Archivo de 10 de octubre de 2010

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el popular de uruguay / editorial

Dignidad de pueblos y gobiernos: indestructible cuando se unen.

 
 
«Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo y un clamor por la unidad de los pueblos contra el gran enemigo del género humano. Los Estados Unidos de Norteamérica» Ernesto «Che» Guevara
 
El intento de golpe de Estado perpetrado en Ecuador la semana pasada nos tiene que hacer recordar que la amenaza contra los procesos de cambio en la región son permanentes. Los vientos de cambios que soplan en el continente no son del agrado del gigante del Norte, que no ha dudado en financiar y asesorar los intentos golpistas de los últimos años, como tampoco lo hizo en décadas anteriores promoviendo las dictaduras mediante coordinaciones represoras de neto cuño fascista sufridas con vidas y secuelas de todo tipo por nuestros pueblos. El gobierno de Correa ha demostrado una defensa de la soberanía nacional que entra en clara contradicción con la política imperial. El retiro de la base de Manta, la integración al ALBA y la UNASUR exponen sólo algunos ejemplos. Para EEUU el control de su «patio trasero» es fundamental, porque controlarlo asegura un mercado para sus productos y el acceso a las materias primas americanas (además en un proceso de crisis cuyo peligro necesitan trascender por todos los medios). En el continente hay más de un millón de kilómetros cuadrados de extraordinaria riqueza minera, petrolera, agrícola, hidráulica, forestal y biológica. Hoy el dominio de la biodiversidad se convierte en parte de la estrategia de dominación mundial, haciendo de América Latina una pieza clave en el mercado internacional de bienes primarios a costa de la devastación de sus territorios. Por lo tanto, cualquier ejemplo de rebeldía frente a estos designios debe ser derrotado a cualquier precio desde la política imperialista. No es otro el motivo de que busquen tener controlados no sólo a Cuba –como desde siempre- sino a todos los procesos avanzados de América Latina. Pretenden controlarlos y amenazarlos militarmente. Lo confirman las bases en Colombia y Panamá, Guantánamo, la nueva base «de hecho » en Haití. En las últimas dos décadas la táctica utilizada por EEUU para derrocar, deformar o cooptar a los gobiernos avanzados de América Latina, ha ido variando en función de las correlaciones de fuerzas existentes en los ámbitos nacionales e internacionales. Hay que resaltar el papel jugado por la UNASUR, reuniéndose en forma urgente y a través de los presidentes y cancilleres, para respaldar al gobierno democrático de Correa y por lo tanto aislar a los golpistas. Desde medios de prensa de la derecha uruguaya –algo que no nos sorprende- se criticó la «apresurada, innecesaria y carente de todo fundamento jurídico la superurgente reunión del «Consejo de Jefes y Jefas de Estado y de Gobierno»»1 en vez de seguir respaldándose en los organismos existentes (en tanto son organismos que cuentan con la presencia de EEUU). Tal presencia imperialista ha promocionado los golpes de Estado en Venezuela y Honduras; la financiación y entrenamiento de la oposición como en el movimiento separatista de Bolivia, o los procesos de desestabilización como en Paraguay; la cooptación de dirigentes como Lucio Gutiérrez en Ecuador, hoy ubicado como el principal político instigador de las acciones de la policía, al mismo tiempo que existen pruebas de la participación de la CIA en esas operaciones. La contrarrevolución es una tendencia permanente frente a los avances de los pueblos. A veces se desencadena en forma directa y violenta, pero mientras puede, trabaja en forma «pacífica» tratando de debilitar la base social de un gobierno potencialmente peligroso a sus intereses. Generan de ese modo la sensación de un caos al que sólo las fuerzas contrarias al gobierno (peligroso apenas por insinuaciones progresistas) pueden ordenar. Marx analiza en 1871 las características de tales ataques, que se pueden observar en algunos de los procesos descriptos: 1-sabotaje de los funcionarios gubernamentales y empleados de las compañías privadas(en primer término los bancos), 2-medidas para aislar la ciudad, 3- el cierre de empresas(lock-aut) como una acción consciente para desorganizar la vida de la ciudad, 4- campañas organizadas desde la prensa burguesa contra el gobierno, 5- demostraciones «pacíficas» que buscan tantear si el gobierno revolucionario es sólido y tratando de crear la sensación de un malestar generalizado de la población, 6- La «maceración» ideológica de la opinión pública. (Teniendo en cuenta que la delicada acción de macerar en su campo específico gastronómico implica ablandar en un proceso sustancias duras pero luego irresistiblemente asimilables y gustosas). Cumplida esta etapa se pasa a una de las formas fundamentales de la contrarrevolución: el terror. a- no se limita en absoluto a acciones militares directas sino que persigue el objetivo fundamental de eliminar físicamente al sector más activo del enemigo de clase; bse orienta por tanto esencialmente hacia la clase obrera y el pueblo; c- aunque se presente como defensa del orden y las leyes una vez en el poder las viola en forma continua, d- concluida la masacre trata de hacer aparecer a los vencidos como culpables del terror. La movilización y organización popular, la fidelidad a la constitución y al gobierno de un sector del aparato armado del Estado y la solidaridad internacional han hecho fracasar algunos de los intentos de los últimos 20 años. El triunfo del golpe de Honduras y su «maquillaje » posterior muestra cuál es el mecanismo que se puede utilizar. La democracia participativa que va ganando terreno en el continente no es compatible con los intereses de las clases dominantes. Hace unos años en Venezuela intentaron generar un vacío de poder al no presentarse en las elecciones y ahora festejan perder por 15 º vez con Chávez. Obviamente su intención será evitar cualquier Ley que favorezca al pueblo. Vivimos un momento de construcción de alternativas, pero jamás debemos olvidar que el imperialismo juega su papel. Frente a ello será necesario reforzar la solidaridad expresada en movilización, como lo hicimos en instancias múltiples. Y no sólo desde las organizaciones populares. También desde los gobiernos que así lo merecen, demostrando que es también nuestra cada lucha de los pueblos por su liberación y también nuestras las demostraciones de los gobiernos que desde posiciones dignas asumen sus responsabilidades con el pueblo.

 (notas) 1 «Países aplazados» editorial del «El país»

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brasil, avanza o retrocede

 Emiliano José(carta maior)

La segunda vuelta y la renovación democrática en Brasil 

El resultado de la primera vuelta indica que toda nuestra militancia política, del PT y de todos los partidos aliados, tendrá, tendremos que luchar para garantizar la continuidad de la revolución democrática en la evolución de Brasil, eligiendo a Dilma contra Serra. El Gobierno de Lula puso en marcha esa revolución, después de las elecciones del 2002. Hasta ahora no ha sido un proceso sencillo. Tampoco lo será en adelante. Sin embargo es una revolución inédita en Brasil pero que si sigue adelante puede asegurar la construcción de una nación, no sólo poderosa económicamente, como ya lo somos, sino también y sobre todo, una nación justa, que modifique nuestras tradicionales estructuras dirigidas a la concentración de la renta y a la desigualdad, todavía de una de las mayores del mundo. Una nación que democráticamente incorpore en profundidad la presencia del pueblo brasileño, que piense en él, que piense en el desarrollo siempre en razón de la mayoría y no dirigido a atender los intereses de una minoría. Por todo esto, será esencial que nos pongamos todos en juego, insistiendo en la importancia de llevar adelante la revolución.

Esa revolución, que será larga, ya quebró algunos paradigmas. El primero de ellos, quizá, el de imaginar el glorioso día de la revolución, como muchos de nosotros imaginamos que debería acontecer, el día en el que se establecería el paraíso, y las antiguas estructuras se desmoronaran como por encanto. No pensábamos a largo plazo. No pensábamos como Gramsci en la guerra de posición. Imaginábamos siempre la guerra de movimiento, la conquista del Palacio de Invierno. Abogábamos, muchos de nosotros, por el corte abrupto, súbito, la toma del poder, la dictadura del proletariado, y entonces, todo se haría, con violencia, si fuera el caso, y sin democracia. Bajo la democracia, entonces llamada burguesa, no sería posible promover transformaciones en la vida del pueblo.

El gobierno de Lula probó lo contrario. La guerra de posición, si me permiten la metáfora, fue caminando y promoviendo conquistas extraordinarias. Y esas conquistas tuvieron siempre en cuenta las necesidades, los derechos de nuestro pueblo más pobre. Después de Vargas, este fue el primer gobierno que pensaba nuevamente en el pueblo brasileño más pobre, y el gobierno de Lula, para ser verdadero fue mucho más amplio en el esfuerzo de garantizar la presencia del pueblo brasileño y, se insistía, en el pueblo más pobre, en la dinámica del desarrollo del país, en Celso Furtado, que siempre es bueno recordar a los grandes pensadores, y Celso es uno de los mejores. Aquí, la revolución democrática derrotaba a otro paradigma – el paradigma tecnócrata y con origen en las clases dominantes, de que primero era necesario crecer para después distribuir la renta.

No seamos injustos, Vargas pensó en un proyecto de nación y desarrolló económicamente el país a base de la idea de la inclusión de los trabajadores urbanos, y no sería justo decir, a la FHC, que toda aquella experiencia debería negarse bajo el rótulo simplista del populismo. El gobierno Lula, no lejos de la revolución democrática, fue mucho más lejos, y por eso incorporó a la vida, a la ciudadanía aproximadamente a tres millones de personas, retiradas de la miseria absoluta, retiradas de la condición del no ser. Incorporó con medidas públicas atrevidas, enfrentando el apetito de la gran burguesía, de las clases dominantes, y hasta los preconceptos del izquierdismo infantil que no acepta la mejoría de las condiciones de vida del pueblo sino por el proceso de corte abrupto, como si ese corte fuese posible en las condiciones brasileñas. Y mientras eso no se hace, esa izquierda permanece inmovilizada. La idea, tan acariciada por la izquierda, de la creación de un mercado de masas se concretó con el gobierno de Lula, con la revolución democrática en marcha.

Claro que esas transformaciones, efectuadas por las políticas públicas en marcha, que van desde la Bolsa Familia a la recuperación del salario mínimo y pasan por la Luz para Todos, por el Pronaf, por el Prouni, por recordar algunos aspectos de esas políticas, que se hicieron a base de la extraordinaria valentía y determinación del presidente Lula, y también de su fantástica capacidad de negociación. Y Lula, aquí, rompía otro paradigma nuestro, de la izquierda: el de que todo se conquista por la confrontación. Lula lo aprendió, en la vida sindical y después llevó esa enseñanza a la política, que siempre es mejor una buena negociación que una huelga. Que la huelga por la huelga no interesa. En la política, nunca perdió el rumbo, nunca dejo de mirar hacia los más pobres, en ningún momento. Pero supo dar un paso adelante, dos atrás, después tres adelante, teniendo como objetivo la mejoría de las condiciones de vida de nuestro pueblo.

El gobierno de Lula tuvo la valentía de colocar en la agenda política brasileña las cuestiones de la lucha por la igualdad racial, por la emancipación femenina, por los derechos humanos y por un medio ambiente equilibrado, temas queridos por una izquierda renovada y democrática. Temas de la revolución democrática. Recientemente, los derechos humanos, protegidos en el Plan Nacional de Derechos 3, sufrieron un bombardeo por parte de los sectores conservadores, como si ese plan fuera una iniciativa del gobierno, y no el resultado de una amplia y democrática conferencia nacional. Y hablando de eso, otro asunto en la agenda la agenda política por el gobierno de Lula fue la participación popular. Contribuyó decisivamente a la realización de conferencias nacionales que movilizaron a millones de personas y que contribuyen decisivamente para la elaboración de las políticas públicas del gobierno. En la democracia actual, se reclama el crecimiento de la participación directa. Ya no es posible pensar sólo en su carácter representativo.

Cuando hablo de la capacidad de negociación del Presidente Lula, no desconozco su osadía cuando es necesaria. Todos esos temas no son fáciles de presentar a la sociedad. Por ejemplo, cuando Lula va a una conferencia del LGBT, no sólo legitima el derecho a la diversidad sino que se enfrenta al pensamiento conservador, que todavía tiene fuerza en nuestra sociedad., Lula, aunque no ha tenido una formación clásica de izquierda, a lo largo de la vida y del gobierno, fue asumiendo posiciones de la izquierda contemporánea, tomando actitudes propias de una izquierda renovada. Ha sido durante el gobierno un extraordinario dirigente de la revolución democrática en curso, que ha enorgullecido a todos nosotros. Sobre todo porque, insisto, en ningún momento vaciló en la relación a la prioridad de las políticas públicas que deberían estar dirigidas, como lo estuvieron, a la mejoría de las condiciones de vida del pueblo brasileño.

Ese no es, como se sabe, como ya dije, un camino fácil. Llegar hasta ello exigió mucha lucha. Confieso que alimenté ilusiones de tener un debate de buen nivel sobre Brasil en esas elecciones. Especialmente porque miraba al pasado de Serra, e imaginaba que él intentase ser digno de ese pasado. Pienso en el pasado de la resistencia a la dictadura y de su papel como ex -presidente de la UNE. Hasta en su capacidad de formación intelectual. Me engañé. Serra asumió en  primer lugar posiciones propias de la extrema derecha, lamentablemente. Y escondió su programa neoliberal, como lo escondió el mismo Fernando Enrique Cardoso. Prefirió ser un udenista tardío, un Lacerda del nuevo milenio. Lacerda fue la tragedia, Serra será la triste, melancólica farsa.

Quién sabe, si en la segunda vuelta consiga establecer un debate de mejor nivel. Los medios de comunicación hegemónicos, otra vez, aquellos de las tres familias, o de las pocas, reducidas familias, han hecho lo que podía y lo que no podían para desacreditar a Dilma Rousseff, para presentarla como una candidata sin condiciones, intentando siempre envolverla en escándalos. Dilma creció durante la campaña, desarrolló su capacidad de argumentación, se enfrentó bien a su principal adversario. Presentó el programa de la revolución democrática, basada en lo que realizó el gobierno de Lula. Ahora hay que enfrentar la segunda vuelta con mucha firmeza. En dos elecciones demostramos nuestra capacidad. Y vamos también a demostrarla en las de este año.

La segunda vuelta permitirá una discusión más profunda del proyecto. Debemos decir que la revolución democrática debe caminar más. Siempre y siempre con base en la democracia, en la participación, cada vez más consciente de nuestro pueblo y no solamente en las elecciones pasadas, sino también en estas, siempre. Insistir en que nuestro proyecto pretende garantizar más y más, la distribución de la renta. Combatir la profunda desigualdad que todavía nos afecta. Ir hasta el fondo en la revolución educacional iniciada en los primeros ocho años. Asegurar el desarrollo sostenible. El crecimiento económico a tasas altas no puede embriagarnos y conducirnos a una política que no tenga en cuenta la importancia de la preservación del medio ambiente. Enfrentar a pecho abierto, con firmeza y capacidad, la cuestión urbana brasileña, especialmente en las grandes y medianas metrópolis, que condensan los principales problemas en nuestros días.

La segunda vuelta es otra elección, costumbre se dice, y con razón. No es seguro que los votos dados a Marina, incluso si eventualmente el PV vaya a apoyar a Serra, o si Marina también lo hiciese, se transfieran al candidato tucán. Seguramente, tales votos tienen una clara inclinación socialista, al menos una gran parcela de ellos. Y pienso que tienden a emigrar en su mayoría a la candidatura de Dilma. O dicho de otra forma, tienden a optar por la revolución democrática que está en marcha en Brasil. Claro que esto puede apenas expresar la opinión de mi pensamiento deseoso, y de alguna forma lo es. Pero también es parte del análisis de otras situaciones de segunda vuelta.

El pueblo brasileño pospuso su decisión, quien sabe si para valorar mejor el cuadro, como lo hizo en las elecciones de Lula. Y ahora, como actuó en relación a Lula, pienso en una segunda vuelta que también elegirá a Dilma para no perder todo lo que conquistó a lo largo de los ocho años del gobierno de Lula. Nuestra militancia sin embargo, sabe que deberá estar en las calles, defendiendo con toda firmeza nuestro proyecto, la revolución democrática que está cambiando la vida del pueblo brasileño.

Emiliano José es periodista, escritor, militante político, afiliado al PT.

Fuente original: http://www.cartamaior.com.br/templates/materiaMostrar.cfm?materia_id=17024

 




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