido que eso podía tener alguna importancia.

Su experiencia le permitió escribir el primer tratado de medicina del trabajo, donde describió, una por una, las enfermedades frecuentes en más de cincuenta oficios. Y comprobó que había pocas esperanzas de curación para los obreros que comían hambre, sin sol y sin descanso, en talleres cerrados, irrespirables y mugrientos.

Mientras Ramazzini moría en Padua, en Londres nacía Percivall Pott.

Siguiendo las huellas del maestro italiano, este médico inglés investigó la vida y la muerte de los obreros pobres. Entre otros hallazgos, Pott descubrió por qué era tan breve la vida de los niños deshollinadores. Los niños se deslizaban, desnudos, por las chimeneas, de casa en casa, y en su difícil tarea de limpieza respiraban mucho hollín. El hollín era su verdugo.

Desechables

Más de noventa millones de clientes acuden, cada semana, a las tiendas Wal-Mart. Sus más de novecientos mil empleados tienen prohibida la afiliación a cualquier sindicato. Cuando a alguno se le ocurre la idea, pasa a ser un desempleado más. La exitosa empresa niega sin disimulo uno de los derechos humanos proclamados por las Naciones Unidas: la libertad de asociación. El fundador de Wal-Mart, Sam Walton, recibió en 1992, la Medalla de la Libertad, una de las más altas condecoraciones de los Estados Unidos.

Uno de cada cuatro adultos norteamericanos, y nueve de cada diez niños, engullen en McDonald’s la comida plástica que los engorda. Los trabajadores de McDonald’s son tan desechables como la comida que sirven: los pica la misma máquina. Tampoco ellos tienen el derecho de sindicalizarse.

En Malasia, donde los sindicatos obreros todavía existen y actúan, las empresas Intel, Motorola, Texas Instruments y Hewlett Packard lograron evitar esa molestia. El gobierno de Malasia declaró union free, libre de sindicatos, el sector electrónico.

Tampoco tenían ninguna posibilidad de agremiarse las ciento noventa obreras que murieron quemadas en Tailandia, en 1993, en el galpón trancado por fuera donde fabricaban los muñecos de Sesame Street, Bart Simpson y Los Muppets.

En sus campañas electorales del año 2000, los candidatos Bush y Gore coincidieron en la necesidad de seguir imponiendo en el mundo el modelo norteamericano de relaciones laborales. “Nuestro estilo de trabajo”, como ambos lo llamaron, es el que está marcando el paso de la globalización que avanza con botas de siete leguas y entra hasta en los más remotos rincones del planeta.

La tecnología, que ha abolido las distancias, permite ahora que un obrero de Nike en Indonesia tenga que trabajar cien mil años para ganar lo que gana en un año un ejecutivo de Nike en los Estados Unidos.

Es la continuación de la época colonial, en una escala jamás conocida. Los pobres del mundo siguen cumpliendo su función tradicional: proporcionan brazos baratos y productos baratos, aunque ahora produzcan muñecos, zapatos deportivos, computadoras o instrumentos de alta tecnología además de producir, como antes, caucho, arroz, café, azúcar y otras cosas malditas por el mercado mundial.

Desde 1919, se han firmado 183 convenios internacionales que regulan las relaciones de trabajo en el mundo. Según la Organización Internacional del Trabajo, de esos 183 acuerdos, Francia ratificó 115, Noruega 106, Alemania 76 y los Estados Unidos… catorce. El país que encabeza el proceso de globalización sólo obedece sus propias órdenes. Así garantiza suficiente impunidad a sus grandes corporaciones, lanzadas a la cacería de mano de obra barata y a la conquista de territorios que las industrias sucias pueden contaminar a su antojo. Paradójicamente, este país que no reconoce más ley que la ley del trabajo fuera de la ley es el que ahora dice que no habrá más remedio que incluir “cláusulas sociales” y de “protección ambiental” en los acuerdos de libre comercio. ¿Qué sería de la realidad sin la publicidad que la enmascara?

Esas cláusulas son meros impuestos que el vicio paga a la virtud con cargo al rubro relaciones públicas, pero la sola mención de los derechos obreros pone los pelos de punta a los más fervorosos abogados del salario de hambre, el horario de goma y el despido libre. Desde que Ernesto Zedillo dejó la presidencia de México, pasó a integrar los directorios de la Union Pacific Corporation y del consorcio Procter & Gamble, que opera en 140 países. Además, encabeza una comisión de las Naciones Unidas y difunde sus pensamientos en la revista Forbes: en idioma tecnocratés, se indigna contra “la imposición de estándares laborales homogéneos en los nuevos acuerdos comerciales”. Traducido, eso significa: olvidemos de una buena vez toda la legislación internacional que todavía protege a los trabajadores. El presidente jubilado cobra por predicar la esclavitud. Pero el principal director ejecutivo de General Electric lo dice más claro: “Para competir, hay que exprimir los limones”. Y no es necesario aclarar que él no trabaja de limón en el reality show del mundo de nuestro tiempo.

Ante las denuncias y las protestas, las empresas se lavan las manos: yo no fui. En la industria posmoderna, el trabajo ya no está concentrado. Así es en todas partes, y no sólo en la actividad privada. Los contratistas fabrican las tres cuartas partes de los autos de Toyota. De cada cinco obreros de Volkswagen en Brasil, sólo uno es empleado de la empresa. De los 81 obreros de Petrobras muertos en accidentes de trabajo a fines del siglo XX, 66 estaban al servicio de contratistas que no cumplen las normas de seguridad. A través de trescientas empresas contratistas, China produce la mitad de todas las muñecas Barbie para las niñas del mundo. En China sí hay sindicatos, pero obedecen a un estado que en nombre del socialismo se ocupa de la disciplina de la mano de obra: “Nosotros combatimos la agitación obrera y la inestabilidad social, para asegurar un clima favorable a los inversores”, explicó Bo Xilai, alto dirigente del Partido Comunista chino.

El poder económico está más monopolizado que nunca, pero los países y las personas compiten en lo que pueden: a ver quién ofrece más a cambio de menos, a ver quién trabaja el doble a cambio de la mitad. A la vera del camino están quedando los restos de las conquistas arrancadas por tantos años de dolor y de lucha.

Las plantas maquiladoras de México, Centroamérica y el Caribe, que por algo se llaman “sweat shops”, talleres del sudor, crecen a un ritmo mucho más acelerado que la industria en su conjunto. Ocho de cada diez nuevos empleos en la Argentina están “en negro”, sin ninguna protección legal. Nueve de cada diez nuevos empleos en toda América latina corresponden al “sector informal”, un eufemismo para decir que los trabajadores están librados a la buena de Dios. La estabilidad laboral y los demás derechos de los trabajadores, ¿serán de aquí a poco un tema para arqueólogos? ¿No más que recuerdos de una especie extinguida?

En el mundo al revés, la libertad oprime: la libertad del dinero exige trabajadores presos de la cárcel del miedo, que es la más cárcel de todas las cárceles. El dios del mercado amenaza y castiga; y bien lo sabe cualquier trabajador, en cualquier lugar. El miedo al desempleo, que sirve a los empleadores para reducir sus costos de mano de obra y multiplicar la productividad, es, hoy por hoy, la fuente de angustia más universal. ¿Quién está a salvo del pánico de ser arrojado a las largas colas de los que buscan trabajo? ¿Quién no teme convertirse en un “obstáculo interno”, para decirlo con las palabras del presidente de la Coca-Cola, que explicó el despido de miles de trabajadores diciendo que “hemos eliminado los obstáculos internos”?

Y en tren de preguntas, la última: ante la globalización del dinero, que divide al mundo en domadores y domados, ¿se podrá internacionalizar la lucha por la dignidad del trabajo? Menudo desafío.

Un raro acto de cordura

En 1998, Francia dictó la ley que redujo a treinta y cinco horas semanales el horario de trabajo.

Trabajar menos, vivir más: Tomás Moro lo había soñado, en su Utopía, pero hubo que esperar cinco siglos para que por fin una nación se atreviera a cometer semejante acto de sentido común.

Al fin y al cabo, ¿para qué sirven las máquinas, si no es para reducir el tiempo de trabajo y ampliar nuestros espacios de libertad? ¿Por qué el progreso tecnológico tiene que regalarnos desempleo y angustia?

Por una vez, al menos, hubo un país que se atrevió a desafiar tanta sinrazón.

Pero poco duró la cordura. La ley de las treinta y cinco horas murió a los diez años.

Este inseguro mundo

Hoy, abril 28, Día de la Seguridad en el Trabajo, vale la pena advertir que no hay nada más inseguro que el trabajo. Cada vez son más y más los trabajadores que despiertan, cada día, preguntando:

–¿Cuántos sobraremos? ¿Quién me comprará?

Muchos pierden el trabajo y muchos pierden, trabajando, la vida: cada quince segundos muere un obrero, asesinado por eso que llaman accidentes de trabajo.

La inseguridad pública es el tema preferido de los políticos que desatan la histeria colectiva para ganar elecciones. Peligro, peligro, proclaman: en cada esquina acecha un ladrón, un violador, un asesino. Pero esos políticos jamás denuncian que trabajar es peligroso, y es peligroso cruzar la calle, porque cada veinticinco segundos muere un peatón, asesinado por eso que llaman accidente de tránsito; y es peligroso comer, porque quien está a salvo del hambre puede sucumbir envenenado por la comida química; y es peligroso respirar, porque en las ciudades el aire puro es, como el silencio, un artículo de lujo; y también es peligroso nacer, porque cada tres segundos muere un niño que no ha llegado vivo a los cinco años de edad.

Historia de Maruja

Hoy, 30 de marzo, Día del Servicio Doméstico, no viene mal contar la breve historia de una trabajadora de uno de los oficios más ninguneados del mundo.

Maruja no tenía edad.

De sus años de antes, nada decía. De sus años de después, nada esperaba.

No era linda, ni fea, ni más o menos.

Caminaba arrastrando los pies, empuñando el plumero, o la escoba, o el cucharón.

Despierta, hundía la cabeza entre los hombros.

Dormida, hundía la cabeza entre las rodillas.

Cuando le hablaban, miraba el suelo, como quien cuenta hormigas.

Había trabajado en casas ajenas desde que tenía memoria.

Nunca había salido de la ciudad de Lima.

Mucho trajinó, de casa en casa, y en ninguna se hallaba. Por fin, encontró un lugar donde fue tratada como si fuera persona.

A los pocos días, se fue.

Se estaba encariñando.

Desaparecidos

Agosto 30, Día de los Desaparecidos:

los muertos sin tumba,

las tumbas sin nombre,

las mujeres y los hombres que el terror tragó,

los bebés que son o han sido botín de guerra.

Y también:

los bosques nativos,

las estrellas en la noche de las ciudades,

el aroma de las flores,

el sabor de las frutas,

las cartas escritas a mano,

los viejos cafés donde había tiempo para perder el tiempo,

el fútbol de la calle,

el derecho a caminar,

el derecho a respirar,

los empleos seguros,

las jubilaciones seguras,

las casas sin rejas,

las puertas sin cerradura,

el sentido comunitario

y el sentido común.

El origen del mundo

Hacía pocos años que había terminado la guerra española y la cruz y la espada reinaban sobre las ruinas de la República.

Uno de los vencidos, un obrero anarquista, recién salido de la cárcel, buscaba trabajo. En vano revolvía cielo y tierra. No había trabajo para un rojo. Todos le ponían mala cara, se encogían de hombros, le daban la espalda. Con nadie se entendía, nadie lo escuchaba. El vino era el único amigo que le quedaba. Por las noches, ante los platos vacíos, soportaba sin decir nada los reproches de su esposa beata, mujer de misa diaria, mientras el hijo, un niño pequeño, le recitaba el catecismo.

Mucho tiempo después, Josep Verdura, el hijo de aquel obrero maldito, me lo contó.

Me lo contó en Barcelona, cuando yo llegué al exilio.

Me lo contó: él era un niño desesperado, que quería salvar a su padre de la condenación eterna, pero el muy ateo, el muy tozudo, no entendía razones.

–Pero papá –preguntó Josep, llorando–. Si Dios no existe, ¿quién hizo el mundo?

Y el obrero, cabizbajo, casi en secreto, dijo:

–Tonto.

Dijo:

–Tonto. Al mundo lo hicimos nosotros, los albañiles.

galeano
24
May
13

Gramsci

Una lectura desde el sur
Crisis y lucha política en Gramsci
herramienta.com.ar
Ponencia presentada el 1° de noviembre de 2003 en San Miguel de Tucumán, en el marco del Seminario «La actualidad del pensamiento de Gramsci» dictado los días 31 de octubre y 1° de noviembre de 2003, organizado por el Instituto Interdisciplinario de Estudios Latinoamericanos (UNT), la Asociación Argentina Antonio Gramsci (filial de la International Gramsci Society) y la revista Herramienta.
 Antonio Gramsci escribió en la cárcel más de treinta cuadernos entre los años 1929 y 1935, publicados tiempo después de su muerte como Cuadernos de la cárcel [1]. Por las mismas condiciones en que debía realizarlo, su trabajo no tenía objetivos políticos inmediatos: él mismo anunció que quería escribir algo «desinteresado» y «für ewig». Pero revela sí una profunda motivación política, reflejada en un desplazamiento temático de la investigación: el tema de la crisis, ausente en el esbozo original, se va precisando a medida que, podríamos decir, se politiza el proyecto. Es que Gramsci no era simplemente un brillante intelectual: era ante todo un militante revolucionario encarcelado y al que es fácil suponer acosado por los dilemas de la lucha contra el fascismo y el giro sectario adoptado por la Internacional Comunista en el VII Congreso de 1928, por la creciente estalinización de la Unión Soviética, y por el impacto de estos procesos sobre el Partido Comunista de Italia. El proyecto asume contornos más definidos al mismo tiempo que Gramsci sostiene una serie de discusiones, algunas muy ásperas, con sus compañeros en la cárcel.

Crisis económica y crisis revolucionaria

Para introducir en el tema, digamos en primer lugar que Gramsci fue desde su primer juventud un crítico agudo de las deformaciones positivistas y deterministas del marxismo. Desde esta perspectiva reflexiona sobre las relaciones entre estructura y superestructura, estudia las relaciones política – economía y aborda el tema de la crisis. Lo primero que podemos decir es que, continuando en esto a Lenin y llegando incluso más lejos, Gramsci no cree que la crisis revolucionaria surja de la crisis económica. Por eso tiene el cuidado de afirmar que:

Se puede excluir que, por sí mismas, las crisis económicas inmediatas produzcan efectos fundamentales; sólo pueden crear un terreno favorable para la difusión de determinadas maneras de pensar, de formular y resolver las cuestiones que implican todo el desarrollo ulterior de la vida estatal [2]. 

La acción de las masas, así como sus movimientos políticos e ideológicos, tienen una temporalidad propia que no necesariamente es la temporalidad de la crisis económica. Puede decirse más bien lo contrario:

Los hechos ideológicos de masas están siempre retrasados con respecto a los fenómenos económicos de masas […] el impulso automático debido al factor económico es retardado, obstaculizado o incluso destruido momentáneamente por elementos ideológicos tradicionales [3]. 

Gramsci nos está diciendo con esto algo muy importante: que en un determinado momento presente operan simultánea pero discordantemente una multiplicidad de tiempos y ritmos, cuya interacción no se resuelve como si se tratara de un «paralelogramo de fuerzas», según relaciones matemáticas o geométricas, sino conformando una singularidad histórica, que es el complejo terreno en que operan las decisiones y acciones políticas de fuerzas sociales en conflicto.

Decíamos que Gramsci no cree que la crisis política pueda ser resultado de los aspectos más inmediatos de la crisis económica. Pero no desconocía ni ignoraba la relación existente entre economía y política, y consideraba incluso que una clave en el estudio de la crisis capitalista es la ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia, «ley» que fija la atención no tanto sobre las rápidas y permanentes oscilaciones económicas, sino en los desarrollos a largo plazo de la economía capitalista, que están cruzados por la política, por los choques de las clases, por las guerras y las revoluciones, que continuamente los plantean y modifican.

No trataremos en detalle la tendencia a la baja de la tasa de ganancia [4] , que es uno de los puntos más controvertidos de El capital y sobre cuya pertinencia se sigue discutiendo hasta nuestros días. Recordemos simplemente que para Marx el capital sólo es tal si se valoriza, si el valor lanzado a la producción logra reproducir el valor invertido más un valor excedente, un plusvalor. Y que este plusvalor surge de la explotación de los trabajadores: es la diferencia entre el valor de los salarios que el capitalista paga al obrero y el valor total producido por el obrero, diferencia que constituye precisamente la médula de la valorización del capital. Recordemos también que para el capitalista el punto de referencia es la tasa de ganancia, o sea el grado de rentabilidad del capital, y esta tasa es la que regula la acumulación del capital. Los conflictos entre la burguesía y el proletariado en el proceso productivo son una lucha por el valor excedente. Pero existen además los conflictos en el seno mismo de la burguesía, que si por un lado tiene como clase un interés común enfrentado a la clase trabajadora, por otra parte está dividida por el choque de los intereses propios de cada capitalista, en tanto «las condiciones económicas de la vida burguesa» les imponen la competencia y una permanente búsqueda de la disminución de los costos unitarios de producción, para sacar ventaja en la batalla de las ventas y obtener ganancias extraordinarias. Esto se logra básicamente con la introducción de nuevas maquinarias y tecnologías para elevar la productividad del trabajo y reducir los costos unitarios.

Tenemos pues que los capitalistas se ven empujados a invertir una proporción cada vez mayor en maquinarias y tecnología y, puesto que la tasa de ganancia depende de la explotación del trabajo vivo, la tasa de ganancia tiende a caer: esto es, muy esquemáticamente presentada, lo que Marx denominó ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia. Como antes dije, muchos comentaristas han criticado esto como autocontradictorio, porque el mismo Marx escribió que aumentando la productividad del trabajo los capitalistas aumentaban también la tasa de plusvalía y mantenían así la tasa de ganancia. Precisamente uno de los primeros en hacer esta crítica fue el filósofo italiano Benedetto Croce en su libro Materialismo histórico y economía marxista. En la cárcel, sin poder consultar los textos de Marx y obligado a citar de memoria, nuestro autor se basó en su comprensión del conjunto de la obra de Marx para refutar a su antiguo maestro (pues Croce había sido muy influyente en la formación pre-marxista del joven Gramsci):

En el escrito sobre la caída tendencial de la tasa de ganancia hay que observar un error fundamental de Croce. Este problema está ya planteado en el tomo I de la Crítica de la Economía Política, allí donde se habla de la plusvalía relativa y del progreso técnico como causa, precisamente, de plusvalía relativa; en el mismo punto se observa cómo en este proceso se manifiesta una contradicción, pues mientras por un lado el progreso técnico permite una dilatación de la plusvalía, por el otro determina, por el cambio que introduce en la composición del capital, la baja tendencial de la tasa de ganancia y ello está demostrado en el tomo III de la Crítica de la Economía Política [5]. 

Gramsci plantea la cuestión en los mismos términos en que lo hiciera Marx: reconoce que existen fuerzas que se oponen a la baja de la tasa de ganancia, atenuando o frenando su velocidad y por esto mismo, para escándalo de la ciencia positivista, se introduce el concepto de «ley tendencial». Gramsci historiza la cuestión diciendo que «El significado de ‘tendencial’ parece, por lo tanto, tener que ser de carácter ‘histórico’ real y no metodológico» [6]  y advierte que ese tipo de ley es propio del capitalismo y debe ser asociada

[…] al desarrollo de la burguesía como clase «concretamente mundial» y por lo tanto a la formación de un mercado mundial ya lo suficientemente «denso» de movimientos complejos, para que de él se puedan aislar y estudiar las leyes de regularidad necesarias, o sea las leyes de tendencia, que son leyes no en sentido naturalista o del determinismo especulativo, sino en un sentido «historicista» [7]. 

O sea, la creciente complejidad del mundo económico impide la formulación de leyes absolutas e indiscutibles de desarrollo, permitiendo (y obligando) en cambio a presentar junto con la tendencia principal otras fuerzas que actúan en sentido contrario. Lo que muchos consideraban una ruptura con el rigor científico o una mala escapatoria formal que presentaba como ley lo que no es ley, traduce en realidad una necesidad propia de la «crítica de la economía política», de las leyes inmanentes a su objeto y sus límites, Gramsci lo capta hasta el fin y escribe:

Las fuerzas contraoperantes de la ley tendencial y que se resumen en la producción de cada vez más plusvalía relativa tienen límites, que son dados, por ejemplo, técnicamente por la resistencia elástica de la materia, y socialmente por la medida soportable de la desocupación en una determinada sociedad. O sea que la contradicción económica se vuelve contradicción política y se resuelve políticamente en una inversión de la praxis [8]. 

Una breve digresión sobre teoría y política

Aunque nos alejemos un tanto del tema que nos ocupa, vale la pena repetir y destacar la última frase: la contradicción económica se vuelve contradicción política y se resuelve políticamente en una inversión de la praxis. Permítaseme además relacionarla con otro párrafo formidable sobre el concepto de «ciencia» que complementa lo anterior:

El planteamiento del problema como una búsqueda de leyes, de líneas constantes, regulares, uniformes, está ligado a una exigencia […] de resolver perentoriamente el problema práctico de la previsibilidad de los acontecimientos históricos […] En realidad se puede prever «científicamente» sólo la lucha, pero no los momentos concretos de ésta, que no pueden sino ser resultado de fuerzas contrastantes en continuo movimiento, no reducibles nunca a cantidades fijas, porque en ellas la cantidad se convierte continuamente. Realmente se «prevé» en la medida en que se actúa, en que se aplica un esfuerzo voluntario y con ello se contribuye concretamente a crear el resultado «previsto» [9]. 

En realidad se puede prever «científicamente» sólo la lucha. Gramsci, rompiendo lanzas contra el positivismo y determinismo que habían sido predominantes en el marxismo de la Segunda Internacional y reaparecían en la Tercera Internacional después de Lenin, nos dice con esto que la teoría nos conduce hasta un punto en que deja lugar a la política como estrategia y como decisión, sujeta a las vicisitudes del combate y el error. Y haciéndolo puso en nuestras manos una clave desde la cual puede releerse el conjunto de la obra de Marx.

Algo más sobre la crisis económica y su relación con lo político

Retomando la cuestión de la crisis económica, digamos que utilizando como clave interpretativa la ley de baja tendencial de la tasa de ganancia, pero reclamando un análisis concreto de la gran crisis de 1929, escribió en sus cuadernos:

Estos tres puntos: 1) que la crisis es un proceso complicado; 2) que se inicia al menos con la guerra, aunque ésta no es la primera manifestación; 3) que la crisis tiene orígenes internos en los modos de producción y por tanto de cambio, y no en hechos políticos y jurídicos, parecen los tres primeros puntos a aclarar con exactitud [10]. 

Con esto vemos que la crisis se aborda como un proceso de larga duración en que operan múltiples tendencias y contratendencias, como una situación que toma diversas características según los distintos momentos de coyuntura. Más precisamente:

[…] la «crisis» no es más que la intensificación cuantitativa de ciertos elementos, no nuevos y originales, pero especialmente la intensificación de ciertos fenómenos, mientras otros que antes aparecían y operaban simultáneamente a los primeros, inmunizándolos, se han vuelto inoperantes o han desaparecido del todo. En suma, el desarrollo del capitalismo ha sido una «crisis continua», si así puede decirse, o sea un rapidísimo movimientos de elementos que se equilibraban e inmunizaban. En cierto punto, en este movimiento, algunos elementos han predominado, otros han desaparecido o se han vuelto inoperantes en el cuadro general [11]. 

La noción de «crisis continua» tiene una doble importancia: pone de relieve que el capitalismo da respuestas a la crisis del capitalismo, pero ilustra también las debilidades del capitalismo que abren posibilidades para plantear su superación desde el punto de vista de los trabajadores. Porque Gramsci sostuvo que no era correcto deducir la crisis política (y menos aún la crisis revolucionaria) de la crisis económica, pero no dejó de advertir que la crisis económica conforma un «terreno favorable» para la crisis política, en la medida que debilita las bases materiales para la construcción del consenso y la legitimación del orden burgués y su Estado. La absorción de las demandas no antagónicas de las clases subalternas, necesaria para la constitución de ese consenso, se torna difícil o imposible.

Gramsci había trazado una biografía de ese Estado burgués utilizando el paradigma de la Revolución Francesa. Al analizar el proceso de la unificación de la burguesía y su conversión en gobierno, destacó que los jacobinos hicieron mucho más que transformar a la burguesía en gobierno, o sea, en clase dominante: la convirtieron en una clase nacional dirigente y hegemónica, aglutinando a su alrededor las fuerzas vivas de Francia, recreando la propia nación y el Estado dándoles un contenido moderno. La realización de la hegemonía está marcada por el máximo desarrollo de las energías privadas nacionales, o sea, por la constitución y fortalecimiento de la sociedad civil y por la creación de una amplia red de instituciones a través de las cuales el consenso se organiza permanentemente, un consenso que es de carácter moral y ético, voluntario. En síntesis, la constitución del Estado moderno fue también la ampliación de la base histórica del mismo Estado. Para concretar la hegemonía sobre toda la población, la burguesía incorporó demandas, realizó las aspiraciones de la nación, incorporó grupos sociales, transformó su cultura en la cultura de toda la sociedad. La ampliación de la base histórica del Estado fue acompañada por la expansión de la misma burguesía, y el régimen jurídico parlamentario fue el resultado de ese proceso de expansión.

Pero eso era el pasado. Para un preso encarcelado por el fascismo, la crisis del Estado liberal constituía una realidad dolorosamente palpable. En realidad, ya la primera guerra había evidenciado su agotamiento y la convulsiva paz que la siguió no mostró una recuperación. La capacidad que la burguesía había demostrado en su momento de ascenso para absorber a toda la sociedad, dirigiéndola y ejerciendo su hegemonía, se hizo cada vez más escasa, hasta el extremo de desesperar a la misma burguesía e impulsarla a sacrificar una parte de sí misma. Se pasó así de la dirección que una clase ejercía sobre toda la sociedad, al dominio de una fracción de esa clase sobre toda la sociedad a través de la mediación del Estado. En ese contexto, el Estado perdió su función de «educador», su contenido ético fue vaciado y quedó reducido al aparato gubernativo, colonizando la sociedad civil.

Gramsci observará atentamente, en primer lugar, la pérdida de la capacidad dirigente de la burguesía y sus consecuencias. Sin poder asimilar la sociedad, su capacidad de articular el consenso y la legitimidad del orden se conmueve. Se abre una situación de contraste entre representantes y representados. En esos momentos los grupos sociales se apartan de sus organizaciones tradicionales, o sea, esas organizaciones y sus líderes ya no son reconocidos como expresión propia de su clase o fracción, comprometiendo decisivamente la capacidad dirigente de esos grupos. Gramsci denomina a esos procesos «crisis de hegemonía, o crisis del Estado en su conjunto» [12].  La crisis de hegemonía es, entonces, una crisis del Estado y de las formas de organización política ideológica y cultural de la clase dirigente. El aspecto más visible es la crisis de los partidos y las coaliciones gubernamentales:

Se trata, en efecto, de la dificultad de construir una orientación política permanente y de largo alcance, no de dificultad sin más. El análisis no puede prescindir del examen: 1) del porqué se han multiplicado los partidos políticos; 2) del porqué se ha vuelto difícil formar una mayoría permanente entre tales partidos parlamentarios; 3) en consecuencia, del porqué los grandes partidos tradicionales han perdido el poder de guiar, el prestigio, etcétera [13]. 

La división de los partidos y las crisis internas que los atraviesan son pues manifestación de esa crisis. La dificultad de conformar una dirección estable y los choques permanentes entre las diferentes camarillas reproducen en los partidos los mismos problemas encontrados en el gobierno y en el parlamento. En los choques entre los diferentes bloques y partidos, la corrupción encuentra un fértil terreno para desarrollarse. Cada fracción se considera a sí misma la única en condiciones de superar la crisis del partido, así como cada partido se considera el único capaz de superar la crisis de la nación. Los fines pasan a justificar los medios. Gramsci escribe sobre la crisis del parlamentarismo y la democracia burguesa en la Europa de entreguerras, pero nosotros, que lo leemos a comienzos del siglo XXI y desde el Sur de Latinoamérica, sentimos que este enfoque nos ayuda a comprender el carácter generalizado de la crisis en nuestro país. Porque también acá vemos que, como analizaba Gramsci, la crisis no se limita, sin embargo, a los partidos y al gobierno.

Cuando dice que es una crisis del Estado en su conjunto, se está señalando que se procesa también a nivel de la sociedad civil, donde las clases dirigentes tradicionales se revelan cada vez más incapaces de dirigir toda la nación. La burocracia, la alta finanza, la iglesia y todos aquellos organismos relativamente independientes de la opinión pública refuerzan sus posiciones en el interior del Estado. La repercusión de la crisis en el conjunto del Estado puede provocar, de esta manera, el «desplazamiento de la base histórica del Estado» y la supremacía del capital financiero… y en nuestros países periféricos, de los agentes más o menos directos del imperialismo.

Por lo tanto, lo que resulta ser característica fundamental de la crisis de hegemonía no es como suele creerse el «vacío de poder». La crisis de hegemonía se caracteriza, ante todo, por una multiplicidad de poderes. Es evidente que semejante situación no puede prolongarse indefinidamente, pero ¿cuáles son las razones que llevan a una crisis de tales proporciones?, ¿qué es lo que hace que la capacidad dirigente de una clase sea conmovida de manera tan profunda? Para Gramsci la crisis de hegemonía de la clase dirigente se produce

[…] ya sea porque la clase dirigente ha fracasado en alguna gran empresa política para la que ha solicitado o impuesto con la fuerza el consenso de las grandes masas (como la guerra), o porque vastas masas (especialmente del campesinado y de pequeñoburgueses intelectuales) han pasado de golpe de la pasividad política a una cierta actividad y plantean reivindicaciones que en su conjunto no orgánico constituyen una revolución [14]. 

Vale la pena detenerse en esto, por su importancia conceptual y por lo que aporta concretamente a la comprensión de nuestra misma historia inmediata, y en particular a las jornadas del 20/21 de diciembre de 2001. Gramsci sostenía que en el origen de la crisis de hegemonía hay una profunda modificación en la relación de fuerzas entre las clases. Pero su análisis buscaba hilar más fino aún. Por la experiencia en Europa y su participación directa en la lucha de clases de Italia sabía también que la crisis de hegemonía no era sinónimo de situación o crisis revolucionaria. Por eso indaga en la crisis del Estado liberal tras la guerra de 1914-1918, preguntándose más concretamente por qué se desagregó en diversos países de Europa el aparato hegemónico de los grupos dominantes y precisa:

1) porque grandes masas, anteriormente pasivas, entraron en movimiento, pero en un movimiento caótico y desordenado, sin dirección, o sea sin una precisa voluntad política colectiva; 2) porque clases medias que en la guerra tuvieron funciones de mando y responsabilidad, se vieron privadas de ellas con la paz, quedando desocupadas, precisamente después de haber hecho un aprendizaje de mando, etcétera; 3) porque las fuerzas antagónicas resultaron incapaces de organizar en su provecho este desorden real [15]. 

La crisis está, por lo tanto, definida por las luchas que oponen a las clases entre sí y al calor de las cuales los diferentes proyectos alternativos se van diseñando y agrupando partidarios. Está marcada por la ruptura de la pasividad de ciertos grupos sociales y por su ingreso activo en el escenario político, desquilibrando acuerdos de poder que tendían a excluir a esos grupos. En este contexto cabía lo que llamaba el «fenómeno sindical» como factor capaz de jugar un papel clave en la configuración de esa crisis del Estado y, más en general, la promoción de grupos sociales nuevos que hasta entonces no tenían una «voz activa» o una posición destacada. Y el parlamento, clásico lugar de mediación de los conflictos, se mostraba incapaz de absorber a los nuevos actores. El crecimiento de los partidos socialdemócratas y comunistas, así como la masificación de los sindicatos y de la prensa obrera se producía en gran medida fuera de la arena parlamentaria. E incluso cuando la incorporación de tales fuerzas al parlamentarismo permitió bloquear provisoriamente esa expansión, como en la Alemania de Weimar, la misma no se producía de manera tranquila y, muchas veces, generaba más problemas de los que resolvía.

Por otra parte, advertía Gramsci, el ascenso de esos nuevos actores no definía todo el contenido de la crisis, pues hay que considerar la forma bajo la cual se produce ese ascenso, especialmente si, como es frecuente, las clases subalternas no poseían aún una dirección capaz de colocarse al frente de su movimiento e imprimir al mismo un contenido efectivamente transformador. La crisis no alcanzaba sólo a la burguesía y el parlamento: ella era también una crisis de las clases subalternas, que no conseguían forjar una voluntad común e imponer su proyecto hegemónico aunque hubiesen desarticulado la hegemonía de las clases dominantes. A la luz de nuestra experiencia luego del «Argentinazo», podemos apreciar que este enfoque resulta mucho más útil e instructivo que el simplismo con que gran parte de la izquierda revolucionaria de nuestro país caracterizó que el país había ingresado a una «situación revolucionaria». A diferencia de una formulación que sugiere la falsa idea de inminentes combates decisivos en torno al poder, Gramsci advierte que encontrar la solución orgánica para esa crisis no es simple, pues ello exige la unificación de los distintos sectores o fracciones del movimiento obrero y las clases subalternas bajo la bandera del partido «que mejor represente y resuma las necesidades de toda la clase». El Gramsci de los Cuadernos pensaba la unificación en términos de un partido, cosa que hoy podría ponerse en dudas: la clase obrera y su hegemonía en el proceso político posiblemente se concreten más bien por una combinación de alianzas, debates y reagrupamientos de diversas organizaciones revolucionarias y la creación de nuevos organismos que expresen y concreten la irrupción y construcción política de las clases subalternas pero, en cualquier caso, está claro que se trata de una construcción política.

En este camino las tentativas son innumerables, la crisis es un proceso de largo plazo en el que se desarrollan permanentemente experiencias que buscan su superación, los partidos o movimientos políticos se alinean y realinean, se forman y se disuelven bloques, se promueven y deponen líderes. Y con cada tentativa de resolución de la crisis la misma cobra una nueva fisonomía, pues los fracasos de aquéllas no retrotraen las cosas al punto de partida. Cada grupo o fracción registra pérdidas y ganancias, mientras el desenlace de la crisis se posterga… Por ejemplo, las vicisitudes de la lucha social y política que se ha venido desarrollando desde diciembre del 2001 hasta acá, incluyendo el surgimiento y los altibajos de movimientos sociales nuevos como las Asambleas, los movimientos de trabajadores desocupados o piqueteros, y las fábricas recuperadas y puestas a producir por los trabajadores, la débil participación de los trabajadores ocupados y corrientes sindicales clasistas, ilustran lo dificultoso del empeño. Que en la Argentina resultó más dificultoso porque la irrupción de las clases subalternas no llegó a ser como decía Gramsci «orgánica», vale decir generalizada de manera tal que la tensión colectiva y la confluencia de millones de experiencias diversas puedan enriquecer y acelerar el proceso de aprendizaje en el que las clases sometidas rompen con el «sentido común» para afirmar en su lugar el «buen sentido» de la clase en ascenso.

La crisis golpea a los de arriba y a los de abajo, pero las posibilidades de articular un proyecto alternativo y ganar respaldo para el mismo son asimétricas, desiguales. A diferencia de las clases subalternas, las clases dirigentes tradicionales tienen gran número de «intelectuales», personal especializado capaz de formular proyectos y organizar sus defensores, puede cambiar al personal dirigente de programa e incluso de partido para ofrecer una salida a la crisis. Pueden construir unidades que parecían imposibles de alcanzar bajo la dirección del partido que mejor encarna las necesidades de toda la clase en ese momento que no son otras que la superación de la crisis misma. Pero incluso teniendo condiciones más favorables para decidir rápidamente el conflicto a su favor, las clases tradicionales no siempre lo consiguen y las crisis se prolongan más allá de lo previsible: esto ocurre cuando las clases sociales dominantes defienden una estructura en la cual existen problemas que no logran resolver, al mismo tiempo que las clases que luchan por una transformación profunda no logran convertirse en dirigentes.

Después de todo lo dicho, podemos ver con más claridad por qué la crisis de hegemonía no queda definida automáticamente por la crisis económica. La crisis económica, tomada en su sentido amplio como crisis de acumulación, puede ser el presupuesto para la crisis de Estado, pero no plantea por sí misma la crisis de hegemonía. Sólo cuando la crisis económica y la crisis de hegemonía coinciden en el tiempo, tenemos lo que Gramsci llama también crisis orgánica, una crisis que afecta al conjunto de las relaciones sociales y es la condensación de las contradicciones inherentes a la totalidad social. Para el estallido de esta crisis orgánica se requiere de la confluencia e interacción de la crisis de acumulación y la crisis política e ideológica con la agudización de los choques entre las clases y entre sus mismas fracciones internas, en un presente cargado como nunca de diversas temporalidades y ritmos en el que actúan e inciden las fuerzas sociales y políticas en pugna.

La preocupación de Gramsci está apuntada a la acción y la organización autónoma de las clases subalternas: la crisis y su solución no deben ser consideradas como un proceso de desagregación y reconstrucción de una «voluntad capitalista» en el que las clases subalternas ocuparían un lugar pasivo. Porque la realidad es que la crisis es producto de los choques existentes entre las clases sociales y entre esas clases y la forma estatal de las clases dominantes. Es la resultante de una determinada articulación global entre el Estado y el conjunto de la sociedad, y no sólo entre el Estado y las clases dominantes. Son esos choques, y los avances y retrocesos de cada grupo social los que irán conformando las posibilidades de superación de la crisis, en un sentido reaccionario o revolucionario. La teoría de Marx, con el inestimable aporte que Lenin y Gramsci hicieron en cuanto al análisis de las crisis, nos conduce hasta este punto: un presente en el cual las previsiones deben convertirse en apuestas de lucha, la teoría se convierte en estrategia y las clases subalternas afrontan el desafío de construirse como fuerza contrahegemónica y revolucionarse haciendo la revolución. Bien sabemos, en estos tiempos, en este país y particularmente en esta provincia de Tucumán, que la miseria y la explotación hacen de la clase-que-vive-de-su-trabajo, considerada bajo todas sus formas, seres física y mentalmente mutilados al punto que, como Marx escribiera alguna vez, en el curso usual de las cosas la sumisión reproduce la sumisión y el Estado puede presentarse como reserva aparente del orden. ¿Cómo entonces esta clase reducida a nada puede aspirar y lograr devenir todo? Este es precisamente el misterio irresoluto de la emancipación desde la sumisión y la alienación. Un misterio que encuentra su respuesta en el enfrentamiento político y el choque de clases, porque sólo la lucha puede quebrar el círculo vicioso.

Aldo Casas es miembro de la Asociación Argentina Antonio Gramsci. Integrante del Consejo de Redacción de Herramienta. Dirección electrónica: aromero@herramienta.com.ar//

Notas:

[1] Antonio Gramsci, Cuadernos de la cárcel. Edición crítica del Instituto Gramsci. A cargo de Valentino Gerratana,  6 Tomos. Ediciones Era / Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México DF, 1999.

[2] Antonio Gramsci, Obra citada, Tomo 5, pág. 39.

[3] Ibíd., Tomo 5, pág. 59.

[4] Este punto está ampliamente desarrollado por Álvaro Bianchi, miembro del consejo de redacción de la revista Outubro, en su artículo «Crise, Política e economía no pensamento gramsciano», trabajo que el autor brasileño tuvo la amabilidad de facilitarme y en gran medida inspiró y sentó bases para esta ponencia.

[5] Obra citada, Tomo 4, pág. 168.

[6] Ibíd., pág. 172.

[7] Ibíd., pág. 145.

[8] Ibíd., Tomo 4, pág. 170.

[9] Ibíd., Tomo 4, pág. 267.

[10] Ibíd., Tomo 5, pág. 178.

[11] Ibíd., Tomo 5, pág. 179.

[12] Ibíd., Tomo 5, pág. 52.

[13] Ibíd., Tomo 5, pág. 220.

[14] Ibíd., Tomo 5, pág. 52.

[15] Ibíd., Tomo 3, pág. 195.

 

Fuente: http://www.herramienta.com.ar/revista-herramienta-n-25/crisis-y-lucha-politica-en-gramsci-una-lectura-desde-el-sur




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