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May
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editorial de El Popular de Uruguay

viernes, 24 de mayo de 2013

Abriendo murallas

Editorial El Popular-Uruguay-DDHH.

 
 
 
 
Se realizó la 18 Marcha del Silencio, esta vez con la consigna: “En mi patria no hay justicia, ¿quiénes son los responsables?”. Una vez más fue multitudinaria, casi de aluvión. Emociona ver como empieza a llegar la gente, como se junta en torno a Rivera y Jackson. Los Familiares de Desaparecidos despliegan sus fotos, sus queridas fotos, como hace varios años, rodeados de los gurises de Hijos y de la FEUU, que serios se organizan tomados de las manos para abrir el paso.
La columna humana se va organizando lentamente y desde las veredas otras oleadas de mujeres y hombres observan con respeto y se suman al final, en un orden voluntario, sin necesidad de ninguna disposición especial. Este año hubo algunas novedades, una concentración previa de decenas de estudiantes de secundaria, en el IAVA, con una pancarta que expresaba su sentir: “Los impunes no pasarán”.
El elemento más importante de la marcha del silencio sigue siendo, año a año, la participación multitudinaria. Es, desde hace años, la concentración más grande que se realiza en el Uruguay. Otro aspecto de enorme trascendencia es la masiva participación de jóvenes. No lo ve el que no lo quiere ver.
Este año se sumó además la consolidación de una tendencia que venía esbozándose: la realización en el interior del país de masivas concentraciones simultáneas. Este año se hicieron en Paysandú, Salto, San José, Maldonado, Florida, Durazno, Tacuarembó, Treinta y Tres y por primera vez en Carmelo, donde participaron más de mil personas.
Miles de uruguayas y uruguayos expresando su compromiso con la democracia, la libertad, la verdad y la justicia. Compromiso activo, firme, en la calle, como debe ser. Una multitudinaria respuesta a este nuevo intento de la derecha y el poder de mantener la impunidad a cualquier costo.
La marcha del silencio es uno de los momentos de síntesis de la lucha popular contra la cultura de impunidad, contra la mentira, contra el ocultamiento. Expresa la convicción democrática de un sector muy importante del pueblo uruguayo, sus reservas más profundas, su compromiso cívico.
Expresa un contraste digno de destacar. Los defensores de la impunidad, la mayoría de la Suprema Corte de Justicia, la derecha política y mediática, los propios impunes, recurren siempre a la negación del debate, viven del ocultamiento, de la amenaza velada o explícita, de la persistencia del discurso prisionero de la mentira.
 
Impunidad y discursos. Lo dijimos ya y lo reiteramos, la impunidad necesita la mentira y el ocultamiento, se dan mutuo sustento se retroalimentan. Entre muchas de las consecuencias nefastas de la impunidad está la persistencia de la mentira. La reproducción ad infinitum de un discurso retardatario, hemipléjico, tergiversador de la historia, la reproducción del miedo.
 
La impunidad tiene dos caras, niega la verdad y la justicia a las víctimas, y a la vez, y como consecuencia directa de esto, mantiene la mentira y protege a los impunes.
 
Fue la garantía de impunidad la que le dio fuerzas a los grupos de tareas para vigilar, perseguir, reprimir, torturar, violar, asesinar y desaparecer. La impunidad fue el combustible de la bestialidad represiva.
Hoy es el combustible de la mentira y de las posturas más retrógradas y retardatarias de la sociedad. La mayoría de la Suprema Corte de Justicia para defender la impunidad se ve obligada a contradecirse a sí misma. 
 
En un coloquio sobre la lucha contra la impunidad en Uruguay realizado este martes en París, el jurista francés Louis Joinet, artífice de la Convención Internacional sobre las desapariciones forzosas y ex consejero del presidente francés François Mitterrand, explicó la gravedad de la resolución de la SCJ:  «El desafío de la justicia que está en juego en Montevideo va más allá de las fronteras del Uruguay y concierne a toda la comunidad internacional. Negar la imprescriptibilidad de esos crímenes de lesa humanidad es un grave precedente del cual pueden inspirarse los Estados depredadores que esperan dar vuelta a la página para que ésta no pueda ser leída”. Y todo para defender la impunidad y los impunes.
 
 
En el mismo sentido, aunque en otro grado de relevancia, se inscriben las declaraciones de trasnochados voceros de centros de retirados militares, siempre amenazantes, siempre soberbios, siempre mintiendo. O la actitud provocadora de militantes del ultraderechista Partido Uruguayo, pasando con un camión con una propaganda que reivindicaba “la lucha contra el terrorismo marxista” a una cuadra de la concentración previa a la marcha del silencio. O las afirmaciones repudiables, del frustrado líder del también derechista Partido Azul, hoy reciclado en vocero de la lucha contra “la inseguridad”, Roberto Canessa. Reclamando como siempre represión, pidiendo que se impida a los pobres circular por Carrasco para que no marquen casas para robar. Diciendo la barbaridad de que “Mujica y Mandela se recuperaron en la cárcel”, una falta de respeto intolerable, una reivindicación del terrorismo de Estado y del Apartheid.  O el discurso beligerante del líder de la derecha parlamentaria, Pedro Bordaberry, cuando dice: “Nuestro modelo es el de los que arrancamos a la salida del sol a trabajar y estudiar, y el de Tabaré Vázquez es el de los que amanecen en la calle y nos ven pasar a trabajar para ellos. Nuestro modelo es el de los que pensamos en tractores, vacas, industria, trabajo, y el de Tabaré Vázquez es el que nos dejó en su gobierno, de personas que no trabajan y se la pasan pensando en la pasta base. Nuestro modelo es el de los queremos más horas de sol para sembrar más, y el de Tabaré Vázquez es el los que aprovechan la noche para robar».
En distintos niveles expresan lo mismo, el terror atávico a todo cambio, el miedo como estrategia y la represión como camino. Esos discursos son posibles aún por la impunidad.
 
Es también en la persistencia de la impunidad que se inscribe la aparición de un personaje como Héctor Amodio Pérez y su utilización por la derecha. Amodio Pérez es mucho más que un traidor a sus compañeros del MLN, que lo es. En una de las respuestas a El Observador, Amodio Pérez reconoce que cambió su libertad y la de la que en ese entonces era su compañera por “ayudar” al mayor Armando Méndez a organizar la represión y en particular en el trabajo del Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA). El OCOA fue un organismo de dirección de la represión, que organizó la tortura, muerte y desaparición de miles de uruguayas y uruguayos. Amodio Pérez trabajó para el terrorismo de Estado, es cómplice de delitos de lesa humanidad, debería ser extraditado a Uruguay, ser juzgado e ir preso. Amodio Pérez puede hablar por la impunidad. Amodio Pérez también es un impune.
 
La única respuesta. La derecha, el poder impune, los terroristas de estado, siguen con la mentira y quieren frenar la verdad. Saben, como lo sabemos nosotros, que la verdad reclama más verdad y produce justicia.
Seguiremos diciendo la verdad, seguiremos denunciando, en los juzgados, en los medios, en la justicia internacional, en todos lados.
 
Seguiremos investigando y demoliendo la mentira. Ni una sola de sus versiones ha podido ser sostenida en la justicia, ni una. 
 
Pero además, y particularmente, seguiremos junto a las víctimas del terrorismo de Estado y seguiremos a cara descubierta y sin nada para ocultar manifestándonos en la calle. Construyendo memoria, único camino de conquistar la libertad.
 
Juntos, en silencio y con convicción. Abriendo murallas.

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