20
Nov
08

De lo que no se habla

Por Esteban Valenti (*)

Cualquier informativo, entrevista periodística, programa cómico nacional incluye obligatoriamente la última página o la penúltima frase de la historia de las candidaturas de la izquierda para las elecciones del 2009. Es poco, pero seguro.

Otra parte inevitable de la “agenda” son los blancos y colorados criticando al gobierno o proponiendo hacer lo que ellos nunca hicieron en 20 años de sus gobiernos. Pocas ideas, y muchos lugares comunes. Ah, y vaticinando tragedias y plagas de todo tipo. Y si les queda algún segundo de televisión, reclamando contra la reelección. Ya es obsesión, ya es ridículo.

Cuando alguno de nuestros opositores se les ocurre alguna idea y la exponen, al poco tiempo desaparece de inmediato de la agenda. “Quema”. Como cuando Lacalle propuso que Uruguay vuelva a ser una plaza financiera. Ahora se aquietó. Larrañaga, para evitar todo tipo de peligros no propone absolutamente nada. Miento, siempre proponen eliminar – hasta por decreto- el IRPF. Los muy guardianes de la Constitución olvidan que una ley no puede ser derogada por decreto. Otro resbalón…

El día lunes Danilo Astori le entregó una carta al presidente del Frente Amplio Jorge Brovetto, para fijar suposición sobre el debate relacionado con las candidaturas. En esa carta además de establecer una posición clara que no agregue ni ofertas de candidatos, ni confusión sobre confusión, tiene una parte medular, hace una serie de planteos sobre los ejes de los objetivos del próximo gobierno.Los reproduzco textualmente: “Cada día está más claro que la alternativa que plantean las fuerzas conservadoras nos conduce a quedar atrapados entre las viejas y fracasadas políticas de la plaza financiera, los ajustes fiscales y la más absoluta y total falta de ideas y de propuestas con fundamento. La izquierda tiene la obligación de concentrar todas sus capacidades en un debate en el que el país se juega su futuro.

Por este motivo, mi prioridad absoluta y a la que dedicaré todas mis energías, es la de difundir, explicar y dialogar sobre lo que hemos hecho durante estos cuatro años de gobierno y seguiremos haciendo en el futuro. Desde el Ministerio o desde el Senado, este es mi gobierno y creo que tenemos por delante una enorme tarea de comunicación con la sociedad. Por lo que hemos hecho y por lo mucho que nos queda por hacer.

Considero que uno de los cambios más importantes que se perciben en el país es en la confianza, en el estado espiritual y en la actitud de la sociedad uruguaya. Esa es una base esencial para el proyecto nacional que estamos construyendo. Es por ello que los adversarios concentran sus esfuerzos en vaticinar tragedias y en implantar nuevamente el temor. Es un actitud que he calificado de antipatriótica y que seguiré combatiendo con firmeza.

En segundo lugar, me dedicaré a promover el programa del Frente Amplio y las ideas y propuestas para el futuro inmediato, afrontando las tormentas pero ante todo consolidando el espíritu de justicia, de audacia, de emprendimiento y de innovación, que el Uruguay puede y debe profundizar. Trataré de responder a las preguntas que en todos los encuentros e instancias me formulan los uruguayos. Me refiero a los temas del trabajo, de la justicia social, del crecimiento, de la producción, de las inversiones, de las reformas, de la seguridad, de la educación y la salud. Es a estas inquietudes a las que quiero prestar atención, y no a la noria permanente del poder y las candidaturas.

Tenemos importantes ventajas respecto al pasado: conocemos mucho mejor el país desde la función de gobernantes y creo que nos hemos ganado mucha credibilidad para nuestras propuestas. Es un tiempo de incertidumbres, pero creo que tenemos que asumir algunos compromisos claves, centrales, que surgen del análisis de la realidad y de nuestra experiencia, y se sintetizan en el programa del Frente Amplio. No queremos prometer milagros sino seguir construyendo realidades.

Podemos y debemos trabajar para que durante el próximo período la producción crezca, al menos, en un 30 por ciento, lo que nos exigirá incrementar los actuales niveles de inversión hasta que lleguen a representar un 20 por ciento del producto. Por este camino, seguiremos incrementando las oportunidades de empleo, incorporando a nuevos sectores de nuestra sociedad hoy postergados, a los que habrá que asegurarles programas especiales de formación. Así, asumamos también el compromiso de reducir los niveles de pobreza a un dígito y eliminar por completo la indigencia.

A través del aumento del ingreso familiar, de planes sociales y de un adecuado manejo del gasto público, aseguraremos una mejora significativa en la distribución del ingreso. Para lograrlo, seguiremos invirtiendo de manera creciente en educación, salud, investigación e innovación, superando incluso los niveles actuales. Completaremos la reforma del Estado, trabajaremos intensamente para modernizar nuestra educación y una de nuestras prioridades será la seguridad pública, con mejoras en la dotación de recursos, pero – además – con algo muy importante: un abordaje desde todas las perspectivas involucradas, incluyendo la legislativa. Hemos creado las condiciones para todo esto y mucho más.”

¿Alguien escuchó alguna discusión, crítica, análisis, opinión sobre estos temas? ¿No es importante para la oposición o para cualquiera discutir sobre cual es un nivel posible de crecimiento, de inversión y por lo tanto de ocupación, de reducción de la pobreza y de la miseria, de redistribución de la riqueza? Ni una palabra.

¿Saben porque no discuten sobre esto? Porque tienen miedo, porque saben perfectamente que estos son los problemas fundamentales del país, los que realmente definen el futuro de nuestra gente. Y saben que planteados por el ex ministro de economía de este gobierno son creíbles, tienen una base serie y posible. Y huyen despavoridos de este debate.

¿Ustedes escucharon a algunos de los muy inquisidores blancos y colorados preguntar por ejemplo como se lograran esos objetivos de la propuesta de Astori? No. Huyen y nada más, porque le temen a este debate como el diablo, tanto a una discusión seria sobre lo que hizo este gobierno, como sobre lo que debemos y podemos hacer.

¿La izquierda no deberíamos estar promoviendo estos temas, no deberíamos estar analizando como reaccionar ante la crisis mundial desde una visión de izquierda para los que sufran el impacto no sean como siempre los más débiles, los trabajadores, los excluidos, los marginados, los olvidados de siempre, mientras se invierten cientos de billones en salvar bancos-buitres?

¿El país no debería YA estar discutiendo, promovido por nosotros, cuales son los ajustes, los nuevos impulsos del proyecto nacional, para que la crisis además de impactarnos en determinadas áreas no contribuya a alimentar el gran combustible conservador de ambos partidos: la desconfianza en nosotros mismos, la falta de empuje nacional y la disputa a dentelladas por prebendas y ventajas?

Es posible que yo sea muy iluso, pero una campaña electoral sobre estos temas, no sólo sirve para ganar, sino como base para reforzar el impulso al cambio, para frenar las miserias de los que apuestan a los peores reflejos de la sociedad, el egoismo, el temor, y la falta de confianza.

Los blancos y colorados no dijeron ni “pio” ante estos compromisos muy fuertes y concretos porque en realidad le temen como el diablo al agua bendita. Aunque ellos se santigüen a cada rato, lo que les interesa es volver al peor pasado.

Y no lo discuten a Astori porque saben que su credibilidad en la sociedad uruguaya sobre estos temas se la ganó desde el lugar más complejo y difícil.
(*) Periodista. Coordinador de Bitácora. Uruguay.



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