Archivo de 20 de julio de 2013

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Jul
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Capital – trabajo

Capital-Trabajo: el origen de la crisis actual

Le Monde Diplomatique / Vicenç Navarro

 
Este artículo analiza cómo la  relación entre el mundo del capital y el mundo del trabajo ha  configurado la crisis actual, tanto económica como financiera.
 
En la  extensísima literatura escrita sobre las causas de la crisis actual,  pocos autores se han centrado en el conflicto capital-trabajo (lo que  solía llamarse “lucha de clases”). Una posible causa de ello es la  atención que ha tenido la crisis financiera como supuesta causa única de la recesión. Eso ha desviado a los analistas del contexto económico y  político que determinó y configuró la crisis financiera así como la  económica, la social y la política. En realidad no se puede analizar  cada una de ellas y la manera como están relacionadas sin referirse a  tal conflicto capital/trabajo. Como bien dijo Marx: “La historia de la  humanidad es la historia de la lucha de clases”. Y las crisis actuales  son un claro ejemplo de ello.
Durante el periodo que siguió a la Segunda Guerra Mundial, el conflicto renta del capital versus renta del trabajo se apaciguó gracias a un pacto entre los dos  adversarios. Este pacto determinó que los salarios, incluyendo el  salario social (con aumento de la protección social basada en el  desarrollo de los servicios públicos del Estado del Bienestar)  evolucionaran con el aumento de la productividad. Consecuencia de ello:  las rentas del trabajo subieron considerablemente, alcanzando su máximo  (a los dos lados del Atlántico Norte) en la década de 1970 (la  participación de los salarios, en términos de compensación por empleado, en EEUU fue del 70% del PIB; en los países que serían más tarde la  UE-15, este porcentaje era el 72,9%; en Alemania un 70,4%; en Francia un 74,3%; en Italia un 72,2%; en el Reino Unido un 74,3% y en España un  72,4%).
A finales de la década de 1970 y principios de los años 1980, este pacto social se rompió como consecuencia de la rebelión del capital ante los avances del mundo del  trabajo. La respuesta del capital fue el desarrollo de una cultura  económica nueva basada en el liberalismo, pero con una mayor  agresividad. Es lo que llamamos el neoliberalismo, cuyo objetivo es  recuperar el terreno perdido mediante el debilitamiento del mundo del  trabajo. A partir de entonces, el crecimiento de la productividad no se  tradujo tanto en el incremento de las rentas del trabajo, sino en el  aumento de las rentas del capital. Y esta respuesta, mediante el  desarrollo de las políticas neoliberales (que constituían un ataque  frontal a la población trabajadora), fue muy exitosa: las rentas del  trabajo descendieron en la gran mayoría de países citados anteriormente. En EEUU pasaron a representar en 2012 el 63,6% del PIB; en los países  de la UE-15 el 66,5%; en Alemania el 65,2%; en Francia el 68,2%; en  Italia el 64,4%; en el Reino Unido el 72,7%; y en España el 58,4%. El  descenso de las rentas del trabajo durante el periodo 1981-2012 fue de  un 5,5% en EEUU, un 6,9% en la UE-15, un 5,4% en Alemania, un 8,5% en  Francia, un 7,1% en Italia, un 1,9% en el Reino Unido y un 14,6% en  España, siendo este último país donde tal descenso fue mayor.
Tales políticas fueron iniciadas en 1979 en el Reino Unido la Primera Ministra Margaret  Thatcher y en 1980en Estados Unidos por el presidente Ronald Reagan.  También fueron aceptadas como “inevitables y necesarias” por el gobierno socialista de François Mitterrand en Francia en 1983, al sostener que  su programa de clara orientación  keynesiana (con el cual había sido  elegido en 1980) no podía aplicarse debido a la europeización y  globalización de la economía, postura sostenida por la corriente  dominante dentro de la socialdemocracia europea conocida  como Tercera  Vía (en España, a partir de 1982, por los gobiernos socialistas de  Felipe González).
La aplicación de estas políticas neoliberales, definidas como “socio-liberales” caracterizaron las políticas de los gobiernos socialdemócratas en la UE. Todas ellas  tenían como objetivo facilitar la integración de las economías de los  países de la UE en el mundo globalizado, aumentando su competitividad a  base de estimular las exportaciones a costa de la reducción de la  demanda doméstica, reduciendo los salarios. Una consecuencia de estas  políticas fue que el aumento de la productividad no repercutió en el  aumento salarial, sino en el aumento de las rentas del capital.
Para alcanzar este  objetivo, el desempleo fue un componente clave para disciplinar al mundo del trabajo. En todos estos países, el desempleo aumentó enormemente.  Pasó de ser un 4,8% en EEUU en 1970 a un 9,6% en 2010. En los países de  la UE-15 pasó de un 2,2% a un 9,6%; en Alemania de un 0,6% a un 7,1%; en Francia de un 1,8% a un 9,8%; en Italia de un 4,9% a un 8,4%; en el  Reino Unido de un 1,7% a un 7,8% y en España de un 2,4% a un 20,1%,  siendo este crecimiento mayor en este último país.
Esta polarización de  las rentas, con gran crecimiento de las rentas de capital a costa de las rentas del trabajo, es el origen de las crisis económicas y  financieras. La disminución de las rentas del trabajo creó un gran  problema de escasez de demanda privada. Pero esta pasó desapercibida  como consecuencia de varios hechos. Uno de ellos fue la reunificación  alemana en 1990 y el enorme gasto público que la acompañó (a fin de  incorporar el Este de Alemania al Oeste y facilitar la expansión de la  Alemania Occidental en la Oriental), que se financió principalmente a  base de aumentar el déficit público de Alemania, pasando de estar en  superávit en 1989 (0,1% del PIB) a tener déficit cada año desde entonces y alcanzando un 3,4% de déficit en 1996. Alemania siguió, pues, una  política de estímulo a través del gasto público, que (como resultado de  su tamaño y centralidad) benefició a toda la economía europea.
El segundo hecho fue  el enorme endeudamiento de la población. Los créditos baratos concedidos por el sistema bancario retrasaron el impacto que el descenso de las  rentas del trabajo tuvo en la reducción de la demanda. Este  endeudamiento fue facilitado en Europa por la creación del euro, que  tuvo como consecuencia la tendencia a hacer confluir los intereses de  los países de la Eurozona con los de Alemania. La sustitución del marco  alemán y la de todas las monedas de la Eurozona por el euro, tuvo como  consecuencia la “alemanización” de los intereses monetarios. España es  un claro ejemplo. El precio del crédito nunca había sido tan bajo,  facilitando el enorme endeudamiento de las familias (y empresas)  españolas, pasando así desapercibida la enorme pérdida de capacidad  adquisitiva de la población trabajadora.
Por otra parte, la  gran acumulación de capital (resultado de que la mayor parte del aumento de riqueza de los países, causado por el aumento de la productividad,  sirviera predominantemente a aumentar las rentas del capital en lugar de las rentas del trabajo) explica el aumento de las actividades  especulativas, incluyendo la aparición de las burbujas, de las cuales  las inmobiliarias fueron las más comunes, aunque no las únicas. La  rentabilidad era mucho más elevada en el sector especulativo que en el  productivo, el cual estaba algo estancado, como resultado de la  disminución de la demanda. El crecimiento del capital financiero fue la  característica de este periodo a los dos lados del Atlántico Norte,  crecimiento resultante del endeudamiento y de las actividades  especulativas. Este crecimiento se basaba, en parte, en la necesidad de  endeudarse, debido al continuo descenso del crecimiento anual de los  salarios en todos estos países, una situación especialmente acentuada en los países de la UE-15 (los más ricos). Así, tal crecimiento anual  medio en los países de la Eurozona descendió de un 3,5% en el periodo  1991-2000 a un 2,4% en el periodo 2001-2010; en Alemania de un 3,2% a un 1,1% y en España de un 4,9% a un 3,6%.
Los establishments  financieros y políticos de la Unión Europea creyeron que la crisis  financiera estaba creada y originada por el colapso del banco  estadounidense Lehman Brothers y se limitaría al sector bancario de  EEUU. Thomas Palley, una de las mentes económicas más claras de EEUU y  más desconocidas en Europa, cita al que era Ministro de Finanzas alemán, el socialista Peer Steinbrück (candidato del SPD a la cancillería en  las elecciones del próximo 22 de septiembre) que profetizó que aquello  –resultado de las debilidades del sistema financiero estadounidense-  significaría el fin del estatus de EEUU como gran poder financiero. Este colapso del dólar, según él, beneficiaría al euro.
La gran ironía de  estas predicciones es que quien al final salvó a la banca alemana fue el Federal Reserve Board (FRB), el Banco Central de EEUU. El modelo alemán basado en la exportación hizo a la banca alemana enormemente vulnerable a ser contaminada. Los bancos alemanes estaban masivamente intoxicados  con los productos especulativos (subprimes) de la banca  estadounidense. Grandes bancos (como el Sachsen LB, el IKB Deutsche  Industriebank, el Deutsche Bank, el Commerzbank, el Dresdner Bank o el  Hypo Real Estate) así como las Cajas (como BayernLB, WestLB y DZ Bank)  entraron en el periodo 2007-2009 en una enorme crisis de solvencia,  teniendo que ser todos rescatados, muchos de ellos, por cierto, con la  ayuda del Reserva Federal de EEUU.
La orientación  económica, basada en la exportación (algo típico del modelo liberal),  había contagiado profundamente al capital financiero alemán, como  resultado de sus inversiones financieras tanto en la banca  estadounidense (llena de productos tóxicos) como en los países  periféricos llamados PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España) y más  tarde GIPSI (con la incorporación de Italia), llenas de actividades  especulativas de tipo inmobiliario. En realidad la crisis financiera  alemana y europea era incluso peor que la estadounidense y, cuando la  enorme burbuja especulativa explotó (al paralizarse la banca alemana),  apareció con toda crudeza el enorme problema del endeudamiento causado  por la reducción de la demanda, ella misma provocada por la bajada de la renta del trabajo.
Una de las causas de  ello es la arquitectura del sistema de gobierno del euro, resultado del  dominio del capital financiero en  su gobernanza. Tal sistema de  gobierno es producto de un diseño neoliberal que se basa, en parte, en  la diferencia de comportamientos entre el Banco Central Europeo (BCE) y  la Reserva Federal y, en parte, en el distinto tipo de modelo exportador de EEUU y la Eurozona (multipolar en EEUU y centrado en la propia  Eurozona en el caso europeo).
El BCE no es un banco  central. La Reserva Federal sí lo es. El BCE no presta dinero a los  Estados y no los protege frente a la especulación de los mercados  financieros. De ahí que los Estados periféricos estén tan desprotegidos, pagando unos intereses claramente abusivos que han dado pie a la enorme burbuja de la deuda pública de estos países. Esto no ocurre en EEUU. La Reserva Federal protege al Estado norteamericano. California tiene una  deuda pública tan preocupante como lo es la griega, pero esto no es una  situación asfixiante para su economía. Sí lo es en Grecia.
A la luz de estos  datos es absurdo que se acuse a los países periféricos de haber causado  la crisis debido a su falta de disciplina fiscal. España e Irlanda  estaban en superávit en sus cuentas del Estado durante todo el periodo  2005-2007. Eran los discípulos predilectos de la escuela neoliberal,  dirigida por la Comisión Europea, siendo el Ministro Pedro Solbes, que  había sido Comisario de Asuntos Económicos de la UE, el arquitecto de  tal ortodoxia. En realidad, Alemania, durante el periodo 2002-2007, tuvo déficits públicos mayores que la supuestamente indisciplinada España.
No fue su inexistente  falta de disciplina, sino la falta de un Banco Central que apoyara su  deuda pública lo que causó el crecimiento de los intereses de la deuda  pública, provista por los bancos alemanes entre otros, que se  beneficiaron de la elevada prima de riesgo. El fin primordial de las  medidas de recortes del gasto público, incluyendo el gasto público  social, es pagar los intereses a la banca alemana, entre otros. El  enorme sacrificio de los países GIPSI no tiene nada que ver con la  explicación que se da en los medios y otros fórums de difusión del  pensamiento neoliberal que atribuyen los recortes a la necesidad de  corregir sus excesos, sino a pagar a una banca que controla el BCE que,  en lugar de proteger a los Estados, los debilita para que tengan que  pagar mayores cantidades a la banca. La evidencia de ello es abrumadora. El famoso rescate a la banca española es, en realidad, el rescate a la  banca europea, incluyendo la alemana, la cual tiene invertidos más de  200.000 millones de euros en activos financieros españoles.
Una variación de esta  explicación es el argumento de que el problema de la Eurozona es el  grado del diferencial de competitividad, con alta competitividad en el  centro –Alemania y Países Bajos- y reducida competitividad en el sur  –GIPSI-. Este diferencial explica que los primeros tengan balanzas de  comercio exterior positivas (exportan más que importan), mientras que  los segundos las tengan negativas (es decir, importan más de lo que  exportan). De ahí que la solución pase por un mayor crecimiento de la  competitividad de los segundos. Y la mejor manera es bajar los salarios  (lo que se llama devaluación doméstica).
Pero tal explicación  tiene serios problemas. En primer lugar, ni Irlanda ni Italia tenían  balanzas comerciales negativas cuando la crisis se inició. Es más, el  crecimiento del componente negativo de la balanza de pagos en los países GIPSI se debió predominantemente al aumento de las importaciones,  resultado del endeudamiento, no del descenso de la productividad o  competitividad. Y ahora la mejora de su balanza comercial se debe a su  escasa demanda. En ambos casos, poco que ver con cambios en la  competitividad. En realidad, la productividad laboral estandarizada por  actividad económica no es sustancialmente diferente en España que en  Alemania. El problema, pues, no puede explicarse por un diferencial de  competitividad, sino por un diferencial de demanda, acentuado a nivel  europeo por un problema estructural, resultado del descenso de las  rentas del trabajo. El motor de la economía de la eurozona se basa en el modelo exportador alemán, cuyo éxito se basa en la moderación salarial  alemana (con salarios muy por debajo del nivel que les corresponde por  el nivel de productividad), en la imposibilidad de los países  periféricos de poder reducir el precio de su moneda (beneficiando a  Alemania con ello), en la enorme concentración de euros, la movilidad de capitales de la periferia al centro y el dominio de las estructuras  financieras, a través de la enorme influencia sobre el BCE que no actúa  como un Banco Central. Ver la balanza de pagos como resultado de una  diferencia de productividad es profundamente erróneo.
En realidad, Alemania  debería actuar como motor estimulante de la economía, no mediante el  aumento de sus exportaciones (basadas en bajos salarios), sino en un  crecimiento de su demanda doméstica, incrementando sus salarios y su  escasa protección social. El trabajador alemán tiene más en común con  los trabajadores de los países GIPSI que con su establishment financiero y exportador. Y en los países periféricos deberían seguirse también  políticas de estímulo, revirtiendo las políticas de austeridad que están contribuyendo a la recesión, además del malestar de las clases  populares; políticas a las que se opondrán los agentes del capital, pues éstos verán reducidos sus ingresos. Así de claro. Marx, después de  todo, llevaba razón.



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