26
Sep
14

lacalle pou …

 

El pegajoso abrazo del osito cariñosito

 

escribe.Esteban Valenti Periodista, escritor, director de UYPRESS y de BITACORA. Uruguay
La gran operación política electoral de las fuerzas conservadoras-restauradoras es sin duda el »clinch pegajoso» y si faltaba alguna confirmación,  el acto de lanzamiento de su programa en Kibon el pasado lunes 15 de setiembre fue terminante.
Una combinación de buenos propósitos, de autoayuda sicológica para afrontar las dificultades derivadas de las últimas encuestas y sobre todo de los resbalones por ciertas declaraciones a la prensa, muy próximas a la verdad.
Luego de escuchar el discurso de Lacalle se tiene la sensación de la promesa de un país gobernado por los »Ositos cariñositos» (1). Bordaberry que es un político serio de derecha, se debe querer boletear cada vez que lo escucha.
Existe una perfecta sincronización entre los discursos, las puestas en escena, la presencia o ausencia en la prensa del candidato y la campaña publicitaria. No funcionan de la misma manera los discursos y declaraciones de asesores y consejeros que de vez en cuando se les suelta la cadena y dicen lo que piensan, incluso brutalmente. Es el caso del economista Juan Dubra en INFOBAE, que ahora incluso se borró de Twitter Y otros más notorios y notables.
Pero el eje político fue la convocatoria a un gobierno de acuerdo y de equipos. Lo de equipos es difícil hacerlo aparecer como algo novedoso, en el Uruguay todos los gobiernos construyeron sus equipos en los diferentes ministerios y áreas de la acción. Lo que quiere ser »renovador» es la convocatoria a acuerdos entre los diferentes partidos.
Las razones son de dos tipos. Si hay una cosa clara en las encuestas es que el Frente Amplio luego de 10 años de gobernar sigue siendo la primera fuerza política nacional, por un importante margen y por lo tanto luego de los chisporroteos entre los dos candidatos conservadores, Pedro Bordaberry y Luis Lacalle, cualquier alternativa de gobierno les exigirá una negociación, entre ellos y dentro de sus propios partidos. Los programas presentados por los candidatos son una vaga referencia, luego de las elecciones y en la remota eventualidad de ganar comienza la verdadera negociación en todos los frentes. Eso es inevitable. Lacalle sabe que a lo sumo tendrá algo más de 30 diputados en 99. Así que lo que está haciendo es simplemente reconociendo la realidad. Ninguna renovación.
La segunda razón, es el famoso clinch cariñocito, es decir atrapar al Frente Amplio en un abrazo pegajoso donde trata de quedarse con los méritos de estos 10 años mientras y, por las fuerzas conservadoras, es decir la derecha, dar la imagen que todo se negociará entre todos. Falso, ni siquiera demuestran intención de una negociación social en serio.
Para ello juega con ese especie de »sentido común» de que los políticos no deben pelearse, deben cooperar y ponerse de acuerdo. Es decir exactamente todo, absolutamente todo lo contrario de lo que hizo el Partido Nacional durante su gobierno en los años 90, donde excluyó al FA de cualquier cargo en los entes u otros organismos del Estado. El cambio, es obviamente sin ninguna autocrítica, es puro y despiadado marketing  político. La consigna es responder las preguntas de la sociedad y de los sectores de acuerdo a la menor resistencia posible. A cada uno lo que quiera escuchar. El osito cariñosito
Esos supuestos acuerdos nacionales para gobernar son imposibles, no por tozudez de nadie, sino por el más elemental realismo político, que aflorará en toda su potencia al otro día de las elecciones y en todos los partidos. Basta mirar los programas de todas las fuerzas políticas y comprender que existen limitaciones de fondo y es lo más natural del mundo que existan. El ellos lo saben perfectamente, es puro marketing de gobernabilidad y nada más.
Las limitaciones mucho  más de fondo para esos supuestos acuerdos de gobernabilidad es decir para someterse al abrazo pegajoso, son las prácticas, es la experiencia de los 30 años de gobiernos democráticos posteriores a la dictadura.
No hay acuerdo sobre los temas de fondo, sobre las principales líneas de un gobierno. No hay acuerdo sobre la política económica y social que aplicó el FA y la que aplicarían Lacalle-Bordaberry, sobre la política de seguridad, sobre la educación, sobre las relaciones laborales y sociales en general, sobre  el proceso de descentralización, sobre la salud y en muchos otros aspectos. Y es natural que así sea, porque expresamos conglomerados sociales y culturales diferentes, y que existen, no son una invención añejada, son la realidad actual.
Cuando Lacalle habla de equilibrar los Consejos de Salarios, está hablando de volver a colocar el gobierno del lado de los sectores patronales más conservadores, los que con su plataforma de 41 puntos expresan en toda su desnudez su programa propio para el próximo gobierno. Están en todo su derecho y nosotros a discutirlo.
Cuando algunos sectores hablan de competitividad, mientras el país alcanza todos los años un nuevo record en materia de exportaciones, en realidad están hablando de ganancias, de niveles de ganancia y por lo tanto de distribución de la torta. En esas cosas no hay temas asexuados, sin dolores. Si aumentan las ganancias, es porque alguien pierde. Y a pesar de que los patrimonios de esos sectores han crecido de manera exponencial, sus ventas, sus inversiones y sus rentas en estos diez años han sido muy buenas porque la porción de la torta disminuyó, pero la torta creció como nunca pero siempre van a reclamar una ecuación de costos más favorable, es decir más ganancias. Y que pague el estado, sus inversiones y servicios y/o los salarios y las prestaciones sociales.
¿Alguien puede creer seriamente que las 8 horas para los trabajadores rurales es un »olvido» de los gobiernos blancos y colorados durante décadas, con todos los vientos posibles? Para tomar solo un ejemplo y más allá del desajuste declaratorio del candidato. El tema es de fondo.
El bloque progresista hoy en el Uruguay no está formado solamente por los trabajadores, sectores importantes de las capas medias cultas y urbanas y sectores juveniles, se ha ensanchado mucho. Hay sin duda sectores de micro, pequeños, medios y hasta empresarios nacionales importantes, que acompañan o se han integrado por dos razones o por una de ellas. Porque vieron que la política económica y social del progresismo dio mucho mejores resultados para el país que los anteriores gobiernos y que se puede perfectamente crecer y distribuir, incluso algunos comprendieron que hemos crecido tanto porque distribuimos. Otros porque asumieron que una sociedad dividida de manera tan neta, desintegrada socialmente, no es el mejor lugar para vivir y ni siquiera para prosperar.
Hay algunos sectores empresariales que asumiendo a regañadientes esos méritos y los resultados económicos y sociales, tienen todavía un fuerte apego ideológico por los partidos tradicionales y por encima de sus bolsillos, funcionan sus cabezas. Es natural y confirma que los temas ideológicos existen a todos los niveles.
El plan del clinch pegajoso no es solo político e ideológico, es una gran operación ideológica: basta de divisiones y tensiones sociales, marchemos todos juntos. Eso si, restaurando los equilibrios y con el liderazgo de ellos. De la derecha.
Para algunos políticos, de derecha, y algunos que les hacen eco, hablar en Uruguay de izquierda y derecha es anacrónico. Es otra falsedad que pegotea al clinch. Las encuestadoras le preguntan a los ciudadanos por su autodefinición ideológica y el 90% contesta y se define entre las tres respuestas clásicas: izquierda, centro y derecha.
Es cierto es la izquierda y la derecha uruguaya, bien uruguaya del año 2014, son abrumadoramente democráticas, pero con las mismas referencias internacionales tradicionales, los mismas brújulas y puntos cardinales de siempre, en un país muy distinto. Pero que no es distinto porque se borraron las diferencias, sino porque por primera vez en la historia gobernó el progresismo, una izquierda muy amplia. Y a pesar de todos los augurios terribles que se hicieron antes de asumir, y durante sus dos gobiernos, logró los mejores resultados para el país, para todos y en especial para los que viven de su trabajo y para los más débiles de los últimos 80 años.
Lo han dicho Tabaré, Mujica y Astori, no nos sentimos los fundadores de la patria, y asumimos plenamente nuestro pasado, completo y complejo, el de toda la nación, pero lo que está claro es que en 10 años los uruguayos reconquistamos un capital invalorable: el optimismo que habíamos perdido en 12 años de dictadura y 20 años de gobiernos blancos y colorados.  Y el clinch no lo aceptamos porque sería nefasto para el país. En primer lugar porque es falso, es una pose imposible.
Luchemos por nuestras ideas y nuestras posiciones con lealtad entre nosotros, pero sobre todo con lealtad hacia la gente. El clinch pegajoso es puro humo.

(1) Una genial definición de Darwin Desbocati.


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