Los dilemas del gobierno y la oposición
Esteban Valenti (*)
Estar en el gobierno plantea siempre serios y urgentes dilemas, pero cuando partidos históricos, que tienen más de un siglo y medio ocupando el poder, se encuentran en la oposición también tienen dilemas existenciales, además de políticos.
El Frente Amplio y el gobierno tienen el dilema de afrontar este último tramo de su segundo gobierno con la tentación de desbordarse en su generosidad y en los recursos para cumplir esas generosidades. ¿A que gobierno y en particular a que gobierno de izquierda no le gustaría abrir la mano a los aumentos de salarios, de recursos para la educación y para otras inversiones sociales?
Mucho más cuando hay una fuerte presión gremial en ese sentido. Y digo gremial, sindical, porque es notorio que la amplia mayoría de los uruguayos respalda en las encuestas y en las actitudes la política económica y social de este gobierno. La irresponsabilidad y la demagogia son hermanas gemelas y si el gobierno pusiera en riesgo todo lo que se avanzó en materia de trabajo, de conquistas sociales, de estabilidad económica y crecimiento del país, estaría traicionando su estrategia y su propia identidad de izquierda. En el desorden y el entrevero económico siempre pierden los más pobres, los más débiles. El gobierno lo está haciendo muy bien, con seriedad, con serenidad, con argumentación. Hay cosas que no logran valorarse en toda su importancia porque simplemente impiden que sucedan otras cosas muy negativas. Y eso es lo que no sucederá: ni se paralizará el crecimiento en un mundo con serios problemas que comienza a impactar en nuestra región, ni bajarán los ingresos familiares en términos reales, ni aumentará la desocupación, ni mucho menos el país irá a la deriva en materia económica, con sus graves consecuencias sociales. Eso simplemente no sucederá.
Ese era el principal dilema del gobierno de izquierda. Una vez más demostró que no tiene un modelo, como el que durante décadas atenazó al país por la derecha, tiene objetivos claros y flexibilidad para adaptar medidas y políticas a esos objetivos y a las nuevas situaciones. Su Proyecto Nacional sigue adelante. El Proyecto Nacional implica no detenerse en los derechos ciudadanos, afrontando riesgos, y por eso fue muy justo avanzar en la despenalización del aborto, una conquista histórica y ahora en la regulación de la marihuana, golpeando al narcotráfico donde le duele, en su capacidad de negocios y reclutamiento. Pero el mayor desafío para la izquierda, para el Frente Amplio es no juguetear, no creérsela, no considerar que las elecciones son un coto cerrado y que jugamos en divisiones diferentes con nuestros adversarios. Es posible que para ellos sea difícil ganarlas, pero nosotros podemos perderlas, no tengan dudas.
Cuando algunos consideran que se puede y se debe hacer alquimia politológica, en lugar de hacer política en serio, los que se encierran un pequeño corral de podercito y creen que desde allí pueden orientar a millones de ciudadanos, sus vidas, sus destinos, la orientación de su gobierno, simplemente esgrimiendo estructuras y estatutos, esas prácticas son los peores peligros. Son los que cuando se pierde, vuelven a sus pequeñas dimensiones cada día más intrascendentes y a poder lloriquear en los rincones contra todos y sobre todo contra los compañeros. Nos necesitamos todos, pero no necesitamos todo.
Los que si viven en un mar de dilemas son los partidos tradicionales. Ensayaron todos los calibres de la artillería. Fuego graneado y a discreción sobre cada tema posible: salud pública, inflación, seguridad, enseñanza, gasto público, Pluna, ahora preparan munición gruesa sobre la ley de medios, las licencias de la televisión digital, la regulación de la marihuana. Y su tema predilecto la Intendencia de Montevideo y antes también la de Canelones. Un ruido ensordecedor, explosiones por doquier y nada, las encuestas no se mueven un punto, lo poco que suben los blancos lo bajan los colorados y la suma nunca alcanza al Frente Amplio. Ya comenzaron a hablar contra las encuestas.
El Partido Nacional que ya definió sus dos principales pre candidatos, Jorge Larrañaga y Lacalle Pou está agotando las remotas posibilidades de sorpresa, de novedad, de alguna que otra idea nueva, de aires frescos . La vieja máquina con el chirrido de sus engranajes tradicionales se devora todo lo nuevo y lo restituye con el mismo mensaje de siempre. Nada nuevo a la vista.
¿Podía haber sido? Incluso con limitaciones notorias, era una posibilidad que la cruda realidad política se ha encargado de limar todos los días. Ahora lo que queda son ecos de los pasajes de un bando a otro, de un candidato a otro, que dan la ilusión de movimiento. Pero es un ballet siempre en el mismo sitio.
¿Alguien puede recordar una propuesta, una idea, un proyecto, una sola novedad en los últimos meses, años? Nada, lo que había se lo devoraron, le limaron las aristas y sigue siendo el mismo cuerpo romo de siempre. Y los partidos romos, tienen serias dificultades de emerger, de ofrecer alternativas.
Pero aún peor es la situación del Partido Colorado, no logra salir de un cómodo tercer puesto. Con figuras nuevas, con algunos discursos nuevos y de cierta audacia batllista la pesada voz del conservadurismo más completo y total acalla a todos, agrisa todo y el pesado yunque de plomo pesa sobre las cifras de todo el partido. Es difícil para el partido del poder soportar durante muchos años la condición del tercero, del dador de votos en los balotajes. Muy pesado.
Por algunos discursos blancos y colorados, siempre destinados a tratar de golpear a la izquierda y en especial a Tabaré Vázquez, al que le temen con todo su profundo corazón conservador, parece que el gran objetivo para las próximas elecciones, la meta suprema es que el FA gane sin mayoría parlamentaria. Como puede apreciarse toda una conquista, al que algunos analistas de izquierda le dedican sesudas elucubraciones.
Pero de tanto pesimismo ha surgido la gran idea salvadora y común, por ser de ambos partidos y por ser muy pero muy común: unirse y formar una nueva opción electoral en los departamentos de Montevideo y de Maldonado. ¿Algún contenido, alguna propuesta, algún aporte nuevo a la proyección de la capital y del principal departamento turístico del país? No, válgame dios, simplemente recuperar un cacho de poder, porque lo ven lejos muy lejos. Y la izquierda no solo gobierna el país, sino 5 intendencias en las que vive dos tercios de la población nacional.
Los más audaces ya hablan de un primer paso hacia un gran partido tradicional histórico a rayas, coloradas y azules. Juntos, pero no mezclados de rosado… Es un gran dilema, es desnudar y oficializar las familias ideológicas, luego de tantos años de hablar contra las ideologías. Es asegurarle a la derecha, o mejor dicho a las derechas de ambos partidos la supremacía segura de la nueva agrupación política, es descender un peldaño más en la historia al revés, caminada de espaldas a las tradiciones y en chancletas.
Los dilemas tienen otra componente importante: el tiempo, que en política como en todas las cosas de la vida es fundamental. Queda poco tiempo y se acaban las posibilidades de los firuletes. Hay que concretar. Eso vale también para nosotros, la izquierda debe que concretar. Concretar con el candidato, que tenemos el mejor, en la fórmula que debe ser la adecuada y, en ideas, proyectos, programas y mensajes al país. Y en los equipos renovados en capacidades, empujes y compromisos para ofrecerle lo mejor al país y a los departamentos. Esa es una gran lección, para administrar el sistema se puede hacer flotando, para cambiarlo hacen falta cuadros capaces, estudiosos, comprometidos y trabajadores. Y nos faltan, no están solo en los diversos sectores, están en el país, y en la izquierda en su conjunto. Necesitamos generosidad y menos tranqueras.
(*) Periodista, escritor, director de UYPRESS y de BITÁCORA. Uruguay
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