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Uruguay, la independencia bi nacional

25 de mayo de 1810 en Uruguay y Argentina

Junta de mayo

El 25 de mayo es fiesta nacional argentina. También es nuestra. En 1810 no habían proyectos de repúblicas encontradas, ni lo hubo en el proceso histórico que se inició entonces.

A veces sostenerlo lo hace a uno acreedor de poco patriota, como si nos sintiéramos una provincia argentina. La historia es eso: procesos. Por eso no no sentimos una provincia de un país hermano, pero lo fuimos. Luego la historia se encargó de darle a cada uno su sentido de Nación y su propia identidad. Pero sin duda ese origen común nos marca un destino común por encima de circunstancias menores en las que solemos insistir tanto, como la historia reciente ha sido tan elocuente.

Esto ha hecho del Uruguay un país muy especial. Algunas de nuestras identidades patrias son curiosas. Somos el único país del mundo con tres banderas. Cada una de ellas marca una etapa de nuestro proceso de conformación de nuestra identidad nacional de hoy. Y cada una de ellas nos recuerda nuestros lazos comunes con Argentina.

¿Cuál es el día en que nacimos como país? Hay quienes sostienen, no sin cierta razón, que la fecha elegida no es la más apropiada. El 25 de agosto no es la fecha de nuestra independencia total sino la que rompe los vínculos con Brasil. Todavía no veían los patriotas con claridad que el proceso terminaría con una organización política distinta de la de Argentina, ni un destino jurídico diferente del de las demás provincias del Plata. La profesora Marta Canessa, por ejemplo, ha sostenido que es el 18 de julio el día en que asumimos consciente y jurídicamente esa condición.

Estas dudas de los historiadores nos recuerdan eso, nuestro nacimiento fue: un proceso. De continuidades y rupturas se nutre la conformación nacional, como nos enseña el célebre historiador amigo argentino don Félix Luna. El estudio desapasionado de nuestra historia nos permitirá extraer lecciones sobre quiénes somos y de dónde venimos. Solo contestando estas preguntas podremos responder hacia dónde vamos.

Uruguay resume su historia en tres pabellones. El de Artigas, el de los 33 Orientales y el de la República. Cada uno profundiza en su momento nuesta autonomía que culmina en independencia. Cada uno de ellos nos hermana con Argentina.

Artigas enarbola nuestro primer pabellón, recordado con su nombre e inseparable hoy en los actos patrios de nuestras otras dos banderas.  Un testimonio más de que nuestra identidad reposa en aceptar la continuidad del desarrollo histórico del que somos hijos. Por eso a mí me gusta llamarles a las banderas de Artigas, a la de los Treinta y Tres y al Pabellón Nacional: las banderas de la nación, de la patria y de la república.

En su celosa defensa de nuestra autonomía contra la hegemonía porteña, Artigas le da a los orientales su sentimiento de nación. Vista esta como una federación con los pueblos hermanos que le eligen Protector de los Pueblos Libres y crean las Provincias de la Liga Federal. Y ¿acaso la partida de nacimiento de esa identidad nacional forjada en los fogones de los campamentos del Ayuí del lado hoy argentino del Río Uruguay?

Después del exilio del jefe de los Orientales, subyugados por la intervención extranjera -primero portuguesa, luego brasileña- llega la hora de la patria, a la que se convocará con el pabellón de los Treinta y Tres. El propio Grondona hace la distinción entre nación y patria en la que insisto tantas veces. Dice: “La patria es la nación en cuanto adopta uno de sus roles fundamentales: llamarnos. En su dimensión de patria, la nación se nos presenta bajo la forma de una vocación”.

La continuidad histórica entre el sueño federal de Artigas y la rebelión patriota de los mandados por Lavalleja y Oribe, la señala con acierto y claridad el desaparecido historiador Alfredo Castellanos en su Historia Uruguaya: “Así se inició la Cruzada Libertadora, que enarbolaba la tricolor artiguista con el lema de ‘Libertad o Muerte’ como testimonio de continuidad del proceso histórico iniciado por el Jefe de los Orientales”.

Está de más aclarar que no pensaban en ese momento, ni Lavalleja ni Oribe ni Rivera, que a poco se une a sus esfuerzos, en declarar la independencia respecto de los demás provincias hermanas. Tampoco es fácil determinar en qué momento exacto fueron comprendiendo que el proceso los llevaría inevitablemente en esa dirección. Lo que tampoco ofrece dudas es que contó con su consentimiento y que no implicó ruptura alguna con el pasado, sino continuidad de una vocación nacional nacida en los fogones de la patria vieja y cristalizada en el nacimiento de la nueva república.

Así se dirige el Libertador en Playas de la Agraciada “Compatriotas Argentinos, sin coma en el medio. Y así lo resuelven en la “declaratoria de Independencia del Brasil” como vimos más arriba.

Flamea pues, el 18 de julio de 1830, el nuevo pabellón. El Pabellón Patrio, el de la república. Le escoltaban las banderas de Artigas y la de los Treinta y Tres. Así les seguimos viendo en nuestros días en actos patrióticos y fiestas nacionales. Vivamos ese orgullo renovado al sentir que juntas expresan nuestra única identidad. Eso son nuestras tres banderas: la de la nación, la de la nación hecha patria y la de la patria hecha república.

Sentir su flamear no requiere explicar cuán soberanos e independiente somos. Ni nos puede dejar olvidar cuán hermanos somos del pueblo argentino que el 25 celebra la Primer Junta contra la invasión napoleónica a España, es decir iniciaba también un proceso cuyo fin era complejo de definir en sus inicios.


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