25
Ago
13

Uruguay … política partidaria

El catálogo de la ortodoxa biblia neoliberal

escribe: Hugo Acevedo periodista

En un documento de más de cuarenta páginas, las cámaras empresariales que detentan la propiedad de los medios de producción reflexionan sobre los problemas de competitividad que afronta el país para garantizar la sustentabilidad del actual modelo de desarrollo.

En tal sentido, reflexionan sobre las vulnerabilidades que presenta Uruguay, a raíz de la desaceleración del crecimiento de la economía originada en la incertidumbre devenida de la crisis del capitalismo central.

Se trata de un auténtico programa económico elaborado por técnicos que conocen bien su materia, a juzgar por el análisis de coyuntura y las gráficas comparativas que presenta.

Empero, más allá de la valoración de algunos de los logros de ambas administraciones frenteamplistas, que suelen atribuir a factores meramente exógenos, el manifiesto contiene severas críticas a muchas de las políticas gubernamentales.

Lo sorprendente es que propongan recetas absolutamente perimidas y probadamente fracasadas, inspiradas en el espíritu del denominado Consenso de Washington, que es una auténtica biblia del dogma neoliberal.

Ese catálogo, que se aplicó en nuestro país a partir de la década del noventa y hasta la inauguración de la presidencia de Tabaré Vázquez, fue el que precipitó al país a la peor debacle económica y emergencia social de su historia.

Sería redundante reiterar los devastadores efectos de la crisis con epicentro en el oscuro año 2002, con sus dramáticas secuelas de desocupación, rebaja salarial, pobreza, indigencia y desesperanza.

Pese a esa nefasta experiencia, los dueños del capital reclaman una mayor flexibilización y desregulación del mercado laboral, un enfriamiento de los salarios, la reducción del gasto público, una reforma que minimice el tamaño del Estado y la virtual eliminación de los monopolios de las empresas públicas.

Todo se reduce a cumplir a rajatabla con el ortodoxo manual fondomonetarista, que está provocando auténticos estragos sociales en varios países europeos.

Como siempre, prevalece la tesis de mantener los equilibrios de la ecuación empresarial, que suelen considerar a la fuerza de trabajo como un mero costo y no como una inversión.

Es claro que los rígidos esquemas del capitalismo salvaje no contemplan la posibilidad de renunciar a parte de la plusvalía, acorde con la necesidad de modificar los patrones de inequidad imperantes en las relaciones laborales.

En efecto, la clave es la privatización de las ganancias y la socialización de las pérdidas, signo de identidad de los gobiernos de derecha funcionales al modelo concentrador.

Deberían repasar algunas de las propuestas del Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz –que no es para nada un técnico de izquierda– y apreciar que las estrategias para construir prosperidad son radicalmente diferentes a las que invocan.

Aunque parezca surrealista, se permiten criticar la presunta falta de inversión en infraestructura, cuando fueron las asociaciones que nuclean a los productores agropecuarios –signatarias de este documento- las que interpusieron recursos de inconstitucionalidad contra el Impuesto a la Concentración de Inmuebles Rurales, cuya recaudación estaba destinada a financiar obras de caminería.

En otro orden, cuestionan el modelo educativo y la supuesta mala calidad del gasto en este rubro, aduciendo que los resultados no son los que requiere el país.

También en este caso, las cámaras empresariales apelan a la lógica neoliberal. Para ellos, la educación debe sintonizar solamente con las demandas del mercado y formar únicamente obreros, empleados o meros analfabetos con destrezas.

Evidentemente, no conviene a sus propósitos que egresen personas que ejercen plenamente su ciudadanía, conozcan sus derechos y posean herramientas intelectuales capaces de producir cambios que corrijan las flagrantes asimetrías del modelo hegemónico.

La ofensiva empresarial también critica la situación de la seguridad pública, sin ninguna alusión a la génesis de la fragmentación social provocada por el paradigma que ellos mismos panegirizan.

En más de cuarenta páginas, no hay ni una sola referencia explícita a la mejora en la calidad de vida de los uruguayos. No sorprendería que este mamotreto inspirara los programas de gobierno de los partidos políticos del bloque conservador.


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