La economía regional, entre el contagio y la distopía como recesión
Las consecuencias económicas y sociales que los países están sufriendo a partir de la instrumentación de medidas sanitarias por la expansión de la pandemia Covid-19, declarada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 11 de marzo, agudizan aún más los problemas estructurales que ya presentaban nuestras débiles economías regionales.
escribe: Daniel Caggiani diputado del FRENTE AMPLIO E 609
Todos los gobiernos de la región aplican diversas medidas de política económica para mitigar los efectos de la emergencia sanitaria. En una etapa que ya venía comprometida en cuanto a lograr crecimiento macroeconómico regional, este contexto agrega un conjunto de limitantes asociado a las menores exportaciones a China, la pérdida de miles de empleos en los sectores de Turismo e Industria, la reducción de inversiones y la salida de capitales.
En general, todos los organismos y entidades internacionales están augurando un panorama realmente alarmante y preocupante para el futuro. La semana pasada la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) corrigió el crecimiento proyectado para la región en 2020.
Ahora se estimó una rebaja de 1,8% del producto, lo cual generará un aumento del desempleo en la región (estimación de al menos diez puntos), aumento en la pobreza, la desigualdad y fracturas sociales severas. Hay que considerar que anteriormente, en noviembre del 2019, este organismo ya había bajado las proyecciones del crecimiento económico regional.
En el mismo sentido la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estimó que 25 millones de empleos en el mundo están en riesgo por el Covid-19 y así lo puso por escrito en el informe que divulgó esta semana sobre la situación de los mercados de trabajo.
El secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), Ángel Gurría, expresó a la BBC que «se requiere un nivel de ambición parecido al del plan Marshall que creó la OCDE, y una visión similar a la del New Deal, pero ahora a nivel mundial.
La pandemia trae consigo la tercera y la mayor crisis económica, financiera y social del siglo XXI tras el 11-S y la crisis financiera mundial de 2008». Finalmente, el principal organismo internacional, la Organización para las Naciones Unidas (ONU), anunció esta semana un Plan Humanitario Global de 2.000 millones de dólares: «No basta con la respuesta individual de cada país», dijo el secretario general de ONU, Antonio Guterres.
Desde gobiernos que han implementado cuarentena obligatoria como en Argentina, Venezuela, El Salvador, Bolivia o Paraguay, hasta toques de queda en franjas horarias como en Chile, Ecuador y Perú, todos visualizan los impactos a nivel económico como una nueva recesión. Nuestra región históricamente ha sido «tomadora» de crisis -además de precios internacionales- y el contexto actual ya se apunta como una nueva, al nivel de las de 1999, 2002 y 2008.
Las consideraciones que están por detrás de estas medidas son las consecuencias económicas que tendrá para cada país el freno del funcionamiento productivo, con la pérdida de empleos, cierre de fronteras y cese del comercio externo, la baja en la recaudación de los Estados y el aumento de la pobreza.
A la discontinuidad del aparato productivo se le agrega la salida de capitales de los principales centros bursátiles de la región (Brasil y México), la inestabilidad financiera y la baja de la inversión que reciben los países.
Entre Keynes vs Hayek
La discusión de fondo que el mundo está dando sobre cómo afrontar esta crisis sanitaria, radica en si los Estados desarrollan una política económica más expansiva que les permita movilizar fondos públicos para reactivar la economía, con fuerte énfasis en la intervención estatal y en la planificación de políticas sociales que atiendan las consecuencias de la crisis o si, por el contrario, se deja librado a que los mercados y sus agentes económicos ajusten sus expectativas y reequilibren el funcionamiento de la actividad económica de forma autónoma y que la acción estatal sólo se limite a mitigar las consecuencias sociales más complejas de dicho ajuste.
Otra discusión, sin duda, será cómo afrontar un verdadero plan de crecimiento e inclusión para nuestros países, luego de enfrentar las urgencias y después de estabilizada la crisis sanitaria.
Nadie duda de que nos estamos enfrentando a un panorama muy complejo y el escenario más plausible es de recesión económica de nuestras economías, con las consecuencias sociales que las mismas presentan y con posibilidades de agudizarse aún más de no mediar la intervención de los Estados.
Es claro que las políticas expansivas tienen sus dificultades porque aumenta el déficit estatal y cualquier medida de estímulo va a requerir un esfuerzo en materia de recursos y de financiamiento. En América Latina los problemas son más complejos que en Europa, entre otras cosas por las características de sus mercados de empleo, que tienen un componente de trabajo no amparado por la seguridad social muy alto, empleos informales o precarios.
Por otra parte los sistemas públicos de salud en nuestra región generalmente no cuentan con la cantidad de recursos suficientes para enfrentar situaciones de crisis sanitaria que involucran a miles de usuarios.
Las respuestas de los gobiernos nos muestran que incluso gobiernos de derecha están aplicando modelos expansivos en materia de gasto estatal para aliviar la crisis. El último y más claro ejemplo es el de Donald Trump en Estados Unidos.
El paquete de medidas de emergencia aprobado por el Senado moviliza recursos por valor de 2,2 billones de dólares para seguros de desempleo, bonos a las familias, exoneraciones fiscales a empresas. Este plan representa un esfuerzo de más del 10% de su PBI y del doble de lo que significó el paquete de medidas para el rescate del sistema financiero en la crisis del 2008.
Otros ejemplos como Alemania e Italia, desde situaciones económicas distintas, están aplicando paquetes de estímulo económico con fuertes componentes de gasto estatal. Del otro lado del espectro ideológico, están los casos de España y Portugal, como los dos ejemplos más claros en cuanto a la intervención directa de fondos estatales para asistir a los sectores de bajos recursos y a las pequeñas y medianas empresas.
El gobierno español aprobó un plan que moviliza 200.000 millones de euros (un 20% del PBI), principalmente de fondos públicos pero también fondos privados, para cubrir seguros de desempleo y asistencia de liquidez para empresas de menos de 10 trabajadores. El decreto aprobado incluye una moratoria del pago de hipotecas y alquileres para trabajadores y autónomos que se encuentren en situación de vulnerabilidad económica.
En nuestra región, el gobierno argentino aprobó el pago de una ayuda familiar de 10.000 pesos para monotributistas de las escalas de menores ingresos y trabajadoras y trabajadores no registrados. La medida abarca 3,6 millones de hogares ante la pérdida o grave disminución de ingresos por la situación de emergencia sanitaria.
La gran interrogante que se están haciendo los economistas y los organismos regionales es cómo se van a financiar estas medidas de emergencia, es decir, de dónde se van a conseguir los recursos necesarios para sustentar este tipo de propuestas en un contexto económico como el actual y las consecuencias que va a traer para nuestras débiles economías, particularmente para afrontar en el futuro los desafíos de alcanzar una etapa de crecimiento económico con inclusión. La Deuda Interna Social y la Deuda Externa van a estar nuevamente en la discusión pública.
Pensamos que esta es una de las discusiones más importantes para los países en nuestra región: ¿Cómo se financiarán las políticas de desarrollo y de apoyo a los sectores más vulnerables de nuestras sociedades? ¿Cuáles son los recursos disponibles por cada uno de los Estados para reactivar los sectores productivos afectados por la crisis?
A la problemática del financiamiento en el corto plazo se le deben agregar las dificultades para hacer frente a los pagos de las deudas que tienen los países, teniendo en cuenta que los ingresos de los Estados van a bajar sensiblemente por los efectos de la recesión económica regional y global. El problema del endeudamiento externo será uno de los principales desafíos a resolver por parte de los países sudamericanos en el futuro no muy lejano.
Pero primero debemos atender la urgencia de la crisis
En el caso de Uruguay no estamos aislados de las consecuencias económicas internacionales de la pandemia. A ello se suman las medidas de aislamiento social que de manera paulatina y descoordinada comenzó a implementar el Gobierno Nacional, que ya están generando impactos significativos en la merma de la actividad económica del país.
Las mismas ya repercuten de manera negativa y diferencial en los ingresos de las familias, que se están viendo severamente afectadas por las pérdidas de puestos de trabajo o suspensión transitoria de los mismos a través del envío al seguro de desempleo, con las pérdidas salariales que ello implica.
Los hechos se desencadenan de forma veloz y para dar la discusión sobre cómo evitar el corte de la cadena de pagos ya es tarde. De hecho ya se viene registrando una severa distorsión de la cadena de pagos en nuestra economía. Eso explica que este mes se hayan tramitado más de 70.000 solicitudes de Seguro de Desempleo ante el Banco de Previsión Social, cuando la media de las últimos meses estaba en 10.000 solicitudes mensuales.
Ni hablar de los cientos de empleos formales que dependen del nivel de actividad y por tanto han visto reducido sus ingresos como las micro, pequeñas y medianas empresas, así como aquellos que prestan servicios profesionales u artísticos. Algunos tienen posibilidades de recurrir a sus ahorros para afrontar esta crisis, pero lo cierto es que muchos han quedado a la intemperie.
El punto de partida que tenemos es bien diferente a los que en otro momento le ha tocado afrontar al Uruguay. La crisis nos encuentra con 627.184 empleos formales más que la crisis del año 2002, con un 25% de trabajadores informales, frente al 42,8% del 2002.
También contamos con una mejor institucionalidad pública para poder desarrollar políticas sociales, no solo por el Ministerio de Desarrollo Social, el Sistema Integrado de Salud y la Administración de Educación Pública, sino también el Sistema Nacional de Emergencias, el Banco de Previsión Social y un conjunto de programas y planes que hoy están colaborando en atender la emergencia.
Sin embargo todavía no atravesamos la peor parte de la pandemia y seguramente vendrán tiempos más complejos desde el punto de vista sanitario y habrá que poner el hombro como corresponde.
El Gobierno nacional ha anunciado un conjunto de iniciativas que van por el buen camino, pero aún son insuficientes. Necesitamos tener una hoja de ruta de cómo vamos a encarar este desafío. Las medidas no pueden pensarse ni anunciarse por cuentagotas.
El tamaño y la magnitud del esfuerzo que debemos realizar son extremadamente considerables y debemos aprender las enseñanzas de los países que han logrado afrontar esta crisis con éxito, pero también de los que están fracasando.
En momentos de mucha incertidumbre, en los países pequeños como el nuestro, necesitamos construir fortalezas nacionales que nos permitan enfrentar mejor la crisis y nos permitan abordar mañana una discusión de fondo sobre un verdadero plan de crecimiento e inclusión.
Es por esto que es necesario construir grandes acuerdos nacionales. El gobierno Nacional y su presidente son actores clave para llamar a un espacio de articulación con los demás actores del sistema político y del sistema productivo nacional (empresarios y trabajadores) además de la academia.
Asegurar las condiciones de alimentación y sustento para poder garantizar el aislamiento social debe ser una prioridad central. No son dos vintenes, ni se resuelve con medidas demagógicas. Necesitamos solidaridad de todos y sobre todo de los que más tienen.
Los tiempos son acuciantes y no es momento de especular ni estar en la chiquita. La campaña electoral ya culminó, es momento de unidad, que no significa unanimidad. Las iniciativas de la coordinación Intersocial que nuclea a diversas organizaciones sociales, así como la Propuesta del Frente Amplio, van por esa línea, aunar esfuerzos para enfrentar la crisis. Se necesita de todos y aquí el presidente es pie.
EL TIPO NO DA LA TALLA Y PIERDE CREDIBILIDAD A DIARIO …
EXHONERA de APORTES OBLIGATORIOS a los RICOS (su base social) y OBLIGA a TRABAJADORES con un IMPUESTO al SALARIO. La CARGA de la CRÍSIS SANITARIA y ECONÓMICA, la OLIGARQUÍA la HACE RECAER SOBRE el PUEBLO TRABAJADOR.
La guerra que nos tocó
escribe: Leandro Grille Caras y Caretas
En los doce días que pasaron entre la asunción de Lacalle Pou y la aparición de los primeros casos confirmados de coronavirus, la población con ingresos fijos se hizo más pobre por tres mecanismos distintos: se le devaluó el salario por la disparada del dólar, le aumentaron los impuestos y le aumentaron las tarifas por encima de la inflación.
En los tres mecanismos le cabe responsabilidad al nuevo gobierno. Las tarifas y los impuestos los aumentaron directamente. Pero incluso en la escalada del dólar jugaron su parte: aunque le echen toda la culpa a la crisis desatada por la pandemia, el aumento de la divisa vino precedido de un concierto de declaraciones alentando la devaluación de la moneda nacional; el dólar en Uruguay trepó más que en todos los mercados del mundo, y el Banco Central se cuidó de no intervenir con decisión y lo dejó subir de forma brusca para beneplácito del ministro de Ganadería y el sector agroexportador al que representa.
Como si esto fuera poco, una plaga bíblica atravesó el mundo y nos puso a todos en riesgo; nos obligó a confinarnos para proteger la vida de los nuestros y la salud de toda la sociedad. En ese contexto, Lacalle Pou no tuvo el decoro de suspender el aumento de tarifas o de echar mano a recursos extraordinarios para contener el deterioro de las condiciones de vida de los cientos de miles de personas que veían cada día más difícil obtener los medios para su sustento.
Así las cosas, es un hecho que hoy la gente gana menos, el dinero vale menos y todo lo imprescindible sale más caro. Y en este panorama desolador, inimaginable un mes atrás, la gente tiene miedo. Miedo al avance de la epidemia y miedo a quedarse sin trabajo, sin ingresos, sin plata para comer.
Todos los modelos epidemiológicos y la experiencia internacional pronostican que la pandemia de COVID-19 puede tener consecuencias catastróficas sobre los sistemas sanitarios de los países afectados si no se toman medidas drásticas de distanciamiento social para reducir la tasa de crecimiento del número de casos, y si no se aplica una política de testeo masivo para poder combatir la propagación, mediante un estrategia dirigida a encontrar infectados, sean sintomáticos o asintomáticos, que permita aislarlos de inmediato, para evitar que sigan contagiando.
Mientras no se conoce la extensión en la población del virus ni la identidad de los contagiados, la cuarentena general total es el único instrumento verdaderamente efectivo para contener la epidemia, porque opera sobre la variable más importante pasible de intervención humana: el número de contactos que tienen las personas.
Ahora bien, cualquiera se da cuenta de que una cuarentena total implica una restricción a la movilidad de la gente tan impresionante que es disruptiva de la vida social, y la interrupción de la vida social no puede ser sostenida por mucho tiempo. La gente necesita trabajar para sobrevivir, pero, sobre todas las cosas, necesita del trabajo de los otros, toda vez que la civilización humana se edifica sobre la base de la interdependencia. Hasta el más millonario de los hombres necesita que haya personas que produzcan lo que consume, si no toda su fortuna es papel picado, no sirve para nada. Por eso, incluso en una cuarentena total, hay labores fundamentales que hay que sostener, como la producción de alimentos o los servicios de salud, públicos, mutuales y privados, por poner un par de ejemplos.
Dicho esto, conviene tener presente algunas cosas. Las epidemias son una fuerza de la naturaleza para la que no existen soluciones individuales. La única garantía de que el virus deje de propagarse es que una proporción muy importante de la población, usualmente por encima del 70% para un virus con la tasa de contagio del SARS-CoV-2, adquiera inmunidad frente a él, bien porque ya se infectó y produjo anticuerpos específicos o porque fue vacunado con una vacuna que hoy todavía no existe.
Las vacunas junto con el agua potable son las dos más grandes contribuciones a la salud pública de la historia de la humanidad y explican, en gran medida, el aumento de la expectativa de vida de los seres humanos. Y sería importante que los antivacunas tomaran nota de esta pandemia y no siguieran confiando su vida y la de sus hijos a la inmunidad de rebaño de las poblaciones. Porque, además de poner en riesgo sus propias existencias, están facilitando la reemergencia de enfermedades gravísimas, que hoy apenas son testimonios de abuelos o de libros de historias, pero que durante siglos hicieron estragos.
No hay una solución capitalista a una pandemia. El capitalismo, en última instancia, es un sálvese quien pueda, y las pandemias, justamente, solo pueden conjurarse si salvamos a todos. Por eso no nos puede sorprender que los países que mejor manejen esto sean aquellos con Estados más fuertes, sistemas públicos más preparados y sistemas sanitarios más abarcativos.
Para tomar las medidas que habrá que tomar en Uruguay —y mientras más temprano, mejor—, el Estado tiene que estar dispuesto no solo a no disminuir el gasto público o el déficit fiscal, sino a aumentarlo. Buena parte de la población va a necesitar del Estado, y no puede ser que la gente deba elegir entre salir a la calle y exponerse a la enfermedad, perforando la cuarentena, y no comer. El Estado, que es la administración de lo que es de todos, tiene que poner plata en el bolsillo de la gente que lo necesita. Esto significa, indudablemente, subsidiar económicamente a la inmensa mayoría de la población, como ahora mismo están haciendo en un montón de lugares del mundo. No olvidemos que, al día de hoy, hay más de 2.300 millones de personas en cuarentena. Y habrá más. Muchos más.
Es importante que el presidente asuma que una epidemia de un virus para el que toda la población es susceptible es una guerra contra un enemigo invisible pero muy real, y exige del jefe de Estado una estatura superior.
Hay guerras que uno elige y hablan de uno mismo. Yo sé que Lacalle Pou hace muchos años que eligió sus causas y no son las mías, no me engaño en ese sentido. Pero hay otras guerras que uno no elige, que sobrevienen y son demarcatorias para siempre, guerras para las que nadie nunca pudo prepararse; esas son las que demuestran de qué estás hecho.
La Lucha Desigual de Irán contra Coronavirus (COVID-19)
El Covid-19, en estos días es el problema número uno en el mundo, con el que se enfrentan de alguna manera casi todos los países. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha anunciado que el virus ya se ha convertido en una pandemia. Por lo tanto, los estados-nación buscan combatirlo al movilizar todos los recursos humanos, financieros y de equipamiento.
escribe: Abolfazl Pasandideh, Embajador de la República Islámica de Irán
Irán, mi país, con una población de 85 millones, está fuertemente afectado por el Covid-19. Esto mientras Irán goza la presencia de médicos calificados y de un personal clínico responsable con espíritu de sacrificio y dedicación admirable para tratar los enfermos infectados.
En Irán, la confrontación con el Covid-19 es más difícil y complicada, debido a la lucha desigual y simultánea del Pueblo Iraní con dos «virus» más mortales aún: el unilateralismo descontrolado y el terrorismo económico, cuyas dimensiones se han extendido a cuestiones farmacéuticas y alimentarias.
Estos dos virus malignos (unilateralismo y terrorismo económico) son resultados del incumplimiento del Derecho Internacional, la Carta de las Naciones Unidas, el multilateralismo, las resoluciones vinculantes de la ONU y el dictamen del 3 de octubre de la Corte Internacional de Justicia que excluye los alimentos y bienes medicinales de los demás artículos que están sujeto a las sanciones. Este hecho ha duplicado las presiones al pueblo iraní, ya que estos dos virus además de atacar el comercio legítimo de Irán con el mundo, han irrumpido de una manera cruel en la salud pública iraní violando los derechos humanos.
El Covid-19 es un ejemplo de la vulnerabilidad de la comunidad internacional que ha trascendido muchos países sin tener en cuenta las señales y advertencias transfronterizas, ni las diferencias lingüísticas, étnicas y religiosas, y se ha convertido en un problema internacional que se debe abordar mediante cooperación global.
El combate ineficaz contra el virus en un país o una región en particular, causará, indudablemente, que terminen en fracasos los esfuerzos para controlarlo en otras zonas y países. Por lo tanto, es necesario que se levanten de inmediato las sanciones unilaterales, ilegítimas e ilegales impuestas contra Irán, a fin de fortalecer la capacidad de mí País en la lucha contra el Covid-19, a favor de la salud en Irán y el mundo. El poeta persa del siglo XIII, Saadí Shirazí dice:
Los hijos de Adán asemejan a los miembros de un solo cuerpo/ Todos ellos comparten la misma esencia en la creación/ Cuando uno de los miembros siente dolor los otros miembros no encuentran descanso/ ¡Oh tú que no sientes el sufrimiento de la humanidad, no mereces que te llamen ser humano! /
(Se trata del mensaje de Saadi sobre la Naturaleza Humana, de su libro «El Jardín de Rosas» del año 1258 d.C.)
Aprovechando la oportunidad, les deseo al Estado y la Nación de Uruguay, un éxito inmediato y completo en la lucha contra Covid-19. Estoy seguro de que juntos venceremos a Coronavirus.
Fuerza Uruguay / Fuerza Irán.
Sobre los dilemas e inercias de los gobernantes durante la pandemia
El Imperio y el Capital no cierran en domingo
escribe: Rafael Poch de Feliu | 24/03/2020 | Mundo
Ante una crisis de gran alcance histórico en la que hay millones de vidas humanas potencialmente en juego como la que estamos entrando, el sentido común le sugiere a la lógica imperante una pausa, un receso, una jornada de descanso como la que el propio creador se concedió. Nada de eso: el imperio no cierra en domingo.
Felices eran los días en los que nos preocupaba el riesgo de que Trump desencadenase una guerra contra Irán, la virulencia de las artificiales tensiones con Rusia, la intensa guerra comercial y propagandística contra China, o los incendios de California o Australia. Se evitó el bombardeo americano de Irán, pero las sanciones de Washington -el Secretario de Estado, Mike Pompeo, acaba de anunciar su refuerzo- están incrementando allá los efectos de la pandemia.
Es imposible comprar medicinas y suministros esenciales cuando, según la reputada Universidad Sharif de Tecnología de Teherán, ya se están produciendo; una muerte cada diez minutos, 50 nuevos afectados por hora (viernes,20 de marzo), y se barajan escenarios de 3,5 millones de muertos. Eso sería más del triple de la mortandad causada por la guerra con Irak de los ochenta. En la actual coyuntura -y eso vale igual para Cuba, Venezuela, Corea del Norte, Siria y otros- las sanciones son puro terrorismo.
Mientras en California se están abriendo las cárceles en previsión de un contagio generalizado, en Gaza hay dos millones de palestinos -con 60 UCIs para todos y 1,2 camas por mil habitantes- encerrados y privados por Israel de suministros fundamentales. La inercia es la de siempre.
UE: Había una vez un circo
En Europa el espectáculo es sobresaliente. El 4 de marzo Alemania decretó una prohibición de exportación de artículos de protección médica al resto de la UE. El ministro de sanidad alemán, Jens Spahn, respondió dos días después a las críticas de Bruselas, diciendo que la UE debía prohibir tal exportación al exterior de su espacio en lugar de criticar. Ante el escándalo, Alemania introdujo el día 12 algunas excepciones en su prohibición, entre indicios de que su principal agencia de control y prevención de enfermedades, el Robert Koch Institut está embelleciendo a la baja las cifras de muertos y afectados en el país.
En esas circunstancias, Italia dirigió su petición de ayuda a China, Cuba y Venezuela -países objeto de sanciones europeas- después de que “ni un solo país de la UE” respondiera a sus peticiones, según el embajador italiano ante la UE, Maurizio Massari. Instalada en una “lógica nacional” hacia sus socios, Alemania, “se ha cargado las últimas ilusiones” sobre la UE, se lee en un diario tan europeísta como La Repubblica. Las prohibiciones exportadoras de la UE eran citadas por el Presidente serbio Aleksandr Vucic en una carta a Xi Jingping en estos términos: “la prohibición nos ha llegado de la misma gente que nos aleccionaba diciendo que no debíamos comprar productos chinos”. En la crónica europea se echan a faltar informes sobre Grecia, cuyo sistema de salud fue particularmente devastado por la inflexibilidad europea.
El 12 de marzo Trump anunciaba su prohibición de viajar a Estados Unidos para los ciudadanos de la zona Schengen. Bruselas denunció la medida como una estupidez populista. Cuatro días después, el 17 de marzo, Bruselas prohibía todos los viajes entre países no europeos y la UE durante 30 días…
La pandemia retrata a cada uno. A Trump, por ejemplo, ofreciendo mil millones a la empresa alemana CureVac para hacerse con la exclusiva de un supuesto tratamiento contra el virus. En esa foto de grupo, China es la que sale más favorecida, pese a la masiva reeducación de los uigures, a la falta total de complejos a la hora de instalar su sistema de vigilancia ciudadana por puntos y al resto de la lista que la realidad -y también la propaganda- acumula contra ella. Como lamenta un comentarista del Wall Street Journal: “hay indicios de que China espera usar la crisis para fortalecer su posición global”. Otro observador de mayor calidad, Patrick Cockburn, resume así la situación: “Al fracasar en una respuesta coherente ante la amenaza y acusar a los extranjeros por su difusión, Trump ha arrinconado a Estados Unidos y socavado el papel hegemónico que ha desempeñado desde la Segunda Guerra Mundial. Incluso si Biden es el próximo presidente, en el mundo post pandemia Estados Unidos habrá perdido su indiscutible primacía”.
Dilemas y estrategias de los gobiernos
Con su estricta política de contención en el foco inicial e intenso intercambio de información con el resto del mundo, China ayudó a Occidente a prepararse. Brindó tiempo. El hecho de que esa política exitosa fuera también practicada en lugares como Taiwán o Corea del Sur, invalida el tontorrón argumento de la “ventaja de la dictadura”. La diferencia que habrá que explorar apunta más bien a mentalidades colectivas, prácticas de buen gobierno y prioridades gubernamentales. No se trata de China, sino de lo que podríamos llamar “estrategia de Asia Oriental”.
Sea como fuere, Occidente ha perdido un tiempo precioso al vacilar a la hora de aplicar una política que al final no ha sido de estricto confinamiento a la china, ni de control generalizado a base de test, sino de relativa restricción de movimientos. Ahora ya, uno tras otro, los gobiernos europeos, en Italia, España, Francia, Austria… se pronuncian por la ampliación temporal de sus medidas restrictivas que los científicos califican de insuficientes y claman desesperadamente como causa de futuros males mayores.
La vacilación de los gobiernos occidentales también tiene que ver con el enorme dilema que esta crisis plantea: para contener la pandemia hay que matar la economía. Si se trata de dos o cuatro semanas de quietud, como pensaban inicialmente en la UE, el asunto era serio, pero si se trata de seis semanas, o de algunos meses, entonces a lo que se enfrentan los gobiernos es a un colapso económico con hundimiento del sector servicios, depreciación bursátil, contracción del consumo y las exportaciones y, finalmente, millones de despidos laborales.
Tal es el dilema al que se enfrentan hoy los que mandan en Occidente: o se opta por una larga hibernación, con lo que la pandemia se contendrá pero la “economía” se hundirá, o se opta por la actual restricción soft con la economía en apuros y una gran mortandad. Al día de hoy seguramente nadie sabe cual de las dos opciones es más dañina, pero lo que está claro es que lo primero no es computable para quienes representan políticamente los intereses de los más ricos, porque el capital tampoco cierra los domingos.
Mientras en Francia, Italia y España, los gobernantes, aprueban dineros y subsidios especiales, discursos y actitudes como las de Boris Johnson, Angela Merkel, Donald Trump, Jair Bolsonaro y otros, evidencian, la opción por el “abierto las 24 horas”: cualquier cosa menos el colapso económico. Johnson, y al parecer también los holandeses y suecos, ha dibujado un cierto “laissez faire” a la pandemia. Merkel ha añadido un cierto fatalismo. Todo ello cosido por la sugerencia del darwinismo social: que sobrevivan los más fuertes, confiémonos en la “inmunidad colectiva”, etc. En su discurso del miércoles, la canciller alemana no propuso nada, ninguna medida. Cero. “Estoy completamente segura de que superaremos esta crisis, pero ¿cuantas víctimas habrá? ¿cuantos seres queridos perderemos?” dijo, antes de apelar a la “disciplina de cada cual”.
Y ahí lo dejó.
Opciones como suprimir los planes de rearme de la OTAN (400.000 millones para los 29 estados miembros en los próximos cuatro años), o subir un 20% los sueldos de los más expuestos, profesionales de la sanidad, repartidores, dependientes de comercio, conductores, son medidas de sentido común que deberían estar en los discursos de todos.
La crisis económica y social que se dibuja abrirá ciertamente algunas oportunidades, hemos dicho, desde nuestra ligera ignorancia, que la pandemia contiene ciertas oportunidades de cambio, , pero lo que va a abrir a corto plazo, y con toda certeza, es un sufrimiento humano enorme, y muy especialmente entre los más débiles, pobres y vulnerables. De la misma forma en que no es lo mismo el confinamiento en un piso-colmena del extrarradio que en una amplia villa con jardín, tampoco es lo mismo vivir con la mitad para los que tienen mucho, o suficiente, que para quienes no llegan a fin de mes o están en precario. Somos una sociedad dividida en clases.
El país en su peor crísis sanitaria del siglo 21, está en manos de ricos y oligarcas IRRESPONSABLES !!
El mundo sigue andando
“Tenemos agarrado el toro por las guampas”
escribe: Alberto Grille / Caras y Caretas
No conozco a nadie que me diga que vivió un drama colectivo mayor y más complejo que el provocado por el coronavirus COVID-19, aunque mi amigo Juan Berchesi me dice que su padre el Cr. Nilo Berchesi le contaba de niño el dramatismo con que se vivió la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, no es la única pandemia que ha habido en la historia de la humanidad y, por supuesto, no es la única tragedia.
NO SE SALVÓ NI PERICLES
En la época de Pericles, en la antigua Grecia, ya teníamos epidemias devastadoras y el propio Perrrricles (como pronuncia Sanguinetti) murió “envenenado” por la “peste”.
En la antigua Roma, la peste mataba más que las guerras, y hasta Marco Aurelio murió por causa de una. Los soldados romanos le tenían más miedo a la peste que a los bárbaros.
Los mongoles conquistaron Crimea catapultando cadáveres muertos por la “peste negra”.
Los muertos volaban, impulsados por las catapultas, por encima de la muralla de la fortaleza de Cafa, donde resistían los genoveses que se suponía morirían infectados. Ignoraban los mongoles que la peste bubónica era trasmitida por las ratas y no por los humanos, pero ya tenían la noción epidemiológica del contagio y no creían que la culpa fuera exclusivamente de Dios.
Las ejércitos llegados de Asia, famosos por sus destrezas como jinetes, no necesitaron el “caballo” que los aqueos usaron para ingresar en Troya, sus propios muertos volaban hasta caer como podridos —en el doble sentido de la palabra—, procurando infectar a sus enemigos. Los genoveses, famosos por su avaricia, eran como la Arbeleche: preferían morir antes que perder el “grado inversor”.
La Primera Guerra Mundial terminó porque la llamada “gripe española” diezmó los ejércitos de todos los contendientes.
La Revolución Industrial y el hacinamiento del proletariado en las grandes ciudades europeas, por la falta de saneamiento y la contaminación de las aguas servidas, introdujeron grandes epidemias de fiebre tifoidea en las capitales “del primer mundo”. La viruela, traída a América en grandes barcos veleros por los conquistadores europeos, exterminó al 90% de la población indígena que habitaba en estas tierras.
En Uruguay, y particularmente en Montevideo, se recuerda la epidemia de fiebre amarilla de 1857 que costó la vida de 2.250 montevideanos de una población total de 20.000 personas.
Los habitantes del puerto morían vomitando sangre y nadie sabía de donde venía el mal, si era el aire, la ropa infectada, la mugre, las letrinas de las casas, el agua de las lavanderas, las aguas servidas, los cadáveres afectados por la enfermedad.
Los muebles, las casas, la ropa, los enseres de cocina y hasta los propios cadáveres iban a la hoguera, creyendo que así se cortaba la cadena epidemiológica.
Tardó en saberse que la causa era un virus y el vector, nada menos que el inofensivo y molesto mosquito Aedes que andaba zumbando al lado de los charcos de agua, y los “espirales” aún no habían sido descubiertos.
En Buenos Aires, unos años —no muchos— después, la fiebre amarilla se llevó al cielo a miles de inmigrantes italianos y soldados que venían de la “Guerra Grande” en barcos cargados de heridos, combatientes, moribundos y mosquitos.
La culpa la tenía, según la época, el agua, la mierda, los muertos, los pecados, la ropa, el aire, el viento, el diablo o el mismísimo Dios.
Más cerca en el tiempo, las epidemias se vuelven pandemias en un mundo globalizado en donde las “pestes” son más expansivas, más universales, más conocidas, más comunicadas y tal vez muchos menos mortales.
La epidemiología, la ciencia, la medicina, la tecnología dan respuestas más eficaces, responden a expectativas más exigentes aunque tal vez, resulten más incómodas para el individualismo y el egoísmo alentado e instalado en muchas de las sociedades contemporáneas.
El Sida, el SARS, el MERS, el Ébola y el ZIKA, la Peste Porcina, han sido las grandes epidemias de este siglo, y cada una con sus características han exigido a la humanidad extremar los recursos.
Algunas de ellas han conmovido al mundo, pero en Uruguay las pasamos sin grandes sobresaltos. No era que no fueran gravísimas y que no sacudieran las economías, las sociedades y los prejuicios de los habitantes del planeta, pero nosotros —los uruguayos— estábamos tranquilos, teníamos un gobierno con experiencia, responsable, confiable y seguro.
Y un Estado fuerte y presente en el que los uruguayos —algunos más y otros menos— confiábamos.
Cuando todo parecía que en un mundo relativamente multilateral, en tensión permanente, los grandes actores disputaban y al final se arreglaban, cuando los uruguayos tratábamos de acomodarnos a un nuevo gobierno elegido por la mayoría de los ciudadanos en elecciones libres, legítimas y envidiadas en muchos lugares del mundo, cuando creíamos que las guerras estaban lejos y eran causadas por la posesión de pozos petroleros que no teníamos, el diablo metió la cola y vimos desembarcar en las costas del Río de la Plata una tragedia devastadora: el coronavirus, un virus agresivo, peligrosísimo, que apareció en China hace tres meses como consecuencia de una mutación de su estructura genómica y que ha puesto en peligro a toda la humanidad, costando la vida de decenas de miles de personas, con consecuencias económicas y sociales todavía imprevisibles.
La crisis que comenzó en China, y que puede resultar de una manipulación genética en una nueva versión de una guerra no tan fría, es un drama mundial que nos envuelve a todos, nos reduce a la impotencia y nos llena de angustia, porque su curso y su evolución están fuera de nuestro alcance; muchos pensamos que esto recién comienza y algunos no le vislumbran final.
TODOS SOMOS MORTALES
John Kennedy recordaba antes de ser asesinado en Dallas que ‟nuestro vínculo común más básico es que todos habitamos este planeta. Todos respiramos el mismo aire. Todos valoramos el futuro de nuestros hijos. Y todos somos mortales”.
Todos estamos amenazados hoy por esta pandemia terrible, desde el más poderoso de los mortales hasta el último mendigo.
Los uruguayos parecemos haber comprendido la magnitud de la alarma y nos comportamos como se esperaba, especialmente los médicos y los trabajadores de la salud, las instituciones de asistencia pública y los operadores de la salud privados, la UdelaR y el Instituto Pasteur, los trabajadores, los empresarios, políticos de todos los partidos y las autoridades nacionales.
En general, el Gobierno ha abandonado las chicanas políticas y las baboseadas menores, aunque en la primera manifestación pública oficial el ministro de Salud Pública insistiera en que “ahora sí se iba a ser transparente” y unos días después avisara que había recibido “solamente 100 kits del gobierno anterior”.
El Gobierno parece haber tomado conciencia de la gravedad del problema, aunque las medidas tomadas parecen ser insuficientes. Al menos, el Sindicato Médico, la Universidad de la República y la Academia reclaman medidas aún más drásticas y el Gobierno se ha mostrado reticente, cauteloso, indeciso, prudente, desde el primer momento.
Hace solo cinco o seis días, cuando el célebre casamiento del hijo del ignoto “Leo Felipelli” en Carrasco ya era tiempo pasado, y a base de aspirinas y vinagretas se habían evaporado todas las resacas, el presidente Lacalle Pou estaban dando besos en cuanta mejilla se ponía a su alcance en la Fiesta del Arroz, cuando recibió una llamada de Sanguinetti que le hizo ver la magnitud del problema que se nos venía encima.
La verdad es que yo no me siento tan seguro de que se esté manejando bien la situación desde el Gobierno, pero por supuesto cumplo estrictamente las indicaciones que se recomiendan para mí, para los trabajadores de Caras y Caretas y para alentar el cumplimiento de las medidas implementadas para aminorar la magnitud del daño.
Encerrados entre cuatro paredes, cumpliendo las directivas para los adultos mayores, el mundo sigue andando, hay que trabajar si es posible desde la casa, hay que tratar de consultar al médico solo si es necesario, hay que evitar ver a los nietos aunque se nos parta el alma, hay que pagar la luz —¿con o sin las nuevas tarifas?—, hay que tratar de que la revista esté en los quioscos, los trabajadores cobren sus sueldos y hay que recordar a todos que el diablo nunca duerme.
Aunque parezca mentira (increíble) Isaac Alfie y Azucena Arbeleche siguen trabajando para ahorrar 900 millones de dólares, cobrando las nuevas tarifas públicas y achicando en un 15% el gasto del Estado.
Si el lector cree que estoy exagerando o que no debiera ser el momento de recordar estas cosas, yo quiero que no olviden que en estos días en que todos estamos pensando en la fiebre y la tos, el valor del dólar vendedor en pizarras (el que se paga, el de verdad, el que duele), hoy martes cuando escribo, superó los $47,50, y era de $39,50 el 28 de febrero, antes de que asumiera el presidente Lacalle Pou; así que el aumento, en lo que va del nuevo gobierno, es de 20,25%.
Para los exportadores todo bien, la Sra. Arbeleche de parabienes, los motores están funcionando y la política económica no se cambia. El dólar hoy subió y mañana subirá también porque la ministra lo fogoneó para contentar a la corporación agroexportadora.
Pero ¿qué dice el “campo”?, los trabajadores, los conductores de camiones, los comerciantes chicos del interior, los bolicheros, las maestras, los peones y los jornaleros. Y ¿qué dice la tan promocionada coalición multicolor que no presentó la Ley de Urgencia porque aún no se pusieron de acuerdo? ¿Qué dicen Manini y Sartori que promueven medidas expansivas, postergar el pago de tarifas e impuestos y “frenar el lucro de los poderosos a costa de los humildes”?
LA PROFESÍA
Leo en The Washington Post este texto: ‟Derrumbe de monedas locales en América Latina ante disparada del dólar, Brasil 3%, Chile 2,5%, México 2,8%. Uruguay lidera influenciado además por políticas locales internas con 12,5%, la mayor devaluación mundial frente al dólar”.
Ya vemos que se quedó corto el informado diario norteamericano, porque la devaluación, reitero, ya pasó el 20%, y con ella la ganancia brutal de la corporación agropecuaria, que, como vimos, integran los ministros Carlos María Uriarte, Luis Alberto Heber, Irene Moreyra, Álvaro Delgado, Luis Lacalle Pou, Javier García y Azucena Arbeleche, y que es la verdadera vencedora de las elecciones pasadas, que no demoró una semana en hacerle pagar el precio de su victoria al resto de los uruguayos, especialmente a los trabajadores y jubilados, que son los que van a pagarlo con su menor poder adquisitivo.
La prueba de esa victoria y de la alegría que les causa no está solo en la inocultable y cada vez más amplia sonrisa del ministro Carlos María Uriarte, sino también en la tapa de la revista Negocios Rurales, publicada junto con El País el martes 17, que pueden ver en el recuadro.
El título lo dice todo: ‟Se hace valer” (junto a un manojo grande de billetes de cien dólares), ‟aumento del dólar impulsa el poder de compra de la ganadería”.
Claro que es así, pero como en economía nada es gratis, ese aumento del poder de compra de la corporación agropecuaria tiene su contrapartida en el menor poder adquisitivo de trabajadores, jubilados y todos aquellos que tienen ingresos fijos, que se ven castigados por la inflación que viene de la devaluación y que fatalmente va a sembrar de pobres nuestro país.
Voy a hacer una profecía, para que no digan que no lo avisé.
A fin de año, solamente dentro de 9 meses, habremos parido en Uruguay más de 300.000 nuevos pobres. No se crean que disparateo y ojalá que me equivoque, pero Issac Alfie es un neoliberal de la cabeza a los pies, el alfismo es la enfermedad infantil del neoliberalismo. El neoliberalismo no tiene corazón y, en lugar de pensar en invertir para ayudar a los empresarios a pagar los sueldos, apoyar a las Intendencias y al MIDES para atenuar el impacto en los sectores más pobres, al Ministerio de Obras Pública para mantener la inversión, al Banco de Previsión Social para hacer frente al incremento fatal de los trabajadores en seguro de paro y la cobertura de los seguros de enfermedad de los que deban guardar cuarentena o tengan síntomas compatibles, en lugar de eso, Alfie está pensando en la caída de la recaudación, en el aporte de las empresas públicas para disminuir el déficit fiscal y en el ahorro en las dependencias del Estado.
La soberbia de Alfie va en contra de lo que hace el mundo, España destinará treinta y tantos millones de Euros para afrontar el coronavirus, Estados Unidos 50.000.000 dólares, Argentina, Chile, Brasil harán políticas expansivas para mantener la actividad económica.
Pero Alfie se propone ahorrar 500 millones de dólares que los pagarán los que tengan que pagar la cuota de la casa o el auto o el televisor en dólares, el que pagará dos puntos de IVA más cuando paga con la tarjeta de débito o el que tenga que cobrar un sueldo depreciado por la inflación, una tarifa pública un 10% más cara, o un alquiler aún más caro cuando se reajuste. Lo pagarán los pobres que son los verdaderos motores de la economía, pero también los indigentes que viven en la calle y para los cuáles debiera haber ya políticas de protección frente a la epidemia que ya está provocando destrozos.
La Arbeleche está en la luna. Cualquier epidemiólogo sabe que cada día se multiplicarán los casos con un crecimiento exponencial y hasta dentro de más o menos 45 o 50 días estaremos en una fase acelerada, hasta que controlemos la epidemia si tenemos suerte y si hacemos las cosas bien, aún con fanáticos en el gobierno como Albeleche y Alfie que de epidemias no saben un pomo y de manejo de crisis tampoco. Habrá casos más o menos graves, más o menos muertos, pero al final nos infectaremos con el virus muchísimos uruguayos, casi todos. Hoy hay probablemente cientos de casos no registrados.
Como escribió Leandro, mi hijo, ‟hubo fiesta en las estancias”, y tanta que todavía el jueves 12, cuando ya la Argentina había cerrado la frontera a los vuelos internacionales, Loly y Cuquito repartían besos en la Fiesta del Arroz.
Mi amigo Jorge Barrera aún seca sus lágrimas al igual que todos los hinchas de Peñarol porque Isaac Alfie vendió a los tres mejores delanteros que jugaban en el fútbol local, Brian Rodríguez, Darwin Núñez y el Toro Fernández, en medio del campeonato para pagar deudas viejas y así perdió una campeonato que iba ganando por nueve puntos —si no me equivoco. Es que Alfie es neoliberal hasta en el fútbol, donde todos saben que hay que tratar de ganar el campeonato. Y eso que no tenía ningún riesgo de perder el grado inversor.
Esta crisis la pagarán, como todas, sobre todo los pobres, pero también muchos empresarios que actúan con responsabilidad, pagan sus impuestos, los salarios, se preocupan por el bienestar de sus trabajadores y asumen una responsabilidad social.
LA HORA DEL ESTADO
Ya nadie lo discute, el Estado es y debe ser el gran actor de esta crisis, el protagonista principal.
Podrán ver en esta edición de Caras y Caretas cómo las principales potencias del mundo y organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), que nunca fueron organizaciones de beneficencia ni mucho menos, han destinado cuantiosos recursos a paliar la crisis sanitaria, asegurar el bienestar de sus habitantes y restañar los daños que la pandemia cause en las economías nacionales (el neoliberalismo es una ideología repleta de mentiras que usan los poderosos para someter a los subdesarrollados mediante sus sirvientes locales), y se han producido milagros como la conversión de Emmanuel Macron, presidente de Francia, ayer estrella del neoliberalismo (ferozmente resistido por el pueblo enrolado en los ‟chalecos amarillos”), en un gran interventor, casi un socialista de planificación centralizada.
La gran noticia del día es que el Gobierno de Francia asumirá los créditos y suspenderá el cobro de alquileres, impuestos y facturas de agua, gas y luz, ya que le ‟ha declarado la guerra al coronavirus”.
La noche del 16 de marzo, el presidente de Francia anunció en un discurso televisado a todo el país un conjunto ‟medidas de choque” de intenso carácter social para mitigar el impacto de la epidemia en los ciudadanos y asegurar el funcionamiento de la economía, en particular de las pequeñas empresas.
Macron anunció que ‟el Estado asumirá el pago de los créditos bancarios contraídos por las empresas, también se suspenderá el pago de impuestos y cotizaciones sociales, de las facturas de agua, luz y gas, así como los alquileres”, y agregó que ‟ningún francés quedará sin recursos”.
Como si fuera ciencia ficción, informó también que ‟los taxis y los hoteles estarán a partir de ahora al servicio de las necesidades del esfuerzo sanitario, y el Estado pagará sus servicios”.
Anunció la movilización integral de las Fuerzas Armadas, que construirán hospitales de campaña en las zonas afectadas por la epidemia, y realizarán todas las misiones que sean necesarias, como el traslado de enfermos y la realización de tareas auxiliares de carácter sanitario.
El otrora neoliberal Emmanuel Macron, que solo confiaba en la iniciativa privada y en el mercado como asignador de recursos, ‟está en guerra” y se dedicará en exclusiva a combatir la epidemia e impulsar la economía, mejorar la situación de los trabajadores. También suspendió todas sus reformas económicas en curso, contra las que luchaban ‟los chalecos amarillos”.
También aplazó el segundo turno de las elecciones municipales del próximo domingo y decretó, unos días después de Italia y España, la restricción de los viajes desde y hacia el país.
Se movilizarán también 100.000 policías y gendarmes para establecer controles en todo el país. En Francia hay 6.633 casos confirmados de coronavirus y 148 muertos.
‟Estamos en guerra, no contra otra nación ni contra un ejército. Es una guerra sanitaria. Pero el enemigo está allí y avanza, y eso requiere nuestra movilización general”, afirmó el otrora prescindente principito.
Las medidas prohíben todos los desplazamientos excepto los necesarios para hacer compras de alimentos y medicinas, visitar al médico o ir a trabajar. Está autorizado el ejercicio al aire libre, pero solo de forma individual.
En materia económica, Macron dispuso que las pequeñas empresas no deberán desembolsar impuestos, se suspenderán sus alquileres y facturas de gas, agua y electricidad. Amplió masivamente el subsidio por desempleo parcial ‟para que ningún asalariado quede sin recursos”.
¿Y por casa cómo estamos?
El gobierno está lento en tomar decisiones económicas que acoten el costo para los más humildes, y cada día se hace más evidente su impericia y su insensibilidad social. No obstante escuchamos boberías supremas como la de Ernesto Talvi que cree que tiene al toro agarrado por las guampas…
EN ANCAS DE LA SITUACIÓN EXTERNA, pompita Pou EXPLOTARÁ AL PUEBLO TRABAJADOR Y FAVORECERA A SUS SOCIOS DEL AGRO (LOS RICOS EXPLOTADORES) DE UNSOLOURUGUAY-AUTOCONVOCADOS. PERJUDIRACÁ TAMBIÉN (AUQNUE ELLOS NO LO SEPAN) A LOS PEQUEÑOS y MEDIANOS TENEDORES DE LA TIERRA. EL PEÓN RURAL IGUALMENTE DAÑADO EN SU BOLSILLO AL IGUAL QUE EL TRABAJADOR URBANO. VIENTO DE COLA A FAVOR DE UN SOLO SECTOR Y CLASE SOCIAL: LOS EXPLOTADORES.
EMPEZÓ EL RECREO PARA LA OLIGARQUÍA …
La legitimación de las políticas neoliberales
La insoportable volatilidad del dólar
La mayor disparada del dólar en tres quinquenios está motivada por un conjunto de factores que son coyunturales y estructurales. Es imprescindible analizar cómo operan estas variables que, en el corto plazo, beneficiaron las políticas neoliberales instrumentadas desde el gobierno, encontrando en la recesión económica y el “diagnóstico coronavirus” un excelente pretexto para favorecer a su base social y descargar el peso del reajuste sobre las espaldas de los trabajadores.
escribe: José López Mercao / Caras y Caretas
La fuerte tendencia alcista del dólar registrada durante la semana siguiente a la toma de mando de Luis Lacalle Pou no tiene antecedentes en los últimos 15 años por la celeridad de su desencadenamiento.
Los diagnósticos que realizan los economistas al respecto son coincidentes en cuanto a que este fenómeno es directa consecuencia de la corrida de los inversionistas hacia los activos más seguros, puntualmente provocada por la inestabilidad de la economía global, a raíz de la expansión del coronavirus, lo que obligó a paralizar muchas actividades, inicialmente en China, pero luego en otros países centrales.
Es probable que este diagnóstico sea correcto, pero también parcial, con lo que se corre el riesgo de dejar de lado el problema en toda su dimensión. Para el mismo aparentemente no existe una solución académica por la sencilla razón de que los estudios están rezagados en cuanto a la progresión de las variables económicas.
Si se recurre a archivos recientes, seguramente se encontrarán referencias del enlentecimiento de la economía china, al menos desde 2017. Los analistas lo atribuyeron a la maduración propia de todo sistema capitalista al llegar a determinado punto de su desarrollo. En consecuencia, China no podía escapar a esa regla, pese a tener una política económica centralizada y autoritaria. Esta explicación tiene visos de realidad, aunque sigue resultando insuficiente para explicar la actual coyuntura a escala mundial.
De China al mundo, del mundo a China
En marzo de 2018, en ocasión de la renovación del mandato de Xi Jiping, en su discurso frente a la Asamblea Nacional Popular de China, expresó que el país ya había comenzado a instrumentar un nuevo modelo de desarrollo dirigido hacia adentro, luego de practicar durante más de tres décadas otro dirigido hacia afuera que posibilitó que tuviera las recordadas tasas de crecimiento de dos dígitos y posicionar a China como motor de la economía mundial.
El recurso por excelencia para lograr este despegue fue vender a bajo precio bienes industriales de consumo, principalmente a Estados Unidos y Europa, pese a que a menudo esos bienes eran procesados en plantas cuyo capital era de esos orígenes, aprovechando una mano de obra devaluada con altos niveles de productividad. Paradójicamente, ese mismo desarrollo transformó a China, que sin dejar de ser exportadora, pasó a ser gran importadora, lo que impactó sobre las economías periféricas, potenciando el boom de los commodities, con lo que completó su rol de motorizadora de la economía capitalista global.
Casi en simultaneidad con el propósito de cambio de modelo, enunciado por Xi Jiping durante su asunción -y tal vez no como un acto independiente-, se desató la guerra económica de Donald Trump, mediante la que procuraba revertir o al menos amortiguar los resultados de la fuga que sufrió Estados Unidos, impulsada por la retirada de sus capitales transnacionales (fundamentalmente aquellos vinculados a la industria). Como complemento, esto le permitió a Trump lograr un modesto -aunque poco visto desde 2008- índice de crecimiento, que tal vez le asegure su reelección. Aquí estaría otra de las explicaciones adicionales de lo que está pasando con el dólar.
Sobre estos procesos propios de la economía, emergió el coronavirus, con un efecto potenciador de aquellas condiciones tendientes a ralentizar las economías, imprimiéndoles un carácter mucho más permanente y hasta estructural.
Para que se entienda mejor: con el “diagnóstico coronavirus”, los economistas pronostican un rebote (compensación aguda del enlentecimiento) de la economía china y, en consecuencia, de toda la economía capitalista para el segundo semestre de 2020. Con el agregado de esas condiciones más estructurales que pueden estar operando, no sería sorprendente que en el segundo semestre el rebote -que sin duda ocurrirá- no logrará disimular una tendencia recesiva en la economía global.
Maquillaje
Uruguay, como siempre, se ha beneficiado de la desgracia ajena; los chinos inauguraron su “modelo hacia adentro” afectados por la peste porcina, que prácticamente les dejó sin proteínas para la alimentación humana y tuvieron que comprar todas las carnes de esta región y de otras al precio que fuese. El mismo coronavirus pudo ser una consecuencia de la fiebre porcina, en la medida que ciertas poblaciones aumentaron la presión sobre las carnes de caza, continuando un ciclo de desgracias que hasta resulta sospechoso de no aleatoriedad.
Cuando se restableció la normalidad y se lograron ciertos niveles no críticos de abastecimiento, comenzaron a reaccionar y a exigir precios más razonables. Pero es en ese preciso momento – cuando las ganancias extraordinarias de los ganaderos uruguayos comenzaron a frenarse- que la crisis recesiva mundial en ciernes viene a dar la mejor de las excusas al programa del nuevo gobierno (precisamente el de los ganaderos), sin que este deba asumir costos políticos.
La devaluación anunciada en la campaña electoral beneficia a los exportadores de dos maneras: dándoles más pesos por cada dólar y a mediano plazo, deteriorando los salarios, medida que, pese al alto costo político que implica, ahora es instalada desde fuera, exonerando de responsabilidad al gobierno. Algo similar sucede con la caída del precio del petróleo, impulsada por los aliados de EEUU (y más concretamente, por Arabia Saudita), que tal vez pueda darle una cobertura adicional a la suba de la divisa, evitando la suba del gasoil y diluyendo así el conflicto con su base social (“Un Solo Uruguay”). Como frutilla en el postre, el costo del financiamiento externo baja a casi cero.
Seguramente, si el ministro siguiera siendo Danilo Astori y no Azucena Arbeleche, la reacción del gobierno ante la acelerada tendencia alcista de la moneda verde, no habría sido tan tardía. Es decir, hubiera actuado antes del lunes 9 de marzo, día en el que la ministra de Economía intervino en el mercado, vendiendo 18.000.000 de dólares de las reservas del BCU. Pero aún si lo hubiera hecho antes, la suba del dólar no habría sido controlada. A lo sumo, mitigada.
Es decir, que si se tiene en cuenta cómo actuaron las variables que analizamos para explicarnos el porqué de la suba del dólar, concluiríamos que de Luis Lacalle Pou se podrán decir muchas cosas, generalmente negativas para los intereses populares. Pero no se podrá decir que no tiene suerte.
ESTO VOTO LA GENTE, QUE LO DIFRUTEN !!
GANARON MINTIENDO … El síndrome de Lacalle
escribe: Enrique Ortega Salinas / Caras y Caretas
“Años dando manija con el compromiso de bajar, no solo de no aumentar, sino de bajar las tarifas, y la promesa electoral no duró ni un mes. Debe ser un récord digno del Guinness”.
Óscar Andrade
Muy pocos días bastaron para que las promesas electorales de la derecha fueran incumplidas al llegar al gobierno. Luis Lacalle Pou prometió hasta el hartazgo que no subiría las tarifas de los servicios públicos y ahora, ante los anuncios de incrementos de las mismas, no sabe cómo hacer para calmar a sus patrones políticos del sector agroexportador, que ya se están poniendo nerviosos. No les alcanza la suba del dólar; quieren rebaja en los combustibles y la energía eléctrica.
Aprendan: así se gana una elección
«El pueblo ya hizo el esfuerzo, ahora nos toca a nosotros», había dicho y algunos, santos inocentes, pensaron que recortaría el costo de la clase política.
Frente a miles de personas en el Parque Viera, Lacalle Pou se comprometió a no aumentar impuestos, tarifas públicas y combustibles. En otro acto, realizado en el Cerrito de la Victoria, especificó: «¿Alguien cree que vamos a salir de este proceso de cierre de empresas con más carga tributaria? La opción es bien clara: más plata en el Estado, menos plata en la gente; menos plata en el Estado es más plata en la gente, es simple».
Tal como registró Telemundo, el candidato blanco “aseguró que su posición es solitaria en esta campaña, y que otros candidatos sostienen que hay espacio para más impuestos y para subir precios de las tarifas.
En la Unión, y respondiendo a Daniel Martínez en mayo de 2019 (hace menos de un año), fue tajante: “El que suponga que en Uruguay hay más lugar para impuestos o para aumento de tarifas, lo que va a estar logrando es más cierres de empresas y desempleo”.
Si alguien dice que en Uruguay hay una base tributaria adecuada a la realidad del país, es que la quiere, por lo menos, dejar. Nosotros vamos en otro sentido: el esfuerzo nuestro es ahorrar y bajar las tarifas públicas”.
Otra frase, manifestada en un acto en el Parque Viera en marzo de 2019, no dejó lugar a dudas: “Si gana el Partido Nacional se terminó el aumento de impuestos, tarifas y combustible”. Poco después, al ser entrevistado en Canal 4, sostuvo: “El aumento de las tarifas es recesivo. Va a generar menos actividad.”
Lo malo no es que lo dijera. Lo malo fue que le creyeron.
Cuando aún no nos recuperamos del impacto que nos produjo ver peones rurales homenajeando a los políticos que durante siglos los mantuvieron bajo la más indigna explotación laboral y a la top high de la comunidad gay mediática besando los pies de quienes se opusieron al matrimonio entre personas del mismo sexo, cae sobre los crédulos un baldazo de agua fría: las tarifas de UTE aumentan 10,5%; las de OSE, 10,7% y las de Antel 9,78% en promedio. El tarifazo de Ancap se posterga por la caída del precio del crudo, debido a la guerra comercial entre Rusia y Arabia Saudita, aparte de que el descaro hubiera sido demasiado y los reclamos, insoportables.
Mas no fue lo único. La rebaja del IVA con tarjetas de débito pasa del 4% al 2%, lo cual implica una suba de impuestos. En el pago con tarjeta de débito en los restaurantes, la rebaja del IVA (suba, de acuerdo a cómo se lea) pasa de 9% a 5%.
Hacete cargo:
«Yo quiero ser un presidente que cargue sus problemas arriba de los hombros y que no meta más excusas. Hay que hacerse responsable». Una de sus mejores frases de campaña. ¿Cómo puede caer mal un candidato que exprese algo así? Sin embargo, ahora que decidió incumplir la promesa electoral de subir las tarifas, le echa la culpa al gobierno anterior.
Tal como señaló Danilo Astori, “pasaron cinco años señalando que las tarifas son altas y proponiendo rebajarlas, y ahora, que la situación de las empresas públicas lo permitía y se resolvió en julio de este año no hacer el ajuste de enero de 2020, se queja porque no las subimos y eso perjudica el volumen de ingresos públicos. ¿Pero cómo? ¿No era que las tarifas no son para recaudar? Lo podrían haber hecho, dijo el presidente electo, ajustando por inflación. Durante los últimos años, el promedio de ajuste de tarifas siempre estuvo por debajo de la inflación, lo que significó un descenso en términos reales. Y ahora quieren que las mantengamos en términos reales”.
Por otra parte, al dejar que el dólar se disparara para beneficiar a sus patrones políticos que cobran en dólares y pagan en pesos, tanto su equipo como el diario El País (oligarca siempre) culpan al coronavirus. Tampoco se hace, ni se hará cargo, de que el Partido Nacional evite en Colonia el juicio político al depravado Carlos Moreira ni que sea nuevamente candidato a intendente.
Es obvio que su modelo neoliberal aumentará la pobreza; por eso es necesario para la coalición multicolor convencer a la gente de que el Frente Amplio dejó la economía convertida en un desastre, sin importar que hasta el mismísimo FMI sostenga lo contrario.
Si alguien se ha hecho cargo de lo suyo, es Isaac Alfie, ya que (tal como señala Pablo Ferreri) reconoce estar al servicio de las corporaciones y que no podía negarse a ir a Estados Unidos a declarar contra su propio país en un juicio que, si lo perdemos, nos pondrá nuevamente de rodillas frente al Fondo Monetario Internacional para poder pagar a los clientes del titular de la OPP.
La maldita nariz:
En un video registrado por Caras y Caretas y durante una conferencia de prensa, Luis Lacalle Pou señala: “Nosotros nos comprometemos en dos cosas, en la tarifa eléctrica y en el combustible. ¿Por qué? Porque se puede. Van, por lo menos, tres ejercicios en los cuales UTE le dice al gobierno central que puede bajar entre un 7% y un 10% la tarifa y el gobierno le dice: “No. Voy a aumentar 6% o 7%”.
Quienes vean el video, notarán que se toca la nariz al decir la primera oración. Los especialistas en lenguaje corporal aseguran que esto delata a la persona cuando está mintiendo.
En psiquiatría se entiende que quienes tienen una tendencia patológica hacia la mentira padecen el “síndrome de Pinocho”. Se trata de una compulsión irremediable y, debo aclarar antes de continuar, que no es el caso de nuestro presidente. No digo que no haya mentido, sino que hay que diferenciar entre mentiras puntuales y circunstanciales (caso del marco de una campaña electoral) y mentiras cotidianas, permanentes y obsesivas. La persona que vive mintiendo para justificar acciones o superar problemas de autoestima tiene un problema serio y no es el caso, obviamente, de Lacalle Pou. Para el mitómano, la mentira forma parte de la normalidad; para el demagogo, ansioso por ganar una elección y dispuesto a hacer lo que haga falta para alcanzar su objetivo, la mentira es algo esporádico pero necesario.
Los estudiosos del lenguaje no verbal sostienen que, cuando una persona está mintiendo, tiende a tocarse la nariz. Un grupo de científicos de la Universidad de Granada, liderados por el doctor Emilio Gómez Milán, realizaron un experimento para determinar si una persona mentía. Usando una cámara termográfica, comenzaron a registrar los cambios de temperatura en las distintas partes de la cara de los voluntarios entrevistados. La conclusión fue que, cuando alguien miente, la temperatura de la nariz baja y la de la frente sube, lo que explicaría el “efecto Pinocho”. Emilio Gómez afirma que “cuando mentimos, la temperatura de la nariz desciende entre 0,6% y 1,2% -ºC-, mientras que la de la frente sube entre 0,6% y 1,5%. Cuanto mayor sea la diferencia de cambio de temperatura entre ambas regiones de la cara, más probable es que esa persona esté mintiendo. Para mentir hay que pensar, y eso aumenta la temperatura de la frente; pero también nos ponemos nerviosos, algo que provoca un descenso de la temperatura de la nariz”.
Esa variante de temperatura produce también una ligera comezón que obliga a tocarse la nariz. Lacalle Pou lo habrá hecho por esta causa o porque simplemente le picó casualmente; lo que, más allá de la explicación precedente, no tenemos cómo verificar. Lo que es indiscutible y no necesita un estudio científico de universidad alguna es que mintió.
Otra más… y esto recién comienza
Otra promesa reiterada en la campaña electoral fue que las relaciones diplomáticas no estarían guiadas por afinidades políticas; sin embargo, al no invitar a su asunción a los presidentes de Cuba, Nicaragua y Venezuela, Lacalle II marcó la cancha dejando en claro que solo estaremos aliados a regímenes de derecha, sin importar para nada qué tanto respeten o violen los derechos humanos. Tanto el Hitler sudamericano como el emperador norteamericano están encantados con su nuevo aliado.
Por si fuera poco, la reelección de Almagro es casi un hecho. La derecha no necesita un secretario general de la OEA que cumpla con los mandatos de su carta orgánica, sino de alguien que los viole impúdica e impunemente. No necesitan a alguien que promueva el diálogo, sino el conflicto. No necesitan a alguien que modere los ánimos y lleve a las partes a una mesa de negociación, sino a quien arroje en la hoguera todo el combustible que sea necesario para llevar a una guerra civil que justifique una invasión a un país rebelde liderada por Estados Unidos. Venezuela debe prepararse para lo peor.
Ernesto Talvi ya anunció la salida de Uruguay de Unasur y el ingreso al TIAR. Lo primero no asombra, ya que, para ser honestos y aunque nos entristezca, Unasur ya estaba agonizante y lo único que hará nuestro canciller es desconectarle el respirador artificial; pero sumarse al TIAR… El problema no es que este organismo se prepare para un ataque externo (caso de grupos islámicos), sino que se prepare para realizar ataques en la región contra naciones que no sean sumisas ante la potencia del norte. La promesa de Talvi de que “no solo nos vamos a preocupar, sino que nos vamos a ocupar de Venezuela” mete miedo.
Jamás pensamos que en tan pocos días la derecha iba a desmontar tanto sus propias mentiras y de manera tan contundente.
Ahora bien, también los uruguayos tendrán que hacerse cargo; porque esto fue lo que votaron. Como dijo un día Luis Lacalle I con respecto a Sanguinetti: “Este fue el gobierno que votó la gente. Que lo disfruten”.
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