Archivo de 26 de abril de 2013

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Uruguay … opiniones políticas

Políticos, profesionales o intelectuales

 

Esteban Valenti

En un mundo donde la política – y en particular los políticos – sufren una crisis seria y prolongada, donde sectores importantes de la opinión pública de muy diversos países se manifiestan insatisfechos o directamente en contra de los políticos, surgen nuevos temas en cuanto al funcionamiento democrático y las diversas responsabilidades.

Las manifestaciones de insatisfacción son múltiples, en algunos casos incluso son el resultado de un diseño político ideológico que expulsa a una parte de la sociedad de la vida política y la precipita en el escepticismo, en la negación y la excluye no formalmente sino sustancialmente de la vida democrática. Estados Unidos es un caso típico, los bajos porcentajes de participación electoral muestran cómo una parte de la sociedad, sobre todo los más pobres, no participan en absoluto de la vida política y cívica.

No es el único caso, hay diversas experiencias en Europa, con un triple fenómeno: caída en la participación electoral, surgimiento de formaciones que proclaman la anti política como su identidad, desde muy diversas posiciones ideológicas como el caso del Movimiento cinco estrellas en Italia, o Amanecer Dorado la organización de ultra derecha en Grecia; y por otro lado, las explosiones de protesta popular sin correlato político alguno. Los diversos indignados.

En otro plano y desde hace varias décadas, con una fuerte influencia de la decadencia de las ideas del comunismo y del socialismo se ha producido una fractura entre los intelectuales y los políticos, entre las mujeres y hombres de la cultura y los políticos. No hay ni puede haber estadísticas, pero se puede comprobar perfectamente, incluso en Uruguay.

Y por último la explosión de las tecnologías a todos los niveles, la creciente exigencia de especialización tanto en cantidad de sectores como en la calidad de las demandas han introducido una fuerte corriente de profesiones técnicas, que poco contacto tienen ni promueven con el mundo de la política. En algunos casos, además proclaman esas diferencias.

La primera pregunta no debería ser sobre el impacto de esos procesos en la política sino en nuestras sociedades, en nuestra civilización de inicios del siglo XXI. ¿Hacia dónde van esos procesos? ¿Cómo impactan en el concepto mismo de progreso y en el funcionamiento de la democracia y en la calidad de la libertad? ¿Qué papel juegan esas corrientes divergentes y muchas veces separadas en las ideas progresistas y de la izquierda? ¿Se puede gobernar, gobernar bien, con grandes objetivos estratégicos en estas condiciones? Esta última pregunta tiene mucho que ver con el Uruguay actual, con la gestión de gobierno nacional y departamental.

Los políticos, de todos los sectores, son también ellos intelectuales, profesionales especializados. Trabajan con ideas, manejan o deberían manejar disciplinas muy diversas y conocimientos amplios, de política, de funcionamiento institucional, de organización, de leyes y normas,  de sociología y sicología social y naturalmente de economía y sus alrededores. Además, están llamados a pronunciarse sobre los más variados temas internacionales, regionales, nacionales y locales.

Los buenos políticos, los que desempeñan adecuadamente sus funciones en sus partidos, en los órganos legislativos o de gobierno a todos los niveles, son los que se guían por algo más que el olfato, los que estudian, los que saben, los que aprenden. Sólo la buena voluntad y el empeño nunca alcanzaron, pero en este momento y en este mundo alcanzan mucho menos, para hacer política de calidad.

La capacidad, la preparación, el estudio no hacen por sí solo a un buen político; hay condiciones propias, específicas, que son imprescindibles. Una de ellas es saber rodearse adecuadamente, manejar correctamente las relaciones con referentes sociales, con profesionales, con intelectuales y naturalmente, con los ciudadanos.

El problema es que cuando se está en el gobierno se comprueba que se puede aprender, se puede crecer, pero hay que tener una base, un nivel de conocimiento en algunos temas, en algunas áreas que juegan a favor de los temas y de la calidad de las políticas y de la gestión. No se necesitan dinastías de políticos y gobernantes que se perpetúen en el poder, la renovación es parte esencial de la política democrática, pero por ello mismo debemos ser exigentes con la preparación de nuestros políticos, y me refiero en especial a los de izquierda.

No es lo mismo simplemente administrar la máquina, seguirle el rodamiento y sus naturales tendencias, que cambiar en serio y en forma constante. Se necesitan capacidades.

Dejar librado a la espontaneidad de los procesos ese crecimiento cultural, técnico, profesional de nuestros políticos, de nuestros gobernantes, es un grave error. Hay que incorporar el tema de la formación en forma seria y planificada en la acción política y de gobierno.

En estos 8 años de gobiernos nacionales de izquierda, en estos 22 años de gobiernos departamentales del Frente, ¿no aprendimos esta lección? Creo que por las buenas y las malas experiencias lo tendríamos que haber aprendido muy bien.

En el área cultural de la izquierda hay mucha cantidad y calidad de intelectuales, de profesionales, de técnicos, con mucho conocimiento acumulado que deberíamos planificar para que circule entre los cuadros políticos y para que sea una referencia a la hora de gobernar y elegir a los mejores. No necesitamos un gobierno tecnocrático, sino equipos políticos que integren los más amplios y profundos conocimientos.

Eso se logra creando en primer lugar, un clima intelectual, cultural y político de exigencia, de riqueza en las ideas y de promoción de las capacidades. Eso depende de la propia fuerza políticas, de sus diversos componentes. Ese es un enorme capital a la hora de la batalla política y todavía más importante a la hora de gobernar.

Un clima cultural de estudio, de superación individual, premiando y valorando las capacidades, el nivel de constante atención al conocimiento de parte de los cuadros y dirigentes.

Ese clima se construye con el nivel de los debates, de las elaboraciones programáticas, de la relación con la academia, con los intelectuales, técnicos y profesionales y sobre todo con una gran autoexigencia a nivel de la política. Y autoexigencia quiere decir reconocer los aportes, los aciertos y criticar y reaccionar ante los errores y las carencias, de manera humana y sensible, pero rigurosa y bien definida. Las parcelas de poder, los cargos para los compañeros no están antes del compromiso con la gente y con el proyecto nacional o departamental.

En segundo lugar, hay que avanzar en estructuras de formación permanente de los cuadros políticos y de gobierno. Todos los partidos importantes disponen de esas estructuras, que no son de adoctrinamiento, sino de formación y constante elaboración política, ideal y cultural, pero que aportan además conocimientos en diversas disciplinas. ¿No tenemos capacidades, cuadros, posibilidades de organizar estas estructuras?

En tercer lugar, hay algo que es insustituible, una buena y estable relación con la sociedad en su conjunto, con los intelectuales, con la academia, con los técnicos, basada en un gran respeto y en mantener el espíritu crítico y de independencia. Es una relación incómoda y hay que asumirla como tal.


(*) Periodista, escritor, director de UYPRESS y BITÁCORA. Uruguay

 

PD: Legere Aude

No será una frase de Kant, ni la utilizamos como lema en Bitácora, pero se complementan perfectamente Es bueno atreverse a leer. (Legere Aude). Hay que saber hacerlo.

En general, cuando trato temas polémicos hablo de los argumentos, de las ideas más que de las personas, sobre todo si discuto con esos conceptos. Es porque durante mucho tiempo, en la izquierda, incluso bautizamos las discrepancias con nombres propios y muchas veces de esa forma hemos satanizado las ideas.

En algunos casos, cuando coincido con lo fundamental y me interesa un debate con referencias concretas, como por ejemplo en el tema del socialismo o del futuro del proyecto de la izquierda en el Uruguay hago mención directa a algunos materiales, como los de Leandro Grille y Fernández Huidobro sobre el tema, porque creí que podían servir para profundizar un análisis polémico y colectivo.

Hace una semana recibí un ladrillazo de Leandro Grille con abundantes citas de mis anteriores artículos, por suerte recientes… y, con una caricatura que me favorece y me presenta como un rubicundo usuario de la pluma, sereno y bonachón. No se lo cree nadie, ni yo. Es lo único generoso.

Toda la ferocidad está motivada por mi artículo Los líderes cansados . No sé si será una lástima, pero al menos hay que saber leer. Desde la primera frase y sobre todo la última de mi artículo tiene un claro destinatario, que cualquiera comprende que no es precisamente Grille. Es posible que mi artículo sea demasiado sutil. Me disculpo.

En cuanto a modelos, también es posible que sea demasiado sutil. Lo hago explícito: me estoy refiriendo en ése y en otros artículos a la Argentina, al gobierno Kirchner y no a Bolivia, Ecuador ni Venezuela. Si me equivoqué, y no hay ni admiración, ni debemos tomar al modelo K como referencia en materias importantes como el manejo de la democracia y las instituciones, de la comunicación disfrazada de democratización, ni de las políticas sociales y del modelo económico y un poco menos todavía, de la moral pública, entendí mal. Me disculpo nuevamente.

Si en varias columnas concentradas y coincidentes, no supe leer una andanada de especulaciones sobre los líderes cansados que aceptan ser candidatos por descarte y a desgano y a partir de allí se desarrolla toda una teoría sobre la revolución y sus alrededores, tendré que hacer un curso acelerado de comprensión lectora. Lo mismo para entender ciertas frases lanzadas campechanamente al ruedo, desde lo alto, como un comentario de paso y sin ninguna intención, pero que tomadas al vuelo se transforman en toda una corriente de pensamiento. Eso si, inocentemente.

Con la misma inocencia, yo voy a insistir en que Tabaré Vázquez en  ningún momento dijo que aceptaría ser candidato de mala gana, como un recreo entre una partida de pesca y un asado familiar. Se lo toma como siempre, muy en serio. Voy a insistir con ese concepto, que no tiene nada que ver sobre las valoraciones de cualquier autor sobre el gobierno de Vázquez, sino sobre un hecho político actual. Muy actual, y para mi como para cientos de miles de uruguayos, muy importante.

Por último, un detalle, es posible que en el clima actual de la izquierda uruguaya, que parece tener tanta influencia en algunos feroces autores, la coherencia y mantener una línea de conducta se equipare a no asumir las contradicciones, a no vivir las tensiones entre los objetivos revolucionarios y la dura y difícil batalla por construir desde un gobierno de izquierda avances sociales, económicos, políticos y culturales, concretos. Todo es posible.

Además de saber leer, hay que saber sentir. Nada más que eso. Aunque siempre es bueno y necesario atreverse.




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