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Jun
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Amelia en el corazón del PUEBLO . . .

La antipatria militar

 

¿Adónde van las FFAA uruguayas con tan prolongado silencio? Los autores materiales del apresamiento y desaparición de uruguayos van muriendo, y hay quienes piensan que con ellos desaparece la verdad de las cosas. Creo que se equivocan, porque el secreto lo erigieron como un muro en su defensa, pero no sólo de los autores materiales de crímenes de lesa humanidad sino de la institución militar que asumió la responsabilidad de lo que iban a hacer, e hicieron. Eso está guardado, como línea de defensa institucional pese a que no sufren ni temen en verdad recibir ataques desde la civilidad, que les da así un enorme ejemplo de verdadera paz; sólo se producen lógicas reacciones ante sus agravios, injurias y ofensas que afrentan la democracia que tanto se quiere construir, como bien ejemplifican las marchas del silencio.

Los familiares y demás deudos de las víctimas también van muriendo, porque hasta la biología es democrática, pero no por eso desaparece el reclamo. Hay honda pena, sí, por los familiares que «se fueron sin saber», dijo un sobrino de la militante comunista Amelia Sanjurjo Casal. Cuesta ponerle «ex militante», porque aún muerta ha militado ahora por la verdad. Y más allá de este caso, ese dolor y ese reclamo por toda la situación va calando, año tras año, con la participación en la marcha de nuevas generaciones; es un camino que va hacia la raíz de la sociedad, tal como el «sabremos cumplir» del himno nacional. En la medida en que el secreto es continuidad de la dictadura civil militar, las marchas, con su silencio, son el repudio cada vez más numeroso, a la tenaz permanencia de estas expresiones.

¿Cómo evalúan los militares las marchas del 20 de mayo; ellos, que estudiaron estrategia? Tanto crecen año tras año, que tuvieron que modificar su organización, definiendo otros dos puntos de abordaje, en las explanadas de la Universidad y de la Intendencia. Su aumento es implacable y constante demostración no solo de que no le asiste razón a los militares, sino que del otro lado de ese muro tras el que se parapetan, la razón tiene cada vez más la activa participación de nuevas generaciones. Ya que la ciudadanía les ha pagado estudios, podrían saber que están en un camino sin futuro, antinacional, antidemocrático, y en el que sólo pueden retroceder hacia ese Uruguay injustificable que lograron hace cinco o seis décadas.

Con esa educación que hemos pagado –y a veces con ilusión–, aprendieron en cambio a hacer lo que bien les señaló la ex fiscal Mirtha Guianze: «El día que se encontraron los restos de Amelia, un desfile de cadetes entonando cánticos militares irrumpió en el dolor de los que habían acudido al lugar. Usted era el Ministro de Defensa en ese momento y no dio órdenes de mostrar respeto. Ni exigió después que hablaran».

En el imposible de querer justificar, el ministro de Defensa Javier García, que supo ser wilsonista y por lo tanto antidictatorial, dijo: «La identificación de los restos de Amelia Sanjurjo que fueron hallados en el batallón 14 el año pasado, hace llegar paz a un hogar. El compromiso durante este gobierno fue, y es, seguir trabajando para que llegue a los hogares que aún no la tienen».

García parece creer que de esta manera se resta a la familia de Sanjurjo de la próxima marcha, y así ésta se irá adelgazando. Los militares siempre encuentran civiles (mas no cívicos) que los apoyan, y eso es lo que hace García en nombre de este gobierno. No parecen percibir que lo que sucede es aún más importante que el saber dónde están: se está ante un Río de Libertad como el de noviembre de 1983, ariete definitivo en su momento contra el autoritarismo. La Marcha del Silencio se hace desde 1996, y es cada vez más eso que supo definir Nicolás Guillén:

“Mire la calle.
¿Cómo puede usted ser
indiferente a ese gran río
de huesos, a ese gran río
de sueños, a ese gran río
de sangre, a ese gran río?

Si los civiles afectos a sentarse sobre las bayonetas persisten, y los militares se atienen solo a las orientaciones que reciben del Pentágono y no piensan por sí mismos, van a seguir desgarrando esta sociedad, ya hipotecada en la desigualdad. Eso no es hacer patria; es deshacerla.


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