Por Alberto Couriel |*|
La economía de Uruguay ha crecido, entre los años 2004 y 2007, a un ritmo inesperado e inusitado que sobrepasó todas las expectativas. Al igual que en la mayoría de los países latinoamericanos, la extraordinaria elevación de los precios internacionales de los productos de exportación fue un factor central del crecimiento económico. En el caso específico de Uruguay, durante este período tuvimos un leve deterioro de los términos de intercambio, lo que de ninguna manera significa que los factores externos no hayan tenido un papel esencial en dicho crecimiento. Históricamente, el deterioro de los términos de intercambio, era consecuencia de aumentos de los precios internacionales de los productos de importación y de la caída de los precios de los productos de exportación. En la actualidad, dicho deterioro deriva del mayor aumento de los precios del petróleo con respecto a la suba de los precios de los principales productos de exportación como la carne, los lácteos, el arroz, el trigo y la soja. Es una leve pérdida de los términos de intercambio pero con elevados aumentos de los precios de los productos de exportación que se ubican como el factor central del alto crecimiento de los últimos años. También influyen, como factores externos en el incremento de la producción, el dinamismo del sector de la construcción con financiamiento externo en Fray Bentos, Montevideo y Punta del Este. Entre los factores internos destaca la confianza y credibilidad de los agentes económicos que generó el accionar del gobierno en estos tres años, la mejora del salario y el empleo que incrementaron la demanda interna y coadyuvaron al crecimiento económico. En cambio los instrumentos de la política macroeconómica no tienen efectos directos sobre el crecimiento. La política monetaria se utilizó para combatir la inflación, con errores de concepción sobre las causas de la misma, que en todo caso pudieron jugar negativamente sobre la actividad económica. La política fiscal tuvo el objetivo central de alcanzar un superávit primario que garantizara el pago de los servicios de la deuda pública. En la medida que los precios internacionales facilitaron un fuerte crecimiento del PBI, esto permitió un importante incremento de los ingresos fiscales que facilitaron aumentos del gasto público para atender los programas de educación, salud y la emergencia social. La política cambiaria se centró en enfrentar el proceso inflacionario, rebajar en moneda nacional los altos intereses de la deuda pública y permitir una baja de la relación deuda /PBI para mejorar la imagen del país en el mercado financiero internacional. Para ello el tipo de cambio nominal tuvo un significativo descenso de por dólar en 2004 a alrededor de en la actualidad, con una inflación en dólares de más de 70% en dicho período. Sobre este tema en nota de la Cepal de mayo de 2008 titulada «América latina y el Caribe en la nueva coyuntura internacional: del optimismo a una creciente incertidumbre» se expresa: «En particular, es de destacar el dilema de política monetaria que se presenta a los bancos centrales. Demasiado énfasis en cuidar «la reputación», algo a lo que son muy sensibles los banqueros centrales, puede empujar a la apreciación de las monedas en una parte importante del mundo en desarrollo y debilitar los incentivos para aprovechar el fuerte crecimiento de la demanda mundial durante los próximos años, más allá de las turbulencias de corto plazo. En síntesis, es probable que en el corto plazo las economías de la región sigan creciendo (en especial en América del Sur) a un ritmo elevado (4,7% este año y no menos de 4% en 2009). Sin embargo, podemos estar cayendo en la trampa de aumentar la especialización en la producción de bienes primarios sin conocimiento agregado, tanto por la apreciación cambiaria como por la ausencia de políticas de desarrollo productivo. El evitar ese resultado es uno de los principales desafíos de la región».
La nota de la Cepal parece dedicada a la política económica de Uruguay tanto por la elevada apreciación cambiaria como por la ausencia de políticas sectoriales, activas y selectivas que ayuden al desarrollo productivo. La apreciación de la moneda nacional dificulta nítidamente la competitividad de rubros con mayor valor agregado, con mayor empleo y contenido tecnológico.
En cambio la competitividad no está afectada en la actualidad para aquellos rubros que se beneficiaron por los precios de los productos de exportación ni los que se colocan en Brasil y en La Unión Europea por la fuerte apreciación del real y el euro. La actual política cambiaria afecta el futuro económico de Uruguay que debe apostar a significativos avances de contenido tecnológico en todos los sectores de la actividad económica, a incorporar valor agregado a sus recursos naturales y a mejorar sus niveles de empleo. Lo interesante es que no aprendemos de las experiencias históricas vividas cuando el quiebre de «la tablita» en 1982 y la profunda crisis de 2002 donde las políticas cambiarias tuvieron un papel preponderante.
Argentina ha sido de los pocos países de la región que intentó una política cambiaria de no apreciación de su moneda, atendiendo a la terrible experiencia de la ley de convertibilidad. El mantenimiento del tipo de cambio nominal con alzas inflacionarias le origina descensos del tipo de cambio real que compromete su competitividad, especialmente de los productos industriales que no se beneficiaron de los aumentos de los precios internacionales. Su política cambiaria intentaba beneficiar al sector industrial que había disminuido su participación en el producto por el atraso cambiario que le originó la ley de convertibilidad del uno por uno. Se basaba en tipos de cambios diferenciales con retenciones a determinados rubros de exportación beneficiados por los altos precios internacionales. Estas retenciones no eran más que una expresión de tipos de cambio diferenciales que ayudaban a bajar los precios internos de los rubros agropecuarios exportables y por lo tanto a enfrentar la inflación originada por la elevación de los precios internacionales de los alimentos. Permitía una mejora de la distribución del ingreso si los ingresos fiscales se gastaran adecuadamente. Pero por sobre todo, como lo expresa Aldo Ferrer, facilitaba la conformación de una estructura productiva moderna con mayor contenido tecnológico y más homogénea.
El problema de las retenciones en Argentina fue esencialmente político con un manejo inadecuado del gobierno sin la necesaria capacidad de diálogo imprescindible en los procesos democráticos. En Uruguay las detracciones nacieron en 1959 como un tipo de cambio diferencial para estimular la industria manufacturera. La actual política cambiaria impide el uso de este instrumento, y las condiciones políticas no son las más adecuadas para replantear esta temática. En otras condiciones cambiarias y según los precios internacionales se puede volver a reflexionar sobre el tema.
|*| Senador por la 609-FA, economista
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