Archivo de 13 de julio de 2019

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Elecciones de OCTUBRE en Uruguay …

Confrontar al bloque conservador

Resultado de imagen para marea frenteamplista

escribe: Hugo Acevedo / analista

El desenlace de la comparecencia a las urnas para elegir candidatos presidenciales celebrada el domingo 30 de junio, conformó un mapa político realmente desafiante para el oficialismo frenteamplista, que deberá trabajar mucho más de la cuenta para posicionarse bien para octubre y eventualmente ganar, tal vez con la soga al cuello, en noviembre.

Es claro que, a primera vista, la baja votación del Frente Amplio en una elección naturalmente no obligatoria, convoca a razonables reacciones de inquietud y preocupación.

No es secreto que el FA no quemó las naves en esta instancia, desistiendo de la posibilidad de realizar prédicas y mensajes de tono confrontativo y hasta limitó al mínimo la emisión de pautas publicitarias en los medios masivos de comunicación.

Tampoco es improbable que muchos votantes hayan sufragado en la interna de otras colectividades. Eso podría explicar, por ejemplo, el contundente triunfo de Talvi sobre Sanguinetti, que rompió con todos los pronósticos.

Pese a que en este caso fueron cuatro los frenteamplistas que se disputaron el derecho a alzarse con la candidatura de la fuerza política, la campaña fue igualmente de guante blanco y apostó siempre a la unidad más que al intercambio de ideas y propuestas.

Obviamente, no debería pasarse por alto que el oficialismo, además del lógico desgaste que supone el ejercicio de tres gobiernos consecutivos, debe procesar un compulsivo relevo generacional, provocado por la ausencia en la competencia de sus máximos referentes: el presidente Tabaré Vázquez, el ex presidente José Mujica y el ministro de Economía y Finanzas, Danilo Astori.

Si bien la gran fortaleza de la izquierda sigue siendo que posee un programa único de gobierno a diferencia de lo que sucede en otros partidos, el imperativo que impone la hora es movilizar a toda su militancia y trabajar políticamente para confrontar a la derecha.

Es claro que el bloque más recalcitrantemente conservador salió fortalecido de la jornada del 30 de junio, con el abrumador triunfo de los sectores más reaccionarios de los partidos tradicionales, la buena votación del ultra-derechista Cabildo Abierto y la virtual desaparición del Partido Independiente de la escena política.

Los resultados permiten avizorar el armado de una coalición conservadora, integrada por el nacionalista Luis Lacalle Pou, por el colorado pro-mercado Ernesto Talvi y por el militar Guido Manini Ríos, entre otros.

Como es notorio, Lacalle Pou representa la opción más derechista dentro del Partido Nacional, que superó por amplio margen al «renovador» Juan Sartori y al filo wilsonista Jorge Larrañaga.

Sin embargo, tal vez lo que los observadores políticos consideren una virtud del aspirante blanco pueda volverse en su contra: su decisión de nominar la misma noche del 30 a su candidata a vice, designación que recayó en la también herrerista Beatriz Argimón.

Con ese autoritario golpe de timón, Lacalle Pou ignoró olímpicamente la opinión de sus competidores en la interna, particularmente a Juan Sartori, que ocupó el segundo lugar.

Bien se sabe que el electorado del joven empresario está integrado por desencantados de la política que, aparentemente, no se distinguen ciertamente por su lealtad partidaria.

Sólo el tiempo permitirá establecer si esa definición de Lacalle Pou fue acertada o si puede volverse en su contra. Nadie puede asegurar que los adherentes a Sartori sufragarán dentro del lema, luego de la fratricida guerra sucia que caracterizó a la interna blanca durante la campaña.

La votación en el Partido Colorado arrojó interesantes conclusiones, por la contundente victoria de Ernesto Talvi, un candidato recién llegado a la política activa pero históricamente ligado a la figura de Jorge Batlle, recordado por haber encabezado el peor gobierno de la historia reciente.

Pese a sus permanentes alusiones a José Batlle y Ordóñez, Talvi no es batllista y sí un economista aliado estratégicamente al gran capital y a las corporaciones empresariales. Desde ese punto de vista, su elección representa un giro más a la derecha en la centenaria colectividad de Rivera.

El tercer factor que debe convocar a la inquietud es la buena votación de Cabildo Abierto, el flamante partido fundado y liderado por el ex comandante en Jefe del Ejército Guido Manini Ríos.

Se trata de un nuevo conglomerado conservador con impronta castrense, que bien puede transformarse en juez de la contienda de noviembre haciendo pesar los intereses corporativos de la denominada familia militar y de los peores reaccionarios de extracción pro-golpista.

Por supuesto, el primer desafío para las fuerzas progresistas será reflexionar -con sentido de autocrítica- sobre la magra votación del 30 de junio y armar una potente batería programática de cambios capaz de volver a entusiasmar a los uruguayos, con particular énfasis en los denominados desencantados.

La estrategia pasa por advertir a la ciudadanía que votar al bloque derechista significará un retroceso en materia de derechos adquiridos y un riesgo potencial de reproducir las mismas condiciones históricas que condujeron al país a la dramática debacle de 2002, tal cual sucedió en Argentina y Brasil.




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